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Diario 2012: Suiza con Swiss Pass : 21. Mt. Pilatus - dia 7

Nos levantamos y después de desayunar, dejar las maletas en el hotel y comprar chocolates suizos (fue una tentación teníamos dos tiendas al ladito del hotel con todo chocolates y no pudimos resistirnos al ver que habían abierto) nos fuimos dirección a la oficina de turismo. Para aprovechar fuimos en dirección contraria que el día anterior, así cruzamos una plaza muy mona con su fuente y su edificio cerca del hotel donde había una representación de una antigua botica, muy curiosa. De ahí cogimos la ribera del rio y nos acercamos al puente capilla para verlo desde otro ángulo y a la luz del día. Cuando llegamos al a oficia de turismo había fila, pero no era tan grande como el día anterior. Esta vez la chica que nos atendió no sabía español pero si inglés y cuando le dijimos lo que queríamos nos enseñó la web donde tienen la webcam con el Mt. Pilatus y las nubes al fondo. Como hacía muy bien día supusimos (acertadamente) que las nubes irían desapareciendo. Compramos el billete con el que hacer el circulo dorado: Lucerna – Alpnachstad – Pilatus Kulm – Kriens – Lucerna, que con el swiss pass tenia un 50% de descuento y costó 34 francos (todos los precios que pongo es lo que me costó a mi, una persona).

 
 

Nos acercamos al muelle (frente a la estación de tren y la oficina de turismo) para esperar a subir. El barco, el MS Flüelen, partió a las 9.40h. Nos sentamos en cubierta para ver el paisaje por el lago pero bien resguardadas, habiendo aprendido del viaje por el lago Thun. Aún así al poco de pasar el revisor ya teníamos frío y fue el lugar donde más frío pasamos. Ni siquiera en el Klein Matterhorn (3883m) nublado tuvimos tanto frío. De vez en cuando entrabamos dentro a entrar en calor porque había tanta gente que no quedaba ningún sitio para ir sentado en segunda clase y también había mucha gente de pie donde el bar, todos bebiendo sin parar. Llego un momento en que el olor a alcohol era insoportablemente fuerte y es que medio barco no paraba de pedir bebidas y bebidas. En la cubierta por poco me caigo, iba saliendo del interior de nuevo a buscar a mis amigas cuando un coreano que estaba sentado en cubierta de pronto extendió las piernas y tropecé. Con esa ya eran dos veces que casi me caigo redonda en el suelo porque en el tren camino a Lucerna el tren dio un bandazo mientras iba de un vagón a otro y ahí me caí completamente sobre un chico, qué vergüenza pasé y lo que se rieron mis amigas. Afortunadamente ya estábamos llegando a nuestro destino y dejamos la helada navegación por el Lago de los Cuatro Cantones para bajarnos en Alpnachstad, última parada.

 

Si no se quiere hacer el círculo dorado también se puede tomar un barco simplemente para pasear por el lago: www.lakelucerne.ch/en/...fleet.html

Enfrente del embarcadero estaba la estación del tren cremallera, el más empinado del mundo con pendientes de hasta el 48 %. El camino no tiene pérdida dado que casi todo el barco se dirigía ahí. Antes de llegar a la estación había un par de chicas en una mesita con sombrilla donde te intercambian el ticket por el billete que nos serviría para el tren, el teleférico, telecabina y bus. Si en cambio no tienes los tickets hay que ir a comprar el billete de tren directamente a las oficinas. Y mientras nos tenían como ganado esperando a los vagones del tren pudimos ver como se cambiaban las vías para mover el vagón de un lado a otro de la vía y en el entretiempo una de las mujeres mayores que habían salido del barco con su bebida en la mano tropezó conmigo y me duchó en cerveza. Su amiga, aún más borracha que la otra, no paraba de reír.

 

Tomamos por fin el tren y llenaban los vagones a conciencia, estábamos más apretados que en una lata de sardinas, no se podía uno levantar ni sacar la cabeza por la ventanilla. Lo de levantarse la gente lo cumplió a rajatabla, lo que si te toca de frente y hacia el lado izquierdo es una pena porque te pierdes unas maravillosas vistas. Lo de sacar la cabeza por la ventana, mucho más peligroso en mi opinión, y sí que lo incumplía todo el mundo. Yo iba sentada hacia el frente y tuve que girar la cabeza casi como la niña del exorcista para poder ver las vistas, pero que vistas más bonitas. Recomiendo que si se coge el tren más empinado del mundo se intente montar en el lado derecho mirando hacia arriba pero colocándose dirección contraria a la subida del tren, es decir, no mirando hacia arriba sino de espaldas a la dirección del tren, porque de esa manera mientras subes puedes ver mucho mejor las increíbles vistas de la pendiente de la montaña y como poco a poco va quedando el lago cada vez más lejos, precioso.

 
 

Llegamos al monte Pilatus y nada más salir cogimos uno de los folletos gratuitos con información de los diversos caminos que hay para recorrer. También hay información en su web: www.pilatus.ch.
De todos los caminos solo hicimos un par, dejamos el más largo sin recorrer, y eso que mis amigas no descienden de los monos sino de las cabras., pero ninguna debíamos estar con ganas. Subimos arriba y en la azotea entre las hamacas donde la gente tomaba el sol junto al hotel vimos a un hombre tocando un instrumento típico que no sé cómo se llama. Estábamos teniendo bastante suerte al encontrarnos con cosas inesperadas.

 
 

De aquí hicimos el recorrido que resultó ser el que más alto subía y el más empinado (si ya decía yo que mis amigas desciende de las cabras). Con la subida entramos en calor y lo cierto es que la vista compensa el esfuerzo. Desde ahí dice el folleto que se ven los seis lagos. Nosotras como el día estaba despejado empezamos a contar y la verdad, o nos salían menos o nos salían más dado que no distinguíamos donde se empezaba a considerar uno u otro. Y entre los lagos las montañas y los picos de las que teníamos más cerca también se veían perfectamente dado que no tuvimos ni una nueve. Bajamos y tomamos otro de los recorridos del plano, el último que hicimos fue el del dragón que es por dentro de las cuevas del monte pilatus con agujeros en la roca con vistas de las montañas a nuestros pies. El vagón del tren de cremallera tiene el símbolo de un dragón porque hay una leyenda de la edad media que dice que en esta montaña vivía un dragón.

 
 

Nos sentamos en la azotea a comer nuestros bocadillos y nos quedamos con la duda (que más adelante despejaríamos gracias a Internet) sobre la leyenda de que el Monte Pilatus se llama así porque estaba el alma de Pilatos ahí. Claro, se nos hacia raro que el Pilatos romano hubiera acabado en Suiza pero los folletos no explicaban más. En Internet encontramos que se había dicho que Tiberio César había tenido a Poncio Pilato encadenado como castigo por condenar a Jesucristo, después de lo cual Pilato se suicido. Su cuerpo fue arrojado al Tíber, pero el río se rebeló contra él con grandes inundaciones. El cuerpo fue sacado de nuevo y se hundió en el Ródano. Por desgracia el fantasma del condenado volvió a causar molestias una vez más. Entonces, se decidió hundir a Poncio Pilato en un pequeño lago remoto del Oberap. Al parecer, como en este alejado lugar de Helvetica no había mucha gente que quejarse el cuerpo se quedó ahí, aunque la población vivía asustada por las tormentas que la furia de Pilatos invocaba. Además, una vez al año, el Viernes Santo, Pilato se deja ver durante la Pasión, sentado en una silla en medio del Lago Pilatus - con una larga cabellera gris y vistiendo el atuendo púrpura de un juez. A mediados del siglo XVI, el miedo comenzó a disminuir y en 1585, el sacerdote de Lucerna, acompañado por un grupo valiente de gente del pueblo subió al monte Pilatus para desafiar al fantasma. Tiraron piedras en el lago, removieron el agua y se metieron en ella - pero el fantasma no reaccionó: la maldición estaba aparentemente rota. Para asegurarse de que el fantasma de Poncio Pilato había dejado también su actividad de invocar tormentas, en 1594 fue excavada una brecha en la pared del estanque del Oberalp para que se secara. No fue hasta 400 años más tarde, en 1980, cuando la gente se atrevió a cerrar la brecha de nuevo.

 
 

Una vez comimos hicimos nuevamente fila para coger el teleférico y regresar. También es posible volver a bajar en el tren, todo es cuestión de elegir el recorrido a hacer antes de coger el billete. La vista del descenso, como siempre, impresionantes. La primera estación intermedia que se llama Fräkmüntegg, aquí tomamos el telecabina. Desde arriba vimos que esta zona está llena de actividades que realizar, lo cierto es que íbamos con el tiempo cronometrado porque si hubiéramos tenido tiempo hay un sinfín de actividades que realizar por Suiza. Desde el telecabina vimos las tirolinas, y a la gente que se lanzaba en el Rodelbahn, un tobogán larguísimo (1350m) que bajaba por la montaña. De Frakmuntegg se llega a Kriens.

 
 

En Kriens hay que tomar el bus número 1 en dirección a Lucerna. Para llegar la parada del autobús es muy fácil, solo hay que ir siguiendo los carteles de bus en azul. Cada pocos pasos tenias uno, para que el turista no se perdiera buscando el bus a Lucerna dado que hay que bajar una buena parte de la montaña andando entre las casas. Llegamos a un lugar donde había una fuente de agua potable así que paramos para rellenar nuestros botellines de agua, que para algo que era gratis. Mientras estábamos ahí nos alcanzó una pareja de chinos que había bajado detrás de nosotras en el telecabina. El chico me preguntó si era agua potable y después de nosotras rellenaron sus botecitos con agua, son esos botes que vi en China que siempre llevan consigo con hierbas dentro. 

 
 

Como íbamos al mismo sitio bajamos juntos hasta llegar a una avenida. Ahí no vimos ningún cartel ni autobús así que no sabíamos si girar a la izquierda, a la derecha o cruzar de frente. Con esa cara de perdidos una mujer suiza que iba en bicicleta se paró de golpe y nos sorprendió preguntando si necesitábamos ayuda. Los suizos son siempre muy amables, solo hay que ver como se detuvo de su camino en bicicleta para ayudarnos sin nosotros pedirlo. Cuando le dijimos lo que buscábamos nos señaló a la derecha y siguió su camino en bicicleta. Cuando nos acercamos a la parada vimos que el cartel señalando la parada estaba lleno de pegatinas diversas, y por eso no era posible localizarlo. Cuando llego el bus subimos por la puerta trasera, nos resulto muy curiosa en los autobuses que cogimos en suiza que se pudiera subir por cualquier puerta, al igual que el metro de Lausana aquí no se deben colar mucha gente porque sino no lo entiendo.


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