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Waterloo - Belgica

Waterloo

De nuevo toca madrugar para coger el tren de Bruselas a Braine-l'Alleud, que es el pueblo más cercano al campo de batalla (no me he equivocado, no es Waterloo, sino Braine-l'Alleud, lo que ocurre es que es en Waterloo donde Wellington tenía su cuartel general, y ya sabéis: quién gana es el que escribe la historia). Desde Braine-l'Alleud habían puesto para la ocasión autobuses lanzaderas que llevaban a todo el mundo gratis hasta los campamentos y campo de batalla. Nada más salir de la estación estuvimos dubitativas sobre qué autobús sería la lanzadera pero el conductor nos pitó y nos dijo que nos acercáramos, así que no tuvimos problema alguno. Por supuesto contábamos con la ventaja de que al final, después de mucho dudar (las predicciones del tiempo eran muy variables), decidí vestirme de época, por lo que el conductor al verme vestida de 1800 dedujo a donde iba. Nos bajamos donde casi todo el mundo se bajó (cuando vas a un evento tan grande es difícil que te pierdas o equivoques de parada). La parada estaba en la intersección entre el campo de batalla y la avenida que va hacia el monte del león y el museo memorial 1815. Nos dirigimos hacia el museo memorial y entramos para conseguir las entradas (había pases especiales pero cuando le dieron las vacaciones a mi amiga ya se habían agotado), y entramos de las primeras al museo. Nada más entrar creí ver a alguien conocido, el presidente de la Asociación de los Sitios de Zaragoza vestido de un regimiento escocés. Y efectivamente no me equivoqué, y acabamos viendo el museo en compañía de Gonzalo Aguado Aguaron, una persona majísima, aunque no me diréis que las probabilidades de que entre 5.000 recreadores y 60.000 espectadores nos encontremos tres de Zaragoza son bastante bajas. El museo es increíble, tiene cuadros en movimiento que deben costar mucho dinero y que tras verlos, luego ver un cuadro normal te sabe a poco. No tienen nada que ver con los cuadros usuales porque parece que estás viendo el momento en tiempo real. En el museo hay muchos trajes militares de la época, armas, cuadros, y varios objetos para disfrutar del museo de forma interactiva. Otra de las cosas que más nos gustaron del museo (aparte de esos cuadros en movimiento) fue la película en tres dimensiones de la batalla de Waterloo. La película fue rodada por recreadores y hay escenas en las que parece que estáis ahí mismo y que la bayoneta te va a atravesar o el cañón te va alcanzar. Las caídas de los caballos también son asombrosas y todo bajo la lluvia con la que se aconteció la batalla real. Impresionante. Del museo pasamos a ver el panorama de la batalla, un gran cuadro circular de la batalla pintado de forma que desde el centro puedas tener una visión de cada uno de los puntos estratégicos de la batalla. Y tras el panorama subimos a la colina del león. Esta colina visible desde cualquier punto del campo de batalla no estaba en 1815 sino que fue levantada tiempo más tarde para conmemorar la muerte de alguien en la batalla (no me quedé exactamente con quién). Desde el león se obtiene una vista perfecta del campo de batalla, de sus inmensas extensiones, y en estas fechas del campamento aliado, donde por lo que vimos ya estaban empezando a formar. Ahí Gonzalo se despidió de nosotras pues tenía que llegar al entrenamiento y nosotras nos quedamos un rato más dando un par de vueltas hasta que descendimos y nos dirigimos hacia el campamento aliado. En principio tenía pensado ver lo usual de Waterloo: el museo de Wellington en Waterloo, el museo de la colina del león con el campo de batalla y el museo de Napoleón, pero como ya que estábamos cerca del campamento decidimos que mejor ver los campamentos y por el camino ir viendo los museos que se pudieran ver, al fin y al cabo teníamos dos días dedicados exclusivamente a Waterloo. Al final fue un acierto hacer esto pues el viernes disfrutamos mucho más de los campamentos que el sábado. Como comentaba salimos de la colina del león y nos dirigimos hacía el campamento aliado, ahí pasamos bastantes más horas de las previstas, pero es que no se puede comparar ese campamentos con otros en los que haya estado. En el campamento aliado pudimos ver la instrucción militar, tanto de los caballos como de los regimientos a pie, y mucho más de cerca de lo que se podrían ver en la batalla, de ahí que nos retrasáramos más en el campamento. Cuando habíamos visto todo el campamento y nos cansamos de tanta instrucción, disparo y formaciones, nos dirigimos hacia la granja museo de Hougomont, donde el día anterior el príncipe Charles de Inglaterra había inaugurado una escultura homenaje. Pero antes de llegar nos reencontramos con las españolas del baile de la duquesa de Richmond, que eran cantineras del regimiento 42 (la amiga de Elba me reconoció por el bonete de Charo-cuaderno de costura-). Y entre que las saludamos y demás nos liamos y salimos del campamento sin pasar por Hougomont. De campamento aliado al campamento francés tomamos el camino a pie, siguiendo a la fila de gente que iba de un sitio a otro. Al mirar el plano fueron 3.4 kilómetros los que recorrimos para llegar (que luego tuvimos que ir del campamento al campo de batalla, y fueron otros 2.5 km a añadir) pero es que para ir en los autobuses lanzadera había como el triple de gente que andando. Además el camino es muy bonito, con sus campos de trigo amarillo y ¿alcachofas? verdes. Después de haber pasado horas en el campamento aliado el campamento francés nos defraudó un poquito, era mucho más pequeño y la instrucción la tenían que hacer en los campos de fuera del campamento porque no cabían. Además era la hora de la comida por lo que no había nada interesante que ver. En vez de continuar hacia el tercer campamento: el campamento de Napoleón, decidimos ir hacia el campo de batalla andando y buscar las puertas de acceso. Para esas horas ya había una marea de gente andando por la carretera, que ya había sido cortada, y como llevábamos entradas de pie (mucho más baratas que sentado) decidimos buscar la puerta y hacer fila para poder coger sitio en primera línea. Sobre la recreación de la batalla podéis leer la entrada “Recreación Batalla de Waterloo”. Tras acabar la recreación, mientras salíamos con la marabunta, nos encontramos con las españolas acompañadas del fotógrafo Valischka (que conocí en la recreación de Los Sitios de Zaragora y la de Bajaras-Madrid). Y creo que si lo intentamos no nos encontramos. Y así volvimos a Bruselas (llegaríamos sobre la una de la madrugada pasada) y al día siguiente volvimos a madrugar. Este día me levanté cansada y decidí no vestir el otro traje que llevaba, y fue un acierto porque al final del día llovió y nos mojamos así que la cosa fue bien. Estábamos entre ir a Waterloo y ver el museo de Wellington o empezar e ir al museo de Napoleón, aprovechar y ver el campamento napoleónico y luego ir al museo de Wellington. Al final lo hicimos así. Llegamos de nuevo en tren de Bruselas a Brand’allen, de aquí cogimos la lanzadera que nos dejó en el monte del león y con unos poco nos quedamos esperando al 365 que es el autobús que nos acercaría (gratis por ser la recreación) al museo del antiguo cuartel general de Napoleón, y por tanto al campamento de Napoleón. Fuimos de las primeras en entrar al museo, y aun así enseguida se llenó de gente. Este museo es pequeñito, al igual que el de Wellington, pero es porque son sus cuarteles generales de la época y no museos creados expresamente para ello. El museo es interesante pero no tan espectacular como el del memorial. Tras salir del museo recorrimos el campamento de Napoleón y aunque aprecia que iban a hacer algo decidimos marcharnos para coger el 365 y llegar al museo de Wellington, este ya sí en la ciudad de Waterloo. Al ser sábado los horarios de los autobuses era bastante malo, y aún tuvimos la suerte que el conductor de una lanzadera nos llevó hasta la parada del W que pasa con más asiduidad. Así que tras una larga espera (tenía más frecuencia pero no dejaba de ser sábado) conseguimos coger el bus y llegar al cuartel general de Wellington donde nos esperaba una inmensa cola. He de decir que tanto el viernes como el sábado no paramos de oír español, tanto de espectadores como de recreadores. Al final decidimos volver andando desde el museo de Wellington al campo de batalla porque las filas para coger el bus eran kilométricas. En el camino nos paramos en una parada del W porque al poco venía uno no muy lleno y lo cogimos para llegar al Monte del león. Desde aquí fuimos andando hasta el campamento aliado con el propósito de ver la granja museo de Hougumont pero la fila era larguísima y desistimos de seguir con las esperas, con el bus y el museo de Wellington habíamos tenido suficiente. Lo bueno es que la granja se ve muy bien por fuera, por lo que solo nos quedó ver el museo del interior. En otro viaje, cuando no sea el bicentenario, ya nos acercaremos (ahora que ya sabemos cómo funcionan los horarios de autobús). De vuelta de nuestro intento fallido de ver el museo (la granja si la vimos) nos encontramos con Luis Sorando Muzas, el presidente de los Voluntarios de Aragón, otro zaragozano muy majo, y ya le dije que le echaba en falta dado que pese a haber más de 65.000 personas no había tenido problema en encontrarme con todos los pocos conocidos que tengo en el ámbito de la recreación. Tras hacer unas pardas en el campamento aliado para cotillear sombreros de época, comprar guantes, chocolate de bombas de Waterloo, etc. nos dirigimos hacia la puerta que ya nos conocíamos para comer y coger sitio para la batalla, que os cuento  en la entrada de la "Recreación de la batalla de Waterloo".

Visita: Junio 2015

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Dentro del Álbum de Bélgica

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Recuerdo de Belgica

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