Narsarsuaq . El viaje comienza de verdad cuando cogemos el avión en Copenhague con destino a Narsarsuaq. Curiosamente en el aeropuerto de Copenhague no me hacen quitarme las botas, al contrario que en otros aeropuertos de Europa, como el de Madrid. En la puerta de embarque es muy fácil distinguir entre los daneses, los inuits (esquimales, pero no les gusta que les llamen así porque suelen tomarlo como una forma despectiva de llamarlos) y el resto. Una vez en el avión, pese a facturar juntas (la compañera de viaje que conocí en Madrid y yo) nos sientan en sitios diferentes. Mientras esperamos a que el avión se llene para preguntar si es posible cambiarnos de sitio un danés nos oye hablar y nos felicita por el futbol, y nos da una pequeña charla de lo bien que juega España, el hombre muy emocionado hablando de fútbol. Al final nos cambiamos hacia la zona del medio, donde las puertas de emergencia, y estamos una media hora más esperando a que la azafata, muy amablemente, organice el
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