De Narsarsuaq a Itilleq (en barco) - Groenlandia

De Narsarsuaq a Itilleq en barco
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Cuando llegamos arriba del collado del valle de las Mil Flores nos recogieron en coche (debido a que me vieron subir el collado con la lengua afuera) y fuimos al puerto a coger deprisa un barco que nos acercará a Igaliku. Las previsiones daban viento y con viento no íbamos a poder coger ningún barco por lo que mejor quedarse anclado en Igaliku, que tiene más sitios que visitar, que en Narsarsuaq. Así que de nuevo tomamos las mochilas y nos bajaron en furgoneta al puerto. Igaliku tiene dos muelles, nosotros cogimos el barco para ir de Narsarsuaq al muelle de Itilleq atravesando el fiordo de Erik El Rojo. El viaje fue muy rápido pero aprovechando que no llovía (como nos pasó el primer día) todos nos quedamos fuera de la cabina para disfrutar de la vista de los icebergs flotando sobre el agua, con su color blanco como el merengue, sus formas suaves, y sus reflejos verdes en el mar. Estos icebergs se desprenden del glaciar Qooroq y presentan una postal de colores azules: las montañas, el mar, los icebergs y el cielo. Antes de que pudiéramos darnos cuenta, y con la vista todavía en los icebergs que flotaban sobre el tranquilo mar azulado, llegamos a nuestro destino.
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Visita: Julio 2012
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Información para viajar: El Sur de Groenlancia
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Itinerario: Itinerario Groenlandia

Glaciar Kiagtuut - Groenlandia

Glaciar Kiagtuut
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Nos levantamos como todos los días, lo que no es precisamente tarde, y desayunamos, recogemos el campamento y lo dejamos todo preparado para la vuelta del treking. Durante la noche los mosquitos se han ensañado conmigo. A todos los han picado los mosquitos, incluso a través de la ropa, dado que son diferentes a los mosquitos de otro lugares (ni sprays, ni pulseras, ni nada funciona). Pero conmigo la han tomado en la frente, que la tengo llena de bultos, y que durante momentos del día llego a sentir como entumecida y no noto cuando intento fruncir la frente. Además, como hace sol, los mosquitos siguen igual de pesado que el día anterior, por lo que tenemos que seguir llevando las mosquiteras para no tragárnoslos. Y eso da más calor a mi frente, lo que no ayuda con mis picotazos. Dejando eso a un lado el día de hoy acabará siendo un día perfecto donde disfrutaremos de otro glaciar de una forma diferente. Comenzamos la subida para llegar hasta el glaciar, sabemos que antes que nosotros ha comenzado el camino un holandés que, por la forma en que llevaba la mosquitera ha acabado apodado “el colmenero”, que iba en dirección contraria al glaciar y que, mientras deshacíamos el campamento, nos ha preguntado cómo llegar al mismo. La subida es cercana a la caída de agua de la cascada, en algunos lugares hay cuerdas para agarrarse en la bajada, es un desnivel de unos 300 metros (según la guía) y aunque en el itinerario pone que es una subida pina que durará unos 45 minutos, la hacemos en 30 minutos, lo que dada mi lentitud es algo. Cabe decir que siempre soy la última del grupo, pero cuando más se notará mi estorbo será a la vuelta. Una vez arriba tenemos una espectacular vista del valle de las Mil flores. Seguimos el camino subiendo y bajando a través de una senda, junto a montículos, lagos cristalinos y flores blancas. Desde lo alto de uno de los montículos por fin se ve el glaciar, el Kiagtuut se extiende como una marea blanca y parece, desde lejos, una manta que cubriría un valle. Aquí nos encontramos al “colmenero” que vuelve, suponemos, del glaciar. Aun así el glaciar todavía está lejos y hay que seguir bajando y subiendo hasta que por fin lo tenemos delante de nosotros y vemos sus formas caprichosas, sus rugosidades recuerdan a las montañas de los mapas y cuando nos acercamos su tacto es también rugoso, para nada liso y pulido como el hielo de los icebergs. Nos vamos acercando siguiendo los pasos del guía, Miguel, que está buscando alguna cueva para que podamos disfrutar de ello. Cuanto más nos acercamos más pequeños nos convertimos al lado de la inmensa mole de hielo que es el glaciar. Miguel nos explica que donde estamos mirando tierra cubierta por el hielo antes era una bahía y que aquí se ve muy fácilmente como el hielo cada vez se deshace y se mueve más rápido. En Groenlandia cualquiera puede ver los efectos del cambio climático sobre el planeta. Miguel encuentra una preciosa gruta donde el hielo de dentro del glaciar deja el color blanco con tonos negros de tierra y se convierte en azul eléctrico con formas ondulantes, un lateral de la gruta del glaciar tiene unas graciosas formas dibujadas, de forma natural esa pared ha creado olas de blanco y azul. No me canso de ver la forma de las olas del mar, con sus ondulaciones y su espuma. En realidad solo es el color del hielo que ha ido tomando esa forma, pero resulta como un cuadro pintado por el hombre en vez de por la naturaleza. Aquí nos acercamos, tocamos el glaciar con nuestras manos. Nos liberamos de las mosquiteras, dado que con el frío aquí hay menos mosquitos (digo menos porque alguno vi volando por ahí, estos mosquitos son grandes y resistentes), y recorremos la gruta varias veces con nuestros ojos, deteniéndonos en cada detalle. No entramos porque es peligroso y puede derrumbarse sobre nosotros. Seguimos andando y Miguel busca un lugar para entrar al glaciar y caminar sobre él. No solo vamos a verlo y tocarlo, también vamos a caminar lo que s epoda sobre la superficie del glaciar. Subimos y caminamos sobre el hielo, como es rugoso es fácil caminar pero siguiendo siempre a Miguel porque puede haber más grutas como las que hemos visto y que el hielo se derrumbe bajo nuestros pies. Caminamos un poco, adentrándonos en el glaciar, vemos un par de remolinos de agua, son agujeros en el hielo del glaciar donde podemos escuchar cómo se mueve el agua en su interior. Mis compañeros encuentran algunos restos del avión pero al final no se llevan nada de recuerdo, aunque han ido recolectando cosas por todo el camino. Resulta que durante la guerra un avión norteamericano cayó sobre el glaciar, los estadounidenses intentaron recuperarlo pero fue imposible y el glaciar ha ido deshaciendo el avión y con su deshielo va soltando trozos del mismo. Ricardo, el otro guía, se encontró una vez un zippo de aquella época, seguramente de uno de los pilotos del avión. Cuando estamos sobre el glaciar empieza a caer gotas de lluvia así que Miguel nos mete prisa y salimos corriendo del glaciar, si comienza a llover andar por el hielo se vuelve complicado. Una vez fuera del glaciar caminamos de regreso para evitar que nos alcance la lluvia, pero para de llover y nosotros paramos para comer en frente de glaciar, lo que no se puede hacer todos los días. Una vez terminamos tomamos el mismo camino de ida para volver cuando bajamos todavía es pronto y no ha comenzado a llover, en contra de las previsiones meteorológicas. Como comenté más arriba a la salida del valle de las Mil Flores se me acabaron las fuerzas y casi no pude subir el dichoso collado, mientras subía me consolaba saber que una vez arriba solo quedaba camino, ninguna subida más, y eso lo podía resistir sin problemas siempre y cuando me alimentara un poquito, que ya tenía hambre.
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Visita: Julio 2012
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Itinerario: Itinerario Groenlandia

Valle de las Mil Flores - Groenlandia

Valle de las Mil Flores
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El camino hasta el valle de Mil Flores comienza en la carretera de Narsarsuaq, a travesando la carretera no hay mucho paisaje interesante que ver, descampado y alguna casita suelta por ahí, aunque con la montaña alrededor y el riesgo de desprendimiento, el lugar no es muy recomendable para construirse una casa. Por el camino se puede ver el antiguo hospital militar de Narsarsuaq, bueno, en realidad lo que se puede ver es la forma donde estuvo el hospital marcada con piedras y la chimenea, que es lo único que queda en pie del hospital; una chimenea de piedra. El motivo es que los norteamericanos cuando abandonaron Groenlandia, donde tenían base militar durante la guerra mundial desmantelaron todo el hospital pieza por pieza dejando solo en pie la chimenea. Los mal pensados dicen que es porque durante la guerra ahí hacían experimentos médicos que no les interesa que se descubran. Sea cierto o no el caso es que de repente en medio del descampado de hierbas (en Groenlandia no hay árboles) de repente ves la chimenea ahí sola. El camino no se vuelve más interesante cuando el asfalto acaba y comienza un camino de piedra, entre la senda vemos una moto de nieve tirada al lado del camino, Miguel, el guía, nos comenta que seguramente en invierno a alguien se le estropeo y la dejo hasta ahí hasta el siguiente vez que fuera y pudiera arreglarla. En Groenlandia no hay básicamente robos, los guías nos contaron que una vez dejaron unas bolsas olvidadas en la puerta del aeropuerto y dos meses después cuando regresaron seguían ahí. Después de un rato caminando por fin se ve el valle, bajo nuestros pies hay un descampado tono de color rojizo y sepia y un rio de color blanquecino rodeado de una montaña, ese es el Valle de las Mil Flores. Al fondo, donde se ve una cascada de agua caer desde lo alto de la montaña es donde está nuestro campamento (aunque yo, desde esta distancia no consigo verlo). Bajamos y nos vamos acercando, a travesando los riachuelos, al campamento, a nuestro paso aparecen cientos de flores, la mayoría de color violeta. Miguel nos explica que el Valle se llama de las Mil Flores porque hay dos tipos de flores típicas de Groenlandia, una es muy común verla por Groenlandia y la otra no tanto, y que en este valle es el lugar donde se puede encontrar a las dos flores juntas. El campamento ya está montado así que solo tenemos que dejar las mochilas e ir a recoger agua fresca al río para cocinar y beber. Como hace sol los mosquitos están bastante pesados así que nos ponemos las mosquiteras y vamos en busca de agua. Lo cierto es que agua hay por todas partes pero aprovechando la cascada que tenemos cerca buscamos uno de los riachuelos que genera más corriente para coger el agua. Una vez regresamos decidimos caminar hacia el otro lado del valle hacia donde el río se hace más grande y blanquecino, al fondo se ve el final de un glaciar, así que intentamos acércanos lo máximo posible. Al día siguiente veríamos que ese inicio de glaciar que hace que el agua del río esté toda blanquecina es el Kiagtuut, que comienza algo más alejado y cuya lengua de hielo alcanza el comienzo del valle donde desprende hielo derretido a sus aguas, como lo que desprende es hielo derretido y no icebergs se dice que es un glaciar muerto. Como en Julio hay unas veinte horas de luz solar en Groenlandia, nos aburrimos un poco hasta que el día acaba, así que decidimos ir hacia el otro lado, por la maleza alrededor de los riachuelos de la cascada para buscar leña seca y hacer una hoguera. La hoguera se hace pero pasamos un tiempo mirándola apagada, puede que sean las nueve de la noche pero el sol todavía luce con algo de intensidad y se hace raro lo de la hoguera. Al final cenamos y después de cenar encendemos la hoguera, todavía es de día, solo hay uno de los dos atardeceres del día, así que la intensidad de la luz es más baja pero no es noche, así que la hoguera se hace rara, pero al menos calienta. Ahí, en medio del valle (y eso que estamos refugiados al lado de la montaña) hace bastante frio. Finalmente nos vamos a dormir dado que según las previsiones meteorológicas mañana se prevén lluvias sobre la una de la tarde, y con más intensidad sobre las seis, así que en vez de pasar dos noches en el campamento, nos levantaremos pronto, lo recogeremos todo, y nos marcharemos lo antes posible para que la lluvia no nos pille de camino de vuelta del Glaciar, y dormiremos en otro lugar.
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Visita: Julio 2012
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Narsarsuaq - Groenlandia

Narsarsuaq
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El helicóptero nos ha dejado en el aeropuerto de Narsarsuaq donde nos esperan Ricardo y Miguel para llevarnos hacia el final del pueblo donde se encuentra un albergue danés donde uno puede ducharse y donde recolocamos las mochilas para el camino al campamento. Eso sí, cuando se va a entrar a las casas hay que quitarse las botas. Lo había leído antes hacer el viaje y cuando estuve ahí me recordó a cuando en Japón en los templos había que quitarse los zapatos y en Corea en los restaurantes también había que hacerlo. La diferencia es que ahí eran más limpios y nadie te daba gritos. Lo comento porque estando en el albergue de Narsarsuaq escuché a uno pegarle unos cuantos gritos en inglés a alguien que había andado dos pasos de más con las botas puestas, me pareció algo exagerado, sobre todo porque no es que el suelo por el que estaba andando estuviera limpio dado que era la zona de entrada. Es por esto que en realidad se parece pero no se parece a Japón. Mientras nos aseamos y preparamos todo los mosquitos, bastantes grandes, comienzan a atacar, que incluso atraviesan la ropa. En cuanto estamos preparados comenzamos el camino hacia el Valle de las Mil Flores.
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Glaciar Eqaluritsist - Groenlandia

Glaciar Eqaluritsist
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El día amanece soleado, las montañas se reflejan en el agua tranquila del lago, eso es positivo porque hoy tenemos planeado el vuelo en helicóptero y con mal tiempo el vuelo no sale. Aún así, para que la pequeña neblina que hay por encima de los picos desaparezca Ricardo, el guía, programa el vuelo en helicóptero para las 10 de la mañana, que luego se retrasa porque los pilotos que hacen estos vuelos también hacen otros trabajos, hay que tener en cuenta que el transporte en Groenlandia consiste principalmente en barcos, lanchas y helicópteros. Así que, ya que hemos madrugado, pero tenemos tiempo, ganduleamos un poco, miramos los mapas de Groenlandia, hablamos, vemos coser a Jorginne el pantalón de Miguel, el guía, y preparamos las mochilas. Debido al tiempo, hoy hace sol pero en unos días predicen fuertes vientos y lluvia, Ricardo y Miguel, los guias, deciden adelantar el campamento. Porque pasar la noche en un campamento con viento fuerte y lluvia no es muy apetecible, así que en vez de ir a Igaliku esta noche iremos al Valle de las Mil Flores. Finalmente llega la hora, Ricardo nos avisa de que el helicóptero va a aterrizar en la tierra (sin pista de aterrizaje) justo al lado de la casa y que agarremos todo lo susceptible de salir volando. Entonces lo vemos, ya se acerca el helicóptero (es uno pequeño para nosotros cuatro, a veces cuando los grupos son más grandes, va un helicóptero de los que tienen de servicio de autobús con azafata incluida, pero nosotros solo tendremos al piloto). Jorginne se acerca a la casa con algo naranja en la mano y hace señales al helicóptero para indicarle la zona donde aterrizar. El piloto es nuevo en este viaje, nunca había hecho esta ruta turística y vemos que no sabemos muy bien en qué lado de la casa aterrizar, más que nada porque nos tiene a los seis mirando de derecha a izquierda intentando adivinar dónde va a aterrizar. Nos agarrarnos bien la ropa y anclamos los pies al suelo porque es cierto que con la fuerza de las hélices el helicóptero genera un fuerte viento que puede hacer volar todo lo que no esté bien sujeto. Cuando el piloto del helicóptero baja me dan un par de codazos para que me fije que el piloto es como un dios nórdico estilo Thor. Nos hacemos varias fotografías con el piloto y luego subimos al helicóptero para comenzar el vuelo. Al piloto se le ve con ganas de hablar pero como no hablamos muy fluidamente en inglés nos dedicamos a mirar por las ventanillas y exclamar ante la belleza del paisaje. Comienza el recorrido sobre las montañas, los lagos con los icebergs, el azul del agua y el blanco y verde de los icebergs brillan con fuerza desde arriba, confundiendo los colores. Así tomamos camino hacia el glaciar Eqaluritsist Las mejores vistas, las más impresionantes, las que parece que estás dentro de un documental o en una película son aquellas que se obtienen desde el helicóptero y desde el barco. En este caso todavía no habíamos tomado un barco con buen tiempo pero afortunadamente si tomamos el helicóptero con sol, lo que nos permitió disfrutar de los vívidos colores del paisaje a nuestros pies. El agua de color azul verdoso está cada vez mas cubierta de trozos de hielo blanco y así, poco a poco entre las montañas, aparece una gran lengua de hielo que es el glaciar Eqaluritsist. Mientras nos acercamos al glaciar, podemos ver como caen trozos de hielo del glaciar al gua y resulta impresionante la facilidad con la que caen, como si fuera helado derretido en un día de verano, aunque son masas gigantescas de hielo que luego se convierten en los icebergs de figuras caprichosas. El piloto aterriza el helicóptero junto a la montaña al lado del glaciar y nos da media hora para acercarnos y hacernos fotos. Como hace sol y pese a estar al lado del glaciar los mosquitos atacan con fuerza así que tenemos que colocarnos la mosquitera de cara, que en julio en Groenlandia es algo indispensable para viajar. Sin aventurarnos demasiado al borde, para no caer sobre el hielo, vamos observando desde diversos ángulos la inmensidad del glaciar Eqaluritsist. No se consigue ver el origen del glaciar, hielo y más hielo con formas caprichosas se extiende desde donde alcanza la vista hasta casi nuestros pies donde el glaciar forma nubes blancas con tonos negros y azules que de lejos se pueden confundir con las olas del mar o con las nubes del cielo. Esperamos con ansia ver otro trozo de hielo caer sobre el agua, ver como salpican las blancas aguas los golpes de hielo, que parecen a lo lejos como suave nata y en cambio son piezas duras. Aprovechando los últimos minutos pedimos al piloto que esta paseando para matar el tiempo, que nos haga a todos juntos una fotografía, y cuando se acerca los mosquitos (que deben estar acostumbrados al frio) le atacan así que le prestamos una mosquitera de cara para que pueda enfocar bien la fotografía. Luego, el piloto nos acerca con el helicóptero a las paredes del glaciar, para ver de cerca esos muros de hielo blanco que caen al bar blanquecino, y a petición de un compañero de viaje el piloto sobrevuela por encima del glaciar, para ver de cerca las curiosas formas que el hielo blanco y azul toma en el techo del glaciar. Y una vez visto el glaciar por todos los lados el helicóptero nos lleva hacia Narsarsuaq, nuestro centro de operaciones. Por el camino, haciendo gala de ser español acabamos cogiendo unos caramelos que tiene el piloto bajo el asiento. Al llegar a Narsarsuaq el piloto no aterriza sobre la pista sino sobre unos tablones de madera, y más perfecto no podría ser el aterrizaje, lo ha clavado, pero ya nos dijo Ricardo que los pilotos de Groenlandia eran de los mejores del mundo. Al bajar del helicóptero mi compañera de viaje le planta dos besos, y lo arreglamos entre risas con la frase “tipical spanish”, ya que el pobre piloto que se ha quedado todo sorprendido.
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Visita: Julio 2012
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