Es fácil que viajando por China se vean dragones en cualquier rincón.
Al Señor Ye le gustaban tanto los dragones, que los tenía pintados o tallados por toda la casa. Cuando el verdadero Dragón de los Cielos se enteró, voló a tierra y metió su cabeza por la puerta de la casa del señor Ye y su cola por las ventanas. Cuando el Señor Ye lo vio, huyó asustado, casi se volvió loco. Esto nos enseña que el señor Ye en realidad no amaba tanto a los dragones, sino que sólo le gustaba aquello que se le parecía, pero en ningún caso el auténtico Dragón. Muchas veces pudiera pasarnos a nosotros lo mismo que al señor Ye.
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