Florencia - Italia

Florencia 

El último día en Italia tenía dos opciones, quedarme un ratio más en Portoferraio antes de coger el tren a Florencia o madrugar, coger el primer tren a Florencia, y pasar el día por Florencia. Ya había estado en Florencia pero hace años de la última vez, así que madrugué, cogí un ferry anterior al del billete (coger el billete del ferry por internet te permite, sin necesidad de hacer cambios de billete, coger un ferry anterior al de la hora escogida). Llegué con tiempo sobrante para esperar la salida del tren de Piombino Maritina a Florencia, así que abrí la maleta y saqué una chaqueta, llevaba una chaqueta muy fina de verano, por el calor pasado todos esos días, pero en el ferry con el aire acondicionado había acabado congelada, así que por si acaso cogí otra un poquito menos fina. Cogí asiento en el tren que poco a poco se fue llenando, en cada parada subía más gente y al final acabe en un vagón rodeada de alemanes, cuantísimo alemán que había, parecía que estaba en Alemania en vez de Italia. El tren llegó a llenarse y ya la gente no cabía sentada (los regionales ahí son como en Suiza, Holanda, etc, sin asiento reservado por lo que si llegas y está todo completo te pasas el trayecto de pie). Para variar unos indios me preguntaron por la parada que tenían que tomar, (es lo que pasa cuando una viaja con apariencia confiada, de no ser así no entiendo por qué siempre me preguntan a mí), menos mal que iban al centro de Florencia y la última parada del tren, en Santa Maria la Novella era donde me bajaba yo y que está justo al lado del centro histórico de la ciudad, así que fue una pregunta fácil. Cuando baje del tren fui directa a dejar las maletas en la consigna (la consigna de la estación está muy mal señalizada, yo sabía donde era porque busque en internet y vi que era pasado el andén 16), cuando regresé cinco horas después estaban poniendo unos carteles señalizadores para llegar a la consigna, parecía que me habían leído la mente. En todo caso, por si acaso desaparecen los carteles, la consigna es pasado el andén 16. El tren llego con retraso a eso de la una menos cuarto, teniendo en cuenta que había salido a las nueve de la mañana (el tren) pues ya tenía ganas de andar. El día era caluroso pero se estropeo a mitad de tarde, que empezó a soplar un viento fuerte y puede hacer uso de mi segunda chaqueta la que sabiamente había cogido de la maleta en la estación de Piombino Marítima. Mientras esperaba cruzar de la estación a la iglesia de Santa Maria la Novella (de donde toma nombre la estación) un turista me pregunto por un hotel que no conocía, le dije que no sabía pero insistía e insistía así que al final de mal tono le dije que yo también era turista y que no sabía, intento ayudar siempre (aunque yo también sea turista, y creo que alguna vez ya lo eh comentado) pero si digo cuatro veces que no lo sé es que no lo sé. En fin, que no sé si se me agrió la cara pero en todo el día ya nadie me preguntó nada más. Tras visitar la iglesia de Santa Maria la Novella y pasear por la plaza me dirigí hacia el Doumo, ahí al lado. Mientras me acercaba me dí cuenta que apenas había fila para entrar dentro y, dado que la vez anterior había tanta gente y yo tenía tan poco tiempo (y no pude entrar), no iba a desaprovechar la oportunidad, con más razón siendo que no había que pagar entrada. Así que en un visto y no visto entré a la catedral, que me defraudó un poco porque con lo maravillosa que es por fuera, con esos mármoles de colores: blanco, verde y rosa, por dentro yo esperaba algo como lo que encontré en Siena, y va a ser que no, nada más lejos de la realidad. Afortunadamente al fondo, donde más gente se congregaba, estaba el techo de la cúpula (la fila para entrar a la cúpula sí que era interminable) y las pinturas que lo adornaban valían la pena las filas que se formaban usualmente para ver la catedral. Me quedé un buen rato intentando quedarme con todos los detalles de las pinturas, cuando salí fuera, observe la fila para el Campanile (el campanario antiguamente se construía aparte de la iglesia) y decidí dar un rodeo a la catedral. El duomo tenía unos cuantos andamios que hicieron un estruendo tremendo cuando alguno se cayó por al fuerza del aire. Me dirigí de aquí al Bargello y de ahí al Palazzo vecchio, no había mucha gente entrando al museo y (como tampoco había entrado la vez anterior) aproveché la ocasión, disfrutando de las pinturas y esculturas del lugar. En la plaza había mucha gente fotografiando la puerta del Palazzo y muchas más gente fotografiando las esculturas, impresionantes, que seguían tal y como las recordaba. Hay algunas cosas que afortunadamente no cambian con el tiempo. Tras pasar la galería degli uffizi me acerqué al puente Vecchio. Primero me dirigí por la orilla del río hacia el puente santa trinidad, para poder fotografiar el puente vicchio, y luego acercarme del otro lado hasta el puente, cruzarlo, hacerme una segunda foto en sus arcos, los que dan a la galería (la primera fue la primera vez que estuve ahí) y luego seguir hasta el mercado. Pero antes me paré para darme un capricho, un goffre con chocolate, que caro es Italia pero que rico está el dulce, ya sea helado o gofres. Con un goffre en la mano y la cámara en la otra me acerqué al jabalí del mercado, con el hocico dorado por los continuos roces de los turistas. Había una familia de andaluces mientras hacia la foto. Tocando el hocico ya tenía una foto de la primera vez, así que esta vez con el animal solo me bastaba. Luego regresé, descansé un rato antes de pararme a comer, recuperar mis maletas, y en la misma estación de Santa Maria la Novella coger el autobús al aeropuerto, y llegar al aeropuerto bien de tiempo para descubrir que se había retraso el vuelo (el único retraso de todos los vuelos del aeropuerto), que mala suerte, aunque luego me entere que el vuelo de Pisa a Madrid se retrasó 6 horas, así que mi par de horas de retraso de Florencia a Barcelona no fueron nada, y como no hay autobuses por la noche desde Barcelona a Zaragoza (creo que ya hable de lo mal comunicada que estaba Barcelona) pues ya tenía pensado hacer noche en Barcelona, así que no me preocupó mucho el retraso.

Visita: Junio 2014

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La Grace en la Isla de Elba - Italia

La Grace

Me gusta ver los veleros de época todos con sus muebles y demás artilugios de la época por todos los que he visto han sido museos varados en el muelle, no había llegado a zarpar con ninguno, y realmente no es lo mismo ver un velero de la época y recorrerlo de arriba abajo parado en el puerto que en movimiento sobre el mar. Había tres horas para zarpar porque éramos muchos, en principio yo iba a las tres, que hizo viento (a las cinco llovió) pero al final como las italiana no fueron subí a las 11 con el resto de españolas (por ir con ellas) y a esa hora no tuvimos viento, cuando llegamos a alta mar abrieron las velas del velero pero apenas sopló una brisa, y no pudimos disfrutar del viento en la cara mientras el velero navegaba en aguas calmas, aun así subir al velero, recorrerlo de proa a popa, ver Portoferraio alejarse poco a poco (con la mejor vista de la isla que es desde el mar), ver el timón moverse en manos del capitán, hacer una visita guiada al interior del barco, con una explicación de los instrumentos de navegación inglesa de la época, que como cada hora anotaban de todo con razón eran los señores del mar en esa época. Luego también había un científico a bordo, puro estilo Darwin, y un par de niños subiendo por los mástiles descalzos. También dispararon el cañón (aunque no estaba en el mejor ángulo), y lucharon con espada sobre cubierta. Explicaron usándolas, el manejo de las velas, y aunque no lo hicieron en nuestro paseo, en otros algunos pudieron subirse a lo alto de los mástiles. Para bajar necesitamos ayuda de los marineros pues tanta ropa no ayuda en nada (hasta para entrar a las cabinas vamos golpeándonos con los sombreros). Y cuando comenzaron a bajar mis compañeras españolas los marineros empezaron a cantarnos el “spanish lady”, la canción marinera de cuando los ingleses ordenador a su ejército a volver a Inglaterra, tras la derrota de Napoleón, dejando atrás a mujeres, niños y amantes españolas (excepto oficiales de más rango).

Visita: Junio 2014

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Palazzina dei Mullini, Isla de Elba - Italia

Palazzina dei Mullini, Portoferraio

Por la tarde en Portoferraio había un par de recreaciones civiles, cabe destacar lo de civiles dado que en España suele haber mucha recreación militar. Por un lado llegaba a puerto el velero La Grace, un brig inglés de mil setecientos y pico con la tripulación vestida de época para desembarcar un número de marineros que luego, antes del bale el capitán haría un intento de conseguir más tripulación ofreciendo aventuras y descubrimientos de nuevas tierra sy tesoros, pero eso es más tarde, ahora, al desembarcar también algunos re-creacionistas podían subir a bordo para dormir en el velero. Nosotras vimos el desembarco desde la sombra del arco de entrada a la ciudad, llevábamos un día demasiado caluroso. Tras un rato decidimos empezar a subir hasta el Palacio de Mullini, la residencia de Napoleón en Portoferraio, para ver la otra recreación: la de como Paulina Bonaparte se prepara para el gran baile en el palacio. Tal vez como era fin de semana encontré muchos más turistas que el primer día. Visitamos el palacio que ahora es el museo Demidoff, con los muebles de la época de Napoleón y su tienda de campaña expuesta en una de las habitaciones. Como estábamos tan acaloradas (con tanta ropa es normal) nos pegamos a las ventanas de la segunda planta antes de que comenzara la recreación. Desde las ventanas del palacio hay una vista del patio del palacio, con sus paseos, jardines y el mar en el frente. Disfrutamos con el resto de turistas de gran parte de la recreación de la preparación de Paulina Bonaparte y también de la música al arpa que la acompañaba. Pero nos tuvimos que ir antes de verlo terminar porque había que llegar al hotel, cambiarse, refrescarse y volver a cambiarse para el baile en el palacio. Así que bajamos, recorrimos la otra parte del palacio que no habíamos visto, de ahí se sale al jardín donde ya estaban preparando las mesas con los candelabros y las velas. El jardín tiene una vista espectacular del mar, el faro y el fuerte Stella. Lo cierto es que es el mejor lugar de la isla para hacer un palacio, sin duda alguna las vistas así lo demuestran, lo que implica que Napoleón y familia no eran tontos. Como comentaba frente al palacio, que sin recreación vale la pena visitarlo, se formó la tripulación del velero con su pequeña recreación hasta que llegó la hora de entrar al baile. No solo en la recreación del baile pudimos volver a ver las salas del museo (un detalle por parte del museo dejarnos todo el palacio), también hubo música de arpa, y comida Georgina magníficamente expuesta. La comida georgiana tenía las figuras de animales, edificios, plantas, pero todo se comía, sabía delicioso y tenía un aspecto perfecto, en esta cena todas las recetas fueron de Careme, Glasse, y Raffald, tomada de los originales. La estructura se basa en una Careme que hizo para Napoleón. Una cena puramente histórica. Lo único es que no pude hacer ni por la tarde ni por la noche fue pasear por el jardín del palacio porque comenzó una tormenta y no dejó de llover, cada vez más fuerte, para salir todos tuvimos que hacer turnos para tomar un taxi porque el lugar no es tan grande para tener tantos taxis, el que nos cogió a nosotros era el cuarto viaje que hacía, sin duda hicieron el agosto con la tormenta de lluvia y viento que tuvimos. Realmente el patio del palacio y sus vistas valen tanto como el museo de su interior, por fuera puede que no llame mucho la atención pero vale la pena visitarlo, haya o no haya recreaciones es un lugar que no perderse en Portoferraio.

Visita: Junio 2014

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Villa San Martino, Isla de Elba - Italia

Villa San Martino - Napoleon’s Summer Residence

Una de las visitas obligadas de la Isla de Elba es la residencia de verano de Napoleón; la Villa San Martina. Como fuimos a visitarla como parte del evento empezamos la mañana con trajes de la época napoleónica. Esto es muy resaltable porque con el calor que hacía a las 9 de la mañana justo antes de llegar a la villa ya estaba sudando a mares. El único problema de la isla fue le calor húmedo que hacía, dado que me cansaba el triple y con tanta ropa aún lo pasaba peor. La villa no estaba muy lejos de Portoferraio y es fácil llegar. Antes de entrar en la villa, mientras se sube por la cuesta de entrada hay a la derecha un edificio de color rojizo al estilo de un palacio más moderno, no llegué a saber que era el edificio dado que no estaba abierto. Una verja con las águilas símbolo del emperador da acceso a la entrada de la villa de Napoleón. En el frente de la verja está la villa, muy del estilo sobrio, alargada, con la N de Napoleón presente. En el interior del edificio principal no queda nada pero hay una exposición sobre Napoleón aprovechando el bicentenario de la estancia del mismo en la isla. Lo más interesante del interior son los techos y los grandes ventanales. Por uno de los caminos cercanos aparte de pasear por la villa se puede subir a un balcón superior con el águila de Napoleón en el centro donde se obtiene una precisa vista del mar al fondo y de las montañas de la isla. Tras el patio y el balcón hay una pequeña casita, nada significativo en el exterior pero el interior conserva en todas las habitaciones los muebles y las pinturas de la época napoleónica, más que los muebles lo más resaltable son las pinturas que adornan las habitaciones; las abejas, las águilas, las cortinas dibujadas en las paredes y sobre todo el salón, que muestra un aire egipcio, con pinturas de camellos, tonos dorados y una esfinge, nada que ver con la esfinge de El Cario pero entendemos que el pintor no había estado y pintó lo que buenamente entendió que era la forma de la esfinge. También curioso cómo se pintó una puerta idéntica a la puerta que da al salón para que pareciera más grande y con más salidas. Excepto por el calor un paseo por los jardines de la villa también es muy recomendable. Nosotras fuimos directas al bar a hidratarnos, demasiada ropa la que llevaban en la época napoleónica. Tras salir de la Villa al inicio íbamos a ir al picnic en la villa romana de La Grotte pero al final fuimos a otro sitio, lo que comprendo dado que según vi por internet tanto la villa romana como el castillo están en rehabilitación, lo que es una pena. De camino a la villa donde haríamos el picnic pudimos ver en lo alto de la montaña las ruinas del castillo y la villa nos ofreció también una buena vista del mar desde las viñas. El picnic fue a la sobre sobre mantas en la hierba, así que una vez me senté ya no me levanté ni para hacer fotos, con el calor que había pasado no me valía la pena, eso sí, estaba vez aprendimos la lección y fuimos las primeras en acercarnos a las mesas de la comida, que desapareció con mucha rapidez.

Visita: Junio 2014

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Portoferraio Napoleonico, Isla de Elba - Italia

Portoferraio Napoleonico

Tras salir del teatro, y todos con ropa de la época napoleonica, nos dirigimos hacia la Enoteca della Fortaleza, localizada en las murallas Medici. Aquí aprendí que si se quiere comer hay que dejar las fotos y las contemplaciones para el final. Lo que pasó es que tras recorrer el camino a pie desde el teatro hasta la enoteca la terraza ofrecía unas vistas tan bonitas que no pude evitar quedarme contemplando las vistas y haciendo fotos, por supuesto. Claro que debido a esto la gente entró, hizo fila y arrasó con la comida. Cuando entramos dentro yo no tenía ni hambre pero estaba deshidratada (no sé si había comentado que hacía mucho calor y mucha humedad, y añadido a las capas de ropa de época era una combinación letal). Pero como había que hacer fila aunque no se quisiera coger nada de lo que había ahí (no era como un buffet que pasas de lo que no quieres y vas directamente a lo que te interesa) pues aún tuve que hacer una larga fila hasta conseguir una botella de agua y que nos bebimos enterita. No pedimos que nos llenara un vaso, no, pedimos la botella entera. Pese a el tema de la comida, que ni la catamos (unos trocitos de pan comí yo) el lugar era perfecto, la Enoteca estaba construida dentro de las murallas, y en la parte de la entrada se estaba fresquito (no así al final donde había hecho una cristalera, que si bien tenia vistas al mar se cargaba el frescor de la roca). Luego en el jardín de entrada a las murallas era donde mejor se estaba, faltaron sitios para sentarse pero éramos muchos, aún así, una bebida fresquita junto a las murallas con la vista del pueblo, las montañas y el mar mientras anochecía valían la pena. Tras la cena nos pusimos en camino hacia la Plaza Laugier, que como el pueblo está todo en cuesta la plaza en cuestión está sobre un edificio. En la plaza ya estaba el grupo de baile el Atelier de dance di Firenze mostrando al público algunos de los bailes de la época napoleónica o regencia si lo llamamos al estilo inglés. Así como también había un par de recreacioncitas de Elba. Dejamos todos los bártulos (sí que iban cargados en aquella época) y nos pusimos a bailar, no baile todos los bailes, por una parte por descansar, por otra porque no todos me los sabía bien y, aunque Donal Francis siempre hacia una presentación del baile antes de poner la música para así recordar los pasos (realmente era muy buen maestro porque con el día anterior ya se nos habían quedado algunos pasos y además había estructurado muy bien el orden de los bailes), aún había algún que otro baile complicado. El primero en teoría es fácil y cada cinco pasos se perdían las parejas (había que cambiar de pareja y siempre se quedaba gente colgada sin pareja, lo que siendo pares es algo difícil, pero pasaba mucho). Y finalmente porque iba sola y es muy difícil encontrar pareja con la que bailar. Aún así baile unos cuantos bailes, estuve sentada viendo bailar, entre al edificio (que ahora no recuerdo bien que era aparte de biblioteca, que tenía un parte muy español con arcos blancos y un pozo en el centro, bebí mucha agua (el único defecto de la isla, el calor que pasé, si no hubiera hecho tanto calor hubiera visto más cosas seguro). Y al finalizar el baile marchamos hacia la playa La Viste, de noche no se ve nada por lo que si quieres matarte de camino (cuesta arriba y luego cuesta abajo) lo mejor e ir de noche ahí. Dio la casualidad que había una despedida de soltera así que el bar estaba lleno de gente y la novia se quería tomar fotos que nosotras. Y la playa estaba desierta, hubo algunos valientes que se metieron al mar, el agua tenía buena pinta pero las playas de piedras te dejan los pies destrozados, yo no conseguí estar más de un segundo sin calzado en la playa. Así que así di por terminado el día (no sé qué hora de la madrugada serían y además había que subir la cuesta desde la playa hasta casi lo más alto del pueblo para luego bajar otra vez).

Visita: Junio 2014

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