Camino de Santiago I: De Sarria a PortoMarin - España

Camino de Santiago I: De Sarria a Portomarin
 
Tras salir de Estambul por la mañana aterrizamos en Madrid donde esperamos a que llegarán desde Mallorca en otro vuelo dos más a unirse al grupo para hacer parte del Camino de Santiago. Una vez llegaron nos movimos con todo el equipaje en metro del aeropuerto hasta la estación de tren. Cuando llegamos llovía con mucha fuerza, como comenté en la entrada sobre Estambul donde también me llovió. La lluvia fue una constante en mis últimos días de vacaciones. En la estación de tren recogimos a la última del grupo: ya estábamos las seis, ahora solo faltaba el equipaje. En Madrid hicimos cambio de equipaje: en medio de la estación cambiamos las maletas de Turquía por las mochilas del Camino, y cenamos un bocadillo apurando el tiempo hasta el último minuto dado que cambiar de un equipaje a otro implicaba sacar algunas coas de la maleta y cambiarlas a la mochila. Finalmente cogimos el tren que desde Madrid nos dejaría en Sarria. Yo suelo dormir en cualquier lugar pero en las camas del tren dormí fatal, pase muy mala noche, al menos nuestra compañera de cubículo (eso era claustrofóbico con tanta mochila y nosotras) era muy simpática. Antes de las siete de la mañana llamó el revisor para despertarnos pero no fue necesario ya estábamos preparadas para salir, no tuvimos muy buena noche y con el cansancio de tanto movernos de un lado a otro el día anterior no fue el día que más en forma estuve. Nada más salir del tren hubo un par de peregrinos que empezaron el camino y nosotras nos paramos en el primer bar a sellar la credencial y desayunar apropiadamente antes de comenzar a andar. Aquí dejamos algunas mochilas para que fueran hasta nuestro albergue del día aunque en la mochila diaria llevaba más peso que en la otra, tantas cosas de por si acaso (ropa, medicamentos, comida, agua, linternas, batería…) y al final lo mismo hubiera dado visto que al final me apañé y use todo lo que llevaba. Había mochilas de otras compañeras de viaje que pesaban horrores, andar con eso me hubiera matado (o a ellas). Yo creo que aprendí de Groenlandia a meter de todo pero no pasarme con el peso. Una vez bien desayunadas y habiendo dejado las mochilas “pesadas” comenzamos el camino, para ello tuvimos que ir cruzando Sarria y nos sentimos un poco perdidas hasta que nos metimos en el propio Camino de Santiago, muy bien localizado por flejas amarillas. La cosa tuvo su gracia porque cuando llegamos a Sarria no llovía pero fue salir del bar y decirnos la mujer del bar “ir preparadas porque va a llover”, y andar dos pasos y empezar a llover, de forma que tuvimos que retroceder y bajo el toldo del bar ponernos los chubasqueros y las capas de agua. Al comenzar el camino en Santiago nos encontramos con bastante gente, pero normalmente me adelantaban. No soy de las que anda rápido, siempre he sido más de resistencia que de velocidad. En el grupo había de todo, así que siempre había algunas más por delante y otras más por detrás. Aunque recuerdo que en esta etapa íbamos más juntas, luego la gente empezó a hacer el camino a su ritmo, por eso es mejor o ir solo o ir con alguien que lleve tu misma forma de caminar. Al inicio del camino, cuando estábamos saliendo de Sarria, tras pasar nuestro primer cruceiro y la vista del pueblo desde lo alto un par de peregrinas me pidió una foto y luego, al verme hacer tantas otros me preguntaron cómo no se me estropeaba la cámara con el agua. Lo cierto es que el año pasado ya s eme rompió una cámara con el agua y ya le he cogido el truco a esconderla en el bolsillo del impermeable y solo sacarla para la foto. La chica se marchó comentando como se le había estropeado al suya por la lluvia y es cierto que en el grupo hubo alguna cámara y móvil tocado por el agua y es que salimos a las ocho de la mañana del bar, cuando comenzó a llover, y hasta las seis de la tarde que llegamos a nuestro destinos final nos pasamos todo ese tiempo bajo el agua, no dejó de llover en ningún minuto, y además no llovía chirimiri sino que caía agua con ganas, de la que se ve en las fotos y deja inundadas las calles. El recorrido de esta etapa de Sarria a Portomarin fue de los más bonitos que tuvimos, pese al agua que caía los paisajes eran preciosos, ya fuera andando al lado de la vía del tren, o atravesando los campos de maíz sobre el monte, o los pueblos con sus hórreos y casitas de piedra. Todo el camino tenía mucho encanto. Aquí las guías ponían lugares para conseguir servicios y bebidas sin dificultad pero en realidad muchos estaban cerrados en esta temporada, supongo que en verano deben estar en uso pero en estas fechas nos pasó que había muchísimos cerrados y, o ibas preparado, o podías pasarte muchos kilómetros sin encontrar ningún lugar donde abastecerte, o incluso guarecerte del agua. Llovía tanto que cuando saque los papeles de la guía para ver cuánto quedaba se mojó tanto que la tinta quedó toda borrosa, me sentí hasta mal porque un hombre mayor, alemán, que tenía parkinson me preguntó por cuanto quedaba cuando estaba intentado encontrarlo en la guía y no le pude responder porque no había forma de leer nada bajo la lluvia (y ya he comentado que no había rincones en los pueblos donde resguardarse). Sé que el hombre era alemán y demás porque nos lo encontraos varias veces en el camino y asistimos a la misma misa del peregrino en Santiago. Aquí también conocimos a la que sería la séptima mujer del grupo. Esta hacia el camino en solitario y como andaba a un ritmo parecido a lagunas del grupo, a veces más rápido otras más lento al final fue una más del grupo. Durante el camino me adelantaron varios coreanos y me sorprendió ver tanto coreano haciendo el camino, eso sí, iban mucho más deprisa que yo, aunque por muy preparados que estuvieran al final se mojaban igual que el resto porque al llegar a Portomarin el hombre del albergue nos comentó que por muy preparados que fueran los coreanos se mojaban igual bajo la lluvia de Galicia. Además ese día la mujer del albergue comentó que la lluvia que había caído ese día no era normal, que estaban en alerta porque por ahí suele llover pero no de esa forma. Pero estábamos con la parada para ver cuánto quedaba hasta el final y todavía no habíamos encontrado ni un bar o lugar donde conseguir agua o refugio. Aquí aproveche bajo el agua llamar para reservar el albergue del día siguiente, en vez de ir a los públicos fuimos a privados, son diez euros pero valen la pena porque la añadida al grupo la primera noche con el hombre mayor de Alemania lo pasó en un público tan mal que el resto ambos lo hicieron en privados, que por la diferencia de precio les compensaba más. La pena de los albergues privados es llamar el día antes para reservar, porque siempre nos pillaba andando en algún lugar, y usualmente bajo el agua. Pero la otra opción es andar rápido y llegar de los primeros, y eso no iba a pasar conmigo. El caso es que todavía quedaba aún un trecho dado que todavía no habíamos llegado al kilómetro 100. En la guía ponía que había dos kilómetros 100 pero el verdadero que marca 100 km hasta Santiago es uno lleno de pintadas y piedrecitas, y aquí la guía sí que acertó. Pasé dos km 100 hasta que llegué al que tenía las pintadas. De aquí llegamos a un pueblo con un merendero cubierto (por fin) pero había un bar y decidí acercarme a ver si este estaba abierto. Como lo estaba entramos para poder ir al baño, comer, beber, y acercarnos a la estufa caliente para secarnos un poco, porque estábamos empapados, aquí coincidimos las siete y el señor de Alemania, que iba con su parkinson y su mochila, olé por el hombre. Aquí todos sellamos la credencial, en los últimos 110 kilómetros del camino de Santiago hay que sellarla por lo menos dos veces al día para que sea válida. Tras un descanso no muy largo continuamos el camino hasta Portomarin, el camino igual es bonito pero no me fijé mucho porque de aquí hasta que llegamos empezó a llover mucho más fuerte. Mientras andaba solo veía agua y más agua, estaba con la cara empapada, la cámara y el móvil ni se me ocurría sacarlas, y solo queríamos llegar o que dejara de llover. Durante este tiempo dejamos de ver peregrinos y estuvimos solas el camino, aunque con la que caía era más que normal. Los últimos kilómetros los caminos se habían convertido en ríos, para poder pasar teníamos que meternos de lleno dentro de los charcos de agua porque esta caía como ríos y en cascadas del campo al camino. En este momento mis pies cuando andaba hacían plof plof dela gua que llevaba entre la bota y el pie. La llegada a Portomarin mereció la pena porque estaba todo de un color verde irreal, y las piedras grises del antiguo pueblo (sumergido por la construcción de un pantano) estaban cubiertas por el agua de color lechoso, debido a la cantidad de agua que llevaba el rio. El paisaje era precioso, pese a la lluvia y lo mojadas que estábamos me paré para hacer fotos y disfrutar de las vistas. Tras una subida hecha a idea para rematar la llegada al pueblo preguntamos por el albergue dado que llegar al pueblo era fácil, pero luego encontrar los albergues costaba un poco más. El albergue estaba muy cerca de la plaza del pueblo (donde está el ayuntamiento y la iglesia que está orientada inadecuadamente porque al trasladarla desde el viejo pueblo el alcalde decidí ponerle otra orientación para que cuadrara con sus planes de arquitectura. O eso no contó el párroco de Vilas de Donas, y lo cierto es conociendo España es más que creíble. En el albergue se desvivieron por nosotras que llegamos como otros peregrinos (todo extranjeros) chorreando agua. Nos dieron mucho papel de periódico para secar las botas (dio igual porque por dentro al día siguiente seguían mojadas), y estuvieron atento de nuestras ropas cuando las dejamos en la secadora (hicimos varios turnos porque todos usaron la secadora – normal dada el agua que había caído y que seguía cayendo-). Tras una ducha caliente nos cambiamos de ropa y fuimos a comprar al supermercado nuestra cena y desayuno del día siguiente y nos acercaos a la iglesia de Portomarin para sellar la credencial (ya teníamos dos sellos pero teníamos al intención de tener sellos de iglesias y no de bares como mucha gente hacía). El cura estaba preparándose para la misa pero muy majo nos selló la credencial a las seis. Y también pudimos ver la iglesia mucho más bonita por dentro que por fuera. Aquí aprendimos que a las siete es la misa y que las iglesias abren un poco antes, y que si queríamos ver alguna iglesia por dentro había que acercarse a esa hora (excepto en Pedrouzo que la misa nos dijo el del albergue era a las seis de la tarde).

Visita: Noviembre 2014

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Souvenir Turquia II

Zona: Turquia

No compré nada especial esta vez porque nada me llamaba la atención lo suficiente.

Lo típico en la Capadocia:
- Joyas de turquesa. La Turquesa es la piedra típica. (lo que pasa es que no me gustaba ningún diseño, porque si no ya sabéis que no me cuesta nada comprar una joya típica)
 - Cuero. (No soy de llevar cuero o pieles).
 - Alfombras. (Preciosas pero no tengo donde usarlas, no es mi estilo).

 Y en Estambul están las lámparas, las especias, etc.

 Ver otros souvenirs en: Recuerdos de Turquia I


Estambul - Turquia

Estambul


Llegamos a Estambul de noche dado que tras cruzar el mar de Marmara pillamos todo un atasco para entrar a la ciudad de Estambul, unas cinco horas de trafico infinito pero no nos importó mucho, nada más llegar salimos a ver Estambul de noche y bajo la lluvia. Nos alojábamos en un hotel que parecía que estaba lejos pero es que había que callejear porque estaba en la parte antigua y no en la avenida del tranvía. Salimos del hotel y en diez minutos andando estabas en el hipódromo. No sé si era por la lluvia o porque eran pasadas las diez de la noche pero el centro estaba vacío, tuvimos una vista completa del Hipódromo con sus dos obeliscos, su vista lateral de la mezquita azul, la fuente alemana y la columna de serpiente para nosotras solas durante todo el tiempo que estuvimos. Disfrute mucho de esa noche en Estambul porque la primera vez que fui había mucha gente y ver la ciudad así igual me desilusionó, pero el caso es que mi hermana y yo no salimos muy convencidas de Estambul; la respuesta a la pregunta de si te ha gustado Estambul era siempre, no mucho, lo mejor la cisterna basílica, eso sí me gustó. En este caso he de decir que Estambul esa noche me encantó, me quedó sobre todo con la vista de Santa Sofía iluminada de noche con su colores y formas y rodeada de las palmeritas, tal que parecía la imagen del palacio de Herodes de los belenes que se ponen en Navidad. Nos tomamos nuestro tiempo viendo los obeliscos del Hipódromo a conciencia, y pro el día, aunque lo visitamos varias veces (por la cercanía al hotel) con tanto turista alrededor no fue lo mismo. Eso es algo que no ha cambiado en Estambul desde mi visita anterior y es que sigue habiendo mucha gente, turistas por todos los lados, filas, agobios, ah, y el mal clima que tiene la ciudad, que parece imposible conseguir ver un día completo de sol. Tras el hipódromo nos acercamos a la plaza central para ver la mezquita azul a un lado y en frente Santa Sofía al otro lado, y aún andamos hasta el palacio de Topkapi cuya entrada está junto a Santa Sofía. Al día siguiente llovía con ganas (de aquí en adelante la lluvia sería un continuo en mis días). Este día tomamos una excursión, cosa que agradecía porque con el frio, viento y lluvia que hacía era para quedarme en el hotel y decir a mis amigas que se fueran ellas que yo ya había visto Estambul que pasaba del mal tiempo. Primero fuimos al bazar de las especias, la vez anterior no recuerdo haber estado aquí, pero como no soy de tiendas lo único que me gustó fue una tienda de ropa de época preciosa aunque claro, bastante cara. Tras el bazar nos dirigimos a una montaña para completar Estambul desde las alturas pero con el viento y lluvia que hacia las nubes tapaban mucha de la vista y lo que se veía era imposible captarlo bien porque era como estar bajo las cataratas del Niagara, imposible luchar contra los elementos (y que frio hacia). Luego nos acercamos a ver un palacio al otro lado del Bósforo, muy recomendable, que curiosamente no se podía hacer fotos dentro, aunque cuando fui con mi hermana si dejaban. Me gustó mucho recordar cada sala pero en el exterior pude disfrutar aun menso que la vez anterior dado que con el viento y lluvia que hacía era imposible caminar, y menos caminar seco. Y tras el palacio comimos para luego hacer un crucero por el Bósforo, he de decir que hice el crucero pero porque a mis amigas se lo había recomendado pero ni por libre ni por agencia lo hubiera vuelto a hacer sino hubieran estado mis amigas que jamás habían estado en Estambul, si aceptas mi recomendación no vale para nada el crucero, no le encontré ningún interés ninguna de las dos veces que lo tuve que hacer. Tampoco a mis amigas les pareció algo imprescindible que hacer en Estambul, pero como para gustos hay de todo, habrá gente que le parecerá imprescindible, para mí solo dejo un mal sabor de boca tener que repetir algo que la primera vez no me dijo nada. Tras el crucero visitamos la mezquita nueva, que se encuentra junto al bazar de las especias. No recuerdo haberla visitado la vez anterior y aunque pequeña con tanto turista que había dentro me gustó muchísimo, pero que muchísimo más que la mezquita azul con diferencia. Lo de que la mezquita azul no era para tanto se lo dije muchas veces a mis amigas, pero como es otro de eso punto recomendable de hacer en Estambul me tocó repetir. La entrada es gratis pero hay una enorme cola que soportar si eres turistas (hay otra fila con menos gente si entras para orar). Y al final mis amigas reconocieron que hay otros sitios más bonitos en Estambul que la mezquita azul. Tras la mezquita nueva nos fuimos al gran bazar. Aquí no compré nada ni hice fotografías, ya estuve la primera vez y podía evitarme esa segunda vez sino fuera otro punto típico que ver en Estambul. Al día siguiente salimos muy pronto porque increíblemente no llovía, y también para aprovechar y ser las primeras de la fila para entrar al palacio de Topkapi. Había que elegir uno de los dos lugares principales donde hacer fila para entrar, el palacio de Topkapi o la basílica de Santa Sofía (la mezquita azul no entraba en mi lista de prioridades). Al final decidí empezar en el palacio porque verlo lleno de gente no es lo mismo, a decir verdad me gustó mucho más que la otra vez porque pudimos ver el harem (la entrada se paga aparte de la entrada al palacio pero merece mucho la pena el gasto) y lo vimos casi en solitario. El harem conserva las pinturas, azulejos y muebles del palacio y te da una visión diferente al resto del palacio, que aunque conserva alguna sala en su mayoría es un museo de reliquias, que no deja de ser interesante el museo (pero yo ya lo había vito) y hay una masa de gente que tardas horas para poder ver las salas. Pero les metí prisa a mis amigas dado que en el harem tardamos más de una hora de visita si queríamos ver todo lo programado (en invierno abren a las nueve y cierran a las cinco) teníamos que aligerar, pero el museo se puede ver con más rapidez que el harem. Desde el palacio vale la pena la vista de la torre Galata al otro lado del Bósforo, tanto la primera como esta segunda vez me gusta más esa vista que la del crucero. Tras el palacio de topkapi fuimos a hacer fila a Santa Sofía, la fila avanzó rápida y en seguida entramos a la basílica, que aunque tenía mucha gente se podía estar sin problema. Esta vez disfrute más del lugar, y además vi cosas nuevas. Ahora estaba lleno de andamios, y la primera vez estaba más vacía, pero también es cierto que ahora estaba más restaurada y la vista de las pinturas era mucho mejor. Por ejemplo, cuando fui yo los cuatro ángeles del techo tenían la cara tapada (de cuando el edificio se convirtió en mezquita) pero ahora habían restaurado una esquina que cuando fui yo la primera vez estaba muy estropeada y manchada y ahora se veía la cara del ángel. También pude leer sin problema de gente que estuviera apoyada las runas de la escritura vikinga en la barandilla de mármol de la basílica, así como hacer poca fila para girar el dedo gordo de la mano en una columna, se hace para pedir que se cumpla un deseo pero no se sabe cuándo o como empezó esa tradición. Si, esta vez Santa Sofía, pese a los andamios, estaba más bonita que la última vez. Tras salir de santa Sofía comimos en la plaza un bocadillo que nos habíamos preparado en el desayuno y compramos unas castañas asadas. Y tras ello nos fuimos a la mezquita, que justo cerraba para la oración, por lo que volvimos sobre nuestros pasos y nos dirigimos a la cisterna basílica, por la hora igual podía acabar cerrando la mezquita y no verla pero como les dije a mis amigas, valía mas la pena ver la cisterna que la mezquita. Así que dejamos la mezquita, con el riesgo de no poder verla cuando abrieran de nuevo, y nos fuimos a hacer fila a la cisterna. Hay muchas filas y gente pero afortunadamente esta fue rápida y en veinte minutos pudimos entrar. Ahora está prohibido hacer fotos desde el as escaleras, supongo que ha debido haber algún accidente porque la primera vez que estuve yo hice desde las escaleras. Aquí no ha cambiado nada, sigue siendo tan bonita como la primera vez. Sigue estando las diversas columnas y los peces en el agua. Sigue goteando el techo y sigue habiendo fila para hacerse fotos con las cabezas de Medusa que sirven de base en dos columnas. Maravillosos los reflejos de luz que crean las columnas iluminadas de la cisterna. Y tras salir de la cisterna aún nos dio tiempo de hacer una larga fila y espera tediosa para entrar a la mequita azul y verla antes de que cerraran.  No me sorprende pero fue el lugar en el que menos tiempo estuvimos. Pasamos más tiempo en la fila que tiempo dentro de la mezquita. Pero como sobre gusto no hay nada escrito puede que a otros les guste muchísimo, para mi está bien pero no es lo mejor que tenga Estambul. Tras salir de la mezquita eran las cinco de la tarde y ya anochecía, nos dirigimos hacia el bazar de las especias porque mi amiga quería comprar una lámpara (y se metió conmigo cuando le dije que la primera vez mi hermana y yo compramos lámparas de souvenir en Estambul). El caso es que fuimos sin plano y sin preguntar, resultado, dimos un señor rodeo por todo Estambul porque en vez de ir por el centro lo que hicimos fue dar todo un rodeo por el mar, claro, el palacio de Topkapi es muy grande y está rodeado de muralla, y esa muralla tuvimos que recorrerla. Lo bueno es que vimos anocheces sobre el Bósforo, y como los ciudadanos de Estambul pasaban mirando el mar, pescando y tomando algo junto al malecón. Así pasamos junto a la estación de tren del Orient Express y por fin llegamos a la mezquita nueva, frente a la torre de Galata iluminada al otro lado. Y ahí al lado el bazar de las especias. Tras la compra volver a nuestro hotel andando nos supuso, ya que íbamos sin plano y sin preguntar, seguir las indicaciones para los coches que ponían gran bazar (todo subida) e ir andando solas de noche hasta que llegamos al bazar, a poco de que cerrará. Y de ahí ya sabíamos acercarnos hasta nuestro hotel. Había aún un par de lugares por ver en Estambul, pero nada que estuviera en la lista de imprescindibles y como en todo el día solo habíamos parado una media hora para comer el bocadillo “traído de casa” no nos movimos mucho más esa noche. Al día siguiente ya salíamos por la mañana destino Madrid.

Visita: Octubre + Noviembre 2014

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Que Comprar: Souvenirs Turquia

Esmirna, Bursa y el Mar de Marmara - Turquia

Bursa


De Efeso llegamos a Esmirna ya por la tarde, que a finales de octubre y tras el cambio de hora ya era de noche. Entre que llegamos al hotel, nos alojamos y cenamos ya poco había que ver por la ciudad, excepto las ferias que estaban cerca del hotel donde nos alojábamos. Y es que esa semana había sido el día nacional de Turquía y aparte de las ferias las casas y lugares estaban todos adornados con la bandera nacional y con la imagen del primer presidente, según el guía fue muy importante para la formación del Estado actual de Turquía. Tras Esmirna salimos al día siguiente en dirección a Bursa, donde pararíamos para hacer una visita a la ciudad, comer, y después de comer continuar nuestro viaje a Estambul cruzando en ferry el mar de Marmara.

En Bursa visitamos la gran mezquita, la mezquita verde y el mausoleo. La Gran mezquita es algo diferente a lo que son las mezquitas habituales. Tiene una fuente en el centro donde la gente puede sentarse, hablar, comer, y demás aparte de hacer las abluciones diarias, esta fuente está iluminada por un tragaluz en el centro de la mezquita. Esto es usual tenerlo en el exterior y no dentro de la mezquita. Aunque, por alguna razón, también alrededor de la fuente había un montón de bolsas de basura. Los pilares y las paredes de la mezquita están adornados con cuadros y pinturas, dejando atrás los azulejos tan habituales en Turquía. A mi me gustó mucho, tal vez porque cambiábamos de la rutina de mezquitas. Luego visitamos la mezquita verde, que según el guía es más bonita que la mezquita azul de Estambul. Es cierto que es más pequeña que la de Estambul pero está mucho más decorada, y es que tienes del suelo al techo baldosas de color azul turquesa junto con detalladas decoraciones en relieve. En definitiva, una mezquita pequeña pero muy mona, decorada con detalle y colorido, un poco más como un palacio que como una mezquita. Al lado se encuentra el Mausoleo Verde, donde se halla la tumba del sultán Mehmet, enterrado el segundo fundador del Estado Otomano tras la invasión de Tamerlán. Se trata de una construcción muy interesante con azulejos verdes y azules y puerta de madera tallada. Es muy curioso porque tanto el mausoleo como la mezquita se llaman “verde” cuando el color, para mí, es puramente azul.

Tras visitar las dos mezquitas, el mausoleo y comer nos dirigimos a cruzar en ferry el mar de Marmara que nos llevaría hasta Estambul. Cuando llegamos era ya muy entrada la noche (con eso del cambio de hora) y hacía bastante fresco en cubierta, así que no hay mucho que destacar. Un ferry como otro cualquiera que cruzan gente y coches de un lado a otro.

Visita: Octubre 2014

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El roscón de Reyes

El roscón de Reyes se puede encontrar de la misma forma y reglao en España y en Nueva Orleans (EE.UU.)

El Roscón de Reyes, en España se celebra el 6 de enero, el día de los Reyes Magos.

Una leyenda dice que el origen se remonta los tiempos de la Antigua Roma, concretamente a las Saturnales o fiestas de los esclavos, celebradas durante el mes de diciembre en honor del dios Saturno. Se ocultaba un haba en cualquier lugar de la vivienda y se concedía como premio la libertad al esclavo que consiguiera encontrarla. En el siglo III esta costumbre se popularizó para los niños, de tal manera que aquel que encontrara el habla dentro de una torta se convertía en rey por un día.

Otra cuenta que todo comenzó un día de la Epifanía, en el que el cocinero de la Corte de Luis XV de Francia quiso obsequiar a su monarca con algo sorprendente, así que introdujo en un roscón una joya de diamante que pretendía regalarle. Al rey le encantó la idea y éste la extendió entre la aristocracia de toda Europa, eso sí, con una moneda en su interior como premio. Al llegar a España, allá por el siglo XVIII, se generalizó de tal manera que el pueblo comenzó a fabricar sus propios roscones con regalo, siendo Madrid y Sevilla las ciudades más importantes en adoptarlo y perfeccionarlo. Los reposteros catalanes recuperaron la idea de esconder también un haba, que significa la regeneración y el resurgir de la vida, y ya en el siglo XIX la moneda se sustituye por una figurita, tal y como lo conocemos en nuestros días.

La tradición indica que hoy en día debe haber dos figuras una "haba seca y dura" y una figurita." Si es el haba lo encontrado el Roscón pagarás; más si ello es la figura, coronado y Rey serás"


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