Creo que guardo un valioso recuerdo del viaje y recreación en la Isla de Elba gracias al día de la despedida, momento en el que disfrutamos un paseo en un velero inglés de época a través de las aguas del Mediterráneo y rodeando la Isla de Elba. La despedida final fue el toque más sensiblero del día, cuando los marineros recogían las velas y, lentamente, entre los mástiles de madera vislumbramos el castillo de Portoferrairo. El castillo rodeado de la azul y tranquila agua del Mediterráneo era la señal de que poco a poco nuestro viaje llegaba a su fin, como en su día Napoleón vio cómo se acercaba cada vez más a tierra, a esa isla que iba a ser su destierro (al final, no el final). La emoción de atracar en el puerto, una vez rebasadas las murallas, y sentir la emoción de que el viaje a llegado a su fin, y no querer bajar del todo, no desear que termine el momento, el viaje, el día. Y cuando finalmente toca comenzar el descenso los marineros comienzan a entonar la canción...
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