Ostende - Belgica

Oostende

Tras trasnochar por el baile nos levantamos nuevamente a las siete de la mañana para coger el tren a Ostend/Oostende (la vida de turista es así de dura). Este día estaba programado Ostende y Amberes pero al final el agotamiento hizo mella en nosotras y acabamos regresando de Ostende a Bruselas, dejando Amberes por perdido. Pero empezando por el principio, nos levantamos y cogimos el tren a Ostende, nada más llegar como era muy pronto y junto al mar hacía un viento helador buscamos un café donde desayunar y meternos algo caliente al cuerpo. Frente a la estación de tren y el puerto deportivo estaba la catedral de Ostende, y ahí al lado varios cafés. Entramos en uno que cuando nos dieron el café con leche que habíamos pedido pensamos que nos iba a costar un ojo de la cara pero no fue para nada caro y eso que nos lo dieron en una bandejita con leche, terrones de azúcar, pastas de té, y crema con nata. Ya con el cuerpo calentito por el café con leche nos dirigimos hacia la estación del tranvía, localizamos la dirección correcta y solo quedaba coger las entradas. Había leído que cogiendo ahí la entrada al museo Atlantic Wall salía más barato el precio, y el hombre de ventanilla así nos lo confirmo. Nos lo explicó absolutamente todo, solo se dejó un pequeño detalle, que para él no era importante pero para nosotras sí. El tranvía en Zaragoza para en todas las paradas, haya o no haya gente. Resulta que en Ostende el tranvía es como un bus urbano de Zaragoza, solo para sí pulsas el botón de parada o hay gente. Como esto no lo sabíamos cogimos el tranvía, fuimos contando las paradas (no había letrero dentro del tranvía para saber en qué parada estábamos) y al final nos bajamos una parada más allá de la que correspondía (al bajar vimos el letrero de la parada). Así que tuvimos que cruzar y esperar a que viniera el siguiente tranvía, y ya aprendida la lección casi nada más subir le dimos al botón de parada para que en la siguiente parada se detuviera. Salimos del tranvía y excepto una mujer sola delante nuestro no había más gente. Había leído que teníamos que subir unas escaleras para cruzar las dunas y dejar atrás la playa, así que fuimos caminando junto a los montículos de dunas hasta encontrar las escaleras. No hay ningún cartel que te guía así que es una suerte que hubiera mirado antes como llegar al museo. Mientras caminábamos disfrutábamos de la playa, la arena blanca y el color del mar, el único inconveniente era el aire helador que venía del mismo. Encontramos las escaleras, y las subimos y bajamos (tras Luxemburgo ya había práctica en eso de subir y bajar), y seguimos a la mujer solitaria (girar a la derecha). No había ningún cartel ni nadie a quien preguntar pero si esa mujer no iba al museo ya nos daríamos cuenta. Finalmente conseguimos llegar al museo, que estaba más alejado de lo que esperaba. En la entrada nos comentaron que aparte del Atlantic Wall Museum también entraba en el ticket el museo año 1465, pero que cerraba a las dos. Bueno, nosotras entendimos que cerraba a las dos pero la realidad era que abría a las dos y cerraba a las cinco, el dormir poco y el cansancio no ayudan. Comenzamos el museo escuchando el audio guía en inglés (no hay español) pero no tardamos en dejarlo de lado, mi amiga sabía cosillas de armas y sobre los bunkers, y solo la experiencia de disfrutar del lugar y vivir la historia era suficiente. Había bastantes turistas alemanes, lo cual no es de extrañar dado que todo el museo está lleno de armamento, medallas, uniformes, aprovisionamiento, etc del ejército alemán de la época. Un aficionado de la II Guerra Mundial se lo pasaría en grande en ese museo, que es enorme y conserva un montón de elementos y guarda hasta el último detalle. En mi caso lo disfruté igualmente pues no se puede andar por las trincheras, o los bunkers, o sentir el frío helador de la costa desde las alambradas sin sentir el momento histórico de lo ocurrido. Además en esta época del año se veían las amapolas entre los alambres de las trincheras; tan nostálgico. Sabiendo que no usábamos el audio guía y que una no es una fanática de las armas o de la Guerra Mundial nos pasamos tres horas y pico dentro del museo. Es realmente enorme. Tras finalizar el recorrido del museo nos dirigimos por el camino natural al museo del año 1465. Habíamos entendido mal así que pensábamos que estaba cerrado pero acercarnos y echar un vistazo no nos costaba nada y hasta ahí es un pequeño paseo natural creado para que el turista camino o vaya en bicicleta. Antes de llegar al museo encontramos un restaurante y dudamos si entrar a comer, pero decidimos continuar, y cual fue nuestra agradable sorpresa al ver que entendimos mal y que el museo abría a las dos (solo quedaban cinco minutos de espera). Como había gente hicimos el recorrido de las casas al revés, para no encontrar a tanta gente, y esta vez sí escuchamos la audio guía en inglés. El lugar se levanta donde estuvo un poblado en esa misma época pero todo lo que se puede ver son reproducciones dado que el lugar fue asolado en un incendio. No se puede comprar pero aun así es un museo interesante que visitar, puedes entrar dentro de las casas, subir a la parte de arriba, y observar todo como si todavía vivieran sus habitantes. Así se nos pasó otra hora de museo. Al regresar sorbe nuestros pasos paramos en el restaurante, dudábamos de que siendo pasadas las tres de la tarde (y siendo Bélgica y no España) nos dieran de comer, pero sí que nos dieron; una deliciosa lasaña calentita. Tras comer y descansar volvimos hacia atrás nuestros pasos para coger el tranvía y de ahí coger el tren a Bruselas, pero tuvimos la mala suerte de perder por segundos el tren y, aunque normalmente hay varios, las vías estuvieron cortadas dos hora, así que tuvimos que esperar dos horas en Ostende hasta poder coger el tren a Bruselas. Por todo ello al final Amberes quedó tachado de la lista de visitas. 


Visita: Junio 2015


Recreación del Baile de la Duquesa de Richmond - Belgica

The Duchess of Richmond Ball, Bruselas

Quedamos en el apartamento de Margarita para vestirnos y salir las cuatro juntas hacia el Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile que la Duquesa de Richmond; baile que organizó la duquesa de Richmond en una Bruselas muy diferente a la de ahora, en la que hace doscientos años estuvo presente Wellington y sus oficiales antes de la batalla de Waterloo donde vencieron al ejercito de Napoleón. Nos ayudamos las unas a las otras para vestirnos, pues los corsés, camisa-enagua, vestidos y demás complementos de la época no son sencillos de poner. Era el primer baile de mi amiga y creo que lo disfrutó muchísimo, aunque he de decir que fue un baile excepcional en el que se cuidó hasta el último detalle (o al menos se vio que se intentó). Cogimos un taxi entre cuatro para llegar al Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile (en coche nos costó aproximadamente una hora llegar). El problema del vehículo actual es que el cinturón de seguridad nos arrugó (a menos a mí) completamente el vestido, aunque hubo algunas que no se pudieron el cinturón (yo aprecio mi seguridad más que mi aspecto). Por supuesto no fuimos las primeras en llegar, pero tampoco las ultimas lo que nos permitió disfrutar de los jardines alrededor del chateau. Nada más llegar el taxi nos dejó en la misma puerta del chateau y descendimos como si hubiera sido nuestro coche de caballos el que nos hubiera llevado hasta ahí, el sol todavía brillaba fuerte en el cielo así que mientras nos arreglábamos los vestidos para estar presentables nos encontramos con el resto de españolas que llegaban en otro coche. Aunque la recepción era por la puerta principal del chateau, el sol y la refrescante fuente del jardín invitaba a dar un tranquilo paseo. Tras un momento de recomponerse, atarse las cintas de los zapatos y curiosear el lugar, nos acercamos a la parte de atrás del chateau para disfrutar de los jardines y de la sombra que estos nos daban. La sorieé comenzó con un tentempié y champan. Los invitados que iban llegando salían a los jardines para disfrutar de la magnífica tarde mientras se saludaban entre sí los conocidos, mientras que los desconocidos teníamos que esperar una oportuna presentación. Una de las amigas de Elba me presentó a alguien que ya conocía pero nunca habíamos sido formalmente presentadas, aunque siempre he admirado algunos de sus vestidos y su habilidad para el baile. Mientras el resto de gente socializaba permanecimos en un bonito rincón del jardín, a la sombra y rodeado de vegetación que nos permitía curiosear a todos los invitados, tanto los que ya estaban presentes a nuestra llegada como los que iban llegando al baile. La cena había sido programada para las seis de la tarde pero entre el champan, los aperitivos y la agradable tarde todos los invitados nos quedamos disfrutando de los jardines algo más de lo previsto, así los cabaleros y militares se ponían al día charlando entre sí y las damas apreciaban los trajes y adornos que llevaban, algunas más a la última moda, mientras que otras eran más discretas. Finalmente los sirvientes, con su librea y peluca correctamente colocada durante toda la noche, nos avisaron de que la cena ya iba a ser servida en la segunda planta del chateau. Una vez arriba los grupos, distinguidos entre países o clases sociales se dispersaron en la distribución de los invitados en las mesas. Al inicio estaba sentada entre un caballero y una dama ingleses pero un caballero inglés insistió en cambiar su lugar, algo fuera de lo habitual, para que me sentará con las otras dos españolas, aunque he de decir que no conversamos mucho, tal vez cohibidas por el acto tan fuera de protocolo y lleno de galantería. El salón donde se sirvió la cena tenía unas hermosas lámparas y solo desentonaban las botellas de agua con la etiqueta. La cena fue un primero que no recuerdo qué era pero no me gustó, lo cual era lógico conociendo mis gustos tan poco refinados, el segundo fue cordero y el postre delicioso chocolate caliente dentro de chocolate duro y cubierto en la parte de arriba por helado de vainilla, sin duda lo mejor de la cena. Al poco de comenzar la cena un caballero, temo no poder decir el nombre correcto pues no veía y apenas oía, se levantó para brindar, apenas escuche que brindábamos por el rey de Inglaterra, por lo que nos pusimos en pie levantando nuestras copas brindando por el rey y la victoria sobre Napoleón. Continuamos con una agradable cena, mientras escuchaba las conversaciones a mi alrededor (ni siquiera conocía a la gente con la que estaba sentada por lo que no sabía que decir, aunque algunos los había visto en el baile disfrutado en la Isla de Elba cuando Napoleón estaba desterrado). Otro brindis llegó, esta vez por alguien de Holanda caído en batalla. Hay cierta incomodidad en estos vestido a la última moda de 1815 por los cuales levantarse y sentarse no es cosa fácil. Tal vez no fuera lo más adecuado pero con el calor de la sala algunas damas, incluida yo, sacamos el abanico para refrescarnos, aunque somos las que menos deberíamos quejarnos porque los hombres seguían con sus chaquetas, chalecos, camisas, pañuelos correctamente colocados. Llegó el último brindis, este por las damas presentes, al que siguieron todos los caballeros. La cena hubiera sido perfecta sino hubiera acontecido un pequeño alboroto en mi mesa, al parecer una de las sillas se rompió y el caballero de enfrente cayó al suelo derramando la copa de vino tinto sobre él. La duquesa vino presta para ver qué pasaba pero el desconsuelo de la esposa del caballero era palpable y lógico tras semejante contratiempo. No sé cómo lo arreglaron pero al final de la noche vi al caballero durante el baile y pude percatarme que su chaqueta ya no estaba manchada de rojo, aunque no puedo decir si su chaleco de seda consiguió salvarse del desastre. Salimos de la cena para acercarnos al tocador y asearnos antes de bajar a la planta de abajo para disfrutar del baile. Mientras charlábamos nos entretuvimos y apenas vimos el comienzo del baile desde lo alto de las escaleras, cosas del lugar y la época impedían tener un lugar más amplio para un baile así. Desde arriba mi amiga y yo distinguimos el sonido de las castañuelas y cuando bajamos pudimos descubrir como el maestro de baile las usaba ocasionalmente para marcar los pasos del baile, y que recuerdos nos trajo eso a nuestra memoria, pues de niñas habíamos hechos ambas jota, y nuestra profesora de baile siempre nos marcaba los pasos con las castañuelas. Por tema de espacio los músicos se encontraban cerca del hueco de la escalera pero aunque el lugar no era un palacio ruso o una elegante casa londinense (hay que tener en cuenta que estábamos en guerra y que Napoleón se adentraba en Bélgica), el baile resultó espectacular. Ninguna dama quería dejar de bailar, aunque como no conocíamos a nadie no tuvimos ninguna pareja de baile, así que de dos bailes que sabía solo pude bailar uno. Siendo malvadas he de decir que mi amiga y yo disfrutamos criticando cuando no bailábamos, entre el afán por no perderse un baile en un lugar tan pequeño y la falta de habilidad o conocimientos de algunas parejas de baile nos daban imágenes muy divertidas, donde no hubo ningún accidente pero pudo haberlo (hasta hubo parejas que se intercambiaron los roles y ni siquiera se dieron cuenta).La duquesa muy amablemente habló con todos los invitados, y disculpándose de no poder atendernos a todos y nos dio un par de agradable sorpresas cuando en un descanso del baile el duque de Wellingtn y la duquesa de Richmond nos hicieron salir a la terraza donde nos esperaba una maravillosa sorpresa. Cuando todos los invitados estaban ya en el jardín o en las escaleras del chateau llegaron los soldados de un regimiento que no sé distinguir (en uniformes militares me pierdo con tantos aliados) desfilando las banderas y tocando música militar. Y frente a nosotros en el jardín nos ofrecieron un espectáculo de música y disciplina digno de aplaudir. Tras ello los soldados se quedaron en el baile, y algunas parejas salieron a la oscuridad de los jardines. Mucho antes que nosotras los soldados tuvieron que volver a su campamento cerca de Waterloo pero permanecieron un tiempo en el baile, dándole un toque de color con sus uniformes. He de decir que algunos caballeros se excedieron en el champan y que posiblemente lamentaron quedarse con sus trajes de gala hasta tan tarde en el baile pues al día siguiente tenían instrucción (no quiero saber cómo consiguieron pasarla). El baile fue interrumpido cuando Wellington recibió un mensaje urgente, y tras leerlo nos llamó a todos la atención para comunicarnos, cono horror para las damas ahí presente, que Napoleón se acercaba a Bruselas, y que antes de llegar le harían frente, por lo que el baile podía continuar y los oficiales podrían terminar de bailar antes de salir hacia la batalla: “Que continúe el baile dijo Wellington”. Sobre las dos o las tres de la mañana nos fuimos marchando, las damas las últimas en abandonar el lugar. (Que yo creo que hubiéramos llegado antes en coche de caballos que en taxi al hotel, porque a los taxis les costó llegar). La fotografía de la entrada pertenece a Simon Walde y fue hecha durante la cena, para ser más auténticos en la recreación no estaban permitidos ni móviles ni cámaras por lo que solo tenían cámaras los fotógrafos profesionales contratados para el baile. 

Fotografía de la entrada: All rights reserved © Copyright Sander de Wilde

Visita: Junio 2015


Bruselas - Belgica

Bruselas

Tras nuestro viaje de un día a Luxemburgo y agotada de tanto subir y bajar cuestas y escaleras, tenía solo la mañana para mostrarle a mi amiga Bruselas. Yo ya había estado varias veces, así que para no quedarme en ver los mismos sitios de nuevo añadimos lo que pudiéramos de la ruta del comic, que además va enlazada con algunos de los puntos turísticos de la ciudad. Comenzamos por la catedral de San Miguel, dado que estaba al lado de nuestro hotel. Siempre recuerdo que la primera vez que entré en la catedral me sorprendió mucho ver esas figuras tamaño real de los santos armados con espadas, hachas y demás objetos dorados, me pareció muy bélico. Al entrar después de tantos años desde la última vez, me di cuenta de que nada había cambiado, ni siquiera la figura de San Miguel matando al dragón (si no fuera por las alas diría que era San Jorge). Al lado de la catedral está el primer mural de nuestra ruta del comic: el escorpión, que fue el que más me gustó de la ruta, aunque casi lo ocultaban unos andamios (nos perseguian los andamios). Bajamos de la catedral camino de la Bolsa y así pasamos por otros dos murales, recuerdo de mi época infantil cuando leía la revista T.B.O. (tebeo). Y desde la Bolsa entramos a la Grand Place, y he de decir que poco o nada ha cambiado desde la última vez que estuve, algunas de las casas de los gremios estaban tapadas en reparación pero el ayuntamiento y el palacio museo se mostraban igual que hace años. Mientras esperaba a que mi amiga hiciera las compras de rigor descubrí que la tiendecita donde me compraba gofres con chocolate recién hechos para comérmelos en las escaleras de la Grand Place seguía ahí, aunque la figura de bronce, dorada por el toque de los turistas, que estaba en una calle lateral al ayuntamiento había desaparecido. Siguiendo por esa misma calle continuamos con la ruta del comic, justo donde dejamos al niño meón pasamos por murales de Tintín y otros personajes de T.B.O., realmente no nos cundió tanto el tiempo como lo esperado porque los murales están pintados en los laterales de las casas por lo que a veces es complicado verlos según la acera por la que camines o la dirección que lleves. En algunos casos hasta tuvimos que recorrer un par de veces una misma calle mirando a cada lado y cruzando de acera hasta encontrarlos. Los primeros murales, los cercanos a los lugares turisticos, están muy cerca entre sí, la única dificultad es verlos (parecería que se dejan ver, pero todo depende de por donde camines). Luego, a medida que continuamos, los murales ya se iban separando más, y nos adentrarnos en un barrio donde las pintadas ensuciaban los murales. Como ya iba siendo la hora de comer decidimos volver a un lugar con más turistas para ir a comer. Nos quedaron varios murales pero todos ellos están algo más alejados del centro (el corto maltes, por ejemplo). También quería haber visto el Old England hotel y el museo del comic, pero la busqueda de los murales nos quitó más tiempo del previsto (además de que yo andaba cansadisima del madrugón y las cuestas y escaleras de Luxemburgo, que es muy verde y bonito pero fue un día muy intenso). Hubo un par de murales, como el del gato y otro más, que están junto a la estación de tren de Midi, que los vimos varias veces al pasar por ahí el tren, incluso la noche al regresar de Waterloo, dado que estaban iluminados. Y esto es lo que dio  de sí una mañana en Bruselas. Por la tarde, debido a que mi amiga no tenía traje, teníamos que salir pronto del hotel para que le alquilaran un traje de época napoleónica para la Recreaciñon del Baile de la Duquesa de Richmond que disfrutamos esa misma tarde-noche. Como veis la cosa ya empezaba a descuadrar en cuanto a tiempos, así que se veía que no íbamos a cumplir el objetivo de visitas. Al menos disfrutamos cada minuto del día levantándonos a las seis o siete de la mañana y echándonos a las dos o tres de la mañana (es lo que tiene viajar para hacer turismo y recrear, las dos cosas suponen mucho tiempo).
Visita: Junio 2015

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Tren por Europa

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Recuerdo de Belgica

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- Bruselas en 2002

Luxemburgo - Luxemburgo

Luxemburgo

Lo bueno que tiene viajar por Europa es que el tren funciona de igual forma aunque cambies de país, y no es nada caro ni dificil. Así que aprovechando que en Bélgica ya había estado varias veces decidí visitar Luxemburgo, que teniendo en cuenta que cuando yo estudiaba existía eso del Benelux, Luxemburgo no podía estar muy lejos. Por lo que vi el país tiene rincones muy interesantes pero con la recreación estábamos un poco pilladas de tiempo, así que solo incluí la capital, que para empezar a descubrir el país no está nada mal. Salimos puntualmente a las 6.13 y en teoría en tres horas llegábamos a Luxemburgo, pero tuvimos la “suerte” de que el tren tuviera que parar en un pueblo antes de llegar a Luxemburgo. Avisaron en flamenco y francés sobre que el tren tenía como fin de estación esa parada, pero la parte para los viajeros cuyo destino final era Luxemburgo no fue muy legible. Hacía mucho que no usaba el francés y según cómo hablaran podía entenderlo o quedarme como si me hablaran en flamenco o suajili. Así que pregunté, pero la mujer pero no debía saber mucho inglés, afortunadamente un hombre muy amable se introdujo en la conversación y nos lo explicó todo claramente en inglés. Así que tocó esperar en el andén hasta que llegó otro tren que nos llevaría a Luxemburgo. Pese al contratiempo acabamos la visita de la ciudad antes de lo previsto, y lo bueno de estos Intercity es que podemos coger cualquier tren de vuelta sin cambio de billete ni nada. Nada más llegar a la estación (nos encantó las pintadas del techo de la estación), nos dirigimos todo recto hacia el centro y parte histórica de la ciudad. Tras cruzar un puente con vista a algunas torres y torreones llegamos al monumento del soldado desconocido, donde comenzamos nuestro recorrido a pie por el Grund (el primer barrio a recorrer). El monumento al soldado desconocido te lleva a uno de los miradores de la ciudad, en lo alto de las murallas y en una esquina junto al palacio de justicia. Aqui tenemos una vista del río y de una de las torres de vigilancia, así como de la zona Rham: llena de casitas blancas con tejados inclinados de color gris, la iglesia, y las casamatas on block. Tras dejar el mirador bajamos de lo alto de las murallas hasta la zona del río. Según los folletos de la oficina de turismo hay una ruta muy interesante par hacer a pie y verlo todo, pero nos encontramos con muchísimas obras y gruas que nos cortaban el paso, asi que el recorrido se nos alargó más de lo previsto porque tuvimos que hacer varios rodeos; no había muchos puentes para cruzar el río (en esa zona solo tres), y si además de los tres puentes únicos puentes te cortan el paso de dos, es complicado no dar rodeos. Afortunadamente nos hizo un sol fabuloso y, aunque el viento soplaba fresco, al sol se estaba muy bien, por lo que no nos importó andar. En el Grund hay mucha cuesta pues de río corta dos monticulos que separan las murallas de la zona Rhum. El Rhum es una montaña con una explanada circular, con casas modernas rodeadas de antiguos torreones y puertas fortificadas, y por su puesto un mirador que da hacia el palacio de justicia y el centro de la ciudad, así como hacia las casemates y la catedral. Esta zona tiene rincones encantadores construidos gracias a la conservación de las murallas, torreones, su río y los pocos comercios que hay en la zona (costó muchísimo encontrar donde ir al baño o donde comprar algo para beber). Desde el Grund subiendo otra cuesta atravesamos una de las puertas a la parte alta de la ciudad. Desde aqui las iglesias y catedral del centro ya se veían rodeadas de grúas y andamios, así que dejamos el centro para el final, dado que supusimos que poco veríamos con tanta obra. Este acceso nos permitió subir a uno de los antiguos torreones para tener una vista de la fortaleza en el ober-grunewald (otro de los barrios antiguos) y la entrada a las casamatas (aquí encontramos baños, ¡y gratis! que eso es muy raro por estos lares). Antes de entrar hay una pequeña zona explicativa sobre las casamatas, iniciadas por los españoles (en esa época en la que cundimos mucho por el mundo). Una vez se entra a las casamates on block se nota, lo primero de todo, el cambio de temperatura, las corrientes de aire son mayores y por tanto hace más fresco que en el exterior. Hay balcones en la roca que permiten ver la zona tanto del grund como del over-grunewald, es decir, los dos lados de los casamatas, cada uno a un lado del río que da una vuelta a su paso por la ciudad. También te puedes encontrar muchas escaleras, tanto para subir hasta uno de los puentes de la ciudad, como para bajar a las minas. Esa zona no tiene salida pero nosotras nos recorrimos todos los recovecos de las casamatas, donde es habitual encontrar algunos cañones apuntando hacia las ventanas creadas en la roca. Hay otras casamatas en Luxemburgo, pero esas solo las abren en pleno verano. Es una visita muy interesante y recomendable; si se va a Luxemburgo no se puede dejar de verlas. Tras las casamatas nos paramos a comer, y tras la comida continuamos nuestro camino hasta el barrio de ober-grunewald que es la zona donde está la ciudadela. Desde las casamatas solo hay que bajar de nuevo hasta el río y cruzar el puente hasta llegar a una montaña. Como tocaba volver a subir, y entre tanta subida y bajada ya estábamos un poco deshidratadas, en cuanto encontramos un bar (una tarea muy complicada, pues solo los vimos en el centro y de camino a la estación de tren) entramos para hacernos con provisiones. Y casualmente el único bar que encontramos era de españoles. Tras la breve parada comenzamos la subida a la fortaleza, que se hace desde la montaña, rodeada de árboles, camino que me recordó mucho al del Monasterio de Piedra en Zaragoza, con la diferencia que esto está en la misma ciudad. Por supuesto éramos las únicas subiendo, pero una vez arriba encontramos a un par de turistas perdidos. Aunque los árboles tapan la vista mientras subes, cuando llegas arriba el recorrido de la ciudadela y la vista de la ciudad desde esta merecen la pena el esfuerzo. En algunos rincones la ciudadela se encuentra muy bien conservada, pero en otros algo abandonada. Tras la ciudadela hay un museo moderno, que no visitamos, y que solo llegamos a verlo porque seguimos subiendo y subiendo y escuchando la conversación de unos españoles que hablaban de como ahí las hipotecas eran del 1% de interés. (Escuchamos muchísimo español durante este viaje, está claro que cundimos mucho). Desde lo alto de la ciudadela hay dos formas de bajar: una es bajar hasta el río y otra es pasando por el barrio de niederfrunewald, y siguiendo el camino del folleto de la oficina de turismo de Luxemburgo (de internet, a la real no llegamos ni a verla). Por supuesto seguimos el camino turístico que es como si estuviera haciendo un poco el camino de Santiago, dado que estas tan rodeado de vegetación que no ves civilización, y en este caso, ni siquiera personas. Así llegamos a lo alto del torreno de otra muralla y a lo que era el viejo molino. De ahí bajamos para cruzar el puente de dos torres del barrio pfaffenthal. Desde aquí el camino desde las torres del puente es una cuesta hacia arriba (si no subes y bajar muchas veces es que no has visto Luxemburgo) pero tiene otro mirador con una vista de la ciudadela  y de las casamatas. No es dificil hacer el recorrido pues hay un tren turistico que pasa por todos los lugares por donde nosotras pasabamos. Si uno quiere ver Luxemburgo y no cansarse subiendo y bajando cuestas y escaleras la mejor opción es coger el tren turistico que sale de las casamatas on block. De aquí llegamos al centro, y tras ver por fuera el palacio ducal (aquí ya vimos turistas, los habíamos perdido camino de la ciudadela) nos sentamos a tomar algo frente al palacio ducal y el parlamento. Al lado teníamos la plaza de Guillermo II donde hay una escultura ecuestre de él (y donde escuchamos más español). De aquí fuimos a la catedral (en obras) y tomamos el camino directo para volver al puente de inicio, donde regresamos nuestros pasos hacia la estación de tren. Tal vez después de todo lo que vimos, el centro de la ciudad nos pareció muy poca cosa, supongo que el truco es hacerlo al revés y sobre todo que no haya obras.

Visita: Junio 2015

Mis imágenes: Album de Luxemburgo 

Información para viajar:  
Tren por Europa
Casamatas on Block

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