Peculiar Nanya Rock - Taiwan

Roca Nanya

Después de ir a Yeliu el guía nos llevó por la carretera de la costa hasta la peculiar roca Nanya. Durante el camino a esta peculiar roca pasamos junto a Shuinandong Smelter, que debido a su tamaño se veía desde la carretera. Shuinandong Smelter era una industria minera construida durante la era colonial japonesa cuando Jiufen y Jinguashi estaban subidas en la fiebre del oro, siendo en aquel entonces la mayor mina de oro y cobre de Asia. El edificio está construido en la ladera de una montaña frente al mar, cuya construcción escalonada es lo que le da el nombre de "los restos de los 13 niveles" y lo que permite que sea completamente visible desde la carretera. Actualmente hay tours que la visitan junto con Jiufen pero como nosotras queríamos ir por libre a Jiufen no llegamos a visitarla. Mientras mirábamos las espectaculares montañas verdes a un lado y la costa a otro el guía nos aparcó en un recodo de la carretera, junto a un río, que es el comienzo de uno de los muchos caminos que hay para hacer excursiones por las montañas de Taiwán, pero al otro lado del inicio de este camino hay una roca apenas visible hasta que llegas a pie de costa. Esta roca es tan visitada que han puesto un semáforo para que la gente pare el coche en ese lateral de la carretera y cruce a verla. Cuando cruzas la carretera y llegas a la costa consigues ver la roca Nanya entera, que es mucho más grande de lo que se puede apreciar en la distancia dado que comienza desde abajo en la playa y va creciendo. La intemperie y la erosión de las olas a lo largo del tiempo han tallado formas extrañas en las rocas areniscas de la costa y han revelado capas de hierro en las piedras, es debido a ello que se creó esta curiosa formación que, como nos dijo el guía, es un lugar muy visitado por los fotógrafos y las parejas de novios para sus reportajes de boda. Nosotros nos encontramos con un reportaje fotográfico a los pies de la roca. Y es que en este rincón tienes las exuberantes montañas verdes erguidas a tu espalda, el interminable Océano Pacífico enfrente y la “Peculiar Roca Nanya” surgiendo del suelo hacia el cielo. Lo llamativo de esta roca no es solo es su forma que parece esculpida a mano sino sus diversos colores, desde clara roca arenisca a tonos más rojizos debido al hierro de la piedra. Cuando íbamos a volver a nuestro camino encontramos una cascada de agua que caía directamente sobre la carretera. El guía paró en un lateral para que pudiéramos disfrutar de la vista y fotografiarla y según nos comentó esa cascada no suele estar, pero como este año ha llovido mucho se ha creado y cae de lo alto de la montaña directamente sobre la carretera de la costa. También disfrutamos de las vistas de la costa noreste de Taiwán que es preciosa con esas montañas y el océano.

Visita: Noviembre 2018

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Parque Geologico Yeliu - Taiwan

Parque Geológico Yeliu

Ir al parque geológico Yeliu y el Cabo SanDiao (antiguamente Cabo San Diego) era mi próxima visita programada, pero tras buscar información de cómo llegar desde Taipei a estos sitios vi que a Yeliu se puede llegar con el Bus Guoguang pero al Cabo SanDiao es más difícil. Y al contratar el tour de día al Camino Caoling en Taiwan Adventures vi que hacían recorridos por la costa Noreste que incluían el Parque Geologico Yeliu y el cabo de Bitou. Buscando información vi que podía sustituir el Cabo de SanDiao por el de Bitou con el mismo resultado satisfactorio. Así que contraté la excursión de un día por la Costa Noreste de Taiwán. Empezamos el recorrido visitando el parque geológico de Yeliu, cuando llegamos al parking del lugar este estaba casi vacío, cuando salimos estaba lleno. El lugar es un punto turístico muy visitado. Del parking a la entrada del parque hay un mercado cubierto que al ser tan pronto apenas había abierto y que, en este caso, me recordó a los zocos árabes. Una vez pasado el mercado llegamos al parque. En la entrada hay carteles explicativos en varios idiomas y también carteles con las prohibiciones dentro del parque, aquí encontramos el único cartel en español que vimos en todo Taiwán, aunque solo era el cartel con las cosas que estaba prohibido hacer dentro del parque. Nos dijo el guía que el turismo en español en Taiwán es muy raro, y es cierto que en muchos sitios éramos las únicas occidentales, todos los demás turistas eran orientales. Así que cuando fuimos a entrar al parque y el de la taquilla nos preguntó de dónde éramos no fue extraño verlo sorprendido al decirle que de España. El guía nos dijo cómo decir que éramos españolas en el chino que hablan en Taiwán pero con tanta información se nos olvidó, aunque con decir “Spain” y ver sus caras ya suponíamos que pensaban “eso debe estar lejos porque ni me suena”. La entrada tiene pasillo de árboles con las figuritas que tanto les gusta a los asiáticos y finalmente los árboles desaparecen y te encuentras en la costa y un litoral de piedra marrón con diversas formaciones tipo setas pegadas al mar. Yeliu está en la costa, completamente pegado al mar, así que tiene unas buenas vistas de las montañas, las islas y los barcos faenando en el mar de la China Oriental, pero el motivo por el que es tan visitado es su topografía que nos hizo recordar a la Capadocia en Turquía. Debido al viento, los movimientos de tierra, el agua y las olas la piedra se ha ido erosionando creando formaciones rocosas tan curiosas que a veces parecían hechas por el hombre y no por la naturaleza. El parque tiene varias zonas que recorrer, el guía nos llevó por las menos impresionantes para luego ir avanzando. En el camino pudimos encontrar piedras que parecían manos con dedos o bolas de cañón, y muchas piedras con agujeros como los corales. Entre estas piedras se podía encontrar en el suelo agujeros redondos llenos de cristalina agua de mar y muchos fósiles, sobre todo de estrellas de mar. En el parque te permiten caminar por entre las rocas e ir descubriendo fósiles o curiosas formaciones siempre y cuando no pases de la línea roja pintaba en la piedra y que es para evitar accidentes y caídas al mar, aunque había muchos salvavidas colocados alrededor del parque, por si igualmente alguien caía al agua. Hay varias formaciones rocosas creadas por la erosión y con nombre de lo que parecen, pero la más famosa es la Cabeza de la Reina. Es tan famosa que en el parque tienen a un guardia con chaleco amarillo que vigila que se haga fila para que todo el mundo se pueda hacer la fotografía con la piedra del lado en el que se ve como una cabeza de una reina egipcia y evitar que nadie se agolpe alrededor de la piedra, que debido al paso de los años tiene el cuello cada vez más erosionado y corre peligro de caerse. Tras hacer la fila de rigor para sacarnos la fotografía con la Cabeza de la Reina estuvimos paseando por el lugar, subiendo algunas escaleras (cuantos montes tienen por aquí) para ver más formaciones rocosas, los diversos colores del agua del mar (diversos verdes y azules y eso que no estaba especialmente limpia), y a los pescadores en la costa. Luego fuimos a la otra punta del parque que está lleno de champiñones o setas, que son las formaciones rocosas que tienen forma de, precisamente, eso. Aquí ya empezamos a ver más gente y es que había avanzado el día y habían llegado más turistas, grupos enteros con los guías blandiendo banderines, sobre todo chinos y coreanos. A medida que se llenaba de gente oíamos más los silbatos de los guardias porque la gente tiene la costumbre de cruzar la línea roja, en esta zona hay también formaciones como el helado, las vasijas o las casas tunecinas. Tras verlo todo nos dirigimos a la salida donde nos encontramos con la piedra del tigre, que estaba acosada de turistas haciéndose fotos, así que nos marchamos a nuestro siguiente destino. El guía tenía razón al decir que a Yeliu hay que ir a primera hora, cuando salimos el parking estaba lleno de autobuses y coches, y en el parque se veían más personas que rocas. Si vais hay que hacerlo a primera hora de la mañana, aunque cueste madrugar luego compensa. 

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Dali - Taiwan

Dali

El Camino Caoling se puede realizar desde Dali a Fulong o desde Fulong a Dali, dado que es solo un pequeño tramo el que sigue existiendo de este antiguo camino. Como en el Camino de Santiago en España lo que uno puede encontrar en estos caminos son templos, en España son ermitas e iglesias, aquí templos budistas, taoístas o una mezcla que tanto les gusta a los taiwaneses. Por ello Dali, que es el comienzo o fin del Camino Caoling (según como se decida hacer el recorrido), tiene un gran templo. Es más, si buscas información sobre la población verás que solo tiene el centro de visitantes para el Camino Caoling y su templo. El lugar es un pequeño pueblo de pescadores, con un enorme templo dedicado a la diosa Matsu y una pequeña estación de tren llena de excursionistas que han hecho o van a hacer el camino. Nosotras llegamos al templo de Dali desde el camino Caoling, lo primero que te encuentras es una fuente y una fila de piedras con flores grabadas en ellas a lo largo de un camino de piedras que te llevan hasta altos y frondosos árboles que rodean el templo. Desde la parte de arriba hay una vista espectacular del mar con la isla Tortuga al fondo y los coloridos tejados del templo. Además nosotras teníamos una enorme araña en nuestra visión que me dio un buen susto cuando se levantó el aire, se movió la tela de araña sobre la que estaba y pensaba que se me caía encima. Al final fui yo la que se cayó de culo, a lo que me di cuenta mis amigas y el guía ya había desaparecido escaleras abajo. Corrí para alcanzarlas para encontrarlas en el segundo nivel del templo dado que el templo Tiengong tiene tres niveles. En el segundo nivel es donde está la fuente de agua caliente (salía mucho humo, las carpas doradas y naranjas y la figura de un dragón colorido, entrando se puede subir y bajar a los diversos niveles, arriba del todo está la mejor vista dado que el templo se encuentra en la ladera de la montaña, junto a la carretera que está frente a la playa y el mar, y por tanto desde el nivel superior hay unos balcones con vistas de los coloridos y decorados tejados del templo y del paisaje de la costa. En el interior del templo hay diversos dioses, desde la diosa Matsu al Gran Dios. Al salir del templo se encuentra el centro de visitantes y un pabellón donde comer y una serie de puestos de comida típica. A pocos metros se encuentra la estación de tren que es un pequeño edificio cuadrado con un mapa del lugar y los caminos que hay para hacer, asientos llenos de excursionistas asiáticos y la taquilla donde compramos los billetes, desde el andén podemos disfrutar de las vistas que tiene el pueblo, tiene una playa y las vías del tren recorren la costa, a los pies de la verde montaña que con el día despejado (ya ha dejado de llover) crea una postal preciosa.

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Camino Caoling - Taiwan

Camino Caoling

Lo que tenía claro es que en Taiwán quería hacer el Camino Histórico Caoling, pero cuando busqué información al respecto (todo en blogs de viajeros en inglés porque en español no encontré información para hacerlo – solo información general-), todos indicaban que comenzar el camino es relativamente fácil, tomando un tren hasta Dali o Fulong, atravesar el templo que es el comienzo o final del camino (según cómo se mire), y seguir las indicaciones de madera que marcan el camino a seguir. El problema es que también todos indicaban que es muy fácil perderse en el final del camino porque las señalizaciones comienzan a ser más escasas y difíciles, algunos viajeros incluso acabaron terminando en un sitio que no esperaban. También me vi vídeos de youtube de viajeros haciendo el camino y efectivamente hay una zona del camino que está peor señalizada y, como todos decían, es más fácil perderse. Como la orientación no es mi fuerte, saber que podía comenzar un camino pero que no sabría si podía acabarlo sin perderme no era algo que me atrajera en mis vacaciones, así que busque en internet algún tour que hiciera el camino. Ir con un guía que lo ha hecho varias veces te asegura no perderte y poder seguir disfrutando de tus vacaciones (si viviera ahí igual me podía arriesgar, como solo iba de vacaciones prefería hacerlo sin problemas). Así que al final contraté un tour que hacía el Camino Caoling. El tour de Taiwan Adventures consistía en ir en coche hasta donde comenzaríamos el Camino Caoling, cerca de Fulong, subir al punto más alto, comer, y seguir el camino hasta llegar a Dali, donde cogeríamos el tren a Fulong y regresaríamos andando hasta donde dejamos el coche para regresar a Taipéi. Un día completo haciendo el recorrido (más comida incluida). Comenzamos puntuales pero, tal vez por ser lunes, nos encontramos con bastante tráfico por lo que llegamos más tarde de lo previsto a la zona por donde comenzaríamos el camino, en la zona de servicios del Yuangwangkeng Waterfront Park. Esta zona tiene lugares para aparcar el coche, tiendas y baños. Por aquí había varías personas que se preparaban también para caminar dado que el día estaba nublado y amenazaba con lluvia (que empezó cuando el guía nos advertía de las serpientes y avispas venenosas que hay podemos encontrar si nos salimos del camino). Nosotras nos pusimos nuestras capas de agua que nos vinieron muy bien cuando hicimos el Camino de Santiago (también en las mismas fechas) y el guía uso su paraguas. Estas es una de las primeras cosas que nos explicó el guía. Nosotras habíamos visto que la gente de ahí va con paraguas a caminar a la montaña. A nosotras no se nos pasa por la cabeza el llevar paraguas a la montaña, el andar o subir por camino de tierra con un paraguas se nos hace raro, nos pega más para la ciudad y el asfalto. El guía nos explicó que la razón por la que van por paraguas es porque es más práctico que un impermeable o una capa de agua, dado que estas no dejan pasar el agua pero tampoco transpiran y con el calor que hace en Taiwán uno suda tanto que acaba más mojado por dentro que por fuera, mientras que con el paraguas se mantiene seco por dentro y por fuera. Para mí el día no fue especialmente caluroso y lo bueno que tiene la capa de agua frente al impermeable es que es abierto y por tanto puedo transpirar pero me mantiene seca. Excepto el pelo (y es porque no llevo bien lo de los gorros) el resto me mantuve seca y libre de sudor, pero claro, ese fue mi caso, otras se pusieron pantalón impermeable y eso sí que transpira poco y el guía tiene razón, el paraguas es muy útil si el ambiente es como el de Taiwán, aunque afortunadamente con la capa de agua fui perfectamente (y me mojé mucho más en el Camino de Santiago). Así que empezamos a andar sobre las nueve y media que es justo cuando comenzó a llover, y ya hasta acabar el camino no dejó de llover. A veces llovió más y otras veces menos, pero de principio a fin de camino estuvimos bajo la lluvia. Cuando comenzamos el camino me fijé que había bastantes carteles indicando el camino y avisando de los sitios peligrosos, tal y como había leído. Nada más comenzar nos encontramos con que en un lateral del camino había una pequeña casita con comida, según nos explicó el guía esta construcción era un altar construido para los dioses menores de la montaña y por el camino podíamos encontrar algún otro altar de ese estilo. Ahí también se podía encontrar un mapa con el recorrido del camino histórico Caoling y los tiempos que costaba llegar a los diversos puntos de interés, nosotras estábamos cerca del Great Banyan Tree. El camino estaba asfaltado como una carretera y pasaba junto a varias cascadas formadas por el río que bajaba muy claro y limpio, y algunos árboles de bambú. Luego el camino continuó pasando por una zona llena de palmeras altísimas y delgadas, y árboles llenos de frutos amarillos y redondos. Al lado del río, donde había un cartel de prohibido pescar, el camino comienza a ser de piedra y estrecharse y rodearse de vegetación y un cartel en chino y en inglés avisa que no se entre durante la oscuridad. El camino por esta parte es muy bonito, con el río circulando a la derecha del camino y toda la vegetación de los árboles cubriendo ambos lados del camino, lo más difícil son las escaleras de piedra, porque por supuesto en un camino taiwanés no podían faltar las escaleras, que al parecer el concepto de cuesta no existe en este país y todo tiene que salvarse con escaleras. Durante esta parte del camino hay varios carteles informativos sobre la vegetación y flora del lugar, también hay pequeños templos del dios de la tierra, hechos de piedra, de la misma época, y encontramos también nuestras primeras arañas, son grandes como una mano y según el guía no son venenosas, pero preferimos no tocarlas. Tras una serie de escaleras de piedra llegamos a la primera de las piedras históricas. Aquí nuestro guía Neil nos contó algo sobre el Camino Histórico Caoling (草嶺古道), que es un tramo del antiguo paso que unía Danshui, al norte de Taipei, con Yilan, en la costa este de la isla. Dicho paso fue construido en piedra sobre el año 1807, durante la Dinastía Quing, y fue la manera más efectiva de circular entre las dos poblaciones durante mucho tiempo. El camino se construyó con grandes dificultades dado que la isla de Taiwán es completamente montañosa y como podíamos ver la vegetación y la inclinación del lugar supuso un esfuerzo para los que construyeron el camino y una gran mejora para el transporte de mercancías en la isla. La piedra con la que nos encontramos es el monumento de “Xiong Zhen Man Yan” (la valiente conquista contra la bruta niebla), esta piedra conserva inscripciones hechas por Liu Ming- Deng, general de la dinastía Ching y encargado de construir el camino. El día que se encontraron con una gran niebla en esta parte del camino el general quiso recordar el momento grabando esa inscripción en una gran piedra. Esta piedra se considera en Taiwán monumento histórico de tercera categoría. Continuamos el camino (bajo la lluvia, recordad que no paró de llover durante todo el camino) y a nuestro alrededor seguimos teniendo enormes árboles con largas raíces, que me recuerdan a los que vi por la selva de Malasia, y algo como pequeñas palmeras creciendo en las ramas de los árboles. Cuando el camino empieza a abrirse nos encontramos con una zona con un gran pabellón de madera para refugiarse del sol o la lluvia y comer algo, y unos baños. Nosotras seguimos el camino que deja atrás las escaleras para convertirse en un camino de losas de piedra, que si fueran amarillas serían como el Camino de baldosas amarillas de Oz, con el río en un lateral. El camino se abre y tenemos a los lados las laderas de las montañas y en el vértice de ambas se ve entre la niebla un pabellón de madera, ya no queda nada para alcanzar la zona más alta del camino. En esta parte del camino nos encontramos con la Estela Tigre, otra inscripción hechas por Liu Ming-Deng, general de la dinastía Ching, en este caso hay un cartel en inglés y en chino que lo explica (no todos los carteles informativos estaban en inglés), en este explica como el general haciendo esta parte del camino se encontró con fuertes vientos y como el dicho chino dice “las nubes obedecen al dragón y los vientos obedecen al tigre” el general escribió tigre en la piedra para detener los vientos. También dicen que al general le encantaba escribir tigre, en esta piedra la palabra tigre es femenina mientras que en otra del generar que se conserva en un museo es masculina. Dejando atrás la piedra subimos hasta el pabellón-mirador de madera para tener las mejores vistas del camino (volvemos a las escaleras). A un lado tenemos las montañas y el camino lleno de espigas, esta es la imagen que vi cuando investigué sobre Taiwán y supe que quería hacer el Camino Caoling, y es que el camino fue llamado así porque Caoling significa colina de hierba. No tenía claro que pudiera ver las espigas que rodean esta parte del camino pero al final fue posible, y también tuvimos la bruma y niebla que cubría las colinas verdes con sus recovecos de agua que nos recordaron a los paisajes de Escocia. Estando arriba la gente se resguardaba de la lluvia bajo los techos de madera del pabellón pero nosotras preferíamos ver todo el lugar, uno de los lados ofrecía vistas del mar y la costa este de la isla. Mientras admirábamos las montañas y la costa la niebla comenzó a disiparse y conseguimos ver la isla Tortuga en el océano pacífico. La isla Tortuga se llama así porque parece una tortuga desde la lejanía, pese a la niebla y las nubes nosotras conseguimos ver el parecido: la cabeza, el caparazón y la cola. Tras disfrutar de las vistas del océano al disiparse la niebla comenzamos a bajar y seguir el camino hasta Fulong, cuando nos íbamos una mujer nos ofreció unas galletas, aunque dijimos que no gracias la mujer insistía hasta que intervino el guía, el guía nos dijo que ahí tienen la costumbre de compartir la comida. Lo cierto es que era el segundo día en Taiwán y ya habíamos comprobado que los taiwaneses son muy amables y abiertos. Como habíamos subido ahora esta parte del camino tocaba de bajada, las escaleras del camino se iban cortando a trozos debido a que por esta zona ya bajaba una carretera asfaltada, aun así en vez de seguir la carretera seguimos el camino de piedras que pasaba entre la vegetación y las ruinas de un antiguo templo, y nos paramos unos minutos en uno de los pabellones de madera para tomar una fruta. El guía Neil llevaba consigo la comida pero nosotras todavía teníamos el horario español y comer tan pronto como comen ahí se nos hacía raro, así que iba a ser una pequeña pausa, solo que cuando íbamos a salir comenzó a llover mucho más fuerte y decidimos quedarnos bajo el techo del pabellón a esperar a que la intensidad de la lluvia disminuyera, todo ello en compañía de otra araña grande. Creo que era la lluvia lo que las hizo salir porque en los otros recorridos que hicimos por Taiwán no nos encontramos tantas arañas como en este. Y lo más curioso es que todas las arañas eran diferentes. Regresamos al camino y seguimos andando hasta una zona con servicios donde los carteles estaban todos en chino (pero con dibujitos) y otra gran araña. Volvimos al camino y seguimos hasta entrar en camino de asfalto, aquí nos encontramos con un derrumbe de tierra y rocas que estaba cortando el camino y una cinta amarilla con caracteres chinos en rojo que cerraba el paso, el guía nos llevó por un lateral y conseguimos pasar y seguir el camino sin ningún incidente. Por esta parte del camino asfaltada nos encontramos varias frutas diversas (hasta de color azul) y pivotes amarillos de más zonas cortadas, así como mariposas. En teoría según el guía en esta zona se suelen ver los pájaros típicos de Taiwán que tienen un larga cola y son de color azul, pero tal vez por la lluvia no conseguimos ver ninguno por aquí y solo lo vimos al final del camino, cuando ya regresábamos en coche a Taipéi. Seguimos el camino y llegamos al templo de Dali, fin e inicio del camino. El templo de Tiengong en Dali es grande y muy colorido, el guía no comentó que ahí en Taiwán no nos van a poner impedimento en verlo y hacerle fotografías. El templo tiene varias plantas (más escaleras) pero vale la pena dar un vuelta por dentro del templo y ver las distintas y coloridas figuras y a la gente rezando. La decoración de las figuras del templo no hacen pensar que en realidad está dedicado a la diosa Matsu que, según nos explicó el guía, es la diosa de los pescadores, y Dali es un pueblo en la costa, así que tiene sentido. La historia que me contó el guía es la leyenda que dice que un padre y su hijo estaban pescando en el océano cuando hubo un tifón, la hija que estaba en casa oró para que su padre y su hermano se salvaran y tras pasar el tifón ella murió pero su padre y hermano volvieron vivos del mar por lo que ella se convirtió en una diosa adorada por los pescadores. Una de las cosas que no llegamos a descubrir es la fuente del templo que sacaba vapor. Estaba adornada por un dragón y tenía en sus aguas carpas doradas y rojas. Pero lo que nos extrañaba era que el agua estuviera tan caliente que saliera humo, sabemos que Taiwán es famoso por sus aguas termales pero por esa zona no nos sonaba que hubiera y que las carpas estuvieran tan campantes en el agua, pues tampoco. Con la duda a cuestas y tras ver el templo nos dispusimos a tener nuestra comida, paramos en un pabellón cercano donde vendían comida típica aunque comimos unos buenos sándwiches y fruta que el guía nos llevó y que dado lo raras que somos comiendo agradecimos mucho más que la comida típica. Después fuimos a coger el tren con dirección Fulong, el otro punto de comienzo del Camino Caoling. La estación de tren de Dali es pequeñita, como la de un pueblo de España, estaba llena de gente asiática pero vestida como nosotras, es decir, de treking (seguramente habían hecho algún camino de los que hay por esas montañas) y todos los carteles estaban en chino, incluso el billete era completamente ilegible para nosotras, dado que era un tren local el que nos llevaría de Dali a Fulong, pero es fácil pedir los billetes y controlar los horarios con el acceso a internet de iTaiwan (en todas las estaciones, oficinas postales, algunos centros de visitantes, etc. se encontraba la señal del wifi y cuando dejamos Taiwán la ausencia de internet la notamos). También esta estación tiene unas vistas espectaculares de la costa, con el cielo despejado y ya sin lluvia (dejó de llover al llegar al templo) el paisaje invitaba a relajarse. Pero tras bajar del tren en Fulong tuvimos que continuar con el camino, hay que tener en cuenta que nos quedaba todavía una parte del camino histórico hasta llegar al coche dado que empezamos en Waterfront Park y no en la estación de tren de Fulong (punto final o inicial del camino, según se mire). Por aquí el camino discurre por la carretera con vistas de las montañas y la costa, y una cantidad de grandes arañas. El camino discurre por antiguas granjas y aquí entramos en una zona complicada, si hubiéramos ido solas seguramente nos hubiéramos perdido, con razón decían que la parte de Dali es más sencilla que la de Fulong, y es que esta parte del camino está muy escondida y mal señalizada. El camino pasa desde una carretera asfaltada a un tramo de tierra y barro, y luego caminos de piedra en medio del bosque, atravesando selva, alguna vieja casa de campo con muchos gatos, y campos de arroz y arroyos. Debido a la intensa lluvia que habíamos tenido durante el día, el descenso por algunas de las zonas del camino fue complicado aunque lo salvamos sin problema y conseguimos llegar a la carretera donde los campos de arroz y las aves nos avisaban que ya estábamos cerca de donde dejamos el coche. En nuestro regreso en coche pudimos ver a uno de los famosos pájaros azules taiwaneses, muy bonitos, y con esto terminó un día completo y una caminata muy recomendable.

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Taipei - Taiwan

Taipei 

En Taiwán no hace falta visado como sucede con China continental, así que no tuvimos que preparar ningún trámite con anticipación. Salimos el sábado por la mañana dirección Hong Kong, donde hicimos escala. El vuelo a Hong Kong fue bien y puntual pero el vuelo de Hong Kong a Taipéi salió con retraso, aun así según mis previsiones íbamos a llegar al hotel antes de las tres, pero eso fue antes de llegar a aduanas. Nunca he tenido una fila en adunas tan larga como esta (y llevo bastantes en mi vida). Al llegar y ver tanta gente mis amigas se pusieron a la fila y yo avancé para verificar si esa fila era la correcta o no, porque había tanta gente que los carteles quedaban muy lejos. Lo que pude comprobar es que excepto ciudadanos y Australianos el resto teníamos que pasar por esas interminables filas, estuvimos una hora o así en aduanas, afortunadamente nadie nos esperaba, pero debido a este retraso cuando llegamos a Taipéi nos quedaron pocas horas de luz. La aduna fue bien, el pasaporte, las huellas, la cámara de reconocimiento facial y la pregunta de cuánto tiempo íbamos a estar en Taiwán. Tras pasar la aduana fue todo rápido y sencillo, el problema fue las largas colas de aduanas, que nos quitó tiempo paradas de pie. Lo primero que hicimos nada más recoger las maletas y salir al hall de salidas del aeropuerto de Taipéi fue activar iTaiwan, el wifi gratuito para turistas por Taiwán. Luego compramos la EasyCard, la tarjeta monedero que usaríamos para movernos por Taiwán. Ambos mostradores estaban uno al lado del otro. Después fuimos a coger el tren del aeropuerto que conecta el aeropuerto con la estación central de Taipéi. Lo pagamos con la easy card, que nos la vendieron con 450 dólares taiwaneses y que luego en uno de los 7 eleven de la estación central recargamos con otros mil dólares taiwaneses. Hay dos tipos de trenes, uno que hace varias paradas y otro que solo hace unas pocas, nosotras cogimos este último que al hacer menos paradas llega antes al centro de Taipéi. Las vistas desde el tren te muestras los alrededores de Taipéi lleno de montañas de frondosa vegetación verde y el parque metropolitano que es enorme y muy bien cuidado. En el tren lo primero que vieron mis amigas son a las taiwanesas con el rulo en el pelo, y además el rulo pasaba de persona en persona (que rule el rulo), no fue el único caso que vimos, al parecer eso de salir con los rulos en el pelo a la calle no es tan extraño. Lo primero que vi yo fue la simpatía de los taiwaneses, no tiene nada que ver con todos los chinos con los que me tropecé en mi viaje por la china continental, son como el agua y el aceite. Cuando llegamos a la última parada, la estación central de Taipéi, una chica y su novio me ayudaron con las maletas sin pedirlo, siempre con una sonrisa en la cara. Tras salir del tren y pasar la easy card buscamos la salida Z6, el motivo por el cual buscamos esa salida es porque en Taipéi nos alojamos en uno de los hoteles en los que estuvieron unos viajeros españoles, y según ellos la parada más cercana a ese hotel era la Z6, pero luego descubrimos que la mejor salida era, sin duda alguna, la K12. Lo que pasa es que la estación central de Taipéi es mega grande, es como una ciudad subterránea y pese a los planos en cada esquina es muy fácil perderse. El problema de la Z6 es que son todo escaleras manuales, larguísimas, que si llevas poco equipaje no pasa nada pero si llevas una maleta con ropa para más de tres semanas resultan un poco "mortales". Poco a poco fuimos subiendo las maletas y un taiwanes se acercó a mi amiga, que es pequeñita y ocupa menos que su maleta, para ayudarla a subir la maleta. Le dijimos que no hacía falta que nos ayuda varias veces y al final se fue, resulta que solo había salido a ayudarnos con la maleta. Fue una muestra de la simpatía taiwanesa. No buscaba quitar nada, solo iba expresamente a ayudarnos, ni siquiera le tocaba pasar por ahí, fue expresamente a ayudar. Cuando salimos a la calle nos encontramos con unas obras y un desfile o manifestación, no conseguimos descubrir qué era porque llevaban pancartas de Drácula y ese fin de semana era Hallowen, pero conociendo a estos asiáticos bien podía ser una parodia para manifestarse. Tras intentar deducir lo que veíamos decidimos ver hacía donde teníamos que ir para llegar al hotel, así que saqué el plano y mientras lo miraba se me acercaron dos personas, uno de ellos me pregunto en inglés que a dónde íbamos, me cogió el plano y cuando por fin había visto el hotel y sabía pro donde ir no conseguí que me devolviera el plano, él decía "seguidme, que yo os llevo al hotel", y no conseguí que me devolviera el plano, así que lo seguimos y nos llevó hasta el hotel y se despidió. Era la primera vez en Asia de mis amigas así que se quedaron un poco sorprendidas porque cuando te llevan hasta el hotel así pensaban que nos iban a pedir dinero o algo y el hombre en realidad solo quería llevarnos al hotel. Una muestra más de la amabilidad taiwanesa, esto fue solo el primer día pero durante el viaje tuvimos otros encuentros con taiwaneses así, que se paran a ayudarte sin que tu pidas ayuda e insisten tanto que a veces te da hasta cosa decirles que de verdad no necesitas ayuda. Por cierto, el hombre me devolvió el plano y hablando con él me comentó que era ingeniero y su mujer diplomática que había estado en Viena trabajando, y hasta nos dio su teléfono por si teníamos algún problema en Taiwan que lo llamáramos. Con tanta cola en aduanas al final llegamos al hotel pasadas las tres de la tarde, que es la hora en la que en todos los alojamientos taiwaneses puedes entrar, antes no te dejan, solo dejan dejar las maletas. Así que subimos las maletas, sacamos anti mosquitos y nos fuimos sin cambiarnos ni nada para aprovechar las pocas horas de luz. Volvimos a la estación central, que será nuestro punto neurálgico dado que Taiwan, al ser una isla repleta de montañas no tiene una comunicación por todos los lados sino que hay que pasar por Taipéi para poder ir de un lado a otro de la isla. Pero volviendo a nuestro día, en la estación buscamos la línea roja del metro para ir a la última parada: Xiangshan. El metro también lo pagamos con la Eady Card. Saliendo de esa parada te encuentras con un parque y carteles que te guían hasta el comienzo de acceso a la montaña Elefante, más concretamente giramos a la derecha y seguimos los límites del parque hasta el final. Una vez en ese punto, giramos a la izquierda, y continuando por esa calle se llega al principio del camino donde se puede ver un cartel con un elefante. Durante el camino por la montaña el Elefante aparecerá en algún lugar indicando en qué montaña bestia estamos, y es que en Taipéi hay 4 montañas que se llaman las montañas de las cuatro bestias. La montaña llamada elefante (cada una tiene el nombre de un animal; tigre, leopardo, elefante y león) es la más accesible y por tanto es el paseo dominical de foráneos y turistas. Como era domingo había mucha gente en los parques, las calles y recorriendo el camino de la montaña Elefante. La subida a la cima de la montaña Elefante ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad de Taipei pero para ello hay que estar preparado para subir muchas escaleras. Después de dos semanas por Taiwán descubrimos que las escaleras son típicas de Taiwán, si hay algún sitio de Taiwán sin escaleras eso es algo raro. Comienzas el camino y descubres al poco rato que se bifurca en dos, nosotras tomamos el camino de la derecha aunque creemos que los dos llevan a la cima. Durante la subida hay zonas para descansar y rincones desde donde se puede ver la ciudad de Taipéi y el emblemático rascacielos más famoso de la ciudad: el Taipei 101. Antes de llegar a la cima hay un par de miradores de madera con vistas fabulosas de la ciudad, sobre todo ahora que estaba cerca el atardecer. Después de una media hora de subida de escaleras llegamos a la cima, en lo alto de la cima hay unas piedras enormes con letras grabadas en ellas. Desde esas piedras se obtiene la mejor fotografía del Taipei 101, pero dado que era domingo y estaba atardeciendo había una larga cola para conseguir subirse a las rocas, así que disfrutamos de las vistas desde la base de las rocas y pasamos de hacer otra cola interminable. Antes de que anocheciera comenzamos a bajar la montaña Elefante para poder acércanos al Taipei 101, dado que queríamos ver las vistas de día y de noche. Andando desde la estación de metro es todo recto y hay poca distancia, unos 10-15 minutos. Una vez llegamos al Taipei 101 subimos a la quinta planta para comprar las entradas y subir al mirador, el problema es que como era domingo había largas colas para subir, de forma que entramos de día y cuando conseguimos subir al mirador ya era noche cerrada (no anocheciendo, sino completamente de noche). Para subir al mirador del rascacielos se usa un ascensor que a día de hoy todavía conserva el título de “el ascensor más rápido del mundo”. Cuando subes en el ascensor se apagan las luces y se ilumina el techo con imágenes de las estrellas del cielo mientras en una pantalla en la izquierda va marcando os pisos que se suben y la velocidad del ascensor. Debe ser bastante rápido porque llegamos pronto y además con los oídos taponados. El mirador es como los de otros rascacielos en el mundo, y las vistas deben ser mejores de día que de noche porque aunque todos los edificios están muy iluminados las montañas no tanto, por lo que solo se veían lucecitas y de repente rincones oscuros (suponemos que las montañas de las cuatro bestias), supongo que de día o al atardecer se tienen mejores vistas, lástima que como era domingo nos tocó hacer mucha fila para poder subir, pero al menos mismos la ciudad desde la montaña Elefante. Y lo cierto es que la vista nocturna la prefiero ver a pie de calle que desde el rascacielos, o por lo menos a las tres nos gustó mucho más los barrios de Taipéi de noche con sus iluminaciones típicas de Asia (todo carteles mega iluminados y pantallas de televisión en los edificios) y no la vista desde el mirador del 101. Tras dar una vuelta a todo el mirador subimos, dos pisos por las escaleras al mirador exterior que estaba abierto (solo lo abren cuando las condiciones climatológicas lo permiten), pero la vista del mirador exterior no aporta nada a la del interior. También hay un documental sobre el edificio en inglés en la misma planta que el mirador, pero no nos apetecía verlo porque ya notábamos el cansancio del viaje. Bajamos tres pisos para visitar la bola de acero que mantiene el edificio en pie libre de terremotos o tifones, y luego marchamos a hacer la fila de bajada en el ascensor. El domingo en Taipéi fue nuestro día de las colas, entra la aduana, la subida a la montaña Elefante, la cola para subir al mirador del Taipei 101, y la cola para bajar del mirador. Esa fue la peor de todas, es una cola horrorosa que se nos hizo eterna, y eso que el ascensor para bajar es el mismo que el de subir, es decir, el más rápido del mundo. Tras ver un poco la zona del Taipei 101 de noche, que iluminada es mucho más bonita abajo a pie de calle que desde arriba, cogimos el metro para volver al hotel porque al día siguiente tocaba salir en excursión fuera de Taipéi. El segundo día en Taipéi lo pasamos de noche (en noviembre a las cinco y media ya se hace de noche y a las seis de la tarde ya es noche cerrada por lo que nuestro horario se adaptó a que las diez de la noche fueran las doce y así a las seis de la mañana con el sol estábamos levantadas. El lunes, aprovechando que llegamos sobre las seis y pico de la tarde aprovechamos para conocer el mercado nocturno de Shilin, en Taiwán hay muchos mercados nocturnos y a los taiwaneses les encanta comer en la calle y como hacía calor (el clima no nos lo esperábamos, esperaba calor peor no tanta en el norte de la isla, pero los 21 grados de mínima en el día fueron habituales) era la excusa perfecta para estar en la calle. Pero una de mis amigas no soportaba el olor de la comida taiwanesa (y del tofu maloliente) así que este fue el primer y último mercado que visitamos, pero más o menos son todos igual. Para ir al mercado de Shilin cogimos el metro rojo y bajamos en Jian Tan. Nos encontramos con dos calles llenas de edificios iluminados con luces y pantallas y a pie de calle todo cubierto por puestos de comida, ropa, bolsos y juegos. Parece que viven diariamente en las ferias. Y hasta para comer juegan, vimos un juego que consiste en pescar langostinos vivos de unas peceras. Dan 7 cañas, consistentes en un palo con un hilo por 100NT, con lo que puedes pescar 7 langostinos. Si el hilo se rompe pierdes una posibilidad. Recorrimos ambas calles y yo acabé probando los calamares fritos ensartados que vendían y que olían de maravilla, eran muy baratos y estaban buenos, pero la salsa que le ponen no acaba de gustarme. Recorrer los mercados nocturnos de Taiwán es algo que se debe hacer, al menos uno si no te gusta jugar en las ferias o la comida taiwanesa, y si te gusta comprar, jugar en las ferias o comer marisco o comida asiática entonces deberíamos visitar todos los mercados nocturnos de Taiwán. A mí me gustó mucho pasear por ahí pero a mis amigas no tanto, y ya no repetimos más mercados, aunque tenía en mi lista visitar el mercado nocturno de Raohe. Una cosilla que no he comentado es el tema del metro, el primer día pecamos de inexpertas pero luego ya nos acostumbramos a la vida taiwanesa. Los taiwaneses como los japoneses siguen el orden con exactitud, excepto en una sitio donde creo que había mucha gente no taiwanesa en el resto de tiempo en la isla no vimos ninguna persona que no cumpliera con el orden, con esto me refiero a subir y bajar por el lado derecho de las escaleras, de forma que el lado izquierdo quedaba siempre libere para la gente que subía o bajaba corriendo con prisas. El esperar a que saliera la última persona del vagón de metro antes de entrar ellos, aunque en otros vagones ya estuviera entrando gente hasta que no salía la última persona del vagón donde estaban haciendo fila no entraba, aunque lo hacían rápido para poder entrar, hay que tener en cuenta que cogimos en el metro en Taipéi en horas puntas y es una lata de sardinas, pero la gente respeta las salidas antes de entrar, solo que luego salen y entran con rapidez. Y luego están las colas, tanto en el metro como en el tren hay marcado en el suelo donde van a parar las puertas del vagón y unas líneas laterales ambos lados para hacer fila. La gente llega y se va situando en la fila diagonal a cada lado del vagón y permanecen en orden y sin colarse hasta que llega el vagón, y cuando llega el vagón suben ordenadamente y sin colarse cada uno por su lado del vagón. Por eso digo que esperan hasta que termina de salir la persona de su lado del vagón, porque no se cambian de fila o se cuelan por delante de las salidas o las entradas de otros. En eso, aún en horas punta, en Taipéi siempre lo cumplían. Nada que ver con lo que puedes ver en otros sitios (excepto en Japón donde también vi eso) - que conste que hago referencia a verlo siempre, y no a veces-. En cambio lo de los asientos prioritarios para ancianos y mujeres embarazadas no se cumple tanto pero teniendo en cuenta que casi siempre está lleno de gente y que es muy difícil saber quién es una persona mayor (se ven todos tan parecidos) tampoco se lo voy a tomar en cuenta después de flipar con las colas en el tren y el metro, porque cuando estuve en China continental no vi eso ni de lejos, y cogí trenes y metro. El tercer día teníamos otro tour fuera de la ciudad, así que de Taipéi solo volvimos a ver la noche, este día en concreto nos dedicamos a ver la plaza donde se encuentra el Mausoleo a Chiang Kai-Shek y llegamos con la línea roja de metro, parada de Chiang Kai-Shek Memorial Hall. De noche nos gustó mucho más que de día, la plaza es enorme pero está toda sumida en la oscuridad, lo que sí está muy iluminado son la Sala de Conciertos y el Teatro Nacional. El Chiang Kai-Shek Memorial se construyó para rendir homenaje al presidente Chiang Kai Shek, el líder que proclamó la independencia de Taiwán y que lo gobernó hasta su muerte en 1975. La parada del metro nos sacó directamente junto a la sala de conciertos/auditorio, y lo que más nos impresionó fueron las dimensiones de la plaza, realmente es una plaza enorme, y creo que da más sensación de amplitud el que esté vacía, solo algo de césped pero ni árboles, ni bancos ni farolas, lo que deja una extensa explanada que al ojo da el efecto de que la plaza es enorme. Primero nos acercamos a a la sala de conciertos, que me recordó a los edificios coreanos y de la ciudad prohibida de Pekin, aunque sabía que no eran tan antiguos están construidos para llamar la atención por su inmenso tamaño y colorido. Después de acercarnos ahí fuimos andando por la plaza hasta el Memorial que domina la plaza al fondo y que era el edificio menos iluminado de todos. El Memorial es un edificio de color blanco con escaleras (ya había comentado lo habitual que son aquí las escaleras) y parte de esas escaleras estaban cerradas por obra, pero se podía subir por uno de los laterales, lo único que estábamos tan cansadas de todo el día subiendo escaleras en nuestra excursión por la costa norte de Taiwán, que lo que menos nos apetecía era subirlas. Desde abajo podíamos ver que la sala del Memorial estaba cerrada y la puerta iluminada y con eso nos bastaba, ninguna de las tres tuvo fuerzas de subir más escaleras ese día para ver de cerca una puerta cerrada. Después volvimos a tras nuestros pasos pero acercándonos al otro lado de la plaza para ver de cerca el Teatro Nacional, que a mí me gustó menos que el auditorio, tal vez porque tenía unos mega focos de luz que te dejaban ciego cuando te acercabas por lo que no se podía distinguir el diseño del edificio, que aunque del mismo estilo que el auditorio era diferente en detalles. Y entra el auditorio y el teatro, frente al Memorial pero a una larga distancia estaba la puerta de la plaza. Aunque la puerta es de color blanco con las luces que tenía era de un color amarillo, al inicio no había nadie pero al poco aparecieron un grupo de estudiantes (creemos, porque por edades nos era muy difícil deducir si eran menores o mayores). Este grupo puso a una chica y un chico al cargo, y el resto se distribuyó frente a ellos y al son de sus órdenes practicaban un baile/ desfile. No conseguimos averiguar qué estaban ensañando ni para qué pero nos entreteníamos bastante con el detalle que le ponían a la sincronización. Al final regresamos al hotel, más que nada porque al día siguiente madrugábamos y estábamos agotadas que porque hiciera mala noche, si hubiéramos estado en otras condiciones nos hubiéramos quedado sentadas en el suelo viendo los bailes de los taiwaneses. La calle donde se encontraba nuestro hotel nos atraía mucho más de noche que de día pues era de noche cuando se iluminaban los carteles y las pantallas de televisión, nuestra calle era la calle de los masajes de pies, había un montón de establecimientos de masajes de pies pegados unos a otros que cada vez que pasábamos nos ofrecían propaganda. Después de nuestro recorridos bien podríamos haber probado algún masaje en los pies pero lo cierto es que solo veíamos orientales en estos sitios y como no sabíamos cómo era eso de los pies ni se nos pasó por la cabeza probarlo, pero es cierto que vimos muchos sitios de masajes de pies (concretamente pies). Al día siguiente nos marchamos a dormir a Jeufen, así que hasta el siguiente día no volvimos a Taipéi. Y además no teníamos el día entero dado que por la tarde-noche (las seis de la tarde) tomábamos el tren a Hualien, así que lo primero que visitamos fue el Chiang Kai Shek Memorial Hall de día, porque como nos había gustado de noche no podíamos dejar de verlo de día. El lugar está situado en el centro de la ciudad y tomamos el mismo metro que por la noche. Después de unos días cálidos pero soportables este día había decidido hacer mucho calor, y como en la plaza no hay ningún sitio que te resguarde del sol abrasador, además no era un calor húmedo sino un calor intenso que dejó a mis amigas un poco sin ganas de ver el lugar. Yo en cambio me moví del auditorio al teatro nacional para ver todos los detalles de los coloridos edificios de día. Después disfrutamos de la vista de la puerta de día, que ya se veía de color blanco aunque si hacía dos noches había estado libre de obstáculos ahora lucía unas vallas en medio. Habíamos faltado un día y ya nos había puesto obstáculos a la vista. Desde la puerta caminamos hasta el memorial para, ahora sí, subir los peldaños que nos llevarían arriba del todo. La subida y bajada solo se podía hacer por un lado porque el otro seguía cortado por obras. Las mejores vistas de la plaza se obtienen desde la escalera del Memorial. El Memorial es un edificio de forma octogonal de color blanco con azulejos azules y la escalera tiene 89 peldaños que son los años que tenía Chiang Kai Shek a su muerte. Al subir las 89 escaleras se accede directamente donde está la estatua del dirigente custodiada por la guardia. La escultura es enorme de un color marrón y es más bonito el techo que la escultura en sí, aunque supongo que para los taiwaneses tienen un gran significado, los vi muy distintos en su cultura a lo que son en China continental y Hong Kong y más parecidos a los japoneses, por lo que entiendo que no se sientan muy chinos, de verdad son muy diferentes. Los guardias que hay a cada lado de la estatua son muy jovencitos y deben pasar un calor horroroso, nosotras lo pasábamos y no llevábamos tanta ropa (y eso que tienen unos pequeños ventiladores a su espalda), suelen estar quietos y cuando se mueven lo hacen muy lentamente, luego tienen a uno trajeado a sus espaldas que está ahí para susurrar con ellos si está todo bien o mal y recolocarles la ropa si se les ha movido. Como faltaba poco para la hora en punto nos quedamos esperando el cambio de turno de guardia. Durante el cambio de guardia se mueven con una coreografía de movimientos lentos, como cuando mueven las piernas o el brazo mientras guardan la estatua del dirigente. Cuando acaba el cambio de guardia otros trajeados y otros soldados se quedan en el lugar, en nuestro caso el soldado que le tocó hacer guardia le debía picar la nariz porque le susurro algo al trajeado (no entendemos el chino que hablan en Taiwán pero aunque lo entendiéramos no se oía nada) y el otro se echó a reír bajito y le rascó la nariz. Desde aquí se puede bajar al tercer piso o al primero por ascensor para así visitar lo que era el despacho de Chiang Kai Shek, pero nosotras, con tanta gente como había, no lo hicimos sino que bajamos por las escaleras y cogimos el metro para ir al barrio de Ximen (Ximending). En esta zona las calles son peatonales y están las tiendas de marca, quería haber venido de noche porque parece que estés en el barrio de Shibuya en Tokio, pero al final un resfriado me lo impidió. Como no nos van nada las compras (somos viajeras atípicas, ni comida ni compras cuando viajamos) nuestro recorrido por el barrio iba destinado a la visita cultural. Empezamos por la Casa Roja que está al lado de la estación de metro. Esta casa de color rojo es de ladrillos y aspecto octogonal, dentro hay una serie de tiendas y un aire acondicionado muy fuerte (como todo el aire acondicionado que ponen en Taiwán) pero que nos supo a gloria por el calor que hacía fuera. Hay un cartel, como en todos los sitios históricos, que cuenta la historia del edificio, que originalmente era un mercado. Aquí cerca había un templo que no encontramos pero continuamos nuestro camino por unas calles muy taiwanesas que consisten en que la acera está techada (magnifico para evitar la lluvia o el intenso sol) y están ocupadas o invadidas por los comercios (ya sean tiendas o restaurantes). Y en los laterales de las aceras un sinfín de motocicletas aparcadas. Los taiwaneses se mueven mucho en moto porque es la forma más rápida, en las próximas entradas ya os contaré todas las curiosidades que vimos, el caso es que al final el único hueco para que el peatón camine es la carretera junto a los coches y las motos aparcadas. Aún así es muy difícil tener un accidente porque al parecer están acostumbrados a tener que caminar por la carretera y los coches y motos saben convivir con ello. Seguimos por la calle hasta llegar al templo de budista Qingshui, ocupaba toda una explanada grande y tenía afluencia de gente, pero a estas alturas ya habíamos visto templos budistas y no nos acercamos para verlo de cerca y nos quedamos con su exterior. Aquí descansamos a la sombra en una placita antes de coger la calle que nos llevaría a nuestros próximos puntos turísticos. Tras el descanso (hacía bastante calor) fuimos caminando por el lateral izquierdo de la calle hasta llegar al templo taoísta Banka Quinshan, la calle no tiene nada en especial y el templo está en un rincón muy pequeño. Al igual que pasa en otros templos de Taiwán no solo se venera al Rey Qingshan sino a un montón de dioses. Además aquí vimos que les encanta mezclar dioses taoistas con budistas y todo dios que puedan meter. Este templo no le gustó mucho a una de mis amigas porque los taoístas tienen unas figuras de gran cabeza (como si fueran cabezudos) y aspecto furioso, así que dan un poco de miedo. Aun así es recomendable visitarlo para ver un tipo de templo diferente. En Taiwán cada templo es distinto y no puedes decir que visto uno vistos todos porque, aunque por fuera lo parezca, no es así. Siguiendo por la misma calle llegamos a unas puertas chinas que nos indican el inicio del mercado nocturno de Huaxi. Como es de día la mayoría de los comercios están cerrados y solo vemos abiertos algunos rincones de comida y los sitios de masaje. Lo bueno del mercado es que tiene techo que protege del intenso sol. Tras pasa un par de puertas chinas salimos del mercado para llegar al templo Longshan. Este es el templo más importante de Taipéi, es de 1738 y se ha tenido que reconstruir dos veces debido a los tifones pero siempre conservando el aspecto original. El lugar es bastante grande y estaba lleno de turistas y de creyentes que conviven en armonía porque cada uno va a lo suyo. Nada más entrar a la derecha está la cascada Jingxin y en el centro el templo. La cascada de agua refresca el ambiente, que como decía, hacía mucho calor. Entrando por la derecha acabas llegando al patio principal que está lleno de mesas con comida y la entrada con un altar con alguno de sus dioses. Está lleno de fieles que vienen a hacer sus oraciones y presentan la comida a los dioses, había mucho incienso y el templo era muy grande pero lo que más nos llamaba la atención eran los files. La duda que nos quedaba es que hacían luego los del templo con toda esa comida, porque el templo estaba lleno de comida. Al salir del templo buscamos un sitio para comer pero como son tan especiales con la comida acabamos entrando en un 7-11 a comprar cualquier cosa comestible y nos paramos a a comer algo en el parque junto a una pareja de japoneses y todo un grupo de vagabundos. Es lo que tiene ser tan raras comiendo, al final acabamos con unas patatas fritas en un parque de vagabundos taiwaneses frente al templo de Longshan, eso sí, entretenimiento tuvimos un rato. Tras la comida regresamos al hotel a recoger nuestras maletas para coger el tren a Hualien. Los siguientes días nos fuimos moviendo por la isla, así que no regresamos a Taipéi más que para pasar por su estación de paso para coger otro tren (por lo de las comunicaciones que había dicho). Curiosamente las veces que fuimos a la estación central de paso siempre nos encontrábamos con grupos de mujeres musulmanas, eso sí, aunque tapadas de pies a cabeza iban todas monísimas y a la última moda, vamos, que se notaba su poder adquisitivo. Como sabéis siempre os cuento sobre el lugar aunque haya estado en distintos días, así que puede que tanto cambio de día os confunda, pero no voy a cambiar la rutina de la entrada habitual. Igual más adelante hago un segundo diario marcado por días en vez de por lugares, tal y como hice con Japón, Corea del Sur o Singapur, pero por ahora esta es la entrada habitual. Como decía nos despedimos de Taipéi y regresamos hacia el final del viaje para visitar el Museo Palacio Nacional de Taipéi y tomar el teleférico de Zhinan, así como para ir a las aguas termales de Beitou (que tendrán su entrada a parte, porque usamos el metro de Taipéi pero no lo voy a considerar como Taipéi). Nuestro último día en Taipéi antes de coger el vuelo a las 12 de la noche consistió en visitar el Museo palacio Nacional, donde ya había comprado las entradas por internet para evitar colas dado que era domingo, y los domingos ya habíamos comprobado que Taipéi se llena de gente (aún más de la que normalmente tiene). Para ir al museo hay que tomar el metro hasta la parada de Shilin y luego caminar recto hasta la primera parada de autobús, hay varios carteles en inglés que indican que autobuses llevan al Museo Palacio Nacional, nosotras cogimos el R30 porque tenía marcado que era el bus que tenía su última parada en el Museo Palacio Nacional, esto era para evitar bajarnos en una parada equivocada o no darnos cuenta de la parada hasta verla pasar de largo. El bus urbano también lo pagamos con la Easy Card, aunque no teníamos claro si como en el tren y el metro había que pasarla dos veces (al entrar y al salir) o solo una, así que hicimos lo que vimos y marcamos al subir. Al llegar al museo tuvimos una pequeña confusión, y es que una pareja había subido y preguntado al conductor algo (en chino) y les abrió la puerta en la explanada de acceso a las escaleras del museo (sí, es raro, ¿escaleras en Taiwán? – es ironía-), así que pensamos que la parada era ahí pero todos los gritaron e hicieron aspavientos de que no bajáramos así que nos quedamos dentro del autobús sin saber que pasaba hasta que vimos que el bus subía una cuesta rodeada de jardines y paraba a mitad de camino del museo y abría sus puestas (por lo que nos evitábamos subir muchas escaleras, lo que se agradece). Al parecer la parada de salida y comienzo de la línea era ahí y no abajo del todo. Tras bajar del autobús entramos al museo y pasamos la entrada con rapidez. Dentro había un montón de excursiones escolares con sus uniformes, pero apenas gente en comparación con la que nos encontraríamos una hora más tarde. El museo tiene tres plantas y no sabía por cual empezar, así que subimos a la planta superior y de ahí fuimos bajando. En la planta superior estaban los adornos y figuras de jade que son muy famosos como la berza con insecto de jade (un símbolo de fertilidad de la época de la Dinastía Qing) o el trozo de carne, también hecho en jade. Nosotras el de la berza solo vimos imágenes porque había otra figura en su lugar, pero el trozo de carne si lo vimos, claramente era un trozo de carne, y porque lo decían en el museo, pero nunca hubiera imaginado que estaba hecho de jade. Hay que ver la cantidad de riqueza que tienen en jade y porcelana en ese museo. Nosotras disfrutamos mucho de los museos, pero a medida que íbamos bajando plantas más y más gente iba llenando el museo: grupos de turistas, gente por libre, excursiones escolares, ningún museo que hubiéramos visitado había tenido tal conglomeración de gente. Así que al final salimos rápido del museo (casi tres horas estuvimos dentro) y al salir un grupo de estudiantes que iban disfrazados de personas de la historia de Taiwán pidieron hacerse una foto con nosotras y subirla a Instagram, por si no lo había comentado no había mucho turista occidental, pero es que español en Taiwán solo lo oímos en Hualien y de un argentino, así que éramos “bichos raros” para ellos. Después del museo tomamos el bus de regreso a la estación de metro, el R30 que conocíamos y que se cogía en el mismo museo. Hay carteles que de vez en cuando, además de en chino, también sale la parada en inglés pero no siempre, por lo que es más fácil saber dónde bajar por conocer el recorrido que por enterarse de las paradas. Tras bajar del autobús es muy fácil ver el camino hasta el metro, donde tomamos la línea que lleva hasta el Zoo de Taipéi. Una vez ahí hay carteles que te indican el camino a seguir si quieres salir dirección al teleférico (Maokong Gondola). Al salir vas por una calle llena de huellas de animales en la acera nos llevaron a la góndola, que no es otra cosa que un teleférico que sube a las montañas Zhishan. Al llegar había una gran fila para subir debido a que era domingo, pero hacía mucho calor y se estaba a la sombra, así que no nos importó hacer fila. Mientras esperábamos vimos que muchos tipos de camiseta morada se acercaban a los chinos y les decían algo, tras lo cual algunos hacían fila al teleférico y otros se veían más adelante. Al subir al teleférico pude ver que eran taxistas y seguramente convencían a la gente de que para evitarse colas subieran en taxi y luego bajaran en teleférico si querían. Y así conseguían clientes. Nosotras teníamos claro que queríamos ir en teleférico, es cómodo y además había unas increíbles vistas. El acceso lo pagamos con la Eady Card, esa tarjeta sirve para todo. Cogimos una cabina de cristal, que al contrario de las cabinas normales tienen el suelo de cristal por lo que es más fácil ver la altura que hay hasta el suelo y todo lo que hay bajo tus pies. El trayecto vale la pena, tiene cuatro paradas y nosotras fuimos directa a la última porque no teníamos intención de andar más. Mientras vas subiendo con el telesferico tienes unas vistas impresionantes de las afueras de Taipei, de las montañas, del Taipei 101 y cerca de la tercera parada puedes ver el Templo Zhinan, con su cúpula en forma de corona llena de arcos, y la vegetación que rodea toda la montaña. Había tan increíbles vistas que no sabíamos si mirar hacia un lado o hacia otro, nos faltaban ojos para disfrutar de tanta vista. Un recorrido de lo más recomendable. Cuando llegamos arriba del todo vimos que había mucha gente; comiendo, paseando, cantando, y todo tipo de actividades para un domingo por la tarde. Nosotras compramos algo de comida y nos sentamos en unos bancos a comer. Tras comer volvimos a hacer una larga fila para bajar en teleférico, pero con las vistas que había era recomendable repetir recorrido en teleférico a bajar en taxi. Tomamos de nuevo las cabinas de cristal para poder ver todo desde la derecha, izquierda, frente, atrás y debajo de nuestros pies. Una vez abajo caminamos hacia el metro para regresar al hotel. Yo en concreto iba directa a descansar en el sofá del hall hasta que fuera la hora de tomar el tren al aeropuerto. Como estaba acatarrada debido a que cogí frío en el metro después de llevar los pies mojados durante todo el trayecto de Beitou a la Estación central de Taipéi, no me encontraba en condiciones de hacer más recorrido por Taipéi, por eso hay lugares que comentaba que de noche quería haberlos hecho y luego no los hice. Mientras yo estaba en el hotel soportando mi catarro mis amigas se fueron a ver el cruce de la Estación central para entretenerse. No lo he comentado antes pero como estábamos tan cerca de la estación y era nuestro centro neurálgico todas las veces que pasábamos veíamos cómo funcionaba el tráfico, que ahí es algo muy curioso. Resulta que de día puedes cruzar con los semáforos sin problema pero de noche hay un policía en cada semáforo con un chaleco reflectante y un palito reflectante y en vez de seguir la luz del semáforo es necesario seguir la instrucciones de la policía que es quien deja pasar el tráfico o que lo para para que los peatones crucen. El por qué pasa esto no lo sabemos pero pasa en todas las ciudades de Taiwán donde estuvimos. Y cuidado con no hace caso a los policías con el palito de luz, porque ellos son los que pueden parar el tráfico o echarle la bronca por cruzar cuando ellos no te dejan. Y creo que ya no tengo nada más que contar de Taipéi, al final fueron tres días y tres noches en Taipéi, solo que redistribuidas según mejor nos venía para nuestro itinerario.

Visita: Noviembre 2018

Mis imágenes: Album Taiwan- Facebook + Instagram (todavía no están todas las fotografías de Taipei)

Información para viajar: Pendiente (a parte de lo comentado en la entrada en un futuro colgaré la información para moverse- en otra entrada-)

Presentación

Curriculum Viajero - Presentación