Taipei
En Taiwán no hace falta visado como sucede con China continental, así que no tuvimos que preparar ningún trámite con anticipación. Salimos el sábado por la mañana dirección Hong Kong, donde hicimos escala. El vuelo a Hong Kong fue bien y puntual pero el vuelo de Hong Kong a Taipéi salió con retraso, aun así según mis previsiones íbamos a llegar al hotel antes de las tres, pero eso fue antes de llegar a aduanas. Nunca he tenido una fila en adunas tan larga como esta (y llevo bastantes en mi vida). Al llegar y ver tanta gente mis amigas se pusieron a la fila y yo avancé para verificar si esa fila era la correcta o no, porque había tanta gente que los carteles quedaban muy lejos. Lo que pude comprobar es que excepto ciudadanos y Australianos el resto teníamos que pasar por esas interminables filas, estuvimos una hora o así en aduanas, afortunadamente nadie nos esperaba, pero debido a este retraso cuando llegamos a Taipéi nos quedaron pocas horas de luz. La aduna fue bien, el pasaporte, las huellas, la cámara de reconocimiento facial y la pregunta de cuánto tiempo íbamos a estar en Taiwán. Tras pasar la aduana fue todo rápido y sencillo, el problema fue las largas colas de aduanas, que nos quitó tiempo paradas de pie. Lo primero que hicimos nada más recoger las maletas y salir al hall de salidas del aeropuerto de Taipéi fue activar iTaiwan, el wifi gratuito para turistas por Taiwán. Luego compramos la EasyCard, la tarjeta monedero que usaríamos para movernos por Taiwán. Ambos mostradores estaban uno al lado del otro. Después fuimos a coger el tren del aeropuerto que conecta el aeropuerto con la estación central de Taipéi. Lo pagamos con la easy card, que nos la vendieron con 450 dólares taiwaneses y que luego en uno de los 7 eleven de la estación central recargamos con otros mil dólares taiwaneses. Hay dos tipos de trenes, uno que hace varias paradas y otro que solo hace unas pocas, nosotras cogimos este último que al hacer menos paradas llega antes al centro de Taipéi. Las vistas desde el tren te muestras los alrededores de Taipéi lleno de montañas de frondosa vegetación verde y el parque metropolitano que es enorme y muy bien cuidado. En el tren lo primero que vieron mis amigas son a las taiwanesas con el rulo en el pelo, y además el rulo pasaba de persona en persona (que rule el rulo), no fue el único caso que vimos, al parecer eso de salir con los rulos en el pelo a la calle no es tan extraño. Lo primero que vi yo fue la simpatía de los taiwaneses, no tiene nada que ver con todos los chinos con los que me tropecé en mi viaje por la china continental, son como el agua y el aceite. Cuando llegamos a la última parada, la estación central de Taipéi, una chica y su novio me ayudaron con las maletas sin pedirlo, siempre con una sonrisa en la cara. Tras salir del tren y pasar la easy card buscamos la salida Z6, el motivo por el cual buscamos esa salida es porque en Taipéi nos alojamos en uno de los hoteles en los que estuvieron unos viajeros españoles, y según ellos la parada más cercana a ese hotel era la Z6, pero luego descubrimos que la mejor salida era, sin duda alguna, la K12. Lo que pasa es que la estación central de Taipéi es mega grande, es como una ciudad subterránea y pese a los planos en cada esquina es muy fácil perderse. El problema de la Z6 es que son todo escaleras manuales, larguísimas, que si llevas poco equipaje no pasa nada pero si llevas una maleta con ropa para más de tres semanas resultan un poco "mortales". Poco a poco fuimos subiendo las maletas y un taiwanes se acercó a mi amiga, que es pequeñita y ocupa menos que su maleta, para ayudarla a subir la maleta. Le dijimos que no hacía falta que nos ayuda varias veces y al final se fue, resulta que solo había salido a ayudarnos con la maleta. Fue una muestra de la simpatía taiwanesa. No buscaba quitar nada, solo iba expresamente a ayudarnos, ni siquiera le tocaba pasar por ahí, fue expresamente a ayudar. Cuando salimos a la calle nos encontramos con unas obras y un desfile o manifestación, no conseguimos descubrir qué era porque llevaban pancartas de Drácula y ese fin de semana era Hallowen, pero conociendo a estos asiáticos bien podía ser una parodia para manifestarse. Tras intentar deducir lo que veíamos decidimos ver hacía donde teníamos que ir para llegar al hotel, así que saqué el plano y mientras lo miraba se me acercaron dos personas, uno de ellos me pregunto en inglés que a dónde íbamos, me cogió el plano y cuando por fin había visto el hotel y sabía pro donde ir no conseguí que me devolviera el plano, él decía "seguidme, que yo os llevo al hotel", y no conseguí que me devolviera el plano, así que lo seguimos y nos llevó hasta el hotel y se despidió. Era la primera vez en Asia de mis amigas así que se quedaron un poco sorprendidas porque cuando te llevan hasta el hotel así pensaban que nos iban a pedir dinero o algo y el hombre en realidad solo quería llevarnos al hotel. Una muestra más de la amabilidad taiwanesa, esto fue solo el primer día pero durante el viaje tuvimos otros encuentros con taiwaneses así, que se paran a ayudarte sin que tu pidas ayuda e insisten tanto que a veces te da hasta cosa decirles que de verdad no necesitas ayuda. Por cierto, el hombre me devolvió el plano y hablando con él me comentó que era ingeniero y su mujer diplomática que había estado en Viena trabajando, y hasta nos dio su teléfono por si teníamos algún problema en Taiwan que lo llamáramos. Con tanta cola en aduanas al final llegamos al hotel pasadas las tres de la tarde, que es la hora en la que en todos los alojamientos taiwaneses puedes entrar, antes no te dejan, solo dejan dejar las maletas. Así que subimos las maletas, sacamos anti mosquitos y nos fuimos sin cambiarnos ni nada para aprovechar las pocas horas de luz. Volvimos a la estación central, que será nuestro punto neurálgico dado que Taiwan, al ser una isla repleta de montañas no tiene una comunicación por todos los lados sino que hay que pasar por Taipéi para poder ir de un lado a otro de la isla. Pero volviendo a nuestro día, en la estación buscamos la línea roja del metro para ir a la última parada: Xiangshan. El metro también lo pagamos con la Eady Card. Saliendo de esa parada te encuentras con un parque y carteles que te guían hasta el comienzo de acceso a la montaña Elefante, más concretamente giramos a la derecha y seguimos los límites del parque hasta el final. Una vez en ese punto, giramos a la izquierda, y continuando por esa calle se llega al principio del camino donde se puede ver un cartel con un elefante. Durante el camino por la montaña el Elefante aparecerá en algún lugar indicando en qué montaña bestia estamos, y es que en Taipéi hay 4 montañas que se llaman las montañas de las cuatro bestias. La montaña llamada elefante (cada una tiene el nombre de un animal; tigre, leopardo, elefante y león) es la más accesible y por tanto es el paseo dominical de foráneos y turistas. Como era domingo había mucha gente en los parques, las calles y recorriendo el camino de la montaña Elefante. La subida a la cima de la montaña Elefante ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad de Taipei pero para ello hay que estar preparado para subir muchas escaleras. Después de dos semanas por Taiwán descubrimos que las escaleras son típicas de Taiwán, si hay algún sitio de Taiwán sin escaleras eso es algo raro. Comienzas el camino y descubres al poco rato que se bifurca en dos, nosotras tomamos el camino de la derecha aunque creemos que los dos llevan a la cima. Durante la subida hay zonas para descansar y rincones desde donde se puede ver la ciudad de Taipéi y el emblemático rascacielos más famoso de la ciudad: el Taipei 101. Antes de llegar a la cima hay un par de miradores de madera con vistas fabulosas de la ciudad, sobre todo ahora que estaba cerca el atardecer. Después de una media hora de subida de escaleras llegamos a la cima, en lo alto de la cima hay unas piedras enormes con letras grabadas en ellas. Desde esas piedras se obtiene la mejor fotografía del Taipei 101, pero dado que era domingo y estaba atardeciendo había una larga cola para conseguir subirse a las rocas, así que disfrutamos de las vistas desde la base de las rocas y pasamos de hacer otra cola interminable. Antes de que anocheciera comenzamos a bajar la montaña Elefante para poder acércanos al Taipei 101, dado que queríamos ver las vistas de día y de noche. Andando desde la estación de metro es todo recto y hay poca distancia, unos 10-15 minutos. Una vez llegamos al Taipei 101 subimos a la quinta planta para comprar las entradas y subir al mirador, el problema es que como era domingo había largas colas para subir, de forma que entramos de día y cuando conseguimos subir al mirador ya era noche cerrada (no anocheciendo, sino completamente de noche). Para subir al mirador del rascacielos se usa un ascensor que a día de hoy todavía conserva el título de “el ascensor más rápido del mundo”. Cuando subes en el ascensor se apagan las luces y se ilumina el techo con imágenes de las estrellas del cielo mientras en una pantalla en la izquierda va marcando os pisos que se suben y la velocidad del ascensor. Debe ser bastante rápido porque llegamos pronto y además con los oídos taponados. El mirador es como los de otros rascacielos en el mundo, y las vistas deben ser mejores de día que de noche porque aunque todos los edificios están muy iluminados las montañas no tanto, por lo que solo se veían lucecitas y de repente rincones oscuros (suponemos que las montañas de las cuatro bestias), supongo que de día o al atardecer se tienen mejores vistas, lástima que como era domingo nos tocó hacer mucha fila para poder subir, pero al menos mismos la ciudad desde la montaña Elefante. Y lo cierto es que la vista nocturna la prefiero ver a pie de calle que desde el rascacielos, o por lo menos a las tres nos gustó mucho más los barrios de Taipéi de noche con sus iluminaciones típicas de Asia (todo carteles mega iluminados y pantallas de televisión en los edificios) y no la vista desde el mirador del 101. Tras dar una vuelta a todo el mirador subimos, dos pisos por las escaleras al mirador exterior que estaba abierto (solo lo abren cuando las condiciones climatológicas lo permiten), pero la vista del mirador exterior no aporta nada a la del interior. También hay un documental sobre el edificio en inglés en la misma planta que el mirador, pero no nos apetecía verlo porque ya notábamos el cansancio del viaje. Bajamos tres pisos para visitar la bola de acero que mantiene el edificio en pie libre de terremotos o tifones, y luego marchamos a hacer la fila de bajada en el ascensor. El domingo en Taipéi fue nuestro día de las colas, entra la aduana, la subida a la montaña Elefante, la cola para subir al mirador del Taipei 101, y la cola para bajar del mirador. Esa fue la peor de todas, es una cola horrorosa que se nos hizo eterna, y eso que el ascensor para bajar es el mismo que el de subir, es decir, el más rápido del mundo. Tras ver un poco la zona del Taipei 101 de noche, que iluminada es mucho más bonita abajo a pie de calle que desde arriba, cogimos el metro para volver al hotel porque al día siguiente tocaba salir en excursión fuera de Taipéi. El segundo día en Taipéi lo pasamos de noche (en noviembre a las cinco y media ya se hace de noche y a las seis de la tarde ya es noche cerrada por lo que nuestro horario se adaptó a que las diez de la noche fueran las doce y así a las seis de la mañana con el sol estábamos levantadas. El lunes, aprovechando que llegamos sobre las seis y pico de la tarde aprovechamos para conocer el mercado nocturno de Shilin, en Taiwán hay muchos mercados nocturnos y a los taiwaneses les encanta comer en la calle y como hacía calor (el clima no nos lo esperábamos, esperaba calor peor no tanta en el norte de la isla, pero los 21 grados de mínima en el día fueron habituales) era la excusa perfecta para estar en la calle. Pero una de mis amigas no soportaba el olor de la comida taiwanesa (y del tofu maloliente) así que este fue el primer y último mercado que visitamos, pero más o menos son todos igual. Para ir al mercado de Shilin cogimos el metro rojo y bajamos en Jian Tan. Nos encontramos con dos calles llenas de edificios iluminados con luces y pantallas y a pie de calle todo cubierto por puestos de comida, ropa, bolsos y juegos. Parece que viven diariamente en las ferias. Y hasta para comer juegan, vimos un juego que consiste en pescar langostinos vivos de unas peceras. Dan 7 cañas, consistentes en un palo con un hilo por 100NT, con lo que puedes pescar 7 langostinos. Si el hilo se rompe pierdes una posibilidad. Recorrimos ambas calles y yo acabé probando los calamares fritos ensartados que vendían y que olían de maravilla, eran muy baratos y estaban buenos, pero la salsa que le ponen no acaba de gustarme. Recorrer los mercados nocturnos de Taiwán es algo que se debe hacer, al menos uno si no te gusta jugar en las ferias o la comida taiwanesa, y si te gusta comprar, jugar en las ferias o comer marisco o comida asiática entonces deberíamos visitar todos los mercados nocturnos de Taiwán. A mí me gustó mucho pasear por ahí pero a mis amigas no tanto, y ya no repetimos más mercados, aunque tenía en mi lista visitar el mercado nocturno de Raohe. Una cosilla que no he comentado es el tema del metro, el primer día pecamos de inexpertas pero luego ya nos acostumbramos a la vida taiwanesa. Los taiwaneses como los japoneses siguen el orden con exactitud, excepto en una sitio donde creo que había mucha gente no taiwanesa en el resto de tiempo en la isla no vimos ninguna persona que no cumpliera con el orden, con esto me refiero a subir y bajar por el lado derecho de las escaleras, de forma que el lado izquierdo quedaba siempre libere para la gente que subía o bajaba corriendo con prisas. El esperar a que saliera la última persona del vagón de metro antes de entrar ellos, aunque en otros vagones ya estuviera entrando gente hasta que no salía la última persona del vagón donde estaban haciendo fila no entraba, aunque lo hacían rápido para poder entrar, hay que tener en cuenta que cogimos en el metro en Taipéi en horas puntas y es una lata de sardinas, pero la gente respeta las salidas antes de entrar, solo que luego salen y entran con rapidez. Y luego están las colas, tanto en el metro como en el tren hay marcado en el suelo donde van a parar las puertas del vagón y unas líneas laterales ambos lados para hacer fila. La gente llega y se va situando en la fila diagonal a cada lado del vagón y permanecen en orden y sin colarse hasta que llega el vagón, y cuando llega el vagón suben ordenadamente y sin colarse cada uno por su lado del vagón. Por eso digo que esperan hasta que termina de salir la persona de su lado del vagón, porque no se cambian de fila o se cuelan por delante de las salidas o las entradas de otros. En eso, aún en horas punta, en Taipéi siempre lo cumplían. Nada que ver con lo que puedes ver en otros sitios (excepto en Japón donde también vi eso) - que conste que hago referencia a verlo siempre, y no a veces-. En cambio lo de los asientos prioritarios para ancianos y mujeres embarazadas no se cumple tanto pero teniendo en cuenta que casi siempre está lleno de gente y que es muy difícil saber quién es una persona mayor (se ven todos tan parecidos) tampoco se lo voy a tomar en cuenta después de flipar con las colas en el tren y el metro, porque cuando estuve en China continental no vi eso ni de lejos, y cogí trenes y metro. El tercer día teníamos otro tour fuera de la ciudad, así que de Taipéi solo volvimos a ver la noche, este día en concreto nos dedicamos a ver la plaza donde se encuentra el Mausoleo a Chiang Kai-Shek y llegamos con la línea roja de metro, parada de Chiang Kai-Shek Memorial Hall. De noche nos gustó mucho más que de día, la plaza es enorme pero está toda sumida en la oscuridad, lo que sí está muy iluminado son la Sala de Conciertos y el Teatro Nacional. El Chiang Kai-Shek Memorial se construyó para rendir homenaje al presidente Chiang Kai Shek, el líder que proclamó la independencia de Taiwán y que lo gobernó hasta su muerte en 1975. La parada del metro nos sacó directamente junto a la sala de conciertos/auditorio, y lo que más nos impresionó fueron las dimensiones de la plaza, realmente es una plaza enorme, y creo que da más sensación de amplitud el que esté vacía, solo algo de césped pero ni árboles, ni bancos ni farolas, lo que deja una extensa explanada que al ojo da el efecto de que la plaza es enorme. Primero nos acercamos a a la sala de conciertos, que me recordó a los edificios coreanos y de la ciudad prohibida de Pekin, aunque sabía que no eran tan antiguos están construidos para llamar la atención por su inmenso tamaño y colorido. Después de acercarnos ahí fuimos andando por la plaza hasta el Memorial que domina la plaza al fondo y que era el edificio menos iluminado de todos. El Memorial es un edificio de color blanco con escaleras (ya había comentado lo habitual que son aquí las escaleras) y parte de esas escaleras estaban cerradas por obra, pero se podía subir por uno de los laterales, lo único que estábamos tan cansadas de todo el día subiendo escaleras en nuestra excursión por la costa norte de Taiwán, que lo que menos nos apetecía era subirlas. Desde abajo podíamos ver que la sala del Memorial estaba cerrada y la puerta iluminada y con eso nos bastaba, ninguna de las tres tuvo fuerzas de subir más escaleras ese día para ver de cerca una puerta cerrada. Después volvimos a tras nuestros pasos pero acercándonos al otro lado de la plaza para ver de cerca el Teatro Nacional, que a mí me gustó menos que el auditorio, tal vez porque tenía unos mega focos de luz que te dejaban ciego cuando te acercabas por lo que no se podía distinguir el diseño del edificio, que aunque del mismo estilo que el auditorio era diferente en detalles. Y entra el auditorio y el teatro, frente al Memorial pero a una larga distancia estaba la puerta de la plaza. Aunque la puerta es de color blanco con las luces que tenía era de un color amarillo, al inicio no había nadie pero al poco aparecieron un grupo de estudiantes (creemos, porque por edades nos era muy difícil deducir si eran menores o mayores). Este grupo puso a una chica y un chico al cargo, y el resto se distribuyó frente a ellos y al son de sus órdenes practicaban un baile/ desfile. No conseguimos averiguar qué estaban ensañando ni para qué pero nos entreteníamos bastante con el detalle que le ponían a la sincronización. Al final regresamos al hotel, más que nada porque al día siguiente madrugábamos y estábamos agotadas que porque hiciera mala noche, si hubiéramos estado en otras condiciones nos hubiéramos quedado sentadas en el suelo viendo los bailes de los taiwaneses. La calle donde se encontraba nuestro hotel nos atraía mucho más de noche que de día pues era de noche cuando se iluminaban los carteles y las pantallas de televisión, nuestra calle era la calle de los masajes de pies, había un montón de establecimientos de masajes de pies pegados unos a otros que cada vez que pasábamos nos ofrecían propaganda. Después de nuestro recorridos bien podríamos haber probado algún masaje en los pies pero lo cierto es que solo veíamos orientales en estos sitios y como no sabíamos cómo era eso de los pies ni se nos pasó por la cabeza probarlo, pero es cierto que vimos muchos sitios de masajes de pies (concretamente pies). Al día siguiente nos marchamos a dormir a Jeufen, así que hasta el siguiente día no volvimos a Taipéi. Y además no teníamos el día entero dado que por la tarde-noche (las seis de la tarde) tomábamos el tren a Hualien, así que lo primero que visitamos fue el Chiang Kai Shek Memorial Hall de día, porque como nos había gustado de noche no podíamos dejar de verlo de día. El lugar está situado en el centro de la ciudad y tomamos el mismo metro que por la noche. Después de unos días cálidos pero soportables este día había decidido hacer mucho calor, y como en la plaza no hay ningún sitio que te resguarde del sol abrasador, además no era un calor húmedo sino un calor intenso que dejó a mis amigas un poco sin ganas de ver el lugar. Yo en cambio me moví del auditorio al teatro nacional para ver todos los detalles de los coloridos edificios de día. Después disfrutamos de la vista de la puerta de día, que ya se veía de color blanco aunque si hacía dos noches había estado libre de obstáculos ahora lucía unas vallas en medio. Habíamos faltado un día y ya nos había puesto obstáculos a la vista. Desde la puerta caminamos hasta el memorial para, ahora sí, subir los peldaños que nos llevarían arriba del todo. La subida y bajada solo se podía hacer por un lado porque el otro seguía cortado por obras. Las mejores vistas de la plaza se obtienen desde la escalera del Memorial. El Memorial es un edificio de forma octogonal de color blanco con azulejos azules y la escalera tiene 89 peldaños que son los años que tenía Chiang Kai Shek a su muerte. Al subir las 89 escaleras se accede directamente donde está la estatua del dirigente custodiada por la guardia. La escultura es enorme de un color marrón y es más bonito el techo que la escultura en sí, aunque supongo que para los taiwaneses tienen un gran significado, los vi muy distintos en su cultura a lo que son en China continental y Hong Kong y más parecidos a los japoneses, por lo que entiendo que no se sientan muy chinos, de verdad son muy diferentes. Los guardias que hay a cada lado de la estatua son muy jovencitos y deben pasar un calor horroroso, nosotras lo pasábamos y no llevábamos tanta ropa (y eso que tienen unos pequeños ventiladores a su espalda), suelen estar quietos y cuando se mueven lo hacen muy lentamente, luego tienen a uno trajeado a sus espaldas que está ahí para susurrar con ellos si está todo bien o mal y recolocarles la ropa si se les ha movido. Como faltaba poco para la hora en punto nos quedamos esperando el cambio de turno de guardia. Durante el cambio de guardia se mueven con una coreografía de movimientos lentos, como cuando mueven las piernas o el brazo mientras guardan la estatua del dirigente. Cuando acaba el cambio de guardia otros trajeados y otros soldados se quedan en el lugar, en nuestro caso el soldado que le tocó hacer guardia le debía picar la nariz porque le susurro algo al trajeado (no entendemos el chino que hablan en Taiwán pero aunque lo entendiéramos no se oía nada) y el otro se echó a reír bajito y le rascó la nariz. Desde aquí se puede bajar al tercer piso o al primero por ascensor para así visitar lo que era el despacho de Chiang Kai Shek, pero nosotras, con tanta gente como había, no lo hicimos sino que bajamos por las escaleras y cogimos el metro para ir al barrio de Ximen (Ximending). En esta zona las calles son peatonales y están las tiendas de marca, quería haber venido de noche porque parece que estés en el barrio de Shibuya en Tokio, pero al final un resfriado me lo impidió. Como no nos van nada las compras (somos viajeras atípicas, ni comida ni compras cuando viajamos) nuestro recorrido por el barrio iba destinado a la visita cultural. Empezamos por la Casa Roja que está al lado de la estación de metro. Esta casa de color rojo es de ladrillos y aspecto octogonal, dentro hay una serie de tiendas y un aire acondicionado muy fuerte (como todo el aire acondicionado que ponen en Taiwán) pero que nos supo a gloria por el calor que hacía fuera. Hay un cartel, como en todos los sitios históricos, que cuenta la historia del edificio, que originalmente era un mercado. Aquí cerca había un templo que no encontramos pero continuamos nuestro camino por unas calles muy taiwanesas que consisten en que la acera está techada (magnifico para evitar la lluvia o el intenso sol) y están ocupadas o invadidas por los comercios (ya sean tiendas o restaurantes). Y en los laterales de las aceras un sinfín de motocicletas aparcadas. Los taiwaneses se mueven mucho en moto porque es la forma más rápida, en las próximas entradas ya os contaré todas las curiosidades que vimos, el caso es que al final el único hueco para que el peatón camine es la carretera junto a los coches y las motos aparcadas. Aún así es muy difícil tener un accidente porque al parecer están acostumbrados a tener que caminar por la carretera y los coches y motos saben convivir con ello. Seguimos por la calle hasta llegar al templo de budista Qingshui, ocupaba toda una explanada grande y tenía afluencia de gente, pero a estas alturas ya habíamos visto templos budistas y no nos acercamos para verlo de cerca y nos quedamos con su exterior. Aquí descansamos a la sombra en una placita antes de coger la calle que nos llevaría a nuestros próximos puntos turísticos. Tras el descanso (hacía bastante calor) fuimos caminando por el lateral izquierdo de la calle hasta llegar al templo taoísta Banka Quinshan, la calle no tiene nada en especial y el templo está en un rincón muy pequeño. Al igual que pasa en otros templos de Taiwán no solo se venera al Rey Qingshan sino a un montón de dioses. Además aquí vimos que les encanta mezclar dioses taoistas con budistas y todo dios que puedan meter. Este templo no le gustó mucho a una de mis amigas porque los taoístas tienen unas figuras de gran cabeza (como si fueran cabezudos) y aspecto furioso, así que dan un poco de miedo. Aun así es recomendable visitarlo para ver un tipo de templo diferente. En Taiwán cada templo es distinto y no puedes decir que visto uno vistos todos porque, aunque por fuera lo parezca, no es así. Siguiendo por la misma calle llegamos a unas puertas chinas que nos indican el inicio del mercado nocturno de Huaxi. Como es de día la mayoría de los comercios están cerrados y solo vemos abiertos algunos rincones de comida y los sitios de masaje. Lo bueno del mercado es que tiene techo que protege del intenso sol. Tras pasa un par de puertas chinas salimos del mercado para llegar al templo Longshan. Este es el templo más importante de Taipéi, es de 1738 y se ha tenido que reconstruir dos veces debido a los tifones pero siempre conservando el aspecto original. El lugar es bastante grande y estaba lleno de turistas y de creyentes que conviven en armonía porque cada uno va a lo suyo. Nada más entrar a la derecha está la cascada Jingxin y en el centro el templo. La cascada de agua refresca el ambiente, que como decía, hacía mucho calor. Entrando por la derecha acabas llegando al patio principal que está lleno de mesas con comida y la entrada con un altar con alguno de sus dioses. Está lleno de fieles que vienen a hacer sus oraciones y presentan la comida a los dioses, había mucho incienso y el templo era muy grande pero lo que más nos llamaba la atención eran los files. La duda que nos quedaba es que hacían luego los del templo con toda esa comida, porque el templo estaba lleno de comida. Al salir del templo buscamos un sitio para comer pero como son tan especiales con la comida acabamos entrando en un 7-11 a comprar cualquier cosa comestible y nos paramos a a comer algo en el parque junto a una pareja de japoneses y todo un grupo de vagabundos. Es lo que tiene ser tan raras comiendo, al final acabamos con unas patatas fritas en un parque de vagabundos taiwaneses frente al templo de Longshan, eso sí, entretenimiento tuvimos un rato. Tras la comida regresamos al hotel a recoger nuestras maletas para coger el tren a Hualien. Los siguientes días nos fuimos moviendo por la isla, así que no regresamos a Taipéi más que para pasar por su estación de paso para coger otro tren (por lo de las comunicaciones que había dicho). Curiosamente las veces que fuimos a la estación central de paso siempre nos encontrábamos con grupos de mujeres musulmanas, eso sí, aunque tapadas de pies a cabeza iban todas monísimas y a la última moda, vamos, que se notaba su poder adquisitivo. Como sabéis siempre os cuento sobre el lugar aunque haya estado en distintos días, así que puede que tanto cambio de día os confunda, pero no voy a cambiar la rutina de la entrada habitual. Igual más adelante hago un segundo diario marcado por días en vez de por lugares, tal y como hice con Japón, Corea del Sur o Singapur, pero por ahora esta es la entrada habitual. Como decía nos despedimos de Taipéi y regresamos hacia el final del viaje para visitar el Museo Palacio Nacional de Taipéi y tomar el teleférico de Zhinan, así como para ir a las aguas termales de Beitou (que tendrán su entrada a parte, porque usamos el metro de Taipéi pero no lo voy a considerar como Taipéi). Nuestro último día en Taipéi antes de coger el vuelo a las 12 de la noche consistió en visitar el Museo palacio Nacional, donde ya había comprado las entradas por internet para evitar colas dado que era domingo, y los domingos ya habíamos comprobado que Taipéi se llena de gente (aún más de la que normalmente tiene). Para ir al museo hay que tomar el metro hasta la parada de Shilin y luego caminar recto hasta la primera parada de autobús, hay varios carteles en inglés que indican que autobuses llevan al Museo Palacio Nacional, nosotras cogimos el R30 porque tenía marcado que era el bus que tenía su última parada en el Museo Palacio Nacional, esto era para evitar bajarnos en una parada equivocada o no darnos cuenta de la parada hasta verla pasar de largo. El bus urbano también lo pagamos con la Easy Card, aunque no teníamos claro si como en el tren y el metro había que pasarla dos veces (al entrar y al salir) o solo una, así que hicimos lo que vimos y marcamos al subir. Al llegar al museo tuvimos una pequeña confusión, y es que una pareja había subido y preguntado al conductor algo (en chino) y les abrió la puerta en la explanada de acceso a las escaleras del museo (sí, es raro, ¿escaleras en Taiwán? – es ironía-), así que pensamos que la parada era ahí pero todos los gritaron e hicieron aspavientos de que no bajáramos así que nos quedamos dentro del autobús sin saber que pasaba hasta que vimos que el bus subía una cuesta rodeada de jardines y paraba a mitad de camino del museo y abría sus puestas (por lo que nos evitábamos subir muchas escaleras, lo que se agradece). Al parecer la parada de salida y comienzo de la línea era ahí y no abajo del todo. Tras bajar del autobús entramos al museo y pasamos la entrada con rapidez. Dentro había un montón de excursiones escolares con sus uniformes, pero apenas gente en comparación con la que nos encontraríamos una hora más tarde. El museo tiene tres plantas y no sabía por cual empezar, así que subimos a la planta superior y de ahí fuimos bajando. En la planta superior estaban los adornos y figuras de jade que son muy famosos como la berza con insecto de jade (un símbolo de fertilidad de la época de la Dinastía Qing) o el trozo de carne, también hecho en jade. Nosotras el de la berza solo vimos imágenes porque había otra figura en su lugar, pero el trozo de carne si lo vimos, claramente era un trozo de carne, y porque lo decían en el museo, pero nunca hubiera imaginado que estaba hecho de jade. Hay que ver la cantidad de riqueza que tienen en jade y porcelana en ese museo. Nosotras disfrutamos mucho de los museos, pero a medida que íbamos bajando plantas más y más gente iba llenando el museo: grupos de turistas, gente por libre, excursiones escolares, ningún museo que hubiéramos visitado había tenido tal conglomeración de gente. Así que al final salimos rápido del museo (casi tres horas estuvimos dentro) y al salir un grupo de estudiantes que iban disfrazados de personas de la historia de Taiwán pidieron hacerse una foto con nosotras y subirla a Instagram, por si no lo había comentado no había mucho turista occidental, pero es que español en Taiwán solo lo oímos en Hualien y de un argentino, así que éramos “bichos raros” para ellos. Después del museo tomamos el bus de regreso a la estación de metro, el R30 que conocíamos y que se cogía en el mismo museo. Hay carteles que de vez en cuando, además de en chino, también sale la parada en inglés pero no siempre, por lo que es más fácil saber dónde bajar por conocer el recorrido que por enterarse de las paradas. Tras bajar del autobús es muy fácil ver el camino hasta el metro, donde tomamos la línea que lleva hasta el Zoo de Taipéi. Una vez ahí hay carteles que te indican el camino a seguir si quieres salir dirección al teleférico (Maokong Gondola). Al salir vas por una calle llena de huellas de animales en la acera nos llevaron a la góndola, que no es otra cosa que un teleférico que sube a las montañas Zhishan. Al llegar había una gran fila para subir debido a que era domingo, pero hacía mucho calor y se estaba a la sombra, así que no nos importó hacer fila. Mientras esperábamos vimos que muchos tipos de camiseta morada se acercaban a los chinos y les decían algo, tras lo cual algunos hacían fila al teleférico y otros se veían más adelante. Al subir al teleférico pude ver que eran taxistas y seguramente convencían a la gente de que para evitarse colas subieran en taxi y luego bajaran en teleférico si querían. Y así conseguían clientes. Nosotras teníamos claro que queríamos ir en teleférico, es cómodo y además había unas increíbles vistas. El acceso lo pagamos con la Eady Card, esa tarjeta sirve para todo. Cogimos una cabina de cristal, que al contrario de las cabinas normales tienen el suelo de cristal por lo que es más fácil ver la altura que hay hasta el suelo y todo lo que hay bajo tus pies. El trayecto vale la pena, tiene cuatro paradas y nosotras fuimos directa a la última porque no teníamos intención de andar más. Mientras vas subiendo con el telesferico tienes unas vistas impresionantes de las afueras de Taipei, de las montañas, del Taipei 101 y cerca de la tercera parada puedes ver el Templo Zhinan, con su cúpula en forma de corona llena de arcos, y la vegetación que rodea toda la montaña. Había tan increíbles vistas que no sabíamos si mirar hacia un lado o hacia otro, nos faltaban ojos para disfrutar de tanta vista. Un recorrido de lo más recomendable. Cuando llegamos arriba del todo vimos que había mucha gente; comiendo, paseando, cantando, y todo tipo de actividades para un domingo por la tarde. Nosotras compramos algo de comida y nos sentamos en unos bancos a comer. Tras comer volvimos a hacer una larga fila para bajar en teleférico, pero con las vistas que había era recomendable repetir recorrido en teleférico a bajar en taxi. Tomamos de nuevo las cabinas de cristal para poder ver todo desde la derecha, izquierda, frente, atrás y debajo de nuestros pies. Una vez abajo caminamos hacia el metro para regresar al hotel. Yo en concreto iba directa a descansar en el sofá del hall hasta que fuera la hora de tomar el tren al aeropuerto. Como estaba acatarrada debido a que cogí frío en el metro después de llevar los pies mojados durante todo el trayecto de Beitou a la Estación central de Taipéi, no me encontraba en condiciones de hacer más recorrido por Taipéi, por eso hay lugares que comentaba que de noche quería haberlos hecho y luego no los hice. Mientras yo estaba en el hotel soportando mi catarro mis amigas se fueron a ver el cruce de la Estación central para entretenerse. No lo he comentado antes pero como estábamos tan cerca de la estación y era nuestro centro neurálgico todas las veces que pasábamos veíamos cómo funcionaba el tráfico, que ahí es algo muy curioso. Resulta que de día puedes cruzar con los semáforos sin problema pero de noche hay un policía en cada semáforo con un chaleco reflectante y un palito reflectante y en vez de seguir la luz del semáforo es necesario seguir la instrucciones de la policía que es quien deja pasar el tráfico o que lo para para que los peatones crucen. El por qué pasa esto no lo sabemos pero pasa en todas las ciudades de Taiwán donde estuvimos. Y cuidado con no hace caso a los policías con el palito de luz, porque ellos son los que pueden parar el tráfico o echarle la bronca por cruzar cuando ellos no te dejan. Y creo que ya no tengo nada más que contar de Taipéi, al final fueron tres días y tres noches en Taipéi, solo que redistribuidas según mejor nos venía para nuestro itinerario.
Visita: Noviembre 2018
Mis imágenes: Album Taiwan- Facebook + Instagram (todavía no están todas las fotografías de Taipei)
Información para viajar: Pendiente (a parte de lo comentado en la entrada en un futuro colgaré la información para moverse- en otra entrada-)
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