No puedo recordar desde hace cuanto tiempo quería viajar a Jerusalén, pero es uno de esos lugares que siempre han estado presentes en mi lista de lugares pendientes. pero también es uno de esos lugares al que no podía decir que me iba sin que causara un alboroto familiar. Tristemente, tras los continuos atentados por Europa, a mi madre le aprecio más seguro que viajara a Israel que a otro sitio, así que por fin pude cumplir el sueño de pisar la ciudad santa. Aire de montañas, cristalino como el vino, y olor a pinos, llevado por el viento del atardecer con sonido de campanas y al descansar el árbol en la piedra, presa de su sueño, la ciudad se encuentra sola y en su corazón una muralla. Jerusalén de oro y de cobre y de luz, oh!, de todas tus canciones soy violín. Han secándose los pozos de agua, la plaza del mercado está vacía, y no hay quien guarde el Monte del Templo en la ciudad antigua y en las cuevas en la roca laméntense los vientos, y no hay quien baje al Mar Muerto por e...