Palacio de Portici - Italia

Palacio de Portici

El domingo, justo el día que salíamos de la ciudad de Nápoles para conocer rincones del Golfo de Nápoles, amaneció lloviendo y pasó prácticamente todo el día lloviendo. Aun así eso no nos detuvo, a los que no tenía paraguas se compraron uno antes de subir al autobús a las diez de la mañana, ciertamente los paraguas modernos rompían el aspecto histórico del resto de nuestros trajes pero era algo inevitable, con lo que estaba cayendo no protegerse de la lluvia no era una opción. Llegamos al Palacio de Portici y pese a la lluvia lo primero que hicimos fue salir al patio para disfrutar de la vista de sus jardines, que es lo más llamativo del palacio (todavía con grandes partes en reconstrucción). Y es que el Palacio muestra una fachada magnífica con amplias terrazas y balaustradas y se constituye de una parte inferior y una superior divididas por un vasto patio por donde pasa la antigua “Calle Real de las Calabrias” que ahora se llama “viale Universitá”. El Rey Carlos edificó el Palacio Real de Portici en 1737, a causa de una tempestad, la pareja real se vio obligada a detenerse en Portici. La Reina María Amalia se enamoró al instante del lugar y el Rey tuvo la idea de construir allá una residencia real, y que fue ampliando comprando palacetes ya existentes. El Palacio Real nació como residencia de veraneo de la Corte pero luego se convirtió en residencia real y casa del Museo Ercolanense para albergar los resto encontrado en Herculano (así Portici se convirtió en una de las etapas del Grand Tour). De aquí subimos al primer piso, las escaleras están decoradas con pinturas en las paredes y el techo que hacen que se cree una visión de profundidad y decoración que no existe, estas escaleras dan lugar a la Sala de Guardias y la Sala del Trono, que muestran parte de los adornos originarios y que son las dos mejores sales del palacio, desde el suelo al techo todo está decorado. Después de estas salas las restantes están decoradas con diversos objetos y restos de Herculano, así como mosaicos romanos. Después de visitar el palacio visitamos el jardín botánico con guía, desgraciadamente estaba y había llovido tanto que un enorme agujero de agua impedía la entrada al invernadero (incluso del guía con ropa moderna). Afortunadamente mis botines de época me protegieron de la lluvia, las damas con bailarinas o sandalias no tuvieron tanta suerte. El parque representa una de las maravillas del Palacio, como se puede percibir pese a la intensa lluvia. Se constituye de un jardín inglés hacia el mar y largos bulevares. Más allá del jardín se extiende el bosque, diseñado según las necesidades de diversión típicas de la Corte. En el jardín también visitamos el muro de Pallacorda al final del jardín. Por lo que vi el pallacorda es un juego entre el tenis y la pelota vasca. Bajo la lluvia pudimos ver el gran muro de piedra que se conserva desde antes del imperio napoleónico, en el medio está la puerta de acceso y Ben nos explicó lo que se usaba como raqueta y la pelota. El juego consistía en lanzar la pelota, golpearla con esa especie de raqueta hasta que la pelota golpeaba la pared y rebotaba y tocaba volver a darle. Teníamos permiso para golpear la pelota contra el muro, así que pese a la lluvia y el césped mojado se lanzó la pelota hasta conseguir golpear el muro (hay un video en la página de Facebook del blog).La cancha para el juego de la pelota es uno de tantos lugares antiguos e interesantes que hay en los jardines del palacio de Portici, gracias a eso pudimos comer a refugio, como llovía y no podíamos tener nuestro picnic bajo las palmeras nos refugiamos para tener el picnic en el antiguo edificio que servía como zona botánica de la reina.

Visita: Mayo 2019

Mis imágenes: Fin de semana napoleónico en el Golfo de Napoles

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Baile en el Palazzo Reale de Napoles- Italia

Palazzo Reale de Napoles

Me alojaba en la zona de Chiaia a unos cinco o diez minutos andando del Palacio Real. Sobre las cinco y media salí para ir caminando lentamente (las zapatillas de cintas planas no son el mejor calzado para andar por las calzadas de Nápoles, por lo que tranquilamente fui andando hasta el palacio, en las torres de vigilancia de la puerta se encontraba la guardia imperial Napoleónica hacia guardia a las puertas del Palacio, tras la puerta en el primer pasillo de entrada al Palacio encontré más gente (y yo que pensaba que había llegado pronto) que estaba esperando la llegada de la familia Murat-Bonaparte. Aprovechando mientras los turistas se entretenían haciendo fotografías me dediqué a atar una cinta de mi zapatilla que se había deslizado hacia abajo (no se desata sino que al ser raso al llevar medías se desliza hacia abajo) al atármela se me cayó el broche, me coloqué el broche y se me soltó la peineta, parecía un chiste. Finalmente, conseguí recolocarme y esperar fuera, por la cantidad de gente ya parecía que estábamos todos los asistentes al baile. Y así llegaron Joaquim Murat y Carolina Bonaparte. Tras la familia real y su comitiva fueron cubiertos por la guardia real, y tras ellos los invitados fueron entrando en la Palacio en fila. Yo me quedé al final y Oxana me llamó e hizo que Dimitri me diera el brazo, a su derecha Oxana, yo a la izquierda, para así desfilar entrando al palacio. Tras la primera puerta central uno accede al patio del Palacio, desde el patio central y sus corredores se ven las ventanas, es muy curioso pero hay ropa colgada en una de las ventanas, muy napolitano, cuyas calles están llenas de ropa colgada (después descubríamos que era una pequeña tienda de ropa y complementos de época para que las damas aprovecháramos si algo se quedó olvidado en casa). Caminando por los porches del patio llegamos a la puerta que da acceso a la gran escalera central del Palacio, completamente blanca e inmensa me recuerda a la del Hermitage en Rusia, esas escaleras son imperiales. Fuimos subiendo poco a poco tras la familia real, y aún en las escaleras en la última fila la vista era impresionante. Una vez arriba fuimos pasando por las diversas salas-museo del palacio. En teoría teníamos una media hora para visitar el palacio real pero al final todos estábamos pasando por las salas del palacio en fila india, sin saber muy bien que hacíamos, siguiendo a la familia real. Así que en un momento rompimos filas y nos acercamos a la gran escalera, para disfrutar de ella con luz, es un lugar impresionante pero si a eso le sumas todos nosotros vestidos de época napoleónica es fácil imaginarse cómo era el Palacio en la época de Murat. Después de las grandes escaleras de acceso al Palacio eche un vistazo a algunas de las salas como el teatro del Palacio o la iglesia, y cuando entré en otra de las salas vi al grupo en la terraza y llegué justo a tiempo para oír las explicaciones del guía. Teníamos una visita guiada en inglés a la terraza jardín restaurada del Palacio. Desde aquí hay unas vistas del mar, el puerto y el Vesubio impresionantes. Entre el palacio de Capodimonte y el palacio Real me quedo con el palacio real por dos razones: sus escaleras de acceso y su terraza jardín colgante. La terraza es una auténtica maravilla, es cierto que todavía no está completamente restaurada, la fachada todavía no está en perfecto estado pero el lugar tiene esas vistas tan magnificas, con esos pasillos de jardín cerrado y esos suelos de mármol blanco, que uno se quedaría paseando por esos pasillos verdes o sentándose en uno de los bancos de piedra admirando las vistas. Tras acabar el guía se puso a llover así aunque la familia real salió a la terraza yo entré dentro para terminar de ver las salas del palacio que me faltaban, a las ocho el museo cerraba las puertas y solo tendríamos abierto la sala d’ercole donde se haría el baile, la salita al lado sería el salón de juegos, y tendríamos todos los pasillos y escaleras para nosotros (para pasear y airearse porque dentro de la sala tras un baile hacía mucho calor. Como decía una vez cerrado el museo nos reunimos en la sala ercole donde Carolina Bonaparte y Joaquim Murat abrieron el baile, el primero después de hace cientos de años. Uno de los inconveniente de ir sola es que a veces tengo pareja de baile y muchas otras no, en cualquier caso baile unos cuantos bailes, y tras un par de baile ya se estaba sudando, era una sola donde hacia bastante calor para mantener los muebles y decoración de la sala. Tras los bailes pasear por el salón abanicándose o escapar a la sala de juegos es una opción tan buena como salir a pasear por los pasillos del palacio o disfrutar de las escaleras, como me gustan esas escaleras. Tras acabar uno de los bailes, cuando todavía estábamos en el centro de la sala aplaudiendo nos sorprende una profunda voz cantando, y es que tenemos a un cantante para deleitarnos esta noche como sorpresa. Tras el canto toca un descanso y la cena de buffet frío en los pasillos del palacio y el área Ambulacro (pasta y más pasta, acabé harta de tanta pasta). Tras la cena volvemos al baile, esta vez la sala tiene una buena acústica para la música en directo y también es amplia para que podamos movernos todos. Después de otro baile tuvimos otra de las sorpresas de la noche con la presencia de las attitudes de Lady Hamilton. Usando unos pocos chales, posaba como diversas figuras clásicas; como Medea, la reina Cleopatra, la maja desnuda de Goya, la Venus de Canovas, Madame Recamier, y otras más. Realmente no sé decir los nombres de los cuadros o esculturas pero excepto uno reconocí haber visto todos, realmente un gran talento que con solo telas y los gestos corporales consiguen recrear una obra de arte. Continúa el baile y pruebo a entrar en la sala de juegos, al menos una de las ventajas de no tener pareja de baile es poder cotillear todos los demás rincones y entretenimientos que se pueden encontrar en el palacio. A medianoche el baile termina y espero en la escalera ver como poco a poco los asistentes bajan la gran escalera y dejan el palacio entre las tenues luces que alumbran el lugar, los pasillos del patio exterior están ya oscuros y apenas un guardia se encuentra en la salida del palacio.

Visita: Mayo 2019

Mis imágenes: Fin de semana napoleonico en Napoles

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Museo y Parque Real de Capodimonte - Italia

Museo y Parque Real de Capodimonte

A las diez de la mañana tomamos el autobús para ir hasta el Parque Real y Museo de Capodimonte. El lugar está algo alejado del centro (me alojaba en la zona de Chiaia) pero en el trascurso se puede ver el puerto y el tráfico caótico e Nápoles. Primero visitamos el palacio, dentro se pueden observar tres enormes patios y porches abiertos al exterior con grandes arcos, nosotros estuvimos en el patio interior del palacio esperando para entrar porque al ser un museo y ser un grupo tan grande teníamos que entrar en grupos de veinte personas poco a poco para no llenar las salas de golpe. Podíamos ver los dos primeros pisos, aunque las escaleras son muy oscuras las salas valen la pena porque aunque el museo es inmenso, lleno de obras de Miguel Ángel, Caravaggio, Tiziano, Goya, Fortuny, aunque también tiene exposición de armería. Es un museo muy completo, del cual te puedes perder detalles si no tienes tiempo suficiente para descubrir todas sus salas. Aunque lo ideal fue visitar el palacio en sí porque sus salas conservan las pinturas de sus techos, sus suelos brillantes, lámparas preciosas, techos pintados, porcelanas, sofás, mesas, espejos, etc auténticos rincones donde todos coincidimos que creaba un ambiente único para la recreación. Mientras paseábamos por las salas de este palacio de repente llegó una música de piano hasta nosotros, acercándonos hacia la música llegamos a uno de los salones principales donde un piano d cola y un pianista tocaba para el público. Entre las lámparas, las columnas, los ventanales, los suelos, los techos, nuestros ropajes y la música, todos evocamos lo que sería hacer ahí un baile. Aunque no sé si este palacio, que tiene varias salas, pero no muy grandes, tuvo bailes. El palacio Real de Capodimonte se creó por Carlos de Borbón como una residencia para la Corte junto a una reserva de caza. Así alrededor del palacio hay un gran parque que fue coto de caza real, desde el museo hay caminos entre árboles, fuentes y unas vistas inolvidables de la ciudad y el mar. Los momentos más memorables de la visita fueron encontrar ese espejo en una sala con el que observar al resto, la música del piano sonando de fondo en el palacio, descubrir de repente un cuadro de Goya (con un vestido amarillo, el color de moda – ya veréis-) y sobre todo el paseo por el Parque real. Imaginad salir del palacio por uno de los laterales y encontrar un paseo cubierto por frondosos verdes árboles, un par de farolas (de las de estilo antiguo no moderno) y ver caminar a los caballeros con las damas del brazo, así hasta llegar a una plaza con fuente al otro lado del palacio, con un mirador hacia el mar donde sentarse y pasear y hablar. Un paseo ideal para acabar la mañana antes de regresar al centro para comer y prepararse para el baile.

Visita: Mayo 2019

Mis imágenes: fin de semana napoleónico en el Golfo de Napoles

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Certosa di San Martino - Italia

Certosa di San Martino

Tras salir del museo arqueológico montamos en los autobuses para ir hasta la plaza que se encuentra en frente de Certosa di San Martino. Hay bastante distancia (aunque con el tráfico de Nápoles igual parece mucha y no es tanta), pero la vista con la que te encuentras es la mejor recompense para ir hasta aquí. Nada más bajar el autobús nos encontramos con una vista de la ciudad de Nápoles desde arriba espectacular. Nos gustó tanto que había que seguir a Margarita hasta el restaurante y la mayoría se quedaron retenidos por la impresionante vista de la ciudad a nuestros pies. Pero el restaurante tenía un punto positivo, estaba aún más arriba de esa misma calle y por tanto tenía un mirador en su terraza desde donde podías ve la catedral, el mar, pero lo más impresionante fue el Vesubio, tan cambiante según anochecía, la luz cambiaba y las nubes se movían. Mientras disfrutábamos de las vistas, era subyugante observar como cambiaba el aspecto del volcán con el paso del tiempo, sacaron aperitivos deliciosos. Y cuando anocheció entramos a cenar sentados en el interior las luces eran muy modernas, no pegaban mucho con nuestros atuendos pero la cena fue también espectacular, hubo tantos deliciosos platos que en vez de retirarnos a las diez y media acabamos marchándonos a las once y media, por lo que de nuevo, otra noche que llegamos a medianoche. Estos días de recreación son madrugar y no parar hasta la medianoche. Recomiendo una escapada hasta Certosa di San Martino, las vistas valen la pena el trayecto.

Visita: Mayo 2019

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Museo Arqueologico de Napoles - Italia

Visita y práctica de baile en el Museo Arqueológico de Napoles 

Tras la comida y un rápido cambio de ropa cogimos el autobús que nos llevó al Museo Arqueológico de Nápoles. Según el programa inicial esta tarde íbamos a ir al Palacio Real de Caserta pero debido a un cambio en la directiva los permisos para entrar en ropa de época (no, no se puede entrar a los sitios vestidos como uno quiera) fueron cancelados. Pero Margarita consiguió, en poco tiempo, encontrar un reemplazo, visitaríamos el Museo Arqueológico de Nápoles, con la exposición de Cánovas, y tendríamos la práctica de baile entre las esculturas de la Sala Farmeso. Yo ya había estado en el museo arqueológico la primera vez que estuve en Nápoles, y pasé varias horas recorriéndolo, y sorprendentemente el museo no había cambiado ni un poco, así que excepto la exposición de Cánovas, el resto del museo ya me lo había visto en su día, por lo que el tiempo libre de visita se me hizo un poquito largo, para entretenerme me dediqué a observar a la gente. Lo primero de todo al entrar todos los turistas se quedaron mirándonos, éramos dos autobuses de 60 personas llenos y vestidos de época que llegamos y entramos en fila en el museo, no son precisamente poca gente. Nada más entrar ya se mostraba una exposición de algunas de las esculturas así que casi todos revoloteamos por la entrada, según Margarita el baile era en la sal del Toro pero no sabíamos localizarla, Oxana, tan simpática ella, mandó a su marido Dimitri a ir a buscar un folleto en español del museo para buscar la sala. Ni en ruso ni en español la encontramos, pero al final era la sala del toro Farmeso. Una de las mejores imágenes eran las escaleras del museo pero con tanto turista no había forma de imaginarse la escena con solo nosotros, así que volví a recorrer las salas del museo, empezando por la zona donde se muestran los resto romanos de los lupanares de Pompeya, y luego el resto del museo. El museo es muy grande y como recordaba haberlo visto hubo momentos en los que me dediqué a estar sentada descansando (y no fui la única). No sé cuánto cuesta la entrada pero si te gustan los museos, hace años valía la pena la visita y hoy en día sigue valiendo la pena, aunque está igual de desordenado que hace años, aquí, en Nápoles, parece que no pasa el tiempo. Finalmente subí a la zona superior donde había más esculturas de la exposición de Canovas, aquí pudimos ver algunas esculturas famosas como Las tres Gracias o la Venus Victoriosa, y que incluso yo que no he estudiado arte las reconocí. La más curiosa, dado nuestros atuendos, fue la escultura de Paulina Bonaparte como Venus victoriosa. Esta escultura forma parte de la serie de mujeres tumbadas que se producen en esa época, como Madame Recamier de David y las Majas de Goya. Paulina yace aquí desnuda, según el estilo Imperio, en consonancia con la recuperación arqueológica del mundo clásico, los recientes descubrimientos de Herculano y Pompeya y la toma de modelos históricos. Aquí lo más curioso eran los puntos negros que cubrían toda la escultura, más tarde investigué al respecto (lo había estado hablando sentados con uno de los holandeses) y resulta que es el método que usaba Canovas para crear copias de las esculturas. Había una máquina de sacar puntos o puntómetro para lograr un copiado. Cuantos más puntos se transportan del modelo al bloque, más precisión se alcanza en la reproducción. Una vez sacados los puntos el acabado final se realiza por medio de la talla directa. Con el sacado de puntos, el maestro realiza una figura en barro y serán los operarios los que se encarguen de realizar el resto. De esta forma el artista ganaba tiempo para seguir creando hasta que retomaba la escultura los últimos retoques. Canova exponía en su taller distintos modelos en yeso; una vez elegido uno por el cliente, era copiado en mármol. Con el sacado de puntos, un modelo puede repetirse tantas veces como se quiera. Me resultó una información muy curiosa, pero también es como ver una escultura que realmente no la creó del todo el autor. Además de las esculturas, el techo de esta sala era como el de un palacio, todo decorado y con unas enormes puertas, con museos como palacios es un lujo pasear vestido de época. En la parte superior de la escalera muchos se dedicaron a recrear escenas de época, y ahí es cuando yo me coloque en la escalera y me dedique a observar. Finalmente (fueron dos horas libres para visitar el museo) nos acercamos todos a la sala Farmeso, había algunos turistas, no muchos porque ya era más tarde y no es una de las salas principales ni la que más turistas atrae, que se quedaron a vernos bailar. Aquí, como es usual, el maestro Donald Francis nos enseñó los pasos de cada baile, y luego bailamos con la música entre las esculturas del museo. No deja de ser curioso eso de bailar entre las gigantes esculturas de la sala Farmeso, la pena era la acústica, bastante mala para escuchar las directrices del maestro de baile. Además de los bailes habituales nos enseñó un baile basado en la coreografía de Gennaro Magri. Magri fue el maestro de baile del Palacio de Caserta en 1773. Estuvimos bailando hasta las siete y media, hora en la que el museo cierra sus puertas.

Visita: Mayo 2019

Mis imágenes:
Fin de semana Napoleónico en el Golfo de Napoles
Fin de semana napoleónico en el Golfo de Napoles II

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