Trinidad - Cuba

Trinidad

De Cienfuegos nos dirigimos a Trinidad, una ciudad que a mí me gustó mucho. No hacía más que salirme el nombre de Trujillo pero es que mi inconsciente relacionaba Trinidad con Trujillo de Perú por sus casas de estilo colonial, con el enrejado en sus ventanas y sus paredes de colores, y con sus calles empedradas. Por supuesto Trinidad está mejor conservada que La Habana que es muy grande, por eso las casas de alquiler que vimos por aquí parecía que estaban bastante bien, hasta nuestro hotel fue una maravilla de lujo estilo colonial (no tenía ni wifi ni ascensor pero estaba limpio y con el encanto que tienen las casas coloniales de Trinidad). Aquí es donde el guía nos identificó que significaban esos carteles con una especie de ancla, a veces rojos y otras veces azul. Son los símbolos para identificar las casas y lugares con habitaciones de alquiler, símbolo rojo para nacionales y azul para extranjeros. Trinidad sería nuestra sede para pasar dos días por el parque nacional Tope de Collantes, lo que no esperaba era llegar tan pronto en la tarde (como el circuito resulto ser nosotras dos, el conductor y el guía, pues llegamos mucho antes que un circuito de varias personas), pero eso nos permitió ver la ciudad por libre y disfrutar de su anochecer. Y ya sabéis que nos gusta combinar visitas con guía con visitar por libre. Trinidad es Patrimonio Mundial por la Unesco desde1988, entre sus laberintos de calles con casas de colores la vida pasa con calma y las guitarras suenan en un compás lento. Sí, Trinidad no deja atrás el amor de los cubanos por la música, aunque aquí son menos pesados, te hacen disfrutar mucho más del viaje, aquí han entendido que no por acosar al turista van a conseguir ganar más. En la recepción del hotel pedimos un plano, ya que nuestro alojamiento no estaba en pleno centro histórico, pero la fotocopia casi sin tinta que nos dieron no fue muy útil ni necesaria, afortunadamente. Dejamos el hotel que estaba junto a una de las plazas de la ciudad que tiene conexión wifi, y nos dirigimos hacia el casco histórico de la ciudad. Para ello pasamos por sus calles, donde es muy fácil no perderse dado que tienen una estructura organizada de calles perpendicular y paralelas. Uno puede acabar girando en la calle que no es, pero no se puede perder por otro motivo más que ese (y que de noche hay muy poca luz y toca usar la linterna del móvil). Aparte de a Trujillo (Perú) también me recordó, con sus casas, calles y restaurantes, a San Cristóbal de las Casas en México. Y por fin empecé a disfrutar de Cuba. Como decía dejamos a tras el parque Céspedes; la plaza donde podías conseguir wifi y donde se encontraba la iglesia de Paula (y es que esta fue la ciudad donde más iglesias católicas encontramos) y nos dirigimos hacia la plaza mayor. Pasear por las calles empedradas de Trinidad, subir sus cuestas y ver sus casas con ventanales enrejados y jaulas colgadas de sus fachadas es algo muy recomendable y que uno no debe dejar de hacer cuando esté en esta ciudad. Escuchar a los coches de caballos (para turistas) pasar es viajar en el tiempo. La de veces que le dije a mi amiga que ahí me veía yo con mis trajes de recreación. Lo de las jaula con aves en las fachadas de las casas viene de antiguo, el guía nos lo explico pero la verdad es que no lo retuve (nuestro guía chino-cubano hablaba muy bajito), así que no so puedo contar el porqué de esta tradición de adornar las fachadas de las casas con pájaros en jaulas de madera o hierro. En la plaza Mayor nos encontramos con la Iglesia de la Santísima Trinidad, en teoría la visitábamos por dentro con el guía pero al final resultó que estaba cerrada y solo abrían el domingo, así que no pudimos verla. Aquí subimos unas escaleras de piedra que dan a la plaza (como si fuera la plaza de España de Roma) donde estratégicamente habían puesto mesas y sillas y los turistas se sentaban a beber algo disfrutando de las vistas de la ciudad desde más altura. Al terminar de subir las escaleras te encuentras con la casa de la Música, tendrás música en vivo y ve instrumentos musicales de otras épocas, o nos interesó pagar para entrar así que bajamos las escaleras para ir caminando hasta el antiguo convento de San Francisco de Asís que hoy se ha convertido en el Museo de la Lucha contra Bandidos, creo que los aficionados a las armas de otras épocas estarán encantados con todos los museos que hay por Cuba donde guardan las armas de la revolución como si fueran de hace siglos. No es que fuera lo que más nos llamó la atención pero el precio vale la pena solo por subir a la torre del convento, con unas increíbles vistas del mar, las montañas de la Sierra de Escambray y la ciudad de Trinidad. Después de maravillarnos con las vistas volvimos a la plaza mayor con sus palmeras y sus galgos (figuras que dan acceso a la plaza ajardinada y vallada) en busca de algunos de los museos que ahí se ubican. Resulta que las casas de Trinidad están reconvertidas en “museos” o en casas/habitaciones de alquiler u hoteles. El problema en Cuba es que no ponen letreros a los edificios por lo que ya estábamos decididas a desistir de encontrar alguno de los dos supuestos museos que estaban en la plaza cuando un hombre sentado frente a una casa nos dijo “el museo de Arquitectura Colonial, ¿quieren verlo?”. Y nosotras justamente diciendo “Pues ese estábamos buscando”. El precio es barato, pero teniendo en cuenta que los museos de ahí son solo casas donde han almacenado lo antiguo, pues tampoco pueden pedir más por entrar. Según dijo el hombre que la enseñaba (a otros turistas sudamericanos que entraron tras nosotras, que a nosotras españolas no), esta era la casa de un negrero catalán. Es una casa de planta baja que mantienen abierta y con muebles de la época. Se conservaba tal cual, incluso con las dependencias de aseo, ducha y wáter en el jardín, donde la ducha era de lo más moderno en la época en la que se puso, así como el wáter de porcelana, la cocina, apenas mantenida, y el jardín donde se mostraba un rudo cepo en el que se inmovilizaba a los negros como castigo. El hombre les dijo a los otros que los agarraban de las manos y los pies, pero en Matanzas otra guía dijo que de la cabeza. Igual a los esclavistas les daba igual como retenerlos. Una vez salimos decidimos volver a subir las escaleras que hay junto a la casa de los conspiradores (una preciosa casa con su fachada bien conservada y rodeada de preciosas flores y enredaderas) y tomarnos una piña colada (yo casi no la probé porque descubrí que no me gusta nada). Y desde ahí estuvimos, como el resto de turistas, disfrutando del anochecer sobre la ciudad. Luego tuvimos que volver corriendo y con la linterna del móvil hasta nuestro hotel. Al día siguiente teníamos la vista de Trinidad con el guía, que ilusamente nos indicó el plano de la ciudad para que le hiciéramos una fotografía, dado que él desconocía que por la tarde ya había hecho eso mismo, así como visto parte de la ciudad. Como no pudimos ver la iglesia por dentro fuimos directamente a nuestra siguiente visita que era el Museo del Romanticismo. La tarde anterior habíamos pasado varias veces por enfrente sin conseguir descubrir lo que era, el tema de los carteles no lo llevan muy bien. Para entrar al museo hay que guardar los bolsos en unas taquillas y par ano variar el museo es una casa de dos plantas con un patio interior que está toda amueblada. Se conserva todo muy bien y es como viajar en el tiempo a una casa colonial de la época. Las escaleras de acceso a la planta superior donde te encuentras con el comer y la mesa puesta con toda la vajilla, el saloncito, donde lo que más me llamó la atención son los techos de madera, no por la madera decorada en sí sino por la estructura que tienen; son techos en forma triangular pero que tienen vigas rectas donde cuelgan las lámparas de cristal o empiezan los muros de las apredes, lo que significa que hay zonas sin cerrar entre las habitación. Y esta no fue la única casa de Trinidad que vi así, y no lo he visto en otros lugares, por lo que me pareció muy original. Las salas para visitar eran habitaciones con sus camas y mosquiteras, tocadores, mecedoras y costureros, baños con retrete (un agujero en una silla de madera) y bañeras, cocinas (también muy originales), más comedores. Una casa muy completa y bonita, aunque el toque principal lo tiene sus balcones, que dan al mar y a la montaña y tiene una vista directa a la plaza mayor y todas sus calles aledañas. Nuestro guía chino-cubano nos dijo que un paisaje con mar y montaña da buen fenshui. Una vez salimos del museo nos diriguimos hacia el Restaurante El Jigüe cuya casa tiene una fachada decorada con baldosas de cerámica (resaltando sobre el resto de edificios) y en cuya placeta hay un güira plantada en los años veinte y donde se celebra misa. De aquí nos acercamos a la Canchanchara para tomar la bebida famosa de ahí que no me gustó porque lleva aguardiente y miel. Aquí también vimos el proceso con el que se hacían los habanos. Tras esto nuestro guía nos comentó que había terminado la visita y que hasta las doce que era la comida si queríamos que nos acompañara o íbamos por libre, como nos quedaron cosas por ver preferimos ir por libre y buscando el templo de Yemaya (que manía con no poner carteles fuera del interior de las casas) encontramos el museo municipal (que no recuerdo que casa era pero que como elr esto de museos de Trinidad era una antigua casa colonial que había llenado de objetos, dado que algunas de las salas tenían objetos de la casa, como la cocina (tan curiosa como la del Museo del Romanticismo) como las camas, pero luego había zapatos, anclas, banderas, armas y todo lo que se te pueda ocurrir que se antiguo y se pueda mostrar. También tiene un carruaje antiguo en la zona que era las cocheras, y aquí sí que encontramos muchos turistas, principalmente alemanes y rusos. No conseguí saber de quién era la casa pero sus techos, de nuevo, me parecieron muy originales y bonitos. De aquí fuimos hasta la plazuela segarte y en una callejuela entramos (por buscar sombra) donde había un mercadillo y vimos muchos dominó de nueve. La primera vez en mi vida que he visto un dominó de nueve ha sido en Trinidad, le pregunté al guía y me dijo que a los cubanos les gusta mucho jugar al dominó de nueve, que es más interesante que el de seis. Y la guía de Matanzas me dijo que se lo toman como un deporte nacional porque todos alguna vez en familia acaban jugando al dominó de nueve. Seguimos y vimos el ayuntamiento y cárcel antigua por fuera y conseguimos descubrir el templo de Yemaya, donde se encuentran altares de santería y ceremonias religiosas, a mí me recordó a una mezcla entre el vudú que vi en Luisiana y la religión de los pueblos de Chiapas en México. En Matanzas descubriríamos más sobre la santería y todos los dioses (como Yemaya) que vienen de la religión africana traída por los esclavos a Cuba. Esta Santería está muy extendida y si los ves vestidos todos de blanco no es algo que hagan siempre, según nos explicó el conductor del tour de Las Terrazas se viste de blanco es un corto periodo de tiempo, normalmente de un año, durante el que deben cumplir ciertas normas, como que jamás les de la luz del sol o la luna, de ahí que lleven un paraguas cuando salen de casa de noche. Aunque aquí es donde más iglesias en activo hay y donde vimos un adorno navideño y caímos en lo más sorprendente del viaje, excepto en Trinidad en el resto de Cuba no existía la Navidad. Como normalmente viajo por el mundo en noviembre estoy acostumbrada a ver adornos navideños, ya sea Europa, Asia o América, por lo que estar en Cuba sin ver ni un adorno se nos hizo raro. Por lo que nos dijeron está casi prohibida por el Gobierno (fíjate que nos llegaron decir que era un invento estadounidense y que por eso no se celebraba). Y finalmente nos fuimos a comer a la bodeguita de en medio de Trinidad donde comí Ropa Vieja (por fin salí del arroz y el pollo o cerdo) y con nuestro afán de no dar propinas conseguí que los músicos dejaran de tocar (¡bien, una comida sin música obligada!). Al día siguiente salíamos de Trinidad a Tope de Collantes y nos pasaron dos cosas muy curiosas, el día anterior habíamos preguntado la hora de apertura del desayuno, nos dijeron que las siete y cuando bajamos y vimos que no había nada el camarero nos dijo algo, mi amiga pregunto ¿que? porque como yo no había escuchado, el camarero volvió a repetirlo (ahora sí me enteré decía siete y media en inglés) y a la tercer vez que mi amiga preguntó ¿que? intervine yo diciendo en español que nos estaba diciendo en ingles que abría a las siete y media, este es un ejemplo de lo que nos pasó mucho por cuba, que nos hablaban en inglés,Aunque en algunos casos era muy útil para ignorarlos cuando se ponían pedigüeños, Y la otra cosa es que al llegar a Tope de Collantes la guía nos dijo que como había un grupo en alemán, otro en inglés y solo nosotras dos en español que lo hacía solo en alemán y en inglés, vamos, que no había forma que en Cuba nos hablaran en español.

Visita: Noviembre 2019

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Cienfuegos - Cuba

Cienfuegos

Marchamos en los que la agencia cubana que lleva este circuito llama “historia y Naturaleza”, nuestro guía es chino y mayor, el conductor es cubano joven pero ambos saben de historia por igual porque en el coche de camino a Cienfuegos el guía nos va contando sobre la historia de Cuba desde que los españoles arrasaron con la tribu indígena que vivía en la isla (al parecer es la única tribu indígena que arrasamos, el resto se mezcló pero estos al parecer los abatimos hasta no dejar ni un vestigio de su cultura -o eso dicen todos los guías cubanos que tuvimos-) hasta nuestros días. En muchos puntos el conductor añade cosas. El guía de Natural Cuba Travel nos comentó que en Cuba es obligatorio estudiar historia aunque hagas ciencias y quieras ser metafísico, la historia es la signatura principal del país (su historia, claro). El recorrido se hace mucho más ameno escuchando toda la historia de Cuba, pero como es muy largo paramos en una gasolinera cubana para descansar algo. Los baños son de pago, en el cestillo, pero no tiene un precio establecido. Se da la “voluntad”. Aquí vimos un taxi limusina muy rara y es que fue construido durante la época en la que la URSS cayó y Cuba lo pasó bastante mal, por lo que nos contó el guía, cuando china les regaló bicicletas porque no había petróleo para poder moverse por el país. A decir verdad esta una de las cosas que más nos sorprendió a mi amiga y amí, y es que vimos mucho caballo en activo. Y no me refiero a usar al caballo como paseo turístico o puntual en la granja, sino usarlo como método de transporte habitual, personal, en carretas, en taxis compartidos de carretas de caballo, etc. Finalmente llegamos a Cienfuegos, a mi amiga le encantó al ciudad, que nada más entrar te da un aspecto completamente diferente al que habíamos vivido en La Habana. La ciudad de Cienfuegos mezcla en sus calles un aire de antigüedad que parece que sus elegantes edificios y calles se hubieran quedado atrás en el tiempo. Recorriendo en coche sus calles llegado a la plaza central, donde su casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y su arquitectura colonial de estilo francés son un reflejo de su pasado. Aquí los edificios que rodean la plaza están todos pintados de colores y muy bien cuidados, nada que ver con La Habana. El guía nos contó la historia de la ciudad y que ahora vive del turismo, aunque por esa zona no vimos a penas turistas y fue el sitio donde más barato compramos souvenirs. El gran teatro Tomás Terry, la catedral y el ayuntamiento, el colegio (que conserva las puertas separadas por donde entraban los chicos y las chicas por separado), sus casas palaciegas y sus monumentos. Uno de los edificios que más nos llamó la atención fue el palacio Ferrer, de un acaudalado catalán radicado en Cienfuegos. Y pro su puesto la moda de entonces era el modernismo catalán, construido en dos niveles, la planta baja carente de ornamentos destinada a mercancías y una planta superior con ornamentación en mármoles, herrería y azulejos esmaltados. Y lo más resaltable es su azotea con un elegantísimo mirador en la esquina sureste. No teníamos tiempo suficiente para entrar y subir hasta ahí, o igual si lo teníamos si hubiéramos preguntado. El guía contaba cosas pero no era muy explícito en las organización del tour, así que normalmente acabamos el día sin saber muy bien si eso era todo o no. Tras pasear por la zona fuimos en coche por la famosa Avenida Prado hasta su Malecón, donde comeríamos en un “paladar”. Lamentablemente el restaurante ciertamente se nutre de los turistas con lo que no habíamos coincidido (ninguno de habla hispana) y tal vez por ello la comida no fue nada especial, no tuve arroz y pollo pero fue el lugar donde peor comí (dejando de lado que nuevamente nos hablaron en inglés, que así no nos entendemos…) . Tras comer bajamos en coche hasta Punta Gorda para hacer una parada en el palacio del Valle. El Palacio del Valle tiene una variedad de estilos, aunque predomina el mudéjar. El edificio cuenta de tres torres. La primera tiene la influencia gótico-románica y representa la fuerza. La segunda recuerda el monumento del Taj Mahal y simboliza el amor. Y la tercera es de estilo árabe y representa la religión. En el techo también hay una glorieta que mira hacia la bahía. En los años 50 quería convertirlo en Casino pero con la Revolución cubana se interrumpió el proyecto y ahora se realizan varias actividades en su interior. Ciertamente Cienfuegos es una ciudad muy cuidada y bonita. Junto al Palacio del Valle se encuentra la bahía de Cienfuegos, así paramos en la esquina del mismo para disfrutar del mar y las montañas, y es que hay que tener en cuenta que Cienfuegos es también llamada la Perla del Sur cubana. Y a mí lo que me gustó es que se encuentra en torno a su bahía bellísima, y su paseo junto a las pequeñas casas de elegancia francesa resultan un paraíso de paz.

Visita: Noviembre 2019

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Las Terrazas - Cuba

Las Terrazas

Nuestro segundo día incluía una visita a las Terrazas. Como íbamos en circuito ya la teníamos contratada dentro del viaje pero si vas por libre lo mejor es contratarla por tu cuenta con un tour que incluya también visitar Soroa (con su preciosa cascada y orquidiario). Nosotras, como decía, solo hicimos Las Terrazas. Tanto la guía como el conductor fueron los más simpáticos de todo el circuito, nos hicieron sentir cómodas y nos dieron mucha información interesante. El conductor nos explicó mucho de la Santeria y la razón por la que en la ceremonia del cañonazo de noche vimos a alguien con un paraguas abierto (cuando no había ni lluvia ni sol). Como comenté en otra entrada el circuito acabó siendo compuesto de dos personas: mi amiga y yo, la diferencia es que al ser solo dos el tiempo se acorta y lo que con un grupo de 10 o más se alarga durante todo el día, con dos personas esta excursión se hace en medio día. Pero vamos a lo interesante, que es el recorrido por Las Terrazas. El camino es una autopista que parece una carretera con la gente cruzando, andado, vendiendo, etc y mucho llano verde y más verde, combinado con un cielo muy azul. Entramos en la provincia de Artemisa, y una vez aquí el coche entra en una carretera rodeada de vegetación alta y frondosa con la vista de las montañas de fondo. Es la carretera que lleva de camino a las Terrazas y las montañas que vemos son de la Sierra del Rosario. Por esta carretera llegamos a la comunidad de Las Terrrazas, con su guardia y su barrera de acceso dado que es un complejo creado en 1986 como iniciativa del gobierno cubano para rescatar una zona en desforestación y reconvertirla. La UNESCO declaró “Reserva de la Biosfera” a la Sierra del Rosario y se iniciaron planes para convertir “Las Terrazas” en un centro de turismo sostenible y ecológico. Así llegamos al Rancho Curujey y centro de visitantes, aquí la guía se fue a pagar las entradas mientras nosotras nos quedamos por el mirador del sitio, que pese al sol de la mañana tenía unas vistas preciosas de la montaña y el lago. Con ello quiero decir que la visita de la mayor parte de los lugares con interés turístico, incluso en plena naturaleza, suele costar un precio en Cuba. Mientras la guía estaba fuera nos dedicamos a disfrutar de la vista del mirador del rancho, que da a las montañas repobladas con palmeras y vegetación selvática, y el hermoso lago de agua tan cristalina y tranquila que era un perfecto espejo reflectante de la naturaleza que lo rodea. Después de disfrutar de las vistas llegó la guía que nos explicó un poco el recorrido que íbamos a hacer a lo largo de la comunidad y nos obsequiaron con un coctel Curujey (naranja, coca-cola y ron). Una vez tomamos el coctel seguimos el camino en coche al hotel Moka. El Hotel Moka se encuentra dentro de la comunidad en lo alto de la montaña y es famoso por su construcción ecológica dado que se hizo manteniendo todos los árboles del monte sin tocar. Por eso cuando uno lo visita puede encontrarse a las ramas de los arboles entrando por las ventanas de las habitaciones, un gran árbol en el centro de la recepción del hotel, y las raíces de varios árboles sobresaliendo de los suelos, así como las ramas saliendo por los tejados del hotel. La guía nos comentó que una vez se alojó ahí y que el baño de las habitaciones es abierto al campo y se ve todo. Desde la recepción del hotel fuimos bajando por las escaleras que lo rodean para disfrutar de las gallinas raras paseando, la vegetación, y las increíbles vistas del lugar. El lugar está lleno de edificios blancos y tejados de colores construidos a lo largo de la montaña, que armonizan con la naturaleza de la zona. Una vez abajo fuimos andando hasta el Café de María a tomar una taza de café (incluida en el tour). El café de María se encuentra en uno de estos edificios blancos de colores que conforman la comunidad y tiene una terraza con una vista espectacular de la sierra y las casas. Desde ahí, tomando un café helado (recomendación de la guía) disfrutamos de las vistas y el frescor que daba la sombra de los árboles, dado que era un día muy soleado y caluroso y la sombra se agradecía. María, la dueña del lugar, había muerto hacia unos años pero el sitio se mantenía. En la comunidad todos tienen algún lugar con servicios como si fuera una ciudad, aquí el café, en otro la tienda de souvenirs, en otro el médico, etc. Pero todo incluido dentro de la naturaleza, para respetar el lugar. De aquí fuimos hasta la plaza principal donde estaba la base de la tirolina, la guía nos preguntó si queríamos hacer tirolina (aunque no estaba incluida en el tour podíamos hacerla) pero no conseguimos ver a nadie junto a la tirolina y así no hubo manera de hacerla. Mientras la guía iba preguntando o descubría a alguien encargado de la tirolina nosotras nos acercamos a uno de los edificios y descubrimos que ahí estaba la consulta médica, la sala de esterilización, etc. Muy rudimentario pero teniendo en cuenta como es el país, tampoco sorprendente. Desde este edificio también había unas vistas preciosas de la sierra, con sus árboles, sus montañas y alguna persona caminando con su paraguas protector del sol (menos mal que mi amiga recordó traer el paraguas de rayos uva para el sol que compró en Taiwan, porque le fue muy útil allá a donde fuimos). El árbol que había en la plaza tenía botellas de colores colgando de sus ramas como si fueran adornos navideños (aunque ahí lo celebrar la Navidad muy poco) y más gallos y gallinas. Desde la plaza había también una buena vista del lugar y vimos a muchas de las aves rapaces (¿buitres?) que sobrevuelan habitualmente los cielos de Cuba y que se pueden ver durante el camino por carretera. Finalmente, tras no localizar a nadie dejamos la tirolina como experiencia imposible de ejecutar y nos montamos en el coche para acercarnos al río San Juan. El lugar es precioso y es el punto más especial de la excursión dado que el camino al lado del río por el campo da lugar a una idílica poza natural preparada para el baño. Los baños se encuentran rodeados de rocas que forman unas terrazas naturales preciosas, por las que el agua cristalina cae en cascada dando lugar a una serie de pozas. Cerca del río hay varios lugares al aire libre donde comer, así como vestuarios e incluso hay cabañas en las que es posible pasar la noche. Aquí la guía nos dejó tiempo libre para disfrutar del lugar, donde había varias personas bajándose en las pocetas y yo no pude dejar de acercarme al río y sus pequeñas cascadas porque cada rincón era precioso, con el agua tan cristalina y limpia y la vegetación que le rodeaba tan verde. .Tuvimos tiempo suficiente para bañarnos en el río pero curiosamente si a mi amiga no le gusta meterse al mar a mí no me gusta meterme al río. La cosa es que yo si fui con bañador y mi amiga no. Así que al final no tuvimos baño por falta de coordinación entre nosotras y mi amiga solo llegó a mojarse un poco los pies. Para ella fue un fallo porque quedó enamorada de las pozas del lugar, y es que el agua era increíblemente limpia y cristalina y la vegetación que lo rodeaba muy verde y limpia. De aquí cogimos el coche y fuimos colina arriba hasta las ruinas del antiguo Cafetal Buenavista, ruinas restauradas de lo que fue el primer cafetal de Cuba construido en 1801 por varios refugiados franceses de Haití. Lo primero que nos enseñó la guía fueron las vistas de Cuba, que desde allí arriba y con un día tan despejado mostraban hasta la costa y la sierra del rosario. La mejor vista de la provincia de artemisa. Y después de deleitarnos con la vista nos enseñó los resto arqueológicos que quedan del primer cafetal de Cuba. Descubrimos de mano de la guía el fruto del café, de forma que lo podíamos identificar en cualquier lugar de Cuba, así como la flor nacional de cuba: la mariposa, que es una flor blanca. El cafetal tiene varias terrazas donde se pueden ver los antiguos secaderos, los barracones donde vivían los esclavos, y arriba del todo un ejemplo de cómo se molía el café. Te permiten mover el aparato y la verdad es que pesaba bastante el girarlo así que era fácil imaginar lo que costaba a los esclavos crear el café. Después de disfrutar de las vistas que desde arriba del cafetal había (lo único bueno que tuvieron los pobres esclavos en el cafetal y los barracones), bajamos hasta un edificio con tejado de estilo francés (tejado de dos aguas con tejas redondas y rojas) que conserva la cocina original y que se ha convertido en un pequeño restaurante. Y tras visitar el cafetal cogimos de nuevo el coche para ir a otra zona de la comunidad a almorzar. El almuerzo en Cuba comienza a las doce del mediodía y al inicio del viaje eso de comer tan pronto nos costó un poco. En el lugar donde comimos, como en todos los demás sitios, había música en directo y después de obligarte a escucharlos mientras comes (quieras o no) te pasan el cestillo de mimbre pidiendo dinero y vendiéndote sus cds. En este lugar donde comimos nos dijo la guía que había estado tocando Polo Montañez, un conocido cantante de la zona, fallecido a los 37 años en un accidente, muy querido por los cubanos que se hizo bastante famoso después de ser descubierto por un empresario cuando estaba tocando en una comida (aunque nosotras no lo conocíamos de nada). Nos dijo la guía que quienes tocaron en nuestra comida eran de la banda de Polo Montañez pero aun así cuando pasaron el cestillo y los discos solo los turistas extranjeros les dieron algo y compraron cds. Aquí fue el mejor sitio donde comí de todo el viaje. Pusieron raciones para repartir (algo que pasó bastante durante el viaje) pero hubo bastante comida para que todos repitiéramos. La comida fue pollo, cerdo, moros y cristianos (arroz blanco con frijoles negros), plátano frito (que nos sabía a patatas fritas), y de postre natillas. Y a eso de la una de la tarde comenzamos el camino de regreso a La Habana. Una visita muy recomendada, nos gustó cada rincón que vimos de la comunidad, con ese verde tan espectacular, el azul del cielo, y las aguas cristalinas. No dudéis en incluirla si visitáis Cuba.

Visita: Noviembre 2019

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Ceremonia del Cañonazo de La Habana & vista nocturna - Cuba

Ceremonia del Cañonazo de La Habana

El motivo de esta visita es que no solo se va a ver el cañonazo sino que la visita incluye vista del anochecer desde la fortaleza de los tres reyes del morro, vista del mirador del Cristo de La Habana, el museo al aire libre de la armamentística de la batalla de playa Girón, visita a la fortaleza de San Carlos de la Cabaña y sus museos, y vista de la ceremonia del Cañonazo. Es decir, no pagas por solo ver la ceremonia, al menos no con la agencia que nosotros contratamos. En nuestro caso no hicimos la fortaleza de los tres reyes del morro porque por logística con nuestro circuito contratado desde España empezamos el tour 1 hora más tarde de lo usual (también nos costó menos, dado que se paga por horas). Nos recogieron en el hotel, puntales, aunque llegaron antes y se les ocurrió escribirnos por wasap. El wifi en Cuba es de pago y solo en algunos sitios, y los precios de habilitar los datos no son para nuestros bolsillos así que decidimos viajar mucho más desconectadas que de costumbre. El móvil solo usábamos para enviar un mensaje de los de texto a España para dar señales de vida a la familia. El aso es que como no teníamos internet no recibimos el wasap. Los últimos días en La Habana si compramos las tarjetitas de un euro por hora para usar en el hotel, pero solo porque ya habíamos tenido bastante de noche por La Habana. Pero volviendo a la excursión, la hicimos en un coche clásico americano cerrado, al principio eso de no tener cinturones de seguridad se te hace complicado, pero luego ya te adaptas tan bien que cuando llegamos a Madrid tenía que mirar a mi amiga con cara rara hasta que se acordaba que tenía que ponerse el cinturón. Tomamos el coche para cruzar el túnel subterráneo construido en los años cincuenta que une la Habana vieja con las fortalezas. Nuestra primera parada es el Cristo de La Habana, esta escultura de mármol de 20 metros de altura, se haya al otro lado de la bahía de La Habana y representa la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Como curiosidad, la escultura tiene los ojos vacíos y sandalias en los pies (no lleva los pies descalzos). El Cristo no es que diga mucho pero es un fabuloso mirador de la ciudad de La Habana. Apenas hay un par de personas ahí porque lógicamente es de noche y La Habana de noches es una ciudad con muy poquita o casi nula luz (menos mal que hay luna llena esta noche y que los móviles tienen linternas). Desde este mirador a los pies del Cristo tenemos enfrente el castillo de la real fuerza, y por tanto se tiene una vista de toda la bahía además del Capitolio que hoy tiene su cúpula dorada iluminada. La mejor vista nocturna de la Habana la encontraras en este lugar, pero es complicado ir por tu cuenta de noche, por eso los tours del cañonazo que te incluyen estas visitas son interesantes. El guía Vladimir nos comenta que las láminas que adornan la cúpula son de oro regalo de Rusia. Al lado del Cristo está la antigua comandancia del Che pero como es de noche apenas se puede ver la casa. Cogemos el coche y nos acercamos hasta la zona donde se encuentran una serie de tanques y aviones de combate, al lado hay una taquilla nada iluminada (pero que el guía nos va iluminando con la linterna de su móvil) para poder ver la crisis de Octubre cuando la batalla en playa Girón y el triunfo cubano sobre la armada estadounidense (estos cubanos son muy patrióticos, a todos los escuchas hablar de ellos y su país como si fueran los mejores del mundo-y tuvimos diez días de ello-). De aquí nos dirigimos a la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. No había nadie en la zona de taquillas para entrar en la fortaleza y un cubano le dijo al guía algo, así que entramos en uno de los primeros patios de acceso y ahí nos dijo que le habían ofrecido que si queríamos entrar con un “guía” aparte pagando la mitad de la entrada. Estas cosillas, como las propinas, es como los cubanos se van sacando su dinerillo, porque conseguir dinero en un país comunista donde no existe la propiedad privada tiene su miga (y eso que uno de los guías en Trinidad nos dijo que ahora los cubanos ya podían venderse casas entre ellos-el extranjero por ahora nada-). Una vez dentro aprovechamos para visitar la iglesia de la fortaleza, pero el guía al ver tanta gente nos comentó que si preferíamos acercarnos a las murallas a ver la vista y coger buen sitio para el cañonazo y ver los museos de la fortaleza después. Según nos dijo fue el día que más turistas había visto en la ceremonia. Al parecer con eso de los 500 años había aumentado el turismo esa semana. La vista desde la fortaleza no está mal pero al estar más arriba no se ve con tanto detalle el castillo de la real fuerza y la iluminación de la ciudad ya se sabe, eso sí, se tiene una perspectiva perfecta de la forma de la bahía y como antiguamente era un sitio estratégicamente idóneo para evitar el acceso de los piratas y los ingleses. Aquí vimos a una mujer vestida de blanco que llevaba un paraguas/sombrilla abierto, de día con lo fuerte que pegaba el sol de Cuba no nos extrañaba, pero de noche y sin lluvia no entendíamos que hacía la mujer. El conductor de nuestra visita a Las Terrazas nos lo explico, forma parte de la tradición de la Santeria, la religión principal de Cuba por lo que vimos. Esperamos hasta comenzar la ceremonia que consiste en una recreación (algo más espectacular para el turista) del cañonazo que históricamente se hacía a las nueve de la noche desde la fortaleza y que avisaba a los ciudadanos de La Habana que iban a subir la cadena que unía el castillo de los tres reyes del morro (un Conjunto de edificios defensivos ubicados estratégicamente en la entrada del canal utilizados en el pasado para proteger la ciudad de piratas e invasores) y el castillo de San salvador de la punta, y que así evitaba al entrada de cualquier embarcación, grande o pequeña, a la bahía de la Habana. Tras el cañonazo la mayoría de los turistas se fueron y nosotras pudimos disfrutar de ver los museos, vimos primero el delas armas donde el guía nos comentó que siempre le habían parecido muy curiosas unas navajas españolas más grandes que unas dagas, casi como espadas (nunca las había visto así que no tengo idea de cómo y para qué había semejantes navajas) y luego fuimos al museo que guarda varios objetos usados a lo largo de su vida por el Che Guevara (como su mochila de medico) y fotografías con la historia de su vida de revolucionario. Es sorprendente como el guía, un chico joven, hablaba con orgullo del Che y se sabía todas sus acciones de guerra como si hubiera pasado ayer. En Cuba, entre esa obsesión por la esclavitud española a los africanos y chinos y la revolución del Che y Castro, a veces nos parecía que habíamos viajado en el tiempo, pero comentarios así no se podían escuchar en este siglo. Cuando terminamos de vernos toda la fortaleza montamos en el coche para cruzar el túnel y regresar a nuestro hotel pasando por un Capitolio completamente iluminado (y no sabéis lo mucho que nos costó verlo así en las siguientes noches), el Gran Teatro, y el hotel Inglaterra iluminados. Un tour nocturno muy completo, pues hay poco más que ver iluminado en la ciudad y muy recomendable por su vista nocturna desde el Cristo de La Habana.

Visita: Noviembre 2019

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Video de la ceremonia

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Natural Cuba Travel II

La Habana - Cuba

La Habana

En La Habana estuvimos mucho más tiempo del planeado, pero esas cosas a veces pasan. Llegamos a las once de la noche y la primera impresión de Cuba la tuvimos en el avión cuando en el papel de inmigración (y si leías la letra pequeña como hice yo) te prohibían, entre varias cosas, la entrada de literatura al país (¡literatura!). Esto ya te hace sospechar que no vas a cualquier país. Los controles de seguridad resultaron ser más sencillos y ágiles de lo esperado pero las maletas tardaron más de 1 hora en aparecer. Así que si llegando a las once de la noche a estas horas ya sabíamos que tocaba echarse de madrugada. Una vez conseguimos salir lo primero que buscamos fueron las casas de cambio. Cuba tiene dos monedas oficiales: el CUC para los turistas y el CUP para los nacionales. La mayoría de los precios baratos son con CUP pero muchas cosas, según nos dijeron los cubanos, son a precio de CUC también para los nacionales. El problema con su moneda es que tuvimos que conseguirla en el país, y como llegamos tan tarde no pensamos y cambiamos todos los euros de golpe. Esto es un problema porque en las casas de cambio y los hoteles puedes cambiar de euros a CUC pero no puedes cambiar de CUC a euros. Eso solo te dejan hacerlo en las casas de cambio del aeropuerto. El problema es que las casas de cambio del aeropuerto son de una lentitud extrema, así que había en todas unas colas kilométricas que no avanzaban, estuvimos casi una hora y al final decidimos irnos al hotel sin dinero y cambiar allí nada más llegar. Luego tuvimos que esperar un poco para conseguir subir al taxi para ir al hotel, afortunadamente con el circuito incluía el transporte de ida y vuelta al hotel, porque no vimos transporte público al mismo y los taxis… pues hay que regatear, sean oficiales o no oficiales, y como ya he dicho, nosotras no sabemos ni nos gusta regatear. Aun así, tuvimos que esperar a que se organizaran para salir en taxi hasta el hotel, con razón nos habían avisado del ritmo de Cuba es todo con mucha tranquilidad, no vayas con prisas porque solo conseguirás agobiarte….Así que entre lo lentos que son y que el viaje había sido largo al final al llegar al hotel cambiamos todo sin pensar. Y no llegamos a gastar todo lo que cambiamos y eso fue porque no dimos propinas a todo el que nos la pidió (si van a ponerse en plan Estadounidense o Egipto podrían avisarlo como hacen esos países de que al precio hay que sumarle un porcentaje extra por propinas a todo (y uno ya sabe que todo le va a costar más). No sé porque este tema de las propinas no lo llegué a leer en los blog, tal vez porque esos viajeros hicieron como nosotras y pasaron de pagar a todas las personas (si hubiera tenido que dar un euro a cada uno me hubiera gastado todo una nómina en pagarles). De camino al hotel desde el aeropuerto vimos la ciudad de La Habana, una ciudad muy vacía y poco iluminada, luego entendimos que estaba vacía de coches porque con su escasa luz es peligroso ir por la carretera (nos lo confirmó uno de los conductores del tour), en cuanto a la oscuridad, cuanto más alejado estas del casco histórico, menos luz hay, porque mucha de las luces las aportan los hoteles y restaurantes, las casas privadas no dan tanta luz y hay zonas de la Habana que vimos que son muy oscuras. Tras llegar a la habitación del hotel nos llevamos la primera sorpresa de la noche cuando vimos salir una cucaracha del baño, no sería la primera que pillamos en ese hotel, que como es un hotel histórico y el más barato del tour pues no es de extrañar. Dicen que aquí estuvo la mafia de Al Capone, y su fachada rememora a la Alhambra de Granada, hablo del Hotel Sevilla de La Habana, muy céntrico pero muy antiguo también, en el ascensor del hotel vimos que hacen tour históricos por el hotel, pero a las horas en los que lo hacen nosotras estábamos en otros tours. Realmente lo que pagamos es la localización, que es muy céntrica y dado que casi tienes que caminar con linterna cuando cae la noche en La Habana, mejor estar cerca del centro histórico que en un buen hotel en el malecón porque eso te limita a salir en taxis (y ya toca regatear) o salir con frontal y linterna (y la verdad es que en ningún momento nos sentimos inseguras pero es que no tienen apenas luz y es difícil caminar sin ver). Y lo de regatear los precios para que no te timen tampoco nos va, por lo que no nos veía cogiendo taxis. Así que mejor poder ir andando por el centro histórico aunque tengamos cucarachas en el baño. Pero tras nuestra llegada nos fuimos directamente a dormir después de matar a la cucaracha. Tras avanzaros varias de las impresiones de nuestra estancia en La Habana, vamos con el primer día en La Habana. Aquí teníamos un tour con guía que entraba como parte del circuito y ya la guía nos dejó bien claro la cosa de las propinas. Para no gustarles Estados Unidos casi parecen ser como ellos, solo trabajan por las propinas y pasan de ti o piensan que te tratan mal si no les das propina (digo piensan porque una vez me hicieron un favor, pero ya hablare de eso cuando toque). Como decía, aunque circuito íbamos nosotras dos solas con la guía, como si fuera un tour privado por la Habana Vieja. A mi amiga le gusta que le expliquen la historia de las cosas, no solo verlas, y leerlas puede hacerlo en casa pero no es lo mismo si estás enfrente del lugar, en eso es una ventaja ir con guía frente a ir solo. Comenzamos acercándonos a pie al Capitolio que estaba a cinco minutos andando de nuestro hotel. El Capitolio resalta entre el resto de los edificios. Cuando cogimos el viaje a Cuba no lo sabíamos pero en noviembre de este año la ciudad de La Habana cumplía 500 años y estaban preparándolo todo para celebrarlo, la ventaja de viajar cuando los 500 años es que lo estaban dejando todo bonito, el capitolio solo tenía un par de andamios pequeños en la parte trasera, y el jardín que lo rodea prácticamente terminado, estaban justo ese día asfaltando con alquitrán la carretera entre el Capitolio y el Teatro Principal, y le estaban dando baños de pintura a algunos edificios. El Capitolio, como decía estaba muy elegante, es una réplica del que encuentra en Washington pero dicen que es más ancho o largo (no recuerdo bien). La cúpula está decorada con planchas de oro macizo regalo de Rusia por los 500 años. Y luego nos contarían los guías que los fuegos artificiales que usaron los dos días de celebración fueron regalos de Canadá. Con esto de los 500 años las escaleras tenían unas bandas de tela con los colores de la bandera cubana y algunos trabajadores montando un escenario. Al lado del Capitolio nos encontramos con el Gran teatro de la Habana y el Hotel Inglaterra, ambos edificios históricos famosos y bonitos, principalmente el Gran Teatro, construido mientras eran todavía España y con preciosas figuras en su fachada, tanto de día como de noche resultaba un edificio precioso. Cara al Gran Teatro y el Hotel Inglaterra se encuentra el parque central, ahí hay mucho cubano que se sienta bajo las palmeras a hablar de deporte, el deporte nacional es el béisbol y se lo toman muy en serio, una noche nosotras nos sentamos un rato para descansar en la noche cubana sin que nos agobiaran, porque es uno de los rincones donde nadie nos dio la paliza (son muy cansinos y pocas veces es por el hecho de hablar, normalmente es por el hecho de sacar provecho económico). Aquí en el parque central se encuentra la parada de bus turístico (hay tres rutas pero cuando nosotras estuvimos solo funcionaba la ruta1), y el monumento a José Martí, uno de los iconos de Cuba, por eso hay tanto lugares de Cuba que tienen nombre de José Martí, porque es el héroe español que determino que él era Cubano y se levantó contra el pueblo español para reclamar la independencia del país liberando primero a sus esclavos que luego le siguieron en la lucha contra España. Lo de los esclavos es algo recurrente en prácticamente todos los guías que tuvimos, tienen una herida fresca (y hablamos de 1870) con respecto a la esclavitud en Cuba. La guía de este día nos dijo que frente a Francia e Inglaterra que habían dejado el esclavismo pro la revolución industrial España seguía teniendo esclavos en vez de invertir en la industria. No sé cuan históricamente es cierto eso de que en esas fechas Francia e Inglaterra en ninguna de sus colinas tenia esclavos, pero bueno, por demás cosas que dijo nos dejó bastante claro que no tiene buena opinión de los españoles aunque hayan pasado cientos de años de aquello. Atravesando el parque central llegas al Bar Floridita, famoso por ser lugar habitual donde Ernst Hemingway se tomaba su famoso Daiquiri. Aunque aquí no paramos y continuamos por la calle Obispo, que recorreríamos hasta llegar a la Plaza de Armas. Por esta calle, la más turística y peatonal, encuentras varios hoteles, como el hotel dos mundos donde se alojaba Hemingway, el museo del 28 de septiembre, antiguas librerías y comercios, así como restaurantes y tiendas para turistas. Aquí entramos en una farmacia porque la guía estaba algo resfriada (yo también, antes de viajar tuve que ir a urgencias del ambulatorio) y así aprovechamos para ver que la farmacia era toda de estilo antiguo, de madera de suelo a techo, con franco de cerámica con hierbas y medicinas, había un cartel anunciando las esponjas marinas, que desde cientos de años atrás se vendían recogidas de La Habana y lo que más me llamó la atención fue que la dependienta le cobró con una caja registradora antigua, de esas que ya solo se ven en España en los museos. Cuba en si misma parece un museo vivo. Aquí llegamos a la plaza de Armas donde nos sorprendimos con el suelo de madera de la calle que está frente al palacio de los Capitanes Generales. La guía nos contó que el suelo de esta calle es de madera porque la señora del gobernador de la isla se quejó del ruido que hacían los coches de caballos cuando pasaban frente a su casa, pero al cambiar las piedras pro madera el ruido se redujo. Aquí vemos unas campanas en el suelo que veríamos en muchos sitios de La Habana y es que son tan laicos que las iglesias se han desmantelado y las campanas retirado de sus torres y las dejas en el suelo a la puerta del palacio o la antigua iglesia como recuerdo. Excepto en Trinidad, nos costó bastante encontrar iglesias o cubanos católicos. En cuanto a la Santeria, esa sí que la siguen varios cubanos como veríamos andando por las calles y fijándote en las personas, lo que visten y como lo visten, pero de eso ya hablare más adelante. Alrededor de la plaza de Armas está el palacio de los capitanes general, estatua de Carlos V, la fortaleza o baluarte con la giraldilla, el templete y un hotel. Desde el hotel se escucha música en directo, ciertamente La Habana es música, en cada esquina hay gente tocando y cantando, el problema es que incluso si no quieres van a tocar, y por tanto cuando pases te van a pedir dinero por la música (como decía nosotras no damos dinero por algo que nos obligan a escuchar). El templete es un templo pequeño de estilo griego con un árbol al lado que los cubanos consideran sagrado y al que una vez al año le dan tres vueltas alrededor de su tronco para pedir un deseo. Además del templo y el árbol sagrado hay una escultura de un Colon con rostro juvenil, nos dijo la guía que no es habitual cuando se retrata a Colon, pero que como fue el primer lugar al que llegó ellos entienden que era joven cuando estuvo por primera en Cuba. Y es que el templete conmemora la fundación de la ciudad y uno de los lugares de relevancia en sus 500 años. Al lado está el Castillo de la Real Fuerza, era lunes así que estaba todo cerrado (nos daba igual porque con el tour no entraba visitar por dentro los lugares) pero aprovechamos para preguntar por su horario y nos dijeron que estaba cerrado hasta el jueves por lo menos, este fue el aspecto negativo de viajar en los 500 años de La Habana, que todo estaba cerrado por las visitas oficiales del aniversario (no fue el único sitio que nos encontramos cerrado sin que los guardias de ahí supieran cuando se iba a abrir de nuevo). El castillo de la real fuerza es una pequeña fortaleza rodeada de un foso con agua verdosa y en una de sus torres hay una figura de mujer a la que llaman la giraldilla porque está hecha en honor a la primera mujer “gobernadora” de la isla. Doña Isabel (también conocida como Inés) de Bobadilla era la esposa de don Hernando de Soto, nombrado Capitán General de Cuba por Carlos I, Rey de España. De Soto fue gobernador de la Isla hasta que viajó a la Florida para conquistar nuevos territorios y establecer el dominio español. Isabel sustituyó a su esposo y actuó como Gobernadora y Capitán General de Cuba entre 1539 y 1544. La espera indefinida por el regreso de su esposo hacía que la gobernadora pasara largas horas observando el horizonte desde la torre del vigía de la fortificación que precedió al Castillo de la Real Fuerza, un edificio que por aquel entonces era vivienda del gobernador de la Isla. Mientras tanto, De Soto recorrió varios lugares que hoy forman parte de los estados de Georgia, Alabama y la Florida. Descubrió el río Mississippi y se dice que conoció la famosa leyenda de la fuente de la eterna juventud, pero en su lugar encontró la muerte provocada por una fiebre incontrolable. Cuando se enteró Isabel regresó a España con su familia pero La Habana no la olvidó y creo esta figura en su honor. De aquí nos metemos por una calle, con una carnicería muy cubana que parece que hemos viajado a 1950, y que nos lleva a la plaza de San Francisco donde se puede ver la antigua terminal de ferrys, aquí varios guías nos dijeron que antes tenían más turismo de crucero pero desde la prohibición de Trump no había visto uno en tiempo, excepto un crucero alemán (los alemanes y Trump no son los mejores amigos). También hay una placa a Rosalía de Castro, y una escultura de San Francisco de Asís con un niño indio. Siguiendo la plaza se encuentra la escultura en honor al caballero de París, que es un cubano mendigo que daba caramelos a los niños cuando los veía, y que se creía un caballero francés, y cuando musió le dieron la orden de Paris, y dicen que se cumple tu deseo si le tocas la barba, el dedo y le pisas el pie al mismo tiempo. De aquí empezamos a callejear y llegamos a la Plaza Vieja, que ha sido reconstruida y es un lugar muy agradable, con edificios con estilo modernismo cubano, donde nos recomendaron tomar un café cuando tuviéramos tiempo libre. De aquí nos acercamos a la plaza de la catedral donde como ya imagináis se encuentra la Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada de La Habana con dos torres cada una de una anchura distinta porque se hizo a trozos y no cayeron que si construían las torres iguales no cabía en la plaza. En la plaza hay una figura dedicada a un bailarín español al que le gustaba mucho esta plaza de La Habana y junto a esta plaza además está el Callejón del Chorro, famoso por sus restaurantes llamados “paladares”. Los paladares son restaurantes “caseros” porque no tiene que rendir cuentas de sus beneficios al partido, quiero decir, Gobierno. Y donde dicen que se come bien (yo solo comí en uno de Cienfuegos así que de aquí no puedo opinar). Aquí al lado se encuentra la “Bodeguita de en medio” donde Hemingway (como veis muy presente en esta ciudad) se tomaba su mojito. Seguimos por las calles de La Habana Vieja y pasamos por una perfumería de 1791, donde acabamos disfrutando de los perfumes inspirados en Cuba (mariposa, pro la flor nacional, Son cubano, etc). De aquí salimos a una fortaleza frente a la bahía de la Habana, donde nos recogerá el taxi para llevarnos a comer en un restaurante frente al malecón y luego seguir nuestro recorrido por La Habana. Ya en coche vemos la Quinta Avenida de La Habana donde las antiguas casas de los ricos estadounidenses se han convertido en embajadas (menos la de España que se encuentra en pleno casco histórico). Después de un recorrido por varias avenidas nos llevan a la Plaza de la revolución, , de regreso al hotel pasamos en coche junto al Cementerio Cristóbal Colón, que según la revista de National Geographic Viajes es uno d elos diez cementarios resaltables para visitar. La plaza de la revolución es donde se encuentra la famosa imagen del Che Guevara junto con la frase “Hasta la victoria siempre” sobre la fachada del Ministerio del Interior. Así como la imagen de otro famoso héroe de la revolución cubana, Camilo Cienfuegos con su frase de “Vas bien Fidel”, y el monumento en honor a José Martí que es un monolito como en Washington, donde se puede subir a su punta. Aquí hay una parada de taxis antiguos, esos coches de época que casi todos están pintados de rosa, preguntamos al respecto a uno de los guías y nos dijo que es el color que más gusta a los turistas y las mujeres, es más, nos dijo la guía que un amigo suyo tenía un coche clásico amarillo y tuvo que pintarlo de rosa porque no conseguía trabajo en el taxi. Aquí termina el tour y nos regresan al hotel. Son las tres de la tarde y ya hemos comido (a las doce del mediodía, hora cubana, que nosotros decimos que es más inglesa que en eso no se les quedó nada español). Aprovechamos que estábamos muy céntricas y nos acercamos a la Bodeguita del medio para cumplir con el ritual de tomarnos un mojito (con música, irremediablemente), y luego fuimos a la Plaza Viaja a tomar café, pero tras hora y media nos fuimos de ahí sin conseguirlo, lo de tomárselo con calma a veces supera los límites de la paciencia. De camino al hotel, casi corriendo porque tenía un tour nocturno, tropezamos con un grupo de personas siguiendo una actuación callejera de unos zancudos, pero como decía no teníamos tiempo para seguirlos. Llegamos al hotel a tiempo para empezar el otro tour (el que tendrá entrada aparte). Y así acaba nuestro primer día en La Habana, en teoría solo íbamos a estar otro día más pro libre pero al final, por diversos motivos dedicamos más tiempo a callejear por La Habana de lo que esperábamos.

Tras el tour por Las terrazas tuvimos tarde libre inesperada en La Habana así que decidimos acercarnos a la bahía para disfrutar de las vistas de la fortaleza de los tres Reyes del Morro, la de San Carlos de la Cabaña, el Cristo y las barquitas del puerto. Intentamos ver el Castillo de San Salvador de la Punta pero es uno de esos sitios que estaba cerrado hasta nuevo aviso por el tema de los 500 años. También vimos el hotel donde se alojaban los reyes de España que habían llegado ese día a La Habana y que se encontraba muy cerca del nuestro (nos topamos al lado de nuestro hotel con TVE grabando en ese momento). Luego vimos parte de la muralla, un resto del escudo de España de la época y el museo de la Revolución, que se ubica en el antiguo Palacio Presidencial, el edifico, por supuesto, merece la pena por su arquitectura como pasa con la mayoría de los museos de Cuba. Frente al museo hay un tanque ruso con una placa muy divertida que habla sobre la derrota de la agencia de la inteligencia yanqui (CIA). No entramos porque ya tuvimos bastante de propaganda comunista, es increíble como esta en cada rincón como si la revolución hiciera sido ayer. Al lado está el Memorial Grandma: una serie de vehículos militares usados durante las batallas, incluyendo el yate con que Fidel desembarcó en Cuba iniciando la revolución. Este memorial estaba pegado a nuestro hotel así que acabamos de nuevo ahí y decidimos aprovechar la piscina del hotel, dado que nuestro viaje iba a tener poco de relax y había que aprovechar una tarde. Tras la piscina nos acercamos al Capitolio para verlo iluminado de colorines y es que estaban ensayando el espectáculo de los 500 años, nos quedamos ahí disfrutando de la música y el espectáculo en primera fila porque no sabíamos si cuando llegáramos a la Habana lo veríamos (al día siguiente nos íbamos al centro de Cuba y regresábamos justo el día de los 500 años, el 16 de noviembre de 2019). Aquí un cubano intento vendernos ir a un sitio de salsa muy barato, luego paso a otra cosa, luego paso a decir que vivía en el edificio enfrente (que se caía a pedazos) y que no tenía ni leche para el bebe, pero como era un tajante no y te ignoro, finalmente nos dejaron en paz aunque su tono cambio radicalmente de dulce y amable a seco y desagradable cuando la cosa no fue en su beneficio. No es habitual ver el Capitolio iluminado de esa forma, con luces de colores. Y es casi imposible conseguir verlo iluminado con luz normal, no hay una hora concreta como pudimos vivir de primera mano, y los propios cubanos a los que preguntamos tampoco saben cuándo se puede llegar a ver iluminado porque tienen restricciones de luz (además de la ya poca luz con la que viven en las calles). Con un Habana Especial y música en la terraza del hotel (donde luego pasarían el cestillo) dimos por terminado el día.

Como decía anteriormente, volvimos a La Habana después de estar unos cuantos días durmiendo en Trinidad. Y justo fue el día de los 500 años de la ciudad de la Habana. Al llegar, y desde el coche, vimos a muchísima gente en un edificio y hasta varios coches de policía, resulta que con motivo de los 500 años había abierto un mercado y los cubanos había ido en masa, de forma que se necesitaba policía para controlarlo (desde España dijo mi madre que lo había visto en las noticias), y también nos encontramos las calles cortadas y todo abarrotado de gente. Cuando salimos del hotel me sentí como si estuviera en plenas fiestas del Pilar, como que hubo momentos en que tuve que agarrar a mi amiga para no perdernos entre la marea de gente. Como no teníamos claro el programa, porque no lo tenían claro ni los cubanos, nos acercamos al malecón para cumplir con otra tarea muy turística, ver anochecer desde el malecón. A estas horas estaba el lugar lleno de pescadores, turistas y músicos callejeros de estos que te hablan en inglés y te dan conciertos a cambio de dinero, pero como nosotras “no hablamos ingles” pasamos de ellos. Alguna ventaja tiene que salir de que a todo no cubano le hablen en inglés. Lo cierto es que el paisaje anocheciendo desde el malecón es precioso, con estampas de postales. El capitolio tenía las calles cortadas para las autoridades y a la cubanos les habían puesto unas mini pantallas de televisión para ver el espectáculo (algunos cubano se quejaban de eso al día siguiente), como había mucha gente y nada para ver nos fuimos al hotel, menos mal que ya nos vimos el ensayo del espectáculo, y a las diez de la noche fueron los fuegos artificiales en el Capitolio que se veían desde nuestra habitación, aunque fueron muy cortitos, días des pues los cubanos estaban emocionados, para mí me parecieron menos que los de las fiestas de los pueblos de España.

El día que volvimos del tour por Viñales llegamos de noche a La Habana y vimos, o mejor, no vimos como las calles están apenas iluminadas (la excursión fue de varias personas, en autobús, por lo que fuimos recorriendo toda la Habana mientras dejábamos a cada cliente en su hotel, desde el más alejado pegado a la playa hasta llegar a la zona de la Habana Vieja. Gracias a esto pudimos ver la heladería Coppelia y la ruta 1 del bus turístico funcionando (hasta las nueve de la noche). Aquí quedó claro que para salir de noche por esas zonas de la Habana es necesario una linterna o frontal.

El día que volvimos del tour por Guama a La Habana pudimos tomarnos un daiquiri en El Floridita, cumpliendo otro punto turístico de que “debes hacer”. Cuando entramos había mucha gente y música en directo. A los cinco minutos de entrar el grupo de música dejó de actuar pero que nos metió el cestillo en la nariz hasta tuvo algo de dinero. Esta noche no pillamos el capitolio iluminado, solo había luces a la mitad. Pero al final lo conseguiríamos, varias noches hasta dar con el Capitolio iluminado.

El día que volvimos del tour por Matanzas llegamos casi anocheciendo a La Habana y seguimos la recomendación de nuestra guía de Natural Cuba Travel de subir a la terraza de un bar de la plaza Vieja. Este lugar no tenía música en directo (¡bien!, y no tengo nada en contra del amor de los cubanos por la música pero llegó a resultar algo pesado y molesto que en todas las comidas te pusieran música en directo obligada y luego te pasaran el cestillo del dinero como una obligación) y cenamos un buen bocadillo de jamón serrano con unos daiquiris de fruta enormes mientras veíamos anochecer sobre la plaza. Ya de noche regresamos a nuestro hotel y cuando íbamos por la calle Obispo, la peatonal y turística del lugar y nos salió una rata, nada pequeña, que paseaba con tranquilidad. Entre las cucarachas y las ratas tuve suficiente de La Habana de noche. 

Visita: Noviembre 2019

Mis imágenes: Cuba - cuaderno fotográfico

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