Monte Etna
Llegamos a Catania por la noche, el hotel está cerca del mar así que por la mañana antes de que salgamos con el autobús a iniciar el circuito doy un paseo en que solo pequeñas calas y puertos de pescadores y ninguna playa decente, y muchos corredores. Desde la entrada del hotel se ve el pico del Etna nevado. Subimos hasta el Etna y el día está tan despejado que se pueden ver todos los pueblos a sus pies, las colinas gemelas que parecen pechos, la forma de la costa con el mar y la amplia pradera verde surcada de casitas. Por el camino, mientras subimos, en medio de la carretera hay zorrillo que está cambiando su pelaje, no se aparta ni nos mira con miedo, debe estar acostumbrado a los turistas. A medida que se ven las rocas volcánicas aparece una casa enterrada por esas mismas rocas, lava de una antigua erupción la tiene enterrada. Solo hay unas pocas casas por esta zona, todas de cultivo, algo comprensible dado que el Etna de vez en cuando entra en erupción y sus vapores son constantes (por algo es un volcán activo). Llegamos a los 1.910 metros, al refugio Sapienza, donde hay un sinfín de tiendas, dos cráteres antiguos formados en diversas erupciones volcánicas que se pueden visitar y el teleférico que te sube a los 2.500 metros, donde a veces hay excursiones para ir con un autobús 4×4 y un guía especializado por el Etna y ver esa zona desolada y de roca negra que muestran los paisajes volcánicos (60 euros). Debido a la nieve que cayó hace tres días y al intenso viento no hay excursiones, así que cogemos el teleférico (28 euros) aunque sea para disfrutar de las vistas que el magnífico y despejado día nos regala. Durante la subida el paisaje no es muy visible por lo rayados que están los cristales pero vemos a algún valiente que va subiendo el Etna a pie y otros con esquí de travesía, con tiempo y mejor clima sería una actividad interesante. A los 2.500 metros se nota el frío, la mayoría tal cual salen vuelven a entrar a la casita, yo había leído lo del frio en la guía así que iba preparada para el frio, aunque no tanto para el viento. Voy subiendo despacio por la pista donde hay huellas del quitanieves hasta llegar a uno de los montículos de roca volcánica del Etna (uno de los doscientos cráteres que tiene la cima del Etna), es de color negro debido a la roca volcánica y cubierto con figuras de cristal formadas por hielo. A mi alrededor la nieve volando por el viento sobre la roca negra forma una extraña imagen. Es un paisaje lleno de contrastes. Disfruto del paisaje todo lo que el viento me permite y desciendo de nuevo mientras más gente va subiendo (fui de las primeras en subir). Dentro de la casita espero hasta poder ver, olvidé las gafas de sol y entre el sol y la nieve no consigo ver nada. Cuando recupero la vista tomo el teleférico de vuelta y así me acerco a los cráteres que hay por la zona. Uno de ellos tiene una empinada cuesta y por el tiempo que me queda no me da para subir y bajar con tranquilidad (es decir, haciendo fotos sin parar), así que me acerco al otro, que tiene una fabulosa vista de la costa. Es el cráter Silvestri y tiene dos intensos agujeros negros que se pueden recorrer, vale tanto ir alrededor del cráter, por arriba como verlo desde abajo, me recuerda a cuando estuve en uno de los volcanes de la isla coreana de Jeju, solo que este cráter está ausente de cualquier tipo de vegetación. Solo es tierra rojiza y negra, puramente volcánica, y nada más (habitualmente la tierra volcánica es muy buena para el cultivo), pero tiene el encanto de no ser algo habitual.
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Información para viajar: Pendiente
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