En 1 de agosto
de 1912 se inauguró una gesta ferroviaria: Jungfraujoch,
la estación más alta de Europa, situada a 3.454 metros de altitud.
El sueño del
Jungfraujoch, en una zona declarada en 2001 Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco, empezó a gestarse en la cabeza de un empresario textil suizo, Aldolf
Guyer-Zeller, a raíz de una excursión realizada en 1893 a la región de la
Jungfrau. Guyer-Zeller quedó tan impresionado por el lugar, hasta entonces
frecuentado casi exclusivamente por avezados alpinistas, que se propuso llevar
hasta su cima a cualquiera a través de un tren.
Tres años
después, en 1896, ponía manos a la obra a su gente de la manera más
rudimentaria: con picos, palas y taladros para empezar a horadar la pétrea
estructura del Eiger. Aunque las terribles
condiciones climatológicas hicieron que la duración de las obras se
duplicara terminando en 1912.
Nosotras tuvimos
la suerte, no solo de subir en tren al Jungfraujoch, y de disfrutar de
las increíbles vistas alpinas, o de sus palacios de hielo, sino de
estar durante su centenario en el 2012, por lo que también disfrutamos de
la vista de una pequeña exposición de objetos de la época y fotografías de la construcción,
así como otros actos (además de un conseguir un certificado- aunque no recuerdo
donde lo guardé-).
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