Ataúdes colgantes en China

Una de las partes más interesante de mi viaje a China fue ver los ataúdes colgantes.

Los ataúdes se colocaban en las grietas, cuevas naturales y artificiales o en los salientes de la roca. Aunque los que resultan más espectaculares son los que eran colocados sobre el vacío apoyados sobre postes de madera que se fijaban en agujeros que previamente se habían hecho en las paredes de la roca. 

En mi recorrido en barco por el río Yangtse desde Badong pude ver ataúdes colocados sobre vigas de madera entre los huecos de la pared rocosa, a bastante altura. Mientras que otros se veían más cercanos al agua colocados sobre estructuras de madera sobre la roca.

En las fotos se ven los huecos de las paredes desde el barco que nos llevaba, y luego un zoom para ver los ataúdes apoyados sobre vigas de madera en esos mismos huecos. Dos imágenes que reflejan el extraño ritual de enterramiento de esta desaparecida etnia china.

Vista desde el barco de los huecos de la piedra y los ataúdes.
Detalle de cerca de los ataúdes colgantes
Los Bo dejaron numerosas pinturas murales en las paredes de sus precipicios en las que se muestra a personas bailando, montando a caballo o realizando acrobacias, así como escenas de su vida diaria y sus batallas. Sin embargo, no dejaron ningún escrito o documento. Por lo que todavía no se sabe cómo y por qué los Bo colocaron los ataúdes de madera hasta semejantes alturas. 

Hay varias leyendas chinas que atribuyen a los Bo la capacidad de volar, algunos historiadores indican que estas leyendas estarán basadas en el método de poleas pro el cual los Bo debían colocar los ataúdes a esas alturas en las montañas.


Detalle de ataúd en el hueco de la pared.
En la casa museo que visitamos se pueden ver algunas de las pinturas y explicaciones de las diversas teorías que tienen los arqueólogos sobre esta etnia desaparecida.

También es posible ver uno de estos ataúdes de madera, donde dentro se cubría el cuerpo con un lino, y a sus pies dejaban varias joyas. En uno de los cuadros explicativos indicaban que también encontraban ataúdes con dos o tres cuerpos, por lo que suponían que era un enterramiento familiar.

Una cosa muy curiosa es que estando en el museo los visitantes asiáticos (eramos solo seis occidentales) metían dinero en las rendijas de la vitrina de cristal para que cayera sobre el ataúd. Supongo que tendrá su explicación pero ya de por sí los ataúdes colgantes son algo muy misterioso donde todo lo que cuentan son teorías.

Cuando viajé en mayo del 2009 no había mucho occidental (4 españoles-contándome- y 2 australianos) el resto eran asiáticos, pero espero que con el tiempo, al igual que pasó con Corea del Sur, haya aumentado la visita de estos lugares, que no por ser menos conocidos son menos interesantes.

Ataúd en el museo

Brujas - Belgica

Brujas
De Gante cogimos el tren a Brujas con la comida comprada para poder comer mientras hacíamos el trayecto. No había nadie en el tren pero es que paraba en un montón de pueblecitos. No nos importó mucho porque llegábamos más o menos a la misma hora que el tren directo solo que teníamos más sitio para escoger sentarnos y comer que en la estación de tren de Gante. La tarde que dedicamos a ver Brujas podría haber visto Amberes y así cumplir con mi itinerario planeado, pero mi amiga no había estado nunca en Bélgica y como todo el mundo va a: Bruselas, Gantes, Brujas, no sé quería perder Brujas. Aunque luego reconocería ante las típicas preguntas de ¿a qué te ha gustado mucho Brujas? Que le gustó mucho más la visita a Ostende. Y es que a la hora de viajar todo depende de los gustos de las personas. En mis viajes he viajado sola o acompañada y quitando las tres amigas con las que sé que puedo viajar, con el resto prefiero viajar sola. No empecé viajando sola por decisión propia sino porque nadie me podía acompañar en esos tiempos, pero ahora cuando hago un viaje sola sí es porque quiero. Disfruto igual y depende de la compañía, hasta más. Con tantos viajes ya sé con quién puedo viajar y con quién no (y no es por hacer honor al dicho de “mejor solo que mal acompañado” pero un viaje con gente que no tiene los mismos intereses que tú a la hora de viajar, puede ser un auténtico suplicio, y dejar un mal recuerdo a todos). Siguiendo con el viaje a Brujas, tuvimos un “pequeño” altercado con el de los tickets de la estación, el hombre tenía buena voluntad pero se enfadó mucho cuando no le dijimos de primeras nuestra edad pero, que aunque no lo aparentáramos, no teníamos edad para un descuento en los tickets. Saliendo de la estación y siguiendo el canal (se puede hacer por el parquecillo pero por mi alergia lo dejamos de lado) se llega al Begijnhof, y aquí ya se entra dentro de los que es el centro histórico y turístico de Brujas. Todo el camino va a estar rodeado de canales, cisnes, coches de caballos, muchos turistas y preciosas casitas. A medida que iba guiando a mi amiga por los rincones típicos de la ciudad (es lo que tiene ya haber estado, aunque fuera varios años atrás), podía observar cómo nada había cambiado. Las personas sí, la forma de vestir, pero los rincones de mi memoria seguían igual, y mirando luego las fotografías, hasta los monumentos seguían igual. Tuvimos la suerte de que tras la comida salió el sol, por lo que pasear por Brujas fue mucho más agradable que por Gantes. A parte de ver los lugares típicos rodeados de turistas, también compramos chocolate, típico también, y nos dejamos el paseo, también típico, por barco por los canales. No lo he hecho todavía pero con los puentes y callecitas junto a los canales tampoco es algo tan imprescindible como pueden ser en Venecia, donde las calles en tierra son un auténtico laberinto y muchas no te dejan ver nada. La pena, por mi amiga, es que la plaza del ayuntamiento estaba rodeada por una carpa y grúas, por lo que la vista de la Grote Mark era incompleta, y difícil disfrutar de los edificios que la rodean. Acabamos de verlo todo a tiempo para volver a Bruselas a preparar el equipaje para salir a las 4.40 de la mañana destino el aeropuerto. Nuevamente al facturar mi maleta grande – por el bonete de primavera de 1814- nos ofrecieron facturar gratis el equipaje de mano, y es que nuevamente el vuelo a Zaragoza -con ryanair- iba lleno (aunque los aeropuertos estén alejados de las ciudades es una maravilla no tener que desplazarse hasta Madrid o Barcelona).

Visita: Junio 2015

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- Brujas en 2002

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Gante - Belgica

Gantes/ Gante

En Gantes había estado hacía trece años, y siempre me quedé con la sensación de o haberme equivocado de lugar o no entender el atractivo de esta ciudad para estar en entre los tres clásicos de la región de Flandes, luego comprendí que no lo había visto por completo, que no llegué hasta el rincón más espectacular de la ciudad (según mi opinión) que es el castillo de los condes de Gante. Tomamos el tren a primera hora destino Gante, y nada más llegar lo primero que hay para disfrutar es la estación de tren de Sant Piers, que es como un palacio, tanto por fuera como por dentro. Recordaba esta estación de mi primer viaje a Gantes así que aproveché para volver a ver los techos pintados de la estación y su exterior de ladrillo rojizo. De aquí es fácil llegar andando al centro, a mi amiga le propuse ir en tranvía si quería, no lo había cogido pero así había que andar menos. Como no había nadie decidió que podíamos ir andando, yo recordaba que con seguir las vías del tranvía todo recto acababas llegando al centro de la ciudad mientras se cruzaban un par de canales. El centro tiene unos cuantos enormes edificios, algunos con unas escaleras tan altas que yo que no soy bajita no conseguí sacar la cabeza por encima. Las casas y los canales eran iguales a los que recordaba (eso significa que efectivamente no me equivoqué) y aunque una chica cuando nos oyó hablar español nos ofreció un tour guiado que iba a empezar, aunque había unos cuantos turistas para apuntarse no nos daba el tiempo, porque aparte de ver los edificios y su rincóncito con puerto, barquitos y casitas en uno de sus canales, o su enorme torre con San Miguel dorado y reluciente matando al dragón desde lo alto (aquí sería San Jorge), nuestro objetivo era el castillo de Gante, que en su día no pude ver y que tenía planeado ver de arriba abajo. A mi amiga le gustó mucho por fuera, la entrada al lado del tranvía, cubierta con sus cables, puede engañar (aunque como dijo mi amiga esa poca decoración es típica de un castillo medieval sin retocar por otras épocas posteriores) pero el lateral que da al canal es una vista impresionante. No había nadie cuando nos acercamos y nos tomamos nuestro tiempo para hacer muchas fotografías desde el puente admirando un castillo de juguete, con sus piedras grises, sus altos torreones, sus mini ventanas tan medievales, y su aspecto redondo. Entramos y tras comprar los tickets me quedé esperando a mi amiga, que estaba indecisa porque no sabía si nos daría tiempo, le había hablado de no perderse Brujas, que no estaba en mis planes porque ya había estado y había visto todo lo que tiene la ciudad, pero que como ella no había estado al final íbamos a ir ese mismo día. Le dije que había tiempo y que yo o veía el castillo de Gante o no repetía otra ciudad más. Al final mi amiga acabó encantada con el castillo, y si bien es cierto que nos tomó bastante tiempo recorrerlo nos dio tiempo a ver Brujas sin problemas. El castillo tiene un formato redondo que uno puede recorrer completamente, son sus murallas exteriores con sus altos torreones y sus pequeñas ventanas para evitar ataques exteriores y con el espacio justo para disparar con ballestas. Luego, en el centro del catillo está la torre principal con lo que son las salas del castillo, entrando se pueden ver varias salas adornadas con vitrinas con diversas armas de fuego antiguas, ballestas, armaduras, instrumentos de tortura, etc. Y mientras vas cambiando de salas vas subiendo y subiendo hasta que ya solo quedan unas escaleras (más escaleras, sin duda el viaje de las escaleras y las cuestas) para llegar a lo alto del torreón con sus banderas ondeando al viento y sus vistas de toda la ciudad de Gante (eso sí, hay que asomarse por las pequeñas ranuras entre muro y muro, para verla). Aquí arriba duramos poco porque después de varios días de sol el domingo amaneció nublado y el viento soplaba fuerte, así que hacía mucho frío tan arriba. Tras subir hasta arriba del todo sigues descendiendo mientras vas pasando por varias salas hasta salir y acabar con la visita. No recuerdo cuantas horas estuvimos viendo el castillo pero es un lugar recomendable, sobre todo por lo único del lugar, lo bien conservado de su estructura y cómo lo han respetado sin añadir épocas nuevas, algo poco habitual. 

Visita: Junio 2015


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Recreación de la Batalla de Waterloo en su Bicentenario - BELGICA








Recreación de la Batalla de Waterloo

Y como últimamente vemos que en la pagina del Facebook del blog las fotografías y los vídeos se ven mejor, como es muy difícil explicar con palabras lo vivido y visto en la batalla, os he dejado un vídeo del viernes y otro del sábado.

Viernes:


Sábado:




La música era de la megafonía del evento, no se ha añadido nada al vídeo.

Recreación de la Batalla de Waterloo - Belgica

Recreación de la Batalla de Waterloo

La recreación de la batalla comenzaba a las ocho de la tarde, muy tarde, en mi opinión, para las dos horas que duraba la batalla. La organización llegó a algún acuerdo porque ampliaron los horarios de los trenes siendo el último en salir a la una y diez de la madrugada (lo recordaron por megafonía el viernes). Aun así yo creo que lo del bicentenario se les fue un poco de las manos, cuando compré las entradas según el plano había la mitad de gradas de las que en realidad hubo, y dos zonas de pie. Nosotras teníamos tickets para la zona de pie dado que las entradas para estar sentada eran más caras y no sabía cómo serían en realidad. Entre las dos zonas para estar de pie optamos por la zona E que era la que inicialmente estaba en el plano, y por lo que nos dijeron el montículo de la zona J disminuyó la visibilidad de la batalla. Aparte del hecho de que había muchas más gradas y zonas de espectadores que las iniciales también  pasó que abrieron solo dos horas antes, y con la de gente que tenía que entrar (según la prensa unos 60.000 espectadores el viernes) la batalla acabó comenzando más tarde de las ocho y nos cansamos de oír a los locutores pedir que se sentaran en las gradas lo más rápido posible. También al abrir las puertas tuvieron un problema con el lector de los tickets y tardaron en poder dejar pasar a la gente, hasta se disculparon por megafonía por ello. El caso es que no estaban muy preparados para el mega evento que se montó por tema del bicentenario, pero me complace informar que el sábado las cosas fueron mejores; hubo más seguridad (vallas que no había el viernes) para evitar accidentes en las colas de entrada, los escáneres de tickets funcionaron y hasta abrieron dos horas y media antes de la batalla para que no pasara como el día anterior. Volviendo al viernes, cuando llegamos a la puerta quedaban dos horas y media para la batalla y ya había gente, por lo que decidimos hacer fila, estábamos las segundas en la fila pero teníamos que recorrer un largo trayecto hasta la zona de pie. Afortunadamente sabemos andar rápido y pudimos elegir sitio, lo cual nos costó mucho porque no sabíamos dónde podríamos verlo mejor. Al final elegimos un lugar intermedio, justo frente a la colina del león. No se pudo ver toda la batalla pero la parte que vimos nos encantó, nos entusiasmó, en fin, que nos alegramos de haber hecho la fila. Como quedaban dos horas para que comenzara la batalla hicimos lo que todo el mundo, nos sentamos en el suelo a esperar y guardar sitio. A eso de la hora de la batalla detrás de nosotras había bastante gente pero aun así nos enteramos de los recreadores que desfilaron y se colocaron para entrar en el campo de batalla desde nuestra zona. Desde donde nos posicionamos el viernes, que se recreaba el ataque francés, teníamos visibilidad del cementerio, la granja de Hougoumont y la casita roja que ya no recuerdo que granja era. De lejos vimos a los escoceses en la zona de la casita roja, que nos pillaba mucho más alejada por lo que de regimiento escocés solo pillamos el sonido de las gaitas, que se dejaban escuchar sobre el sonido de los disparos, los cañones y los locutores (uno en inglés, otro en francés). Por otro lado, desde nuestro lado estaba la parte francesa y justo delante nuestro se colocaron tres cañones, con lo que tuvimos una gran visibilidad de los disparos con cañón. También desde nuestra posición pudimos ver las formaciones en lo alto de la colina, es cierto que estaban alejados pero aun así se podían ver sus gestos y acciones, avances y retiradas, y lo disfrutamos muchísimo. Cuanto más avanzaba la batalla, lógicamente, más se hacía de noche y más humo rodeaba el ambiento por el tema de la pólvora de los disparos de fusil y cañón, debido a ello cuando se me agotó la batería de la cámara antes de que acabara la batalla tampoco lo lamenté mucho porque mis ojos aún podían ver pero mi cámara no era tan buena como para captar lo que yo veía. El viernes fue el día que más gustó ver la batalla, tal vez porque lo vimos más real, el movimiento, las acciones, es como si estuviéramos viviendo el momento. Lo cierto es que no sabría describirlo, ver en las colinas la caballería desplegarse, las filas de regimientos marchando al mismo ritmo, el sonido de las armas todas juntas resonando entre el humo, en fin, que realmente había que verlo para poder disfrutarlo, no creo que pueda describirlo con palabras. Tras la batalla salimos despacio pero sin pausa y nada más salir nos encontramos con el grupo de españolas, pero mira que hay 60.000 personas y de entre tantas teníamos que encontrarnos por segunda vez. Aprovechando, como ellas el jueves habían tenido que ir al campamento y al espectáculo de Infierno le preguntamos donde se cogía el autobús lanzadera para llegar a la estación de tren porque el mar de gente se dividía en dos, una seguía recto y otra iba hacia la derecha. Seguimos a la gente y vimos la interminable fila que había para coger el autobús y como vimos un cartel para ir andando a la estación de tren, pregunté a un policía y decidimos ir a la estación de tren andando. Había muchísima gente andando (pero muchos era para llegar a los parking donde habían aparcado sus coches) y nos costó muchísimo conseguir pasar el primer tramo a pie, íbamos más lentos que un caracol. A medida que se fue descongestionando la cosa nos encontramos con que no sabíamos si estábamos tomando los desvíos correctos (con lo de los parkings no nos podíamos fiar de que toda la gente a pie fuera hacia la estación de tren), pero cada ciertos tramos había un policía al que preguntarle por la dirección a la estación de tren, o bien pasaban los autobuses lanzadera completamente llenos con el cartel de Gare du train. Y así, sin mucha dificultad, y tras recorrer los 3 kilómetros andando que separaban el campo de batalla de la estación de tren de Braine-l'Alleud, llegamos sin problema. El único momento en que lo pasamos un poco mal fue en la propia estación porque la gente se empujaba, había muchísima gente y unas escaleras que bajar para ir hasta el andén del siguiente tren. Y escaleras y gente empujando nunca son buenas combinaciones. Nada más conseguir llegar al andén entramos al tren y conseguimos sentarnos. El tren paraba en muchísimos sitios pero al final llegaba a Bruselas central así que esperamos pacientemente hasta que sobre la una de la madrugada llegábamos a Bruselas central. El sábado en cambio, como había muchísima más gente que el viernes decidimos hacer fila tres horas antes de la batalla, tomamos el primer lugar, nos sentamos y sacamos nuestro jamón serrano y nuestro queso y nos dispusimos a comer (que idea tan buena el llevarnos el embutido de España para la espera). A todos los que estábamos sentados haciendo file tres horas antes nos quisieron engañar: resuelta que la zona de pie E estaba algo alejada (como ya comenté sobre el viernes), pero hay una puerta que está más cerca. El problema es que para llegar a esa puerta había dos opciones: -ser un VIP y poder ir recto hasta la puerta, o buscarte la vida y caminar durante horas hasta llegar. Y sé esto porque el viernes íbamos sin parar de ver cosas pero el sábado pensamos intentar hace fila en la puerta más cercana a la zona de pie E, pero cada vez que preguntábamos nos hacían lo mismo: ¿eres VIP? no, entonces tienes que dar una vuelta por ahí. Ibas ahí, preguntabas y te decían: ¿eres VIP? respuesta: no, entonces tienes que bajar por el otro lado y dar un rodeo, llegabas ahí y otra vez lo mismo, en fin, que al final dijimos, para estar dando vueltas sin sentido nos vamos a nuestra puerta ya conocida.Y estando sentadas haciendo fila con el resto vinieron dos chicos de la organización intentando convencernos de ir a la otra puerta, pero cómo los presentes nos conocíamos el tema, nadie se movió. Es cierto que ese día hubo muchísima mas gente y que se iba a formar atasco en esa entrada, pero también es cierto que no es lo mismo andas 600 metros rectos que 2 kilómetros dando vueltas, nuestra puerta estaría "más alejada" en teoría, pero a la hora de la verdad era mejor que buscar la otra puerta (si no eras un VIP, claro).  Esta vez, como ya había comentado, la cosa fue mucho mejor, más organizada (eso intentaron). Además los grupos de recreadores desfilaron antes (no solo me permitieron verlos mejor que el viernes sino que esta vez la recreación de la batalla sí comenzó puntualmente). Volvimos a repetir la zona E de pie, pero esta vez cambiamos de lugar y nos pusimos un poquito más arriba. A cada lado nuestro teníamos unas cámaras con objetivos impresionantes, con lo que intuimos que no era un mal lugar. Como más de 60.000 espectadores no es un número muy elevado resultó que el chico al lado nuestro nos escuchó hablar en español, nos preguntó de dónde éramos en un regular español, y resultó que él había estado viviendo en Zaragoza desde el 2007 al 2012. Si ya lo digo siempre: el mundo es demasiado pequeño. El sábado había muchísima más gente que el viernes, notamos la diferencia porque al mirar detrás nuestro había mucha más gente que el día anterior, sin contar con las filas que se formaron antes de entrar. Al final se coló una china alrededor nuestro, a nosotras no, pero a los chicos de al lado les quitaron el sitio descaradamente, los pobres no pudieron hacer ninguna fotografía, y si les dejan hasta se hubieran metido en el campo de batalla, de verdad son un auténtico peligro (lo dije en mi viaje a Rusia y cada vez que viajo lo confirmo). El lugar que elegimos el sábado estaba un poco más elevado que el día anterior, por lo que no veíamos el cementerio pero aun así tuvimos una buena visibilidad del resto del campo de batalla. Antes de comenzar escuché mucho español alrededor (mira que nos dejamos oír) y una familia llevaba la bandera española (alguien que se acordaba que hubo un par de españoles en la batalla de Waterloo (la de hace doscientos años)). Esta vez el combate comenzó a su hora, y antes de comenzar pidieron por megafonía un minuto de silencio en recuerdo. El silencio se notó en los espectadores, pero no en los recreadores más alejados, que no debieron enterarse de la petición porque se oían sus gritos y risas perfectamente (al estar todo lo demás en silencio). He de decir que la batalla del sábado, el contrataque aliado, nos resultó algo más monótona que la del día anterior, aunque nos encantó igualmente, había momentos en los que no sabías hacia donde mirar pues en todos los rincones había un ataque. Eso sí, vimos perfectamente los distintos tipos de formaciones militares (el cuadrado, el círculo, el rombo, etc), los ataques a caballo, las hogueras en lo alto de los montículos, los disparos de las formaciones desde las granjas y desde el trigal. Había momentos en los que no sabias hacia donde mirar, los ataques a caballo, las formaciones avanzando en fila mientras al otro lado de la ladera los aliados en grupos sueltos disparaban ante el ataque. En la granja de enfrente el ataque y disparos de un bando y de otro, dentro y fuera de la granja. Es mucho más impresionante vivirlo en el mismo momento, pues contado me es imposible describir dos horas de ataque. Como había tanta gente en vez de esperar como el día anterior en cuanto el presentador empezó a despedirse nosotras comenzamos a salir deprisa para poder coger cuanto antes el tren. Supongo que por seguridad (la organización intentó mejorar los fallos del viernes) bloquearon el pasillo por donde habíamos salido el día anterior, y solo podíamos salir por detrás de las gradas. En consecuencia se formó un gran atasco porque la gente se paraba, sobre todo porque en cuanto acabó la batalla se puso a llover. Como estábamos cansadas de tantas espera decidimos hacer la cola para coger el autobús a la estación de tren (por supuesto hubo gente que se coló). Mojadas subimos al autobús y por lo menos cuando bajamos para coger el tren no había demasiada gente y nos evitamos los peligrosos empujones que vivimos el viernes. Nuevamente subimos al tren con tiempo para sentarnos y de regreso a Bruselas vimos un par de murales junto a la estación de Midi que estaban iluminados. No sé qué tal lo vivieron la gente de las gradas pero nosotras desde nuestra zona de pie, pese a tener que perder entre dos y cuatro horas de nuestro tiempo, lo vimos todo maravillosamente bien y disfrutamos como niños de la batalla: historia viva en su doscientos aniversario.

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Waterloo - Belgica

Waterloo

De nuevo toca madrugar para coger el tren de Bruselas a Braine-l'Alleud, que es el pueblo más cercano al campo de batalla (no me he equivocado, no es Waterloo, sino Braine-l'Alleud, lo que ocurre es que es en Waterloo donde Wellington tenía su cuartel general, y ya sabéis: quién gana es el que escribe la historia). Desde Braine-l'Alleud habían puesto para la ocasión autobuses lanzaderas que llevaban a todo el mundo gratis hasta los campamentos y campo de batalla. Nada más salir de la estación estuvimos dubitativas sobre qué autobús sería la lanzadera pero el conductor nos pitó y nos dijo que nos acercáramos, así que no tuvimos problema alguno. Por supuesto contábamos con la ventaja de que al final, después de mucho dudar (las predicciones del tiempo eran muy variables), decidí vestirme de época, por lo que el conductor al verme vestida de 1800 dedujo a donde iba. Nos bajamos donde casi todo el mundo se bajó (cuando vas a un evento tan grande es difícil que te pierdas o equivoques de parada). La parada estaba en la intersección entre el campo de batalla y la avenida que va hacia el monte del león y el museo memorial 1815. Nos dirigimos hacia el museo memorial y entramos para conseguir las entradas (había pases especiales pero cuando le dieron las vacaciones a mi amiga ya se habían agotado), y entramos de las primeras al museo. Nada más entrar creí ver a alguien conocido, el presidente de la Asociación de los Sitios de Zaragoza vestido de un regimiento escocés. Y efectivamente no me equivoqué, y acabamos viendo el museo en compañía de Gonzalo Aguado Aguaron, una persona majísima, aunque no me diréis que las probabilidades de que entre 5.000 recreadores y 60.000 espectadores nos encontremos tres de Zaragoza son bastante bajas. El museo es increíble, tiene cuadros en movimiento que deben costar mucho dinero y que tras verlos, luego ver un cuadro normal te sabe a poco. No tienen nada que ver con los cuadros usuales porque parece que estás viendo el momento en tiempo real. En el museo hay muchos trajes militares de la época, armas, cuadros, y varios objetos para disfrutar del museo de forma interactiva. Otra de las cosas que más nos gustaron del museo (aparte de esos cuadros en movimiento) fue la película en tres dimensiones de la batalla de Waterloo. La película fue rodada por recreadores y hay escenas en las que parece que estáis ahí mismo y que la bayoneta te va a atravesar o el cañón te va alcanzar. Las caídas de los caballos también son asombrosas y todo bajo la lluvia con la que se aconteció la batalla real. Impresionante. Del museo pasamos a ver el panorama de la batalla, un gran cuadro circular de la batalla pintado de forma que desde el centro puedas tener una visión de cada uno de los puntos estratégicos de la batalla. Y tras el panorama subimos a la colina del león. Esta colina visible desde cualquier punto del campo de batalla no estaba en 1815 sino que fue levantada tiempo más tarde para conmemorar la muerte de alguien en la batalla (no me quedé exactamente con quién). Desde el león se obtiene una vista perfecta del campo de batalla, de sus inmensas extensiones, y en estas fechas del campamento aliado, donde por lo que vimos ya estaban empezando a formar. Ahí Gonzalo se despidió de nosotras pues tenía que llegar al entrenamiento y nosotras nos quedamos un rato más dando un par de vueltas hasta que descendimos y nos dirigimos hacia el campamento aliado. En principio tenía pensado ver lo usual de Waterloo: el museo de Wellington en Waterloo, el museo de la colina del león con el campo de batalla y el museo de Napoleón, pero como ya que estábamos cerca del campamento decidimos que mejor ver los campamentos y por el camino ir viendo los museos que se pudieran ver, al fin y al cabo teníamos dos días dedicados exclusivamente a Waterloo. Al final fue un acierto hacer esto pues el viernes disfrutamos mucho más de los campamentos que el sábado. Como comentaba salimos de la colina del león y nos dirigimos hacía el campamento aliado, ahí pasamos bastantes más horas de las previstas, pero es que no se puede comparar ese campamentos con otros en los que haya estado. En el campamento aliado pudimos ver la instrucción militar, tanto de los caballos como de los regimientos a pie, y mucho más de cerca de lo que se podrían ver en la batalla, de ahí que nos retrasáramos más en el campamento. Cuando habíamos visto todo el campamento y nos cansamos de tanta instrucción, disparo y formaciones, nos dirigimos hacia la granja museo de Hougomont, donde el día anterior el príncipe Charles de Inglaterra había inaugurado una escultura homenaje. Pero antes de llegar nos reencontramos con las españolas del baile de la duquesa de Richmond, que eran cantineras del regimiento 42 (la amiga de Elba me reconoció por el bonete de Charo-cuaderno de costura-). Y entre que las saludamos y demás nos liamos y salimos del campamento sin pasar por Hougomont. De campamento aliado al campamento francés tomamos el camino a pie, siguiendo a la fila de gente que iba de un sitio a otro. Al mirar el plano fueron 3.4 kilómetros los que recorrimos para llegar (que luego tuvimos que ir del campamento al campo de batalla, y fueron otros 2.5 km a añadir) pero es que para ir en los autobuses lanzadera había como el triple de gente que andando. Además el camino es muy bonito, con sus campos de trigo amarillo y ¿alcachofas? verdes. Después de haber pasado horas en el campamento aliado el campamento francés nos defraudó un poquito, era mucho más pequeño y la instrucción la tenían que hacer en los campos de fuera del campamento porque no cabían. Además era la hora de la comida por lo que no había nada interesante que ver. En vez de continuar hacia el tercer campamento: el campamento de Napoleón, decidimos ir hacia el campo de batalla andando y buscar las puertas de acceso. Para esas horas ya había una marea de gente andando por la carretera, que ya había sido cortada, y como llevábamos entradas de pie (mucho más baratas que sentado) decidimos buscar la puerta y hacer fila para poder coger sitio en primera línea. Sobre la recreación de la batalla podéis leer la entrada “Recreación Batalla de Waterloo”. Tras acabar la recreación, mientras salíamos con la marabunta, nos encontramos con las españolas acompañadas del fotógrafo Valischka (que conocí en la recreación de Los Sitios de Zaragora y la de Bajaras-Madrid). Y creo que si lo intentamos no nos encontramos. Y así volvimos a Bruselas (llegaríamos sobre la una de la madrugada pasada) y al día siguiente volvimos a madrugar. Este día me levanté cansada y decidí no vestir el otro traje que llevaba, y fue un acierto porque al final del día llovió y nos mojamos así que la cosa fue bien. Estábamos entre ir a Waterloo y ver el museo de Wellington o empezar e ir al museo de Napoleón, aprovechar y ver el campamento napoleónico y luego ir al museo de Wellington. Al final lo hicimos así. Llegamos de nuevo en tren de Bruselas a Brand’allen, de aquí cogimos la lanzadera que nos dejó en el monte del león y con unos poco nos quedamos esperando al 365 que es el autobús que nos acercaría (gratis por ser la recreación) al museo del antiguo cuartel general de Napoleón, y por tanto al campamento de Napoleón. Fuimos de las primeras en entrar al museo, y aun así enseguida se llenó de gente. Este museo es pequeñito, al igual que el de Wellington, pero es porque son sus cuarteles generales de la época y no museos creados expresamente para ello. El museo es interesante pero no tan espectacular como el del memorial. Tras salir del museo recorrimos el campamento de Napoleón y aunque aprecia que iban a hacer algo decidimos marcharnos para coger el 365 y llegar al museo de Wellington, este ya sí en la ciudad de Waterloo. Al ser sábado los horarios de los autobuses era bastante malo, y aún tuvimos la suerte que el conductor de una lanzadera nos llevó hasta la parada del W que pasa con más asiduidad. Así que tras una larga espera (tenía más frecuencia pero no dejaba de ser sábado) conseguimos coger el bus y llegar al cuartel general de Wellington donde nos esperaba una inmensa cola. He de decir que tanto el viernes como el sábado no paramos de oír español, tanto de espectadores como de recreadores. Al final decidimos volver andando desde el museo de Wellington al campo de batalla porque las filas para coger el bus eran kilométricas. En el camino nos paramos en una parada del W porque al poco venía uno no muy lleno y lo cogimos para llegar al Monte del león. Desde aquí fuimos andando hasta el campamento aliado con el propósito de ver la granja museo de Hougumont pero la fila era larguísima y desistimos de seguir con las esperas, con el bus y el museo de Wellington habíamos tenido suficiente. Lo bueno es que la granja se ve muy bien por fuera, por lo que solo nos quedó ver el museo del interior. En otro viaje, cuando no sea el bicentenario, ya nos acercaremos (ahora que ya sabemos cómo funcionan los horarios de autobús). De vuelta de nuestro intento fallido de ver el museo (la granja si la vimos) nos encontramos con Luis Sorando Muzas, el presidente de los Voluntarios de Aragón, otro zaragozano muy majo, y ya le dije que le echaba en falta dado que pese a haber más de 65.000 personas no había tenido problema en encontrarme con todos los pocos conocidos que tengo en el ámbito de la recreación. Tras hacer unas pardas en el campamento aliado para cotillear sombreros de época, comprar guantes, chocolate de bombas de Waterloo, etc. nos dirigimos hacia la puerta que ya nos conocíamos para comer y coger sitio para la batalla, que os cuento  en la entrada de la "Recreación de la batalla de Waterloo".

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Ostende - Belgica

Oostende

Tras trasnochar por el baile nos levantamos nuevamente a las siete de la mañana para coger el tren a Ostend/Oostende (la vida de turista es así de dura). Este día estaba programado Ostende y Amberes pero al final el agotamiento hizo mella en nosotras y acabamos regresando de Ostende a Bruselas, dejando Amberes por perdido. Pero empezando por el principio, nos levantamos y cogimos el tren a Ostende, nada más llegar como era muy pronto y junto al mar hacía un viento helador buscamos un café donde desayunar y meternos algo caliente al cuerpo. Frente a la estación de tren y el puerto deportivo estaba la catedral de Ostende, y ahí al lado varios cafés. Entramos en uno que cuando nos dieron el café con leche que habíamos pedido pensamos que nos iba a costar un ojo de la cara pero no fue para nada caro y eso que nos lo dieron en una bandejita con leche, terrones de azúcar, pastas de té, y crema con nata. Ya con el cuerpo calentito por el café con leche nos dirigimos hacia la estación del tranvía, localizamos la dirección correcta y solo quedaba coger las entradas. Había leído que cogiendo ahí la entrada al museo Atlantic Wall salía más barato el precio, y el hombre de ventanilla así nos lo confirmo. Nos lo explicó absolutamente todo, solo se dejó un pequeño detalle, que para él no era importante pero para nosotras sí. El tranvía en Zaragoza para en todas las paradas, haya o no haya gente. Resulta que en Ostende el tranvía es como un bus urbano de Zaragoza, solo para sí pulsas el botón de parada o hay gente. Como esto no lo sabíamos cogimos el tranvía, fuimos contando las paradas (no había letrero dentro del tranvía para saber en qué parada estábamos) y al final nos bajamos una parada más allá de la que correspondía (al bajar vimos el letrero de la parada). Así que tuvimos que cruzar y esperar a que viniera el siguiente tranvía, y ya aprendida la lección casi nada más subir le dimos al botón de parada para que en la siguiente parada se detuviera. Salimos del tranvía y excepto una mujer sola delante nuestro no había más gente. Había leído que teníamos que subir unas escaleras para cruzar las dunas y dejar atrás la playa, así que fuimos caminando junto a los montículos de dunas hasta encontrar las escaleras. No hay ningún cartel que te guía así que es una suerte que hubiera mirado antes como llegar al museo. Mientras caminábamos disfrutábamos de la playa, la arena blanca y el color del mar, el único inconveniente era el aire helador que venía del mismo. Encontramos las escaleras, y las subimos y bajamos (tras Luxemburgo ya había práctica en eso de subir y bajar), y seguimos a la mujer solitaria (girar a la derecha). No había ningún cartel ni nadie a quien preguntar pero si esa mujer no iba al museo ya nos daríamos cuenta. Finalmente conseguimos llegar al museo, que estaba más alejado de lo que esperaba. En la entrada nos comentaron que aparte del Atlantic Wall Museum también entraba en el ticket el museo año 1465, pero que cerraba a las dos. Bueno, nosotras entendimos que cerraba a las dos pero la realidad era que abría a las dos y cerraba a las cinco, el dormir poco y el cansancio no ayudan. Comenzamos el museo escuchando el audio guía en inglés (no hay español) pero no tardamos en dejarlo de lado, mi amiga sabía cosillas de armas y sobre los bunkers, y solo la experiencia de disfrutar del lugar y vivir la historia era suficiente. Había bastantes turistas alemanes, lo cual no es de extrañar dado que todo el museo está lleno de armamento, medallas, uniformes, aprovisionamiento, etc del ejército alemán de la época. Un aficionado de la II Guerra Mundial se lo pasaría en grande en ese museo, que es enorme y conserva un montón de elementos y guarda hasta el último detalle. En mi caso lo disfruté igualmente pues no se puede andar por las trincheras, o los bunkers, o sentir el frío helador de la costa desde las alambradas sin sentir el momento histórico de lo ocurrido. Además en esta época del año se veían las amapolas entre los alambres de las trincheras; tan nostálgico. Sabiendo que no usábamos el audio guía y que una no es una fanática de las armas o de la Guerra Mundial nos pasamos tres horas y pico dentro del museo. Es realmente enorme. Tras finalizar el recorrido del museo nos dirigimos por el camino natural al museo del año 1465. Habíamos entendido mal así que pensábamos que estaba cerrado pero acercarnos y echar un vistazo no nos costaba nada y hasta ahí es un pequeño paseo natural creado para que el turista camino o vaya en bicicleta. Antes de llegar al museo encontramos un restaurante y dudamos si entrar a comer, pero decidimos continuar, y cual fue nuestra agradable sorpresa al ver que entendimos mal y que el museo abría a las dos (solo quedaban cinco minutos de espera). Como había gente hicimos el recorrido de las casas al revés, para no encontrar a tanta gente, y esta vez sí escuchamos la audio guía en inglés. El lugar se levanta donde estuvo un poblado en esa misma época pero todo lo que se puede ver son reproducciones dado que el lugar fue asolado en un incendio. No se puede comprar pero aun así es un museo interesante que visitar, puedes entrar dentro de las casas, subir a la parte de arriba, y observar todo como si todavía vivieran sus habitantes. Así se nos pasó otra hora de museo. Al regresar sorbe nuestros pasos paramos en el restaurante, dudábamos de que siendo pasadas las tres de la tarde (y siendo Bélgica y no España) nos dieran de comer, pero sí que nos dieron; una deliciosa lasaña calentita. Tras comer y descansar volvimos hacia atrás nuestros pasos para coger el tranvía y de ahí coger el tren a Bruselas, pero tuvimos la mala suerte de perder por segundos el tren y, aunque normalmente hay varios, las vías estuvieron cortadas dos hora, así que tuvimos que esperar dos horas en Ostende hasta poder coger el tren a Bruselas. Por todo ello al final Amberes quedó tachado de la lista de visitas. 


Visita: Junio 2015


Recreación del Baile de la Duquesa de Richmond - Belgica

The Duchess of Richmond Ball, Bruselas

Quedamos en el apartamento de Margarita para vestirnos y salir las cuatro juntas hacia el Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile que la Duquesa de Richmond; baile que organizó la duquesa de Richmond en una Bruselas muy diferente a la de ahora, en la que hace doscientos años estuvo presente Wellington y sus oficiales antes de la batalla de Waterloo donde vencieron al ejercito de Napoleón. Nos ayudamos las unas a las otras para vestirnos, pues los corsés, camisa-enagua, vestidos y demás complementos de la época no son sencillos de poner. Era el primer baile de mi amiga y creo que lo disfrutó muchísimo, aunque he de decir que fue un baile excepcional en el que se cuidó hasta el último detalle (o al menos se vio que se intentó). Cogimos un taxi entre cuatro para llegar al Chateau de Sante-Anne donde se celebraba la recreación del baile (en coche nos costó aproximadamente una hora llegar). El problema del vehículo actual es que el cinturón de seguridad nos arrugó (a menos a mí) completamente el vestido, aunque hubo algunas que no se pudieron el cinturón (yo aprecio mi seguridad más que mi aspecto). Por supuesto no fuimos las primeras en llegar, pero tampoco las ultimas lo que nos permitió disfrutar de los jardines alrededor del chateau. Nada más llegar el taxi nos dejó en la misma puerta del chateau y descendimos como si hubiera sido nuestro coche de caballos el que nos hubiera llevado hasta ahí, el sol todavía brillaba fuerte en el cielo así que mientras nos arreglábamos los vestidos para estar presentables nos encontramos con el resto de españolas que llegaban en otro coche. Aunque la recepción era por la puerta principal del chateau, el sol y la refrescante fuente del jardín invitaba a dar un tranquilo paseo. Tras un momento de recomponerse, atarse las cintas de los zapatos y curiosear el lugar, nos acercamos a la parte de atrás del chateau para disfrutar de los jardines y de la sombra que estos nos daban. La sorieé comenzó con un tentempié y champan. Los invitados que iban llegando salían a los jardines para disfrutar de la magnífica tarde mientras se saludaban entre sí los conocidos, mientras que los desconocidos teníamos que esperar una oportuna presentación. Una de las amigas de Elba me presentó a alguien que ya conocía pero nunca habíamos sido formalmente presentadas, aunque siempre he admirado algunos de sus vestidos y su habilidad para el baile. Mientras el resto de gente socializaba permanecimos en un bonito rincón del jardín, a la sombra y rodeado de vegetación que nos permitía curiosear a todos los invitados, tanto los que ya estaban presentes a nuestra llegada como los que iban llegando al baile. La cena había sido programada para las seis de la tarde pero entre el champan, los aperitivos y la agradable tarde todos los invitados nos quedamos disfrutando de los jardines algo más de lo previsto, así los cabaleros y militares se ponían al día charlando entre sí y las damas apreciaban los trajes y adornos que llevaban, algunas más a la última moda, mientras que otras eran más discretas. Finalmente los sirvientes, con su librea y peluca correctamente colocada durante toda la noche, nos avisaron de que la cena ya iba a ser servida en la segunda planta del chateau. Una vez arriba los grupos, distinguidos entre países o clases sociales se dispersaron en la distribución de los invitados en las mesas. Al inicio estaba sentada entre un caballero y una dama ingleses pero un caballero inglés insistió en cambiar su lugar, algo fuera de lo habitual, para que me sentará con las otras dos españolas, aunque he de decir que no conversamos mucho, tal vez cohibidas por el acto tan fuera de protocolo y lleno de galantería. El salón donde se sirvió la cena tenía unas hermosas lámparas y solo desentonaban las botellas de agua con la etiqueta. La cena fue un primero que no recuerdo qué era pero no me gustó, lo cual era lógico conociendo mis gustos tan poco refinados, el segundo fue cordero y el postre delicioso chocolate caliente dentro de chocolate duro y cubierto en la parte de arriba por helado de vainilla, sin duda lo mejor de la cena. Al poco de comenzar la cena un caballero, temo no poder decir el nombre correcto pues no veía y apenas oía, se levantó para brindar, apenas escuche que brindábamos por el rey de Inglaterra, por lo que nos pusimos en pie levantando nuestras copas brindando por el rey y la victoria sobre Napoleón. Continuamos con una agradable cena, mientras escuchaba las conversaciones a mi alrededor (ni siquiera conocía a la gente con la que estaba sentada por lo que no sabía que decir, aunque algunos los había visto en el baile disfrutado en la Isla de Elba cuando Napoleón estaba desterrado). Otro brindis llegó, esta vez por alguien de Holanda caído en batalla. Hay cierta incomodidad en estos vestido a la última moda de 1815 por los cuales levantarse y sentarse no es cosa fácil. Tal vez no fuera lo más adecuado pero con el calor de la sala algunas damas, incluida yo, sacamos el abanico para refrescarnos, aunque somos las que menos deberíamos quejarnos porque los hombres seguían con sus chaquetas, chalecos, camisas, pañuelos correctamente colocados. Llegó el último brindis, este por las damas presentes, al que siguieron todos los caballeros. La cena hubiera sido perfecta sino hubiera acontecido un pequeño alboroto en mi mesa, al parecer una de las sillas se rompió y el caballero de enfrente cayó al suelo derramando la copa de vino tinto sobre él. La duquesa vino presta para ver qué pasaba pero el desconsuelo de la esposa del caballero era palpable y lógico tras semejante contratiempo. No sé cómo lo arreglaron pero al final de la noche vi al caballero durante el baile y pude percatarme que su chaqueta ya no estaba manchada de rojo, aunque no puedo decir si su chaleco de seda consiguió salvarse del desastre. Salimos de la cena para acercarnos al tocador y asearnos antes de bajar a la planta de abajo para disfrutar del baile. Mientras charlábamos nos entretuvimos y apenas vimos el comienzo del baile desde lo alto de las escaleras, cosas del lugar y la época impedían tener un lugar más amplio para un baile así. Desde arriba mi amiga y yo distinguimos el sonido de las castañuelas y cuando bajamos pudimos descubrir como el maestro de baile las usaba ocasionalmente para marcar los pasos del baile, y que recuerdos nos trajo eso a nuestra memoria, pues de niñas habíamos hechos ambas jota, y nuestra profesora de baile siempre nos marcaba los pasos con las castañuelas. Por tema de espacio los músicos se encontraban cerca del hueco de la escalera pero aunque el lugar no era un palacio ruso o una elegante casa londinense (hay que tener en cuenta que estábamos en guerra y que Napoleón se adentraba en Bélgica), el baile resultó espectacular. Ninguna dama quería dejar de bailar, aunque como no conocíamos a nadie no tuvimos ninguna pareja de baile, así que de dos bailes que sabía solo pude bailar uno. Siendo malvadas he de decir que mi amiga y yo disfrutamos criticando cuando no bailábamos, entre el afán por no perderse un baile en un lugar tan pequeño y la falta de habilidad o conocimientos de algunas parejas de baile nos daban imágenes muy divertidas, donde no hubo ningún accidente pero pudo haberlo (hasta hubo parejas que se intercambiaron los roles y ni siquiera se dieron cuenta).La duquesa muy amablemente habló con todos los invitados, y disculpándose de no poder atendernos a todos y nos dio un par de agradable sorpresas cuando en un descanso del baile el duque de Wellingtn y la duquesa de Richmond nos hicieron salir a la terraza donde nos esperaba una maravillosa sorpresa. Cuando todos los invitados estaban ya en el jardín o en las escaleras del chateau llegaron los soldados de un regimiento que no sé distinguir (en uniformes militares me pierdo con tantos aliados) desfilando las banderas y tocando música militar. Y frente a nosotros en el jardín nos ofrecieron un espectáculo de música y disciplina digno de aplaudir. Tras ello los soldados se quedaron en el baile, y algunas parejas salieron a la oscuridad de los jardines. Mucho antes que nosotras los soldados tuvieron que volver a su campamento cerca de Waterloo pero permanecieron un tiempo en el baile, dándole un toque de color con sus uniformes. He de decir que algunos caballeros se excedieron en el champan y que posiblemente lamentaron quedarse con sus trajes de gala hasta tan tarde en el baile pues al día siguiente tenían instrucción (no quiero saber cómo consiguieron pasarla). El baile fue interrumpido cuando Wellington recibió un mensaje urgente, y tras leerlo nos llamó a todos la atención para comunicarnos, cono horror para las damas ahí presente, que Napoleón se acercaba a Bruselas, y que antes de llegar le harían frente, por lo que el baile podía continuar y los oficiales podrían terminar de bailar antes de salir hacia la batalla: “Que continúe el baile dijo Wellington”. Sobre las dos o las tres de la mañana nos fuimos marchando, las damas las últimas en abandonar el lugar. (Que yo creo que hubiéramos llegado antes en coche de caballos que en taxi al hotel, porque a los taxis les costó llegar). La fotografía de la entrada pertenece a Simon Walde y fue hecha durante la cena, para ser más auténticos en la recreación no estaban permitidos ni móviles ni cámaras por lo que solo tenían cámaras los fotógrafos profesionales contratados para el baile. 

Fotografía de la entrada: All rights reserved © Copyright Sander de Wilde

Visita: Junio 2015


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