Veere
Este fin de semana con la excusa de un evento regencia no solo viajamos en el tiempo (entre 1790 – 1820) sino que también visitamos un sitio nuevo. Cuando estuve por los Paises Bajos no llegué a este pueblecito porque no hay tren. Tienes que llegar en bus o en coche. Está más cerca de Belgica y de Rotterdam que de Amsterdam pero por tema de horarios, lugar de compañía (no iba sola sino que me acompañada una amiga de recreación) y precios al final fuimos de Barcelona a Amsterdam y en Amsterdam cogimos un taxi para ir a Veere, que son unas dos horas de trayecto. Si vas solo no te resulta rentable el pago del taxi así que mejor coger la opción de ir en tren hasta Middelburg y de ahí coger el bus hasta Veere o un taxi, que te resultará más barato. Pero como he dicho hay múltiples opciones de salida que si vas solo puedes barajar. Cuando llegamos, aunque era antes de la hora del check in, tuvimos la suerte de que la habitación del bed and breakfast ya estaba preparada, la dueña entendía español y además nos tocó el ático por lo que teníamos la habitación más espaciosa, con ventanas a todos los rincones de la ciudad; al puerto deportivo, al lago, al ayuntamiento, a la antigua iglesia. Preparándonos para ir a la clase de baile escuchamos una música seguida de las campanas dando la hora, esa es una de las cosas típicas de Veere, cada hora suena las campanas antecedidas por una melodía. Las campanas suenan a todas las horas por lo que si no puedes dormir con ruido recuerda llevar tapones. En nuestro caso no teníamos problema al respecto así que en vez de molestar nos ayudaba a controlar la hora, ya que no podíamos dedicarnos solo al turismo, también teníamos citas de recreación a las que asistir. Mucho más útil las campanas del reloj que ponerse una alarma o ir mirando continuamente el móvil. Tras vestirnos de 1800 de día salimos para ver un poco del pueblo antes de ir a la clase de baile ya que teníamos algo de tiempo. Primero admiramos las casitas frente al puerto. El puerto de Veere, con orígenes en el siglo XIV, fue históricamente un bullicioso centro comercial y hoy es un puerto deportivo para yates y barcos. El área del puerto cuenta con varios cafés y restaurantes que ofrecen cocina local y un típico puente que cruza un canal que da al lago. Mientras estábamos mirando cada detalle del puerto empezaron a pasar coche de época uno tras otro. No sabemos que sería exactamente, pero nos pareció muy curioso verlos pasar. De aquí nos acercamos al Grote Kerk. La casita pequeña que hay camino a la antigua iglesia, rodeada de césped y árboles, es donde tuvimos la clase de baile de dos horas con descanso y bebidas y pastas de té (riquísimas). Aparte de la comida del descanso la clase también estuvo interesante, el maestro de baile usaba las castañuelas como guía y explicó que enseña los bailes más difíciles. Hubo uno muy divertido porque tenía un paso llamado “mariposa” porque se movían los brazos como las alas de una mariposa batiendo, pero cuando yo lo hacía parecía la imitación de un pollo. El lugar era pequeño y éramos bastantes así que hacía mucho calor. Tras la clase de baile nos marchamos a hacer turismo por el pueblo ya que apenas habíamos visto el puerto deportivo. Empezamos por la iglesia; Grote Kerk, construido a principios del siglo XIV, es una iglesia monumental en Veere. Tiene una estructura imponente que se ve desde cualquier rincón del pueblo. En el interior, la iglesia funciona como un centro cultural con exposiciones, conciertos y eventos, es muy larga, alta y con techos abovedados, entramos por un lateral, disfrutamos de su jardín y revisamos por dentro la entrada, pero al ver el precio decidimos no acceder, el precio de la entrada nos parecía demasiado caro para lo que veíamos que había. Así que salimos del recinto pro el otro lado, donde hay un cañón, y seguimos el camino rodeando la antigua iglesia hasta lo que parecía un pozo rodeado de césped y n pequeño camino hacia una arboleda y otro camino hacia unas casitas, el pueblo está lleno de pequeñas casitas de estilo holandés, con sus tejados escalonados, estrechas y bonitas muy cuidadas con puertas, ventanas, y vallas pintadas de colores y flores rodeando el camino. Seguimos en dirección contraria al centro del pueblo por otro camino de casitas hasta el molino Koe. Este molino de viento bien conservado ofrece una vista típica de Holanda y se puede ver afuera y fotografiado. Junto a él hay un gran parking que estaba lleno de coches de turismos, nosotras nos acercamos andando hasta la valla donde se veían a unas ovejas durmiendo bajo la sombra de un gran árbol. Una estampa idílica y un lugar imperdible. Hay muchas actividades de ciclismo y paseos por el lugar que salen o pasan por Veere. Del molino volvimos hacia el puerto por el canal que nos llevaría hasta el centro para ver el ayuntamiento, muchas de las casas, calles y edificios del centro histórico de Veere datan de los siglos XV y XVI. Merece la pena ver el antiguo ayuntamiento en el mercado. El ayuntamiento y las Schotse Huizen (literalmente "casas escocesas", en referencia al comercio de lana con Escocia) albergan ahora el museo Veere, aquí no entramos, pero ni miramos el precio, fue por faltaba de tiempo. Despues de ver este rincón cito del pueblo bordeando la la Torre Campveerse volvimos al alojamiento para comer y descansar, y justo a tiempo ya que se puso a llover en cuanto subimos a nuestra habitación. A las seis de la tarde salimos y paseando por el paseo de arboles paralelo a la iglesia llegamos hasta el parking donde coger el autobús a Medelburg. En ese momento llovía por lo que no pudimos hacer nada de turismo en Medelburg más allá de ver el ayuntamiento por fuera y por dentro, ya que el baile era ahí. Al día siguiente salimos caminando por el bastión rodeando el lago para ir a dar un paseo en antiguo velero pesquero de la época. Veerse Meer es una gran laguna que se creó como una medida para contener inundaciones en el año 1961. La laguna está rodeada de reservas de la naturaleza, ideal para senderismo y observación de aves, y los visitantes pueden participar en diversas actividades acuáticas como navegación, windsurf etc. La pesca es popular y cuando montamos en el velero el patrón nos comentó las características de ese velero para navegar. El paseo en velero por el lago fue fabuloso ya que no solo se ven las costas y el pueblecito, sino que también disfrutando de la navegación ya que fue un fin de semana de mucho viento así que las velas desplegaron en su esplendor, tuvimos que agacharnos muchas veces para que “no rodaran cabezas” como decían, por el movimiento de los mástiles al manejar las velas con el viento. Tras el recorrido en velero fuimos hasta el museo de Veere ya que en frente nos esperaba un carruaje de caballos, cubierto por si llovía, para hacer un recorrido por los alrededores de Veere. Quienes llevaban el carruaje vestían como holandeses antiguos y el paisaje que recorrimos de canales, pastos, vacas, ovejas, molinos, etc era idílico para excursiones a pie o en bicicleta, nosotros atascamos un poco el trafico por nuestro carruaje a caballo, pero no podíamos hacer nada al respecto. El casco antiguo también cuenta con pequeñas tiendas, cafeterías y galerías donde los visitantes pueden explorar artesanías y productos locales. Ubicado en el centro, sirve como un punto de partida conveniente para explorar otras atracciones en Veere. Las visitas guiadas regulares ofrecen ideas más profundas sobre la historia y el patrimonio arquitectónico de la ciudad. Tras el paseo de hora y media nos marchamos a comer ya que teníamos hora y media libre hasta la siguiente actividad; un tea, chocolate o café con pastas. Pero tantas pastas que eso era como una cena mas que una merienda, y por tanto nos duró como unas dos horas. Yo esperaba que fuera en el interior, pero al final lo hicieron en el exterior, y tuvimos lluvia, pero nos respectó bastante. Después de descansar un rato mientras llovía intermitentemente salimos para ver la Torre Campveerse. Es una de las hospederías más antiguas de los Países Bajos. Estuve mirando el alojamiento ahí, pero era demasiado caro para nuestro presupuesto. Ya paseando con más calma visitamos el bastión, los cañones, y vimos las medusas flotar por las orillas del puerto, con la calma del viento el lago parecía un reflejo del cielo. El lugar vale la pena visitarlo.
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