Camino a Jaca Como de costumbre mi método de viaje fue el tren, lo que ya de por sí es una aventura. Esperando al “canfranero”, nombre con el que se conoce al tren que va de Zaragoza a Canfranc y que me llevaría a Jaca, me fijé que había más gente de lo que hubiera esperado, pero no lo suficiente para llenar los tres habituales vagones del tren. Pero eso fue en la primera parada, en las siguientes empezaron a entrar estudiantes con sus maletas y apuntes, tal era la cantidad que corrían a por un asiento libre. Esto era debido a que el tren llevaba los tres vagones viejo, que son más pequeños de espacio al ser más antiguos que los vagones de los regionales habituales (como el que cogí a León o Aranjuez). En conclusión los tres vagones acabaron llenos de gente y maletas, así como los rellanos entre vagón y vagón. Los estudiantes que no consiguieron asiento se sentaron sobre sus maletas o en el suelo, porque no es plan de pasarse horas de pie, y yo acabe arrinconada en mi asiento,
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