Voss - Noruega

Voss

Salimos de Bergen dirección Voss, en el camino por carretera se pasan montañas y lagos (o fiordos, no se me fijé si había algas o no) y el aspecto de ese camino me recordó mucho a Suiza, cuando íbamos hacia el lago Thun, con todos montañas y lagos. En Voss paramos a comer antes de coger el tren que nos llevaría a Myrdal, donde tomaríamos el tren de Flam. Aquí me separé de mis amigas para ir a la calle comercial del pueblo en busca de tarjetas fotográficas, al parecer mi cámara había decidido morir en plan suicida y me estropeaba cada tarjeta de memoria que metía. Conseguí pronto las tarjetas de memoria porque en Noruega no cierran para comer, una de las cosas curiosas en que me fijé es que en todos los establecimientos ponen la hora de apertura y cierre (y diréis como mis amigas “y en España también”) pero en Noruega lo hacen de forma diferente a España, lo ponen en números bien grandes en las paredes de la tienda. Desde la carretera y sin gafas puedo ver la hora de apertura y cierre de la tienda. Además te poner los dos horarios de cierre (dependiendo el día o la temporada) con paréntesis. Una vez conseguido lo necesario e imprescindible en mis viajes retorne mi camino hacia la iglesia donde había dejado a mis amigas comiendo en los merenderos que había alrededor del cementerio. Esa es otra cosa noruega, el poner los cementerios como si fueran parque para pasear, jugar con el perro o merendar. Al menos este cementerio estaba junto a una iglesia. Al regresar describí que se había marchado hacia el lago para aprovechar el día de esplendido sol que hacía. Así que pasamos el resto del tiempo sentadas en una piedra junto al lago, viendo las montañas verdes, con nieve en los picos, el agua cristalina del lago, la gente pasando en canoas, gente jugando al futbol en el césped, etc. Terminada la hora de comida tomamos el camino a la estación de tren para coger el tren de Voss a Myrdal. El tren tenía la calefacción puesta al máximo y en un día tan caluroso el viaje se hizo largo y pesado, las ventanillas estaban todas empañadas por el calor, pero aun así pude ver el paisaje, muy parecido al del Pirineo; con sus montañas, sus ríos de aguas claras, cristalinas y aparentemente muy frías, y así hasta llegar a Myrdal.

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Bergen - Noruega

Bergen

Llegamos a Bergen y antes de ir al hotel (que no estaba lejos del centro) paramos en el centro para comer. Como el guía nos comentó muchísimas cosas para ver por Bergen y en teoría al día siguiente salíamos pronto en dirección Voss, decidimos aprovechar el tiempo y comprarnos unos bocadillos y comerlos en el puerto (hacia un día de sol agradable para comer al aire libre) y aprovechar el resto del tiempo de comida en ver el puerto, el mercado del pescado y el barrio Bryggen. Desde el muelle del puerto, y dado el día claro que hacía,, había una vista perfecta de las casitas de madera pintada de varios colores que componen el barrio de Bryggen. Además tuvimos la suerte de que ese día no había ni un solo crucero, que suelen tapar las vistas y llenar de gente las poblaciones. En el mercado del pescado trabajan sobre todo españoles, muchísimos, que se dedican a vender pescado para comerlo ahí; ballena, patas de cangrejo real, etc. Sabiamente preferí no arruinarme por un mini trozo de pescado y deje el marisco para cuando llegue a casa (o en Corea o en EE.UU. donde tampoco es tan caro y sabe igual) y pasamos a ver el barrio de Bryggen. La primera casa de color rojo es el museo hanseático (un poco caro para nuestra opinión) y que da a descubrir lo que era la liga hanseática, la razón por la que se crearon todas esas casitas de madera, inclinadas hacia el mar y de colores que son de cuando esa zona era mercado principal de salmón y bacalao para el resto de Europa. Ahí tuvieron su gran éxito comercial hasta que la zona del norte pasó de católica a protestante y por tanto en vez de comer pescado en cuaresma se dedicaron a comer carne. Adiós al negocio del bacalao. El barrio de calles estrechas, balcones y ventanales grandes y muros inclinados se conservan en buen estado porque son patrimonio de la humanidad, tuvimos la suerte que callejeando por el barrio vimos el entramado de una casa que estaba reparando y toda la madera y gasto que conlleva. Las casitas son, hoy en día, tiendas para turistas pero vale la pena adentrarse en sus calles estrechas y perderse en el entramado para ver cada de talle de lo que en su día era el barrio del puerto con más vida de la ciudad, cuando la liga hanseática gobernaba el mercado del pescado. Llegamos hasta la torre de Rosekrantz y regresamos para coger el autobús que nos llevaría al hotel. Una vez dejamos el hotel pasamos junto al lago y su fuente a los pies de la montaña, en lo alto está el mirador, el guía nos aconsejó que miráramos hacia arriba y que si había nubes y no veíamos la casita y la bandera que ni subiéramos, pero que si la veíamos subiéramos porque estaba despejado. Las nubes se nos echaban encima pero todavía se vía la casita y la bandera así que decidimos subir en funicular a Floyfjellet. Otro de los consejos del guía fue no coger el funicular si había grupos de cruceros, por la cantidad de gente, pero en vez de eso tuvimos la “suerte” de que nos tocaron lugareños que volvían a casa con sus compras del día así que a la subida hicimos un montón de paradas intermedias. El funicular es acristalado por el techo y las paredes para disfrutar de la vista mientras se sube pero con la cantidad de gente que había fue bastante difícil (más sencillo a la vuelta), y después de tardar siglos en subir cuando llegamos arriba se puso a llover (lo que ya parece una tradición en nuestros viajes). Las nubes comenzaron a cubrir la ciudad y ya no se veían ni las montañas del fondo ni las casas del puerto. Decidimos dar una vuelta y descubrimos a las cabras comiendo las cortezas de los árboles por el otro lado del monte, y al regresar dejó de llover y apareció un claro donde ya pudimos ver las casas, las montañas al fondo, el museo que tiene forma de piano de cola (visto desde arriba), y la forma de “W” que tiene la ciudad. La “W” la consigue gracias al lago con la fuente en medio y el resto es por la forma de la costa. Una vista que merece la pena la subida (siempre y cuando no haya nubes, claro). Bajamos con el funicular y nos fuimos al otro lado del puerto a visitar las murallas y el barrio portugués. Lo más interesante del barrio portugués es callejear y descubrir cada rincón, cada casita es diferente, una de madera blanca, otra azul, otra de puerta roja con farolillo, otra con flores en las ventanas, etc. Algún que otro callejón sin salida encontramos pero es una zona recomendable para pasear sin mirar plano (y eso que cuando llegamos al barrio se puso a llover de nuevo), según el guía esa zona es la que sale en todos los folletos de Bergen. Ahí cerca hay un paseo natural rodeando la costa que el guía nos recomendó por no ser muy turística y tener bonitas vistas. Como estaba lloviendo solo vimos a los noruegos pero el guía tenía razón, un rincón precioso para pasear. Ya de noche (la ciudad de noche no nos dijo nada, al contrario de Stavanger) pasamos por la plaza que hay junto al lago y en ella había varios coches antiguos restaurados (de todo tipo de coches, hasta policiales). El guía ya nos había comentado que a los noruegos les encanta la restauración de coches, barcos, motos, etc. Y lo pudimos comprobar “in situ”. Al día siguiente en teoría salíamos pronto para coger el tren de Flam pero debido a un corrimiento de tierras había una carretera cortada y al final salimos más tarde. Así que tuvimos hasta las doce del mediodía para volver a recorrer la ciudad, esta vez fuimos a ver la iglesia de Santa María y la parte de atrás de ese barrio, y volvimos a retomar el paseo que recomendó nuestro guía (Pablo) y esta vez disfrutamos de las vistas con sol, y solo nos encontramos con la gente de nuestro grupo, y eso que ese día si vimos varios cruceros atracados en Bergen.

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De Stavanger a Bergen - Noruega

Camino de Stavanger a Bergen

Al día siguiente amaneció soleado, cumpliendo las previsiones meteorológicas que daban sol y nublado, el nublado lo tendríamos por la tarde. Lo cierto es que todos los días se cumplieron las previsiones, y pese a las nubes tuvimos muy buen tiempo, con una temperatura fabulosa. Comenzamos la mañana de autobús, dado que recorreríamos el camino de Stavanger a Bergen, donde llegaríamos a la hora de comer. Para no hacerlo tan pesado el camino de Stavanger a Bergen fue salteado con varias paradas y dos ferrys que tuvimos que coger para poder pasar de costa a costa. Cuando fuimos a coger el primer ferry llegamos justo para verlo marchar así que tuvimos que esperar una media hora para coger el siguiente y cruzar el fiordo de Bonka. El día era soleado y alrededores estaban las praderas de color verde y las ovejas blancas pastando. En los ferry teníamos que descender del autobús por obligación, por lo que pese a que tienen cabina interior siempre salíamos al exterior para disfrutar de las vistas el mar de los fiordos que cruzamos estaba super tranquilo y el agua de un color azul igual al cielo. Es curioso cómo viven los países ricos, aunque hay que pagar billete nos dijo el guía que si nos preguntaba el revisor dijéramos que ya habíamos pagado y si había algún problema que le señaláramos a él y lo cierto es que casi nunca nos preguntaron y cuando lo hicieron con solo decir “ya pagado” fue suficiente, ni siquiera tuvimos que enseñar el billete. Además de cruzar dos veces por barcos, también fuimos atravesando varios túneles submarinos, escavados bajo el mar para no estropear el paisaje (según el guía los noruegos son muy dados a cuidar la naturaleza tal y como está). En estos túneles no se ve nada más que la roca escavada, pero excepto uno la mayoría no eran muy largos. A parte del camino en ferry el trayecto por carretera nos brindó una serie de paisajes hermosos, con verdes colinas y praderas, tranquilas vacas y ovejas, pintorescas casitas y granjas de colores, todas perfectamente ordenadas y en su lugar, como si de una postal se tratara, y espectaculares lagos y fiordos con agua cristalina que parecían espejos reflectantes. Lo cierto es que el paisaje de esta zona me recordó mucho al de Escocia, con esos verdes, azules y grises. Un camino para disfrutar de las vistas.

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Preikestolen - Noruega

Preikestolen

Stavanger se puede llegar a ver en medio día el resto del día se puede ocupar o bien haciendo una excursión al Preikestolen sobre el fiordo de Lyse o bien hacer un crucero por el propio fiordo de Lysse, cualquier de las dos opciones son válidas y recomendables. Para viajar a Noruega pude encontrar tres opciones: circuito, crucero o coche propio. Como no conduzco la opción del coche no era válida, pero por lo que pudimos comprobar a menos que estés acostumbrado a desvíos y buscarte la vida en carretera la del coche propio si no conoces Noruega, tampoco es recomendable, dado que nos encontramos en más de dos ocasiones con carreteras cortadas por desprendimientos de tierra y desvíos interminables. La opción del crucero es bastante buena, vimos algunos (aunque dicen que en verano son muchos) y los fiordos tienen unas vistas increíbles, pero lo cierto es que para mí me resultan muy aburrido así que prefiero el viaje en circuito con autobús, y fue un acierto, no solo por los paisajes que disfrutamos sino porque tuvimos la suerte de tener un buen guía, el problema o la ventaja de un circuito es el guía, y esta vez tuvimos un gran guía. Avisó al grupo de que la subida al Preikestolen no es para que la haga cualquiera, antiguas lesiones, no hacer ejercicio diario, etc, pueden pasar factura porque tiene picos de subida intensos y las piedras, aunque están bien colocadas, es fácil poner mal un pie y acabar mal, no todo el mundo le escuchó lo que teniendo en cuenta el día era una mala decisión. Para todo el día pronosticaban lluvias y ciertamente llovió con ganas. Conociéndonos ni mis amigas ni yo somos de cruceros, así que elegimos subir el Preikestolen. Salimos de Stavanger en ferry para cruzar el fiordo al otro lado de la costa, donde nos dirigimos a la base del Preikestolen. El trayecto en ferry fue corto pero con bonitas vistas. La subida debería costar una hora aunque a mí me costó dos horas, aunque el guía nos dio cinco horas (y avisó que no corriéramos, que el autobús no se iba sin nadie). Me costó mucho más de lo habitual porque aun con niebla y lluvia fui disfrutando del paisaje y haciendo muchas fotografías. Con tanta gente subiendo es muy difícil perderse, pero el camino está marcado con una "T" de color rojo. Tuvimos mucha suerte porque cuando llegamos arriba del todo se veía todo el fiordo, los cruceros que iban por él, las montañas, los valles y las casitas. La altura y el corte de la roca del Preikestolen (llamado el púlpito por su forma) es impresionante (la subida vale la pena), aunque la gente no tiene ningún cuidado y se pone a saltar en la misma orilla, aunque la caída es tremenda. Tras las fotografías de rigor nos sentamos a comer disfrutando de las vistas pero los nubarrones que nos habían estado planeando decidieron empezar a descargar, así que terminamos de comer y comenzamos la bajada. Toda la hora de bajada la pasamos bajo la lluvia, me recordó al camino de Santiago o a la bajada del Waynapichu en Perú, donde también nos pasó lo mismo, fue llegar arriba, ver las vistas y ponerse a llover. El guía nos había avisado el día anterior que daban lluvias y que los que fuéramos al Preikestolen lleváramos una muda de ropa para cambiarnos. Así que aunque llegamos a la base empapados de agua nos pudimos cambiar y poner ropa seca en los baños que había ahí. Los que hicieron el crucero vinieron contentos de ver cascadas y dar de beber a cabras. 

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Stavanger - Noruega

Stavanger

Empezamos el viaje con retraso. Aunque a mis amigas les pilla más lejos decidimos salir de Barcelona, no solo por el precio, sino porque de ahí salían vuelos directos a Stavanger, y si hay que evitar una escala, vale la pena cambiar el lugar de salida. Por desgracia hubo un retraso de cuatro horas. En el aeropuerto la gente preguntaba si el vuelo iba a salir o se cancelaría, a lo que el chico de información no podía decir nada, yo pregunté el motivo del retraso, porque no es lo mismo que se retrase porque hay un fallo mecánico que porque ha salido con retraso de su destino. En nuestro caso salió con retraso, por lo que llegó a Barcelona con retraso. Debido a eso en vez de llegar por la tarde a Stavanger y tener toda la tarde, llegamos a eso de las ocho de la tarde, y teniendo en cuenta que nuestro hotel estaba en las afueras llegamos para ver la ciudad de noche, por fortuna para nosotras porque nos gustó mucho más Stavanger de noche que de día. Y aún fuimos más afortunadas porque los que hacían escala en Londres llegaron pasadas las doce de la noche. Aunque el guía nos indicó perfectamente como coger el autobús para llegar del hotel al centro de la ciudad estuvimos a punto de coger el bus en dirección contraria, afortunadamente preguntamos a una chica que estaba en la parada y nos dijo que la parada correcta era la de enfrente. Así que volvimos a cruzar la carretera y a comprar el billete de autobús. En la parada había una máquina para comprar los billetes con tarjeta de crédito, en Noruega casi todo se paga con tarjeta de crédito, aunque sea solo un chicle en un kiosko (en España no sería viable, pero alguna ventaja tiene ser un país rico como lo es Noruega). El guía nos comentó que era más barato comprar el billete de autobús con tarjeta que con dinero, y lo pudimos comprobar porque a la vuelta no había máquina, por lo que tuvimos que pagar al conductor, y vimos que era casi cinco euros más caro. Nos bajamos del autobús frente al lago que bordea la catedral, caminamos alrededor del lago Breiavatnet disfrutando de las casitas de madera que hay a su alrededor, hasta llegar a la catedral, tenuemente iluminada. La ciudad no estaba excesivamente iluminada, pero si lo suficiente para llenar de colores la noche. Además la plaza frente a la catedral y el puerto tenía farolas con luces en forma de hojas de árboles, una idea muy original que daba un tono otoñal al lugar. Paseamos alrededor del puerto, tanto a un lado como al otro había bonitas casas de madera de colores y de tono blanco, con amplias ventanas de estilo portuario donde encontramos bares llenos de gente y el museo marítimo. En el muelle también pudimos ver un barco de la cruz roja antiguo (según nos comentó el guía los noruegos tiene afición a la restauración). El día había sido soleado por lo que el cielo había quedado de un azul claro salpicado de nubes, lo que nos dejó imágenes preciosas del lugar, al día siguiente, cuando realizamos la visita de la ciudad de día, esta nos defraudó un poco, tal vez porque el día era de un gris plomizo cubierto de nubes. Ya de día subimos a la Torre Valbergtarnet para disfrutar de las vista desde arriba y luego bajamos a los antiguos almacenes portuarios. En Stavanger, aparte del museo marítimo y de callejear viendo las casitas de madera, también se puede visitar el museo del petróleo. Noruega fue la provincia pobre de Suecia y un país pobre con gran emigración hasta que descubrieron petróleo en el mar del Norte, y ahora son los suecos los que emigran a Noruega.

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Presentación

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