Sogne Fjord - Noruega

Fiordo de los sueños

Al día siguiente fuimos del hotel hasta el fiordo para coger un crucero por el fiordo de Sogne, que según nos dijo el guía está mal llamado como “fiordo de los sueños” dado que Sogne no significa sueño. De camino al fiordo para coger el barco paramos en una cafetería con una réplica de un drakar vikingo y esplendidas vistas al fiordo. Esta parada fotografía fue posible porque madrugamos un poco más de lo habitual, dado que no sabíamos que nos encontraríamos al bajar del hotel por la carretera vieja. Junto a nuestro pequeño barquito, solo para nosotros (Rafael el conductor iba por carretera) se encontraba uno de los mega cruceros lleno de chinos que por ahora habíamos conseguido esquivar. El crucero por el (mal llamado) fiordo de los sueños nos llevaría hasta Leikanger y tardaría dos horas. Tal vez porque el día amaneció nublado y lleno de oscuros nubarrones que quitaban toda la luz del sol pero el primer tramo del crucero fue un poco aburrido, montañas, valles, cascadas, montañas, valles, cascadas, … lo más emocionante fue ver algo que salta en el agua, no sabemos si era un delfín, una trucha o un salmón porque a esa distancia a saber que era, pero si que iba moviéndose saltando fuera y dentro del agua. Pero luego salió el sol entre las nubes, no mucho, lo suficiente para que se filtraran los rayos de luz y las montañas y los valles adquirieran diversas tonalidades de verdes, y poder distinguir las cumbres nevadas de las montañas. Un paisaje fabuloso para contemplar y en este caso no hay mucho más que decir sino perderse en el paisaje. Tras bajar del barco retomamos el camino hacia el glaciar boya, haciendo una parada en uno de los miradores que hay del fiordo, donde explican cómo se crearon los fiordos, y mientras el guía explicaba la formación de los fiordos el arco iris hizo presencia entre las montañas cercanas al fiordo y todos dejamos de hacerle caso un rato. Alguna cosa buena tenía que tener el haber tenido unos nubarrones negros encima buena parte de la mañana.

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Stalheim - Noruega

Stalheim

Tras bajarnos del tren en Flam nos dirigimos en autobús a Stalheim, donde nuestro hotel se encuentra en lo alto de la montaña. Es anoche teníamos la cena incluida porque alrededor del hotel no hay más que montaña y nada más. el problema es que el día anterior había habido un corrimiento de tierras y la carretera de acceso al hotel estaba cortada (de ahí el cambio de horarios del tren), afortunadamente todavía existía la vieja carretera que subía al hotel, de un solo carril, de asfaltado viejo, y con ángulos muy cerrados por donde solo cabe un coche, pero que el guía Pablo y el conductor Rafael habían probado bajar en un viaje ellos solos con el autobús, por lo que sabíamos el autobús podía usarse en esa carretera. Así que nos encaminamos hacia la vieja carretera de acceso al hotel, tuvimos que esperar un rato porque al ser estrecha solo cabía un coche por lo que se iba controlado las subidas y bajadas. Tras esperar un rato parado finalmente tocó subir y como teníamos huecos en el autobús nos pidieron que si podíamos subir con nosotros a gente al hotel. La maestra se sentó a mi lado y me comentó que eran noruegos de viaje escolar, y que el autobús era demasiado largo para poder girar en las curvas, por lo que solo tenían la opción de que alguien los subiera o bien subir andando (y no era una montañita pequeña). La chica me comentó que era una carretera muy vieja pero las vistas eran espectaculares; ahora un valle, ahora una cascada. Además teníamos entretenimiento, mientras subíamos nos encontramos con un coche que se saltó las indicaciones y bajaba por lo que al vernos tuvo que subir marcha atrás, en uno de los momentos el autobús parecía que se fue hacia atrás (los de delante de mí comentaron que eso ni en broma, que no estaba la cosa como para experimentos) y así poco a poco fuimos subiendo hasta el hotel. La chica me dijo que el autobús de chicos de delante era finlandés (estábamos nosotros y todo adolescente de campamento en el hotel, no veas que juega se montaron por la noche) y que esperaba que al día siguiente la carretera estuviera arreglada porque llevaban trabajando en ella desde las tres. Al llegar al hotel lo mejor que tenía eran las vistas: impresionante. Desde el balcón de nuestra habitación vimos un helicóptero recoger agua, pensamos que sería pro algún incendio pero nos dijo el guía al día siguiente que era para la carretera, que ahí echan agua sobre la tierra para que caiga todo lo que tiene qué caer y se limpie. Tras cenar poco más pudimos hacer porque al estar en plena montaña tras la ventana solo había oscuridad completa, ni una luz. Al irnos del hotel el guía nos contó que el hotel donde nos alojamos era un hotel con historia. Cuando los nazis invadieron Noruega los noruegos les parecieron el sumun de la raza aria, con esa piel blanca, altos, rubios y ojos azules. Así que, aprovechándose de la pobreza de la región (en aquel entonces todavía no se había descubierto el petróleo), hicieron un experimento: ofrecieron trabajo y comida a las mujeres de la zona a cambio de que tuvieran hijos con los oficiales nazis para así obtener la raza aria más pura. Creo que el guía comentó que solo ocho mil mujeres se presentaron y que una de esas mujeres resultó ser la madre de la cantante morena del grupo ABBA, cuando los alemanes perdieron la guerra todos los que “colaboraron” con ellos fueron exiliados a la Laponia, la cantante morena de ABBA era hija de un oficial nazi y una de las mujeres del experimento, y estuvo exiliada con su abuela en Laponia y cuando se hizo famosa con la industria de la música escribió un libro al respecto. Y resulta que el lugar donde las mujeres que aceptaban el “experimento” tenían que presentarse en el hotel donde dormimos. Nunca había escuchado sobre ellos, pero conociendo la historia es más que factible que ocurriera.

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Tren Flam (De Myrdal a Flam) - Noruega

Tren Flam

Llegamos a Myrdal, situado a 866 metros, aquí teníamos que esperar a coger el tren Flam. Usualmente los circuitos lo hacen al revés, en Flam cogen el tren que va subiendo hasta llegar a Myrdal, el tope del tren cremallera. Nosotros como hemos empezado el viaje de los más fuerte a lo más suave lo hacemos al revés, pero al final da lo mismo porque las vistas son las mimas ya se suba o se baje. En Myrdal, la estación está rodeada de montañas, es un pequeño reducto plano con laderas a varios lados, y huecos en las montañas donde aparecen llegar e irse los trenes. En este rincón aprovechamos hasta que llegó el tren para hacer muchas fotografías y disfrutar del paisaje. En cada rincón de la estación hacia donde miraras veías un valle de verdes tonos, con algún caminito, alguna cascada, alguna casa suelta e impresionantes montañas. Creo que ya había comentado lo que me parecía esta parte a Suiza, pero no el país en general, Noruega es un país con un gran cambio de paisajes; una zona difiere de la otra, pero teniendo todas ellas hermosos paisajes. El tren de Flam de color verde llegó y subimos a nuestro vagón, al final del tren. Al lado teníamos a un grupo de chinos y en un momento dado resultó muy divertido (estuve a punto de hacer foto) porque estábamos todo el grupo de españoles de pie amontonados a los grandes ventanales que tiene el tren haciendo fotos (es un tren panorámico con ventanales grandes para que todo el mundo pueda disfrutar del paisaje), y los chinos estaban todos sentados en sus asientos. Fue un momento en el que se demostró que éramos un grupo peor que los chinos a la hora de hacer fotografías, pero es que cada rincón que se veía en el camino era precioso, con esos valles, y esas altas montañas, y las cascadas de agua blanca cayendo desde lo alto, los ríos llenos de agua…¿quién iba a perderse cada detalle del paisaje? Lástima que el tren pasa muy rápido por los rincones, cuando quieres abstraerte con el paisaje ya has cambiado a otro. El tren hace una serie de paradas, el guía nos iba avisando donde nos bajábamos y donde no, igualmente para la parada en la cascada nos indicó que fuéramos al final del todo, donde pudimos tener una vista completa de la cascada y de a “ninfa” que sale en entre las rocas “cantando”. Lo de la ninfa cantando no avisó el guía, decía que había cosas que teníamos que descubrir durante el viaje, que no tenía gracia si lo contaba todo él. Pero yo lo sabía porque lo había leído en el blog de “El mundo a tus pies”, un blog de viajes que me gusta leer. El saberlo no me quitó la gracia, solo me hizo estar más atenta, mis amigas tardaron en darse cuenta de la “ninfa”, yo la vi enseguida porque la esperaba. Tras las paradas el tren seguía su camino hasta que llegamos a Flam donde montamos en autobús para la parte con más adrenalina del viaje: llegar hasta el hotel (pero eso ya en la próxima entrada).

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Voss - Noruega

Voss

Salimos de Bergen dirección Voss, en el camino por carretera se pasan montañas y lagos (o fiordos, no se me fijé si había algas o no) y el aspecto de ese camino me recordó mucho a Suiza, cuando íbamos hacia el lago Thun, con todos montañas y lagos. En Voss paramos a comer antes de coger el tren que nos llevaría a Myrdal, donde tomaríamos el tren de Flam. Aquí me separé de mis amigas para ir a la calle comercial del pueblo en busca de tarjetas fotográficas, al parecer mi cámara había decidido morir en plan suicida y me estropeaba cada tarjeta de memoria que metía. Conseguí pronto las tarjetas de memoria porque en Noruega no cierran para comer, una de las cosas curiosas en que me fijé es que en todos los establecimientos ponen la hora de apertura y cierre (y diréis como mis amigas “y en España también”) pero en Noruega lo hacen de forma diferente a España, lo ponen en números bien grandes en las paredes de la tienda. Desde la carretera y sin gafas puedo ver la hora de apertura y cierre de la tienda. Además te poner los dos horarios de cierre (dependiendo el día o la temporada) con paréntesis. Una vez conseguido lo necesario e imprescindible en mis viajes retorne mi camino hacia la iglesia donde había dejado a mis amigas comiendo en los merenderos que había alrededor del cementerio. Esa es otra cosa noruega, el poner los cementerios como si fueran parque para pasear, jugar con el perro o merendar. Al menos este cementerio estaba junto a una iglesia. Al regresar describí que se había marchado hacia el lago para aprovechar el día de esplendido sol que hacía. Así que pasamos el resto del tiempo sentadas en una piedra junto al lago, viendo las montañas verdes, con nieve en los picos, el agua cristalina del lago, la gente pasando en canoas, gente jugando al futbol en el césped, etc. Terminada la hora de comida tomamos el camino a la estación de tren para coger el tren de Voss a Myrdal. El tren tenía la calefacción puesta al máximo y en un día tan caluroso el viaje se hizo largo y pesado, las ventanillas estaban todas empañadas por el calor, pero aun así pude ver el paisaje, muy parecido al del Pirineo; con sus montañas, sus ríos de aguas claras, cristalinas y aparentemente muy frías, y así hasta llegar a Myrdal.

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Bergen - Noruega

Bergen

Llegamos a Bergen y antes de ir al hotel (que no estaba lejos del centro) paramos en el centro para comer. Como el guía nos comentó muchísimas cosas para ver por Bergen y en teoría al día siguiente salíamos pronto en dirección Voss, decidimos aprovechar el tiempo y comprarnos unos bocadillos y comerlos en el puerto (hacia un día de sol agradable para comer al aire libre) y aprovechar el resto del tiempo de comida en ver el puerto, el mercado del pescado y el barrio Bryggen. Desde el muelle del puerto, y dado el día claro que hacía,, había una vista perfecta de las casitas de madera pintada de varios colores que componen el barrio de Bryggen. Además tuvimos la suerte de que ese día no había ni un solo crucero, que suelen tapar las vistas y llenar de gente las poblaciones. En el mercado del pescado trabajan sobre todo españoles, muchísimos, que se dedican a vender pescado para comerlo ahí; ballena, patas de cangrejo real, etc. Sabiamente preferí no arruinarme por un mini trozo de pescado y deje el marisco para cuando llegue a casa (o en Corea o en EE.UU. donde tampoco es tan caro y sabe igual) y pasamos a ver el barrio de Bryggen. La primera casa de color rojo es el museo hanseático (un poco caro para nuestra opinión) y que da a descubrir lo que era la liga hanseática, la razón por la que se crearon todas esas casitas de madera, inclinadas hacia el mar y de colores que son de cuando esa zona era mercado principal de salmón y bacalao para el resto de Europa. Ahí tuvieron su gran éxito comercial hasta que la zona del norte pasó de católica a protestante y por tanto en vez de comer pescado en cuaresma se dedicaron a comer carne. Adiós al negocio del bacalao. El barrio de calles estrechas, balcones y ventanales grandes y muros inclinados se conservan en buen estado porque son patrimonio de la humanidad, tuvimos la suerte que callejeando por el barrio vimos el entramado de una casa que estaba reparando y toda la madera y gasto que conlleva. Las casitas son, hoy en día, tiendas para turistas pero vale la pena adentrarse en sus calles estrechas y perderse en el entramado para ver cada de talle de lo que en su día era el barrio del puerto con más vida de la ciudad, cuando la liga hanseática gobernaba el mercado del pescado. Llegamos hasta la torre de Rosekrantz y regresamos para coger el autobús que nos llevaría al hotel. Una vez dejamos el hotel pasamos junto al lago y su fuente a los pies de la montaña, en lo alto está el mirador, el guía nos aconsejó que miráramos hacia arriba y que si había nubes y no veíamos la casita y la bandera que ni subiéramos, pero que si la veíamos subiéramos porque estaba despejado. Las nubes se nos echaban encima pero todavía se vía la casita y la bandera así que decidimos subir en funicular a Floyfjellet. Otro de los consejos del guía fue no coger el funicular si había grupos de cruceros, por la cantidad de gente, pero en vez de eso tuvimos la “suerte” de que nos tocaron lugareños que volvían a casa con sus compras del día así que a la subida hicimos un montón de paradas intermedias. El funicular es acristalado por el techo y las paredes para disfrutar de la vista mientras se sube pero con la cantidad de gente que había fue bastante difícil (más sencillo a la vuelta), y después de tardar siglos en subir cuando llegamos arriba se puso a llover (lo que ya parece una tradición en nuestros viajes). Las nubes comenzaron a cubrir la ciudad y ya no se veían ni las montañas del fondo ni las casas del puerto. Decidimos dar una vuelta y descubrimos a las cabras comiendo las cortezas de los árboles por el otro lado del monte, y al regresar dejó de llover y apareció un claro donde ya pudimos ver las casas, las montañas al fondo, el museo que tiene forma de piano de cola (visto desde arriba), y la forma de “W” que tiene la ciudad. La “W” la consigue gracias al lago con la fuente en medio y el resto es por la forma de la costa. Una vista que merece la pena la subida (siempre y cuando no haya nubes, claro). Bajamos con el funicular y nos fuimos al otro lado del puerto a visitar las murallas y el barrio portugués. Lo más interesante del barrio portugués es callejear y descubrir cada rincón, cada casita es diferente, una de madera blanca, otra azul, otra de puerta roja con farolillo, otra con flores en las ventanas, etc. Algún que otro callejón sin salida encontramos pero es una zona recomendable para pasear sin mirar plano (y eso que cuando llegamos al barrio se puso a llover de nuevo), según el guía esa zona es la que sale en todos los folletos de Bergen. Ahí cerca hay un paseo natural rodeando la costa que el guía nos recomendó por no ser muy turística y tener bonitas vistas. Como estaba lloviendo solo vimos a los noruegos pero el guía tenía razón, un rincón precioso para pasear. Ya de noche (la ciudad de noche no nos dijo nada, al contrario de Stavanger) pasamos por la plaza que hay junto al lago y en ella había varios coches antiguos restaurados (de todo tipo de coches, hasta policiales). El guía ya nos había comentado que a los noruegos les encanta la restauración de coches, barcos, motos, etc. Y lo pudimos comprobar “in situ”. Al día siguiente en teoría salíamos pronto para coger el tren de Flam pero debido a un corrimiento de tierras había una carretera cortada y al final salimos más tarde. Así que tuvimos hasta las doce del mediodía para volver a recorrer la ciudad, esta vez fuimos a ver la iglesia de Santa María y la parte de atrás de ese barrio, y volvimos a retomar el paseo que recomendó nuestro guía (Pablo) y esta vez disfrutamos de las vistas con sol, y solo nos encontramos con la gente de nuestro grupo, y eso que ese día si vimos varios cruceros atracados en Bergen.

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