Pesca en Igaliku

La primera vez que he pescado ha sido en Groenlandia. No soy aficionada a este deporte pero a veces, debido al temporal, no hay mucho más que hacer en Groenlandia, y aquí la pesca sirve de alimento (comimos todo lo que pescamos como los inuits), así que decidí participar de la actividad.

Tal vez porque era la primera vez y no tenía ni idea me resultó muy divertida, todos éramos novatos y me reí mucho con los problemas que teníamos, enrollar el hilo al poner el anzuelo con mosca, ir a lanzar la caña y acabar enrollando el hilo de la caña de pescar en la de otro compañero. O lo que me pasó a mí, engancharlo en una r oca y acabar rodeada por el hilo de la caña y volvernos locos para ver como liberarme. Así es fácil imaginar que menos pescar mucho hicimos muchas risas.



Al final conseguimos poner el anzuelo y lanzar correctamente la caña un par de veces, pero realmente me parece muy aburrido ir moviendo el hilo de la caña poco a poco para que parezca que la mosca del anzuelo está vivo para acabar sacando nada. No sé como a alguien le entretiene la pesca, a mí me resulto divertida porque todo el rato que pasamos estuvimos más haciendo pesca inadecuada que la correcta. 


Fotografía de Pablo - compañero de viaje en Groenlandia-

Pescamos dos días que pasamos en Igaliku, en diferente sitios pero solo nosotros, también es cierto que no había nadie más. Si no fuera por el verde uno diría que Groenlandia es un desierto por lo solo que te puedes encontrar (y eso que Igaliku es un pueblo).

Guardo un recuerdo muy feliz de mi segunda vez porque conseguí pescar por primera vez. El guía enseguida quitó el anzuelo del pez para que no sufriera y matarlo cuando antes. y luego nos los comimos para cenar, que la comida en Groenlandia es muy cara.

 

Si nunca lo has hecho pescar en Groenlandia es el mejor lugar, porque además d que como no hay más gente puedes pasar toda la vergüenza que quieras, está el hecho de que lo que consigas de la pesca va a ser tu alimento (no pescas por diversión sino por comida). 
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Paseo en barco de vapor (con ruedas) en Nueva Orleans

Quien haya leído a Mark Twain no puede dejar de pensar en montar en un barco a vapor y surcar el Misisipi, reviviendo las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Por lo que cuando uno llegó a Nueva Orleans, una de las actividades que es imprescindible para vivir esos momentos; es aventurarse por el río en un vapor siguiendo los tiempos en que Twain escribía Tom Sawyer. 

Yo fui en el Natchez, que hace dos rutas al día (yo hice las dos). El Natchez es uno de los tres barcos de vapor que siguen recorriendo el río Misisipi. El barco está amarrado frente al Barrio Francés, a escasa distancia de los buñuelos del Cafe du Monde y de los plataneros de Jackson Square. Estoy en el principal puerto del literario río Misisipi preparada para un viaje por el ayer. 

 El barco es una réplica fiel de los viejos barcos que recorrían el río y uno de los últimos barcos de vapor verdaderos que se han construido. Desde lejos se puede apreciar las inmensas ruedas de palas con las que se va moviendo y que hace tan característicos a estos barcos. Cuando uno piensa en surcar el Misisipi estos barcos y una balsa es lo que uno puede reproducir en su cabeza. El barco es bastante grande y al menos por la noche se llena de gente. De día hay gente pero no lo vi tan abarrotado como por la noche. 


Cuando el barco sale o llega al embarcadero el capitán grita sus órdenes usando un megáfono, se puede ver a la tripulación en las esquinas comunicándose con megáfonos y silbatos. Toda la tripulación está vestida para que sientas que estas subiendo a un barco como de entonces, cuando la tripulación llevaba traje. 

Cuando zarpamos el timonel saca un silbato de cobre y acero que despide una columna de vapor. El paseo de día tiene el aliciente de las vistas, porque la aventura de viajar en un barco de vapor de este tipo no incluye adrenalina, sino tranquilidad mientras se ve el tráfico del río Misisipi y se van conociendo las distintas costas. 

De vez en cuando por megafonía comentan las vistas que se pueden obtener. Por ejemplo se pasa junto a la refinería de azúcar Domino, y por Chalmette, el sitio donde el general Andrew Jackson derrotó a los británicos en la Batalla de Nueva Orleáns. 

En el regreso al puerto de Nueva Orleans puedes tener suerte y conseguir ver el interior del barco, ya sea la sala de máquinas o la sala donde tripula el capitán (en mi caso pude ver al capitán maniobrando). Y sino, lo que sin duda no puedes dejar de ver es la rueda que impulsa el barco en la parte trasera del mismo, donde hay un pasillo como un balcón donde ver el movimiento de las paletas de la rueda. 



Y si en el trayecto de día contamos con las vistas, el viaje nocturno tiene otro aliciente: la música. 

El paseo comienza por la tarde, de forma que se puede ver el horizonte de la Nueva Orleans que a bordo del barco de vapor, así como el atardecer sobre el río Misisipi. Así como cruzarnos con otro de los barcos de vapor que surcan el río. 

En el viaje nocturno está la opción de solo viajar, o de viajar con cena incluida. Hay dos turnos de cena, el primero comienza nada más zarpar el barco y el otro justo después de que termine el primero, la cena es un buffet de comida de Nueva Orleans. Todo depende de la necesidad que uno tenga de cenar. Si eres de cena tardía no hace falta coger el buffet. En el viaje de noche también es posible visitar la sala de máquinas que parece un pequeño museo, con todo tipo de artefactos históricos. 


Pero lo más resaltable del recorrido, como decía, es la música. Y es que desde que zarpamos hasta que regresamos, la tarde, el atardecer y la noche cerrada durante la cual recorrimos el río, tenemos música en directo sin interrupciones. La banda Dukes of dixiland tocan tanto dixie como algo de jazz para hacer que el viaje por el río de noche tenga todos los encantados de las noches de Nueva Orleans. La noche cae sobre Nueva Orleans, las ruedas golpean sobre el agua del Misisipi, mientras la música del saxo no para de sonar y la gente baila sobre cubierta. Las horas pasan volando y uno llega a puerto con ganas de seguir bailando. 

Sin duda los barcos de vapor surcando el Misisipi son parte del encanto de Nueva Orleáns.

Ferrotipos

Una de las actividades más curiosas que he realizado últimamente ha sido hacerme un par de fotografías con unos ferrotipistas ambulantes (Jabi Soto y el Equipo 108).

Los procesos fotográficos a lo largo de la historia han sido tan diferentes como numerosos. El ferrotipo es uno de esos procesos que se realizaron antes de que llegara la fotografía como la conocemos.

Equipo108 en Andoain

Adolphe Alexandre Martin de Francia inventó el proceso de ferrotipo en 1853. Los ferrotipos fueron muy populares entre los soldados de la Guerra Civil, a quienes les gustaba tomarse fotos en su uniforme para enviarlas a su casa. 

La tarea de posar para un ferrotipo consiste en colocarte delante de la cámara y durante un tiempo no moverte del sitio. Entonces el fotógrafo regresa y tienes que congelarte en al posición, y durante el tiempo en el que destapa el objetivo mantenerte completamente inmóvil. Eso incluye los ojos, si parpadeas o miran en otra dirección ese ligero movimiento es captado por la cámara y la fotografía saldrá movida (según Elena del Equipo 108 es mejor parpadear que mover la vista porque sino sales como "la niña del Exorcista"). 

Ferrotipo de Equipo 108

El proceso químico para sacar la placa donde aparecerá la imagen es muy interesante a la vez que largo y laborioso (en mi opinión), teniendo en cuenta que tienen que montar su propio laboratorio en el exterior. También es un proceso largo porque es una copia única y puede que no salga bien por la luz o el movimiento, en cuyo caso habría que repetir el proceso (y no lo sabes hasta que ha terminado de salir la imagen en la plancha).

Uno de los ferrotipos más famosos de la historia es el realizado a Billy "El Niño" (creo que dicen que es la sexta fotografía más cara de la historia).

Comillas - España

Comillas

Cuando llegamos a Comillas relucía el sol y la plaza se encontraba llena de turistas (costó bastante encontrar aparcamiento) pero en vez de visitar el lugar entramos a comer. Cuando salimos de comer el día se había nublado, pero lo de comer pronto fue una buena idea porque cuando íbamos terminando de comer iban entrando más y más turistas y les decían que algunos platos del menú se había acabado (yo disfruté de un cocido montañés y de sardinas de segundo). Cuando salimos pasamos por la plaza con la fuente de los tres caños, que parece un candelabro. De aquí se llega a la Plaza de la Constitución, con el suelo en pendiente empedrado y rodeado de típicas casas con galerías acristaladas. Aquí se encuentra el antiguo Ayuntamiento con arcos porticados y un balcón sobre el que vemos los cinco escudos. Y a su izquierda, la Iglesia de San Cristóbal. En un lado está San Cristóbal con los escudos de armas de Castilla y de Comillas. De la plaza fuimos a ver el capricho de Gaudí, todas las veces anteriores que mi amiga había estado no había que pagar más que para ver el interior, ahora habían vallado todo el reciento y había que pagar para verlo también por fuera. El problema es que la valla corta un camino que evita la vista de la fachada lateral de la casa, la parte más bonita por su decoración. Aún así pagamos la entrada para ver por fuera (lo que se puede) y por dentro lo que queda de la casa, el capricho de Gaudi, un edificio modernista de la primera etapa del arquitecto (con  este ya he visto todas las obras de Gaudi fuera de Cataluña). La casa por fuera se lleva todo el atractivo dado que por fuera, excepto un par de sillas y muebles han dejado las salas prácticamente vacías. En el exterior predominan los colores rojos, amarillos y verdes y se repite en la decoración el tema del girasol combinando la sillería, el ladrillo, el hierro y la cerámica. Todas las estancias están dispuestas de manera que la luz del sol se aprovecha al máximo, de ahí la decoración con girasoles. La sala más grande del interior de la casa es el invernadero, donde ahora se muestra un video sobre el diseño de la casa, que se creó para ser autosuficiente con las corrientes de aire y la luz del sol. Se puede subir y salir a la terraza donde se tiene una vista más completa de la torre de entrada, y de su diseño pentagonal. Aunque las escaleras de caracol para bajar, y las puertas para salir son muy estrechas y hay gente que no puede pasar. Tras salir del capricho preguntamos a la chica de la caseta por la entrada a la Capilla panteón y al palacio de Sobradiel y sus jardines, dado que como la zona había cambiado desde que estuvo mi amiga y ahora había verjas, para confirmar si se podía entrar. La chica nos dijo que estaba abierto pero dimos un montón de vueltas y ahí todos los caminos estaban cerrados con verjas y candados y no había nadie para abrir, así que tanto la capilla como el palacio se quedaron en la lista de sitios pendientes para la próxima visita. Cuando salimos de El capricho se puso a llover bastante, lo suficiente como para sacar el paraguas que no había usado en todo el fin de semana, y después de dar vueltas bajo la lluvia (y ver que la chica se había equivocado) nos dirigimos hacia el coche. Parecía que la intensidad de la lluvia se reducía así que decidimos seguir y subir andando hasta el cementerio que se sitúa sobre una colina divisando el mar. En él se encuentran los restos de una iglesia gótica y sobre ella Ángel Guardián o ángel blanco (cuya misión consiste en rescatar del infierno las almas que fueron injustamente condenadas). El cementerio se amplió conservando sus ruinas y rodeándolo con una alta tapia desde donde se ve el mar. Porque Comillas tiene tanto montaña como playa. La playa es de arena fina y dorada, y mirando al mar, se encuentra el pequeño puerto, protegido de mareas y temporales por un dique que lo rodea. También hay la figura de una “mariscadora”. Tras ello dimos unas cuantas vueltas buscando el parque Güell y Martos, por donde se llega al Monumento al Marqués de Comillas y se puede ver la casa conocida como El Duque, pero no hubo forma con tanta lluvia. De lejos vi la Universidad Pontificia y al final, debido a la intensa lluvia que no parecía marcharse, dejamos la visita de Comillas y nos volvimos a Castro a tomar algo caliente en casa, dado que no solo llovía sino que había bajado la temperatura. Todos esos sitios de Comillas quedaron pendientes para la próxima visita que hiciera a mi amiga. Una excusa como otra cualquiera para volver.

Visita: Septiembre 2017

Mis imágenes: España I

Información para viajar: Pendiente

Barcena Mayor - España

Bárcena Mayor

El lunes, aprovechando que seguía haciendo sol mi amiga me llevó a ver Bárcena Mayor, la única población incluida en el Parque Natural Saja- Besaya, situado junto al Rio Argoza. Hay dos formas de llegar a Bárcena, nosotras entramos dentro del parque natural y por la carretera nos acercamos a Bárcena, donde dejamos el coche en el parking habilitado para ello. En este pueblo está prohibido ir con coche (excepto los residentes) así que tienen una explanada, antes de entrar en el pueblo, donde dejar los coches o, como nos encontramos, autobuses de turistas. El camino hasta el pueblo andando es muy pequeño y está asfaltado con piedras por lo que es fácil llegar a pie. Apenas unos pasos y estás entrando en el pueblo. Las casas y casonas de Bárcena Mayor siguen la arquitectura típica montañesa. Sus soportales de piedra y sus balconadas de madera llenas de flores, así como las montañas que lo rodean le dan ese aspecto de pueblo interior cántabro. Los aleros de los tejados son grandes para las nevadas, sus balcones están orientados al sur para aprovechar el calor del sol y, tal y como vimos durante el paseo, colgar la ropa a secar, así como los muros medianeros sobresalen en la primera planta en forma de “s” para dar un espacio al aire libre pero protegido de la lluvia. Así que nos dedicamos a recorrer todas las calles y rincones de Bárcena Mayor observando cada detalle, como las balconadas de madera y las pequeñas tiendas de artesanía, utensilios de cocina y aperos de labranza, sobaos y otros manjares, todo ello rodeado de montañas verdes y árboles frondosos del parque natural. Estábamos quejando del sol y de lo mal que salían las fotografías con el sol de frente cuando parece que el cielo nos escuchó, se nublo y empezó a chispear. Tras lo cual desandamos lo andado hasta llegar al coche y coger el paraguas, porque aunque era lluvia fina era constante y mojaba. Ya con el paraguas seguimos paseando por el pueblo, paramos a tomar algo en un restaurante que tiene vistas al puente y el río. Y cuando volvió a dejar de llover y salir el sol salimos para cruzar el puente, donde comienzan algunas de las rutas naturales que se pueden hacer por el parque. Cuando se hacen estas rutas hay que tener cuidado de cerrar las verjas que hay a nuestro paso, que están así para evitar que los animales de la reserva entre en el pueblo. Decidimos dar una vuelta junto al río y ver las pequeñas cascadas de agua de manantial que llegan al río, complemente cristalina. Como era la hora de comer y ya habíamos recorrido todo el pueblo, y ninguna del as dos iba preparada para hacer una de las rutas naturales (para otra visita) nos marchamos hacia otro pueblo para comer. Sin duda es un pueblo pequeño pero bonito y debe haber muchas rutas para disfrutar, con lo cual un buen lugar para pasar un par de días de vacaciones.

Visita: Septiembre 2017

Mis imágenes: España I

Información para viajar: Pendiente

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