El sábado cuando me levanté todavía era de noche y llovía, vestirse uno solo de 1837 es muy difícil, con tanta ropa y capa (y es ropa de verano). Al tercer intento (el corsé de época limita mucho los movimientos) conseguí terminar de vestirme (menos un par de broches arriba del todo que no se veían). Cuando miré por la ventana ya era de día y el arco iris aparecía sobre San Sebastián. Desde mi ventana se podía ver la ribera y la escultura en lo alto del monte. Al salir hacía sol pero hice uso del paraguas porque llovía, pero solo use el paraguas ese día durante el trayecto del alojamiento a la estación de tren. La supuesta lluvia y frío que daban en el tiempo durante varios días, o no había llegado o pasaba de largo. Esperando al cercanías para ir de San Sebastián a Andoain la gente me preguntó por mi aspecto. Lo más curioso fue la pregunta de si iba de boda o disfrazada, les dije que ninguna de las dos, que de recreación. Pero me sorprendió lo de la boda. No me imaginaba ir de boda con la moda de 1837, que no es precisamente “minimalista”. Andoain está en la montaña, es muy bonito, con sus montes verdes, el cielo estaba azul profundo y pocas nubes, eso era buen pronóstico. Habíamos quedado en la Goikoplaza, la plaza principal, donde está el ayuntamiento y la iglesia. Al principio nos íbamos a reunir los recreadores ahí para hacer un recorrido turístico histórico al pueblo, recreando la visita del pretendiente al trono, Carlos II, a Oriamendi. Pero lamentablemente el guía tuvo un evento familiar que impidió que tuviéramos el recorrido, así que nos entretuvimos por la plaza y la iglesia, recreando un paseo matinal de las clases de la época y viendo la boda que había en el ayuntamiento. Y sin darnos cuenta era la hora de comer y aparecían unas nubes negras en el cielo que presagiaban malos augurios, así que en vez de hacer el picnic programado en los montes, comimos en un restaurante de la plaza. Y cuando acabamos de comer ya no llovía y el cielo retomaba su color azul. Se quedaron algunas nubes pero blancas y poquitas, así que el día volvía a tener buena pinta. La comida fue algo incómoda porque estar mucho tiempo sentada con el corsé me agobia demasiado porque aprieta mucho más y estaba mejor de pie que sentada (al día siguiente me dolieron las costillas). Por la tarde, y dado que no pudimos hacer picnic, los ferrotipistas ambulantes Equipo 108 (jabisoto.com) montaron su laboratorio ambulante y cámara en el porche de la iglesia, lugar donde aprovechamos para tomarnos unos ferrotipos. El ferrotipo es uno de esos procesos que se realizaron antes de que llegara la fotografía a todos, en 1853, donde la imagen se exponía en una placa de metal de hierro, la cual anteriormente se había teñido de negro mediante barniz, y añadido una capa de material sensible (nitrato de plata y colodión). Debido a la plata la imagen brilla como un espejo y según la posición de la luz a veces uno se ve reflejado en vez de ver la imagen. Y la imagen que resulta en la placa es como un espejo donde ves lo contrario a lo que hacías, por ejemplo en una miraba hacia la izquierda y la imagen sale mirando a la derecha. Este equipo había estado en la batalla de Vitoria (época anterior) pero fue el día en que yo no estuve, así que fue la primera vez que tomaba con ellos. Fueron tan amables de venderme uno de los dos ferrotipos que realizaron, hay que tener en cuenta, que como los fotógrafos que van a estos eventos, sus fotografías/ferrotipos son para ellos su trabajo de arte, para exponer y publicar. Aún así conseguí llevarme uno de los ferrotipos en los que salía con pose de la época. Hay que tener en cuenta que el ferrotipo tiene más dificultades que la fotografía, por un lado está el tema de la luz ultravioleta, depende de la persona saca todas las manchas u oscuridad de la piel, por lo que no sale bien. Por otro lado, al ser al aire libre el control de la luz es peor y en el ferrotipo no existen negativos ni copias digitales, solo hay una imagen que pueda salir. Tanto si sale bien como mal es algo único. A veces gastas todo el tiempo que supone, hacer la fotografía y el revelado en la placa para que no salga una imagen adecuada. A parte del tiempo del proceso químico también está el tiempo que uno tiene que estar quieto en la zona de fotografía, es importante que al quitar el obturador no te muevas ni un poco, ni siquiera parpadear o mover los ojos porque , tal y como me dijo Elena del Equipo 108, puedes parecer la niña del exorcista. Así pasó al tarde, dado que el proceso es largo, y llegó la batalla de Andoain. Se suponía que era una recreación de la batalla que tuvo lugar en 1837 entre carlistas y liberales (aunque lo de recreación…). Tal y como hice en otras ocasiones, mi intención era ver la batalla con el público, igual que hice en Waterloo, Tarifa o Vitoria, pero mientras estaba con el publico un tipo mal vestido de fraile nos mandó para el final, para, claramente, no quitarle protagonismo, por supuesto ni le hicimos caso, si la gente me pedía fotografías yo no digo que no, y si voy con el publico puedo ir vestida como me dé la gana, como si voy de payaso. La organización de la batalla se escuda en que sino confundíamos al público y que mi traje y mi sombrero eran de dudoso rigor histórico. No voy a entrar al debate, quien dude que haga investigación, pero lo que me molesta es que la batalla es de todo menos recreación, se podría decir que es más un musical histórico (como lo es Los Miserables), donde actúan y cantan (esto último mucho), pelean un poco, y al final hay un coro cantando que resucita a todos los muertos. Por supuesto a la gente le encanta pero eso tiene poco de reconstrucción histórica y bastante de obra musical. Por lo que uno puede ver la obra de la batalla de Andoain, pero no es ninguna recreación histórica. Hubo gente que me había visto durante la mañana que nos preguntó por qué no íbamos con ellos o si nos habíamos perdido, no contesté lo que me hubiera gustado (por que los de aquí no han dicho que nos escondamos) pero ahora en el blog puedo decirlo con total sinceridad: quieren absoluto protagonismo por lo que ir vestidos de forma comedida si vais de público, no vaya a ser que os pidan esconderos. Tras la batalla, y cuando se despejó la plaza, nos reencontramos todos (entre tanto público era difícil vernos) y nos fuimos a tomar algo, invitados por los padres de un recreador, porque la gente de Andoain es muy maja y dan muestras claras de la hospitalidad vasca. Que los del musical de la batalla nos trataran así no significa que la gente de Andoain no sea encantadora. Y cuando ya de noche empezó a chispear regresé a San Sebastian.
Mis imágenes: Recreación 1837
Información para viajar: Pendiente
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