Si hay un lugar por excelencia en España con historia romántica es es Teruel, esta ciudad aragonesa siempre ha tenido la fama de ser una de las más románticas de España por la historia de amor entre Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla, los protagonistas de la historia de Los amantes de Teruel.
Pero no solo existe una leyenda, también se puede visitar los restos de los Amantes de Teruel en el Mausoleo del mismo nombre, un espacio museístico y de interpretación anexo a la Iglesia de San Pedro en el que se analiza el contexto social y cultural de esta historia. Este Mausoleo fue abierto en el 2005 pero las tumbas eran expuestas ya mucho antes con los esqueletos de los mismo.
Y además, como extra, para San Valentín se celebra una recreación de la leyenda de los amantes, interpretada por una pareja de Teruel (hay lista de espera) donde los visitantes pueden entrar ese fin de semana en un viaje de época a una leyenda de romance.
Isabel y Juan Diego se conocían desde la infancia y al llegar a la edad adulta éste le confesó su amor y el deseo de tomarla como esposa. Ella quería lo mismo, pero no accedería sin el consentimiento de su familia. Los tiempos habían cambiado y la familia Marcilla no pasaba por uno de sus mejores momentos económicos. El padre de Isabel se negó en rotundo a este enlace por eso, al que solo accedería con una condición: que Juan partiera a hacer fortuna por el mundo y en el plazo de 5 años recuperase la fortuna de su familia. Él aceptó, e Isabel prometió esperarlo.El padre de Isabel no esperó los cinco años y ansioso por casar a su hija, a la cual respetó hasta que cumplió los 20 años, amañó un matrimonio con don Pedro de Azagra, Señor de Albarracín. Isabel, como ya habían pasado más de 5 años y no recibía noticias de su amado —al que creía muerto— accedió a lo que su padre llevaba años pidiéndole. El motivo del retraso fue que Marcilla, luchando contra los almohades en tierras de Valencia, fue seducido por una de las esposas del Emir de Valencia, Zulima. Éste la rechaza y ella trata de impedir de todas las formas posibles el regreso de Diego a Teruel a fin de que expire el plazo. El mismo día de la boda, llegan a Teruel las noticias de que Juan Diego Garcés Martínez de Marcilla había regresado a Zaragoza, con grandes riquezas y con el deseo de casarse con su amada Isabel. Contaban que había ganado más de cien mil sueldos, luchando contra los moros, por mar y por tierra. Pero para cuando llegó a Teruel, Isabel ya se había casado y, aunque Marcilla trató de todas las formas posibles de recuperarla ella se negó. La conversación se complicó y pasó pronto de los delirios amorosos a las acusaciones y reproches. Al final Marcilla se calma y únicamente le pide un beso y un abrazo. Isabel se lo niega de forma brusca y vuelven los reproche. Marcilla no pudo soportar el rechazo de su Isabel y murió allí mismo a los pies de su amada. Isabel no sabía qué hacer y corrió a buscar a su marido, que dormía en su casa… le contó lo ocurrido y el resto de la historia. Entonces llevaron el cadáver a casa de sus padres sin ser vistos por nadie. Pero aquella noche los remordimientos no dejaron dormir a la joven. Al día siguiente, durante el funeral del Marcilla, Isabel apareció vestida de novia. Caminó hacia el altar de la iglesia de San Pedro, apartó la mortaja de su cara y le dio ese beso que en vida le había negado. Al hacerlo, Isabel, cae fulminada ante el cuerpo del hombre al que verdaderamente amaba. El marido relató la historia que le había contado ella, a todos los presentes. Acordaron enterrarlos en una misma sepultura, para que estuvieran eternamente unidos. Dicen las crónicas que esto ocurrió en 1217, siendo juez en Teruel don Domingo Celada.
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