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Rincones con historia romántica - Portugal

Uno de los lugares con historia romántica en Portugal es el monasterio de Alcobaca, donde podemos encontrar las tumbas reales de Don Pedro y Doña Ines.

Realidad y leyenda se mezclan en esta historia de amor entre la dama de compañía Inés de Castro y Don Pedro, hijo de Alfonso IV y heredero al trono. el romance entre estos dos personajes no fue del agrado de mucho así que ella fue asesinada.

En el interior del monasterio el elemento artístico más destacado son las tumbas reales de Don Pedro y Doña Inés de Castro, que hoy se encuentran uno frente a otro a ambos lados del crucero, con gran detalle artístico representan la historia de estos dos amantes.

Mi fotografía de una de las tumbas


Inés de Castro acompañó a su prima Constanza Manuel, hija del duque de Peñafiel, en su viaje a Portugal donde se casaría con Don Pedro, hijo de Alfonso IV y heredero al trono. El matrimonio se celebró, pero el infante y la dama de compañía ya estaban profundamente enamorados. La situación era complicada. Por un lado Constanza, consciente de la relación entre su marido y su dama de honor, era devorada por los celos. Por otro, Inés pertenecía a un estamento social demasiado elevado como para convertirse en concubina oficialmente. Los hechos se precipitaron cuando Constanza murió durante el alumbramiento del infante Fernando. Desde ese momento Inés se convirtió, de facto, en la consorte del infante. Aun así tuvieron que transcurrir casi diez años para que se celebrara el matrimonio. Una ceremonia, tan secreta, que no está documentada, ni siquiera por los esposos y testigos del acto. No obstante, los enemigos de la familia Castro veían en Inés y sus hijos un peligro por lo que convencieron al rey Alfonso IV de que su asesinato era lo mejor para el reino. El encuentro entre el rey y doña Inés se produjo en el Monasterio de Santa Clara, muy cerca de la Quinta das Lagrimas, a poca distancia de Coimbra, donde Inés vivía desde la muerte de Constanza. En un primer momento, parece que el rey se apiadó de Inés, pero sus caballeros volvieron a insistir en la necesidad de apartar a la castellana del trono. El rey continúo su camino, y no debió oponerse esta vez, porque Inés fue asesinada. Don Pedro, que se encontraba de cacería, se sublevó contra su padre al conocer la noticia, aunque fracasó, y tuvo que aplazar la que sería su venganza. Dos años después, al morir Alfonso IV, don Pedro accedió al trono de Portugal. Uno de los autores materiales del asesinato logró huir; a los otros dos ordenó que les sacarán el corazón. Posteriormente, según la leyenda, don Pedro mando exhumar el cadáver de su reina, lo sentó en el trono y ordenó a toda la nobleza jurar lealtad a doña Inés besando su mano descompuesta. Los funerales se celebraron como correspondía a una reina y su cuerpo fue depositado en Alcobaça.


Doña Constanza salió
de España pa’la Coimbra.
Doña Inés la acompañaba,
Doña Inés la acompañaba;
su mejor dama y amiga.
Don Pedro salió al encuentro
con su corte a recibirlas
y de Inés quedó prendado;
nunca vio mujer tan linda.
Doña Constanza de pena,
por el rey se moría
y el rey por Doña Inés,
daba su alma y su vida.
Doña Constanza murió
y Portugal que sabía,
la pena que la mató
la muerte de Inés de Castro
el pueblo entero pidió.
La condenaron a muerte;
la condena se cumplió,
y al rey Don Pedro dejaron
viviendo sin corazón,
viviendo sin corazón.
¡Reina para Portugal!
el pueblo a voces pedía
y el rey busca la venganza,
del amor que fue su vida.
Le consumía la pena
sin tener noche ni día
y sin descanso buscaba
aquel que le quitó la vida.
Y por fin Inés vengada,
en el palacio real;
fue proclamada la reina
del reino de Portugal.

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