Una de las actividades que se ofrecía en Tunez, al igual que
en otros países del norte de África, era dar un paseo montado en dromedario. Sin
duda los dromedarios de Túnez cuando estaban agachados parecían menos grandes y
más fáciles de montar que cuando estaban de pie, dado que entonces parecían
animales enormes.
Recuerdo que lo más difícil era no resbalarse y caerse del
dromedario, una vez conseguido esta es una actividad que uno no se puede
perder, dado que es una experiencia única el poder ir en unos de los transportes
históricos más habituales de la zona. Además el lugar daba todo el contexto
para imaginarse estar en cualquier otra época, con dunas y más dunas de
desierto, pequeños oasis de palmeras y algún minarete a lo lejos.
Tal vez fuera por el paisaje, mucho más desértico que el que recorrí
en Egipto, pero este paseo me gustó mucho más que otros. También he de decir
que conté con muy buena compañía, y eso ayuda mucho a disfrutar del momento. Digamos
que entre la compañía, el paisaje de tono árabe evocador, y la experiencia de
no caerse del enorme animal mientras vas en caravana por entre las dunas del desierto, hacen de esta actividad una muy recomendable.
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