Una de las cosas que nos gusta a hacer a los turistas (y a
los que no se llaman a si mismos turistas) es subir a los sitios, en este caso
a los templos mayas. Ya en Chichen Itza cuando fui estaba prohibida la subida,
algo normal y lógico teniendo en cuenta las auténticas barbaridades que hace la
gente, a la que subir esas piedras altas y desgastadas les parece un juego de
niños. Pero hay otras ruinas mayas en las que todavía hay libertad para subir,
como por ejemplo el templo de Cobá.
Tras atravesar la selva que rodea los diversos monumentos
mayas se llega a una explanada donde te encuentras con el templo de Cobá, una
montaña de piedra por las que ves subir a la gente, mucha como si se arrastrara
por el suelo. Las escaleras del templo están divididas por una cuerda que
separa el lado para la subida del lado para la bajada, para así evitar
accidentes. Es conveniente, sobre todo a la bajada dada la separación entre
piedra y piedra, que se eviten las piedras más usadas, y por tanto más
erosionadas, porque esa piedra pulida por el uso resbala y puede provocar más
de un accidente. La subida no cuesta demasiado pero vale la pena la vista que
se obtiene desde lo alto.
Sin duda alguna es una actividad recomendable solo por la
impresionante vista que se puede obtener. Cuando uno llega arriba del todo y
encuentra un hueco entre tanto turista y mira hacia el frente se encuentra con
un inmenso mar de árboles que lo cubren todo. Y es que cuando parecía que la
selva había desaparecido, desde lo alto del templo de Cobá uno puede ver la
inmensidad que todavía queda, ese mar verde, y sobre el verdor oscuro solo se vislumbra el sol reluciente.
Curiosamente todo parece estar a la misma altura, los árboles parecen alineados por lo que a veces ver la punta de otros templos es algo complicado (y si se tiene el sol de frente aún más). Es una vista para quedarse sentado y darse cuenta de lo pequeño que es uno dentro de toda la naturaleza que nos rodea.
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