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Finisterre - España

Finisterre

El camino de Santiago no termina en Santiago sino que continúa, puedes llegar hasta Finsiterre o hasta Muxia. Como son más kilómetros se necesitan más días y a mí ya no me quedaban días de vacaciones así que planeé visitar Finisterre pero yendo en autobús desde Santiago. No éramos los únicos peregrinos en pensar así, en el albergue del primer día una francesa también quería hacerlo y le di los horarios del autobús que tenía descargados de Internet. Una vez llegamos a Finsiterre vimos a nuestro peregrino alemán ya conocido en todas las etapas, y que había llegado también en autobús. El autobús te deja en el pueblo, y de ahí tienes que subir andando hasta el faro. El caso es que al final, en vez de ir por nuestra cuenta en autobús, cogimos un mini circuito, aunque no todas. Estando en el albergue una amiga vio las excursiones a Muxia y Finisterre en el día con guía por diez euros más de lo que nos costaría hacerlo por nuestra cuenta en bus solo yendo a Finisterre. Así que cuatro de nosotras decidimos coger el circuito de todo el día e incluir más visitas. Las otras dos fueron en autobús hasta Finisterre y la última se volvió a Madrid ese mismo día. Así que Pedrouzo- Santiago fue el principio del fin del grupo. Como decía, tomamos un circuito que incluía primero la visita a Muxia, luego Finisterre, parábamos a comer ahí, y luego íbamos a ver la cascada de Ézaro y el hórreo de Carnota, además de unas increíbles vistas de la costa de la muerte. En el circuito íbamos nosotras cuatro y otro peregrino brasileño. Muxia y Finisterre se disputan entre sí ser el kilómetro cero del camino de Santiago, y a decir verdad en ambos lugares se puede ver el mojón indicando el kilómetro cero. Como decía hay una subida desde el pueblo hasta el faro. La vista desde la carretera (es decir, de la subida) es impresionante. Se ve toda la costa de la muerte y como hacia sol y estaba más o menos despejado se podía ver todo el verde de las montañas y el azul de la costa. Al llegar al faro hay un par de tiendas donde te pueden poner el sello del peregrino a su llegada a Finsiterre, que están junto a un cruceiro. De aquí andando llegamos al kilómetro cero y al faro, que está cerrado, y junto al faro en la montaña hay varias placas recordatorio como la de la batalla naval de Finisterre de 1805 en la época napoleónica. De aquí se puede bajar hasta una cruz y en varios rincones, entre las rocas se puede ver ropa ardiendo. Actualmente está prohibido, y multado, pero aún así los peregrinos cumplen con la tradición de la edad media de quedar algo que llevaron durante todo el camino. Otro de los rituales es ver la puesta de sol como símbolo de muerte y resurrección como se hacía en la época romana cuando llamarón a este lugar finis Terrae: el fin de la tierra conocida. No tuvimos la suerte de estar hasta la puesta de sol pero disfrutamos de un fabuloso clima que nos proporcionó unas nubes densas y oscuras al fondo, y bajo ellas una línea dorada que separaba el mar del cielo, nada más allá de la vista más que mar y cielo. Sentada en las rocas que hay pasado el faro, con la vista puesta al mar, uno podía pensar que es el fin de la tierra tal y como fenicios romanos lo hicieron en su tiempo. Fácilmente pasamos un buen rato ahí sentadas, disfrutando de la vista. Es muy recomendable subir hasta el faro más occidental de Europa y sentarse en las rocas frente al mar. Es uno de esos momentos mágicos. Tras disfrutar de las vistas del “fin de la tierra” bajamos por la carretera hacia el pueblo, dejando a nuestra izquierda una capilla visitada (cuando está vierta) por los peregrinos que suben andando hasta el faro. Llegamos al núcleo urbano y el guía nos acerca hasta la lonja de Finisterre, vacía a estas horas, pero que se sitúa junto al muelle, donde se tienen una preciosa vista del puerto y los edificios de la ciudad. Aquí, junto a una playa vacía se encuentra el castillo de San Carlos, levantado dentro de un plan defensivo para proteger la ría. Esta fortificación fue terminada a mitad del siglo XVIII bajo el mandato del rey Carlos III. Se sitúa en un terreno rocoso, con forma irregular, y como el guía no nos animó a ir supusimos que estaba cerrado, como tantas otras cosas en Galicia (por temas de robos nos dijo el guía). El castillo sufrió, al igual que toda la zona, el asalto de las tropas francesas de Napoleón durante la Guerra de la Independencia. Aquí, con vista al castillo y junto a la playa, nos sentamos bajo el sol y sacamos los bocadillos para comer. Tras la comida saldríamos hacia nuestra siguiente visita del día mientras el guía nos cuenta como en Finsiterre se inventó el futbolín.

Visita: Noviembre 2014

Mis imagenes: Pendientes

Información para viajar: Pendiente.

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