Impresiones del viaje y consejos:
“Ser o no ser, esa es la cuestión” dice el Hamlet de Shakespeare y Hellsingor o Hellirod era la cuestión: qué lugar visitar. Podría haber visitado los dos si no hubiera estado tan agotada, pero al final me decante por Helsingor y no me quejo.
En Hellirod está Frederikborgs, que dices es el Versalles danés pero como de palacios versallescos ya llevo unos cuantos el castillo de Krongborg en Hellsingor me pareció y fue una buena opción.
En tren desde Copenhague nada más llegar lo primero que sorprende es la estación, que es como la sala de un pequeño palacio y después a la salida a la derecha el puerto y los grandes ferris, el olor a mar y a la izquierda el pueblo, con sus casitas de colores contrastando con el azul del cielo.
El pueblo, al ser sábado tenia rastrillo y las calles eran peatonales, más encanto añadido, hay un callejón que según leí solo son 2 metros de ancho y cuando caminas por esa calle empedrada es estar en otra época, las casas de “cuentos de hadas” antiguas, ni una papelera o lámpara moderna estropea el lugar, tampoco puertas de acero, nada que estropeé el ambiente.
Aunque la atracción principal del lugar no era el puerto, ni el pueblo, ni su costa marítima sino su castillo, donde se inspiro Hamlet. El castillo empieza su visita antes de entrar en su entramada de fosos y su paseo por las murallas y la vista de la costa, el viento y el agua chocando contra las rocas de cara al castillo. Ya dentro el castillo tiene un patio interior donde el viento desaparece y llega la falsa simetría. Hay varias entradas, la que lo incluye todo es la más cara pero vale la pena. Por un lado se visitan las estancias del castillo, con salas sutilmente decoradas, con suelos de ajedrez, largos salones y grandes chimeneas de piedra.
En teoría de las estancias el salón es la más impresionante pero cuando fui estaban realizando obras de Shakespeare y estaba todo con asientos, cámaras... y ya no tenía encanto, en cambio las salas decoradas con muebles sí lo tenían, aunque mi madre al ver las fotos no entendía porque había libros antiguos por el suelo y otras cosas... Otra parte del castillo es la capilla, absolutamente preciosa. Toda la madera de los asientos decorada y pintada, perfectamente conservada, cuando entré yo salía un pequeño grupo de españoles (aunque vi una “gran” cantidad de turistas si los comparamos con las 5 que vi en Copenhague y ninguno en la isla de Fiona) el caso que me quedé ahí sola y uno se puede imágenes cualquier escena de época ahí dentro.
Otra parte incluye el museo marítimo que se encuentra dentro de las salas del castillo. No había nadie visitándolo pero está muy bien, sobre todo teniendo en cuenta la tradición marítima que debe tener Dinamarca, desde los vikingos hasta nuestros días, pero al haber tan poca gente se oía hasta el crujir de la madera de las otras estancias.
Y la última parte (dado que hasta el verano no abren la torre del faro) es la casa de la oscuridad o casemates, ahí llaman así a los túneles del castillo donde guardaban comida y metían también a los prisioneros. Ahí abajo guarda la figura de un guerrero danés (el vikingo de la foto) que dicen descansa ahí hasta que Dinamarca vuelva a necesitarlo. El caso es que cuando baje bajaba una familia con los niños y estos llevaban linternas, no entendí lo de llevar linterna hasta que me metí ahí dentro.
No sé veía absolutamente nada, era oscuridad absoluta, solo ponían lámparas donde dejaban alguna baldosa informativa de la época o para alumbrar la flecha del camino. Un laberinto donde uno no veía donde pisaba y si te topabas con alguien te podía dar un susto de muerte. Conseguía ver la estancia gracias al flash de mi cámara.
Web del castillo de Hamlet-Hellsingor: http://www.copenhague.info/helsingor/
Y después de eso nada más para ver pero ya eran las tres de la tarde, la hora perfecta para volver al pueblo, verlo, y comer algo. Recomiendo mucho el castillo, pese a la situación por ser invierno valía la pena.
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