Camino de Santiago VI: De Pedrouzo a Santiago
Visita: Noviembre 2014
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Los levantamos con ganas de terminar la última etapa, la de la llegada a Santiago. Tal y como nos había dicho el peregrino del día anterior llueve a cantaros. No son ni las ocho y lleva ya varias horas lloviendo. Como ya tuvimos la experiencia del camino bajo una lluvia torrencial que duró más de diez horas intentamos prevenir lo máximo posible. Metemos los pies en bolsas de basura, para que cubran el calcetín dentro de la bota, luego cubrimos la parte del tobillo de la bota con el pantalón impermeable, cubrimos esa parte con más bolsas de basura, y luego lo vuelvo a cubrir con el resto del pantalón de la nieve. Nos ponemos los chubasqueros y las capas de agua, además de los gorros para el agua. Al final acabaríamos mojándonos los pies, pero no tanto como la primera vez (no tengo charcos de agua dentro de las botas y al parecer hasta llegar al monte de Gozo los pies se han mantenido secos) y el resto del cuerpo permanece seco. Así que al final tanto plástico ha valido la pena. Salimos a nuestra hora habitual a desayunar y comenzamos el camino bajo la lluvia. Noto la diferencia con respecto al día anterior en cuanto a que cuando comenzamos a andar todavía es de noche. Realmente no es que hayamos empezado antes, es que está tan nublado que no se ve nada de luz natural, y las farolas alumbran nuestro camino hasta que salimos del pueblo y entramos en un camino natural cubierto de árboles. Aquí no queda otra que comenzar a sacar las linternas, que hasta ahora no habíamos tenido que usar. Avanzamos bajo la lluvia y los árboles durante un rato hasta que algo de claridad permite guardar las linternas. El camino sigue igual, una larga fila de peregrinos caminando bajo la intensa lluvia cubiertos por árboles en nuestro camino. El agua cae con tanta fuerza que no levanto la mirada del suelo porque sino cae el agua como cascada sobre mi cara. Así seguimos andando hasta comenzar uno de los ascensos indicados en la guía. La noche anterior en el albergue estuvimos leyendo lo que nos deparaba esta etapa y oír tanta subida deprimía. Empezamos las subidas, constante y pronunciada a ratos. El agua cae con ganas y paso por una ermita y un bar, donde varios peregrinos han parado para resguardarse del agua, más que para descansar. Yo he perdido de vista a mis compañeras, sé que tengo algunas por delante y otras por detrás. Siempre hemos ido a nuestro ritmo pero hemos quedado en algún punto del camino para juntarnos. En esta etapa, no sé si pro las ganas que tiene la gente por llegar y dejar a tras tanta agua, o por llegar a Santiago cuanto antes, pero es la única etapa en la que no nos juntamos y cada una llega a su ritmo y cuando quiere. Vergonzoso pero llegamos a Santiago separadas, y la verdad es que hasta me enfadé, no por esto, sino porque una vez llegamos cada una quería hacer una cosa diferente, ni siquiera recogimos la compostelana juntas. Si no uno quiere hacer el camino en solitario y a su ritmo, se va sola como suelo hacer yo. Pero si se va en grupo, se va en grupo para lo bueno y lo malo. E ir en grupo significa claudicar en algunas ocasiones y ser menos egoísta. Y luego me preguntan porque suelo viajar más sola que acompañada. Si lo dice el dicho: Siempre mejor solo. Tras dejar atrás el bar comienza una pendiente constante por un camino rodeado de arbustos que no cubren nada. Aquí sigo viendo mucho peregrino. Cuando empiezo a oír (que no ver) a los aviones despegar y aterrizar me doy cuenta de que estoy ya cerca de Santiago. Finalmente la ascensión termina y se puede bajar para ver a un avión despegar en el aeropuerto de Santiago, sigue lloviendo con fuerza y el camino continúa. Aquí dejo atrás un monolito con bordón, calabaza y vieira, los símbolos del peregrino, que anuncia la llegada a Santiago. Bordeando la zona del aeropuerto (con sus verjas) se sigue el camino con varios altibajos y un sendero de tierra embarrado, y lo que es peor, con tanto altibajo y tanta agua se crean autentico ríos. Hay momentos en que resulta imposible caminar y acabo metiendo los pies en el agua y ya no sé si llegaré a Santiago andando o a nado. Llega el camino hasta otro pueblo y una ermita, pero sigo el camino hasta Lavacolla, donde hemos quedado el grupo en parar en un bar. Cuando llego aquí miro en los dos bares del pueblo junto al camino y no veo a nadie, llamo y mando wasap al grupo pero nadie contesta. Me da la impresión que han seguido andando y han pasado de parar. Continuo el camino que gira a la izquierda y se aproxima a unas escaleras que dan a la iglesia del lugar, rodeada por el cementerio, como tantas otras iglesias que hemos visto por aquí, donde al parecer es normal que el cementerio se encuentre rodeando la iglesia, en el medio del pueblo. Aquí cruza la carretera hasta pasar un riachuelo que con la lluvia que cae está desbordado, aquí la guía ponía que era tradicional que los peregrinos se lavaran antes de llegar a Santiago. Consigo hablar por el móvil con las liebres mientras sigo el camino bajo la lluvia constante y fuerte. Quedamos en el próximo bar, solo que su próximo bar no es el mío dado que llevan muchos más kilómetros de ventaja. Tras pasar otro pueblo comenzamos otra subida hasta pasar la televisión gallega. No sé qué me está matando más de esta etapa: las subidas, la lluvia o la poca gracia del camino. Afortunadamente esta etapa del camino es, en mi opinión, la más fea, por lo que no pasa nada que por culpa de la fortísima lluvia n levante la mirada del suelo. Finalmente paso el hipódromo y veo la cuesta del Monte de Gozo con varios peregrinos subiendo. Comienzo la cuesta y antes de llegar al monumento del monte de Gozo hay un bar donde me acerco para ver si el resto están ahí. Efectivamente están ahí pero se han cansado de esperar y se largan. Visto el panorama aviso a las que van por detrás mío que quedamos todas en Santiago para comer, porque está claro que hoy no vamos a ir juntas ni al baño. Dos compañeras del grupo me esperan y tras ir al baño salimos dirección el monumento (muy feo en mi opinión) del monte de Gozo. Las tres comenzamos por fin la bajada al monte, ya empiezo a sentir humedad en la punta de los pies, hasta aquí duró el invento de las bolsas de basura. De aquí hasta Santiago el camino circula por las ciudades y las calles bajo la lluvia, nada resaltable en esta etapa. No sé si porque sé que ya queda poco pero la llegada a la plaza del Obradoiro se me hace eterna, y cuando llego no siento esa sensación que todos los peregrinos que ya habían hecho el camino antes han vivido. No hay casi nadie en la plaza, aunque con la que está cayendo es normal. De aquí nos acercamos al albergue que está muy cerca y que desde la habitación que nos dan podemos ver una de las torres de la catedral. Tras dejar las mochilas y cambiarme de calcetines y botas (por fin uso las botas de repuesto) salimos a recoger la compostelana, esperar al resto del grupo, comer, y entrar a la catedral de Santiago. Por fuera está cubierta de andamios, pero no es la primera vez que estoy ahí. Por dentro en cambio solo tiene unos pocos donde el pórtico de la gloria. Cuando fui a Santiago el pórtico de la gloria estaba todo cubierto por restauración y no pude ver más que una fotografía. Ahora es la primera vez que puedo verlo completo y es precioso. La entrada principal, pro las obras, está cerrada así que entramos por un lateral, desde la bomba en el Pilar está prohibido entrar con mochilas, por lo que hicimos bien en dejar todo el equipaje en el albergue. Aquí cumplimos con pasar por la cripta del apóstol y darle el abrazo de rigor. De aquí pasamos a ver el hostal de los reyes católicos y nos acercamos a la iglesia de San Francisco de Asís para recoger la cotolaya, que hasta dentro de cien años no la vuelven a dar. Delante nuestro hay un montón de coreanos. Según la oficina del peregrino los peregrinos extranjeros que más hacen el camino son alemanes, como el señor mayor con parkinson, y los segundos son los coreanos. El día que nosotras llegamos se registraron 276 peregrinos llegados a Santiago. A las siete estamos en la catedral para la misa del peregrino, en la recogida de la compostelana hemos pedido (no nos lo han ofrecido pero sabíamos que se puede hacer) que digan en la misa de siete (lógicamente a la de doce no llegábamos) de dónde venimos. Así en la misa dicen desde donde han empezado el camino los peregrinos que han llegado y de donde son estos peregrinos. Si no lo sabes puede ser que no te lo digan, pero hace ilusión. Luego también vimos el botafumeiro en acción, y estaba sentada en el tercer banco del frente al altar, así que mejor vista imposible (la vez que estuve en Santiago también lo vi porque había una misa especial y había pagado por usarlo y estaba en un lateral rodeada de gente). En este caso, yo pensaba que era normal al ser la misa del peregrino, luego nos dijeron que en sábado no es normal ver el botafumeiro en acción. Debió ser porque estaban varios franciscanos celebrando el 800 aniversario de que San Francisco hiciera el camino. Asi que tuvimos un día completo. Al salir de la catedral la entrada lateral da a una administración de lotería así que compramos lotería de navidad porque tal y como nos dijo un párroco durante el camino: “peregrino mojado, peregrino afortunado”, y más mojadas que nosotras pocas.
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