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Diario 2019: Italia - Palacio de Portici - dia 4

El domingo, justo el día que salíamos de la ciudad de Nápoles para conocer rincones del Golfo de Nápoles, amaneció lloviendo y pasó prácticamente todo el día lloviendo. Aun así eso no nos detuvo, a los que no tenía paraguas se compraron uno antes de subir al autobús a las diez de la mañana, ciertamente los paraguas modernos rompían el aspecto histórico del resto de nuestros trajes pero era algo inevitable, con lo que estaba cayendo no protegerse de la lluvia no era una opción. Llegamos al Palacio de Portici y pese a la lluvia lo primero que hicimos fue salir al patio para disfrutar de la vista de sus jardines, que es lo más llamativo del palacio (todavía con grandes partes en reconstrucción). Y es que el Palacio muestra una fachada magnífica con amplias terrazas y balaustradas y se constituye de una parte inferior y una superior divididas por un vasto patio por donde pasa la antigua “Calle Real de las Calabrias” que ahora se llama “viale Universitá”. 

 
 
 
 
 

El Rey Carlos edificó el Palacio Real de Portici en 1737, a causa de una tempestad, la pareja real se vio obligada a detenerse en Portici. La Reina María Amalia se enamoró al instante del lugar y el Rey tuvo la idea de construir allá una residencia real, y que fue ampliando comprando palacetes ya existentes. El Palacio Real nació como residencia de veraneo de la Corte pero luego se convirtió en residencia real y casa del Museo Ercolanense para albergar los resto encontrado en Herculano (así Portici se convirtió en una de las etapas del Grand Tour). 

 
 
 
 

De aquí subimos al primer piso, las escaleras están decoradas con pinturas en las paredes y el techo que hacen que se cree una visión de profundidad y decoración que no existe, estas escaleras dan lugar a la Sala de Guardias y la Sala del Trono, que muestran parte de los adornos originarios y que son las dos mejores sales del palacio, desde el suelo al techo todo está decorado. Después de estas salas las restantes están decoradas con diversos objetos y restos de Herculano, así como mosaicos romanos. Después de visitar el palacio visitamos el jardín botánico con guía, desgraciadamente estaba y había llovido tanto que un enorme agujero de agua impedía la entrada al invernadero (incluso del guía con ropa moderna). Afortunadamente mis botines de época me protegieron de la lluvia, las damas con bailarinas o sandalias no tuvieron tanta suerte. 

 
 
 
 
 

El parque representa una de las maravillas del Palacio, como se puede percibir pese a la intensa lluvia. Se constituye de un jardín inglés hacia el mar y largos bulevares. Más allá del jardín se extiende el bosque, diseñado según las necesidades de diversión típicas de la Corte. En el jardín también visitamos el muro de Pallacorda al final del jardín. Por lo que vi el pallacorda es un juego entre el tenis y la pelota vasca. Bajo la lluvia pudimos ver el gran muro de piedra que se conserva desde antes del imperio napoleónico, en el medio está la puerta de acceso y Ben nos explicó lo que se usaba como raqueta y la pelota. 

 
 
 
 
 

El juego consistía en lanzar la pelota, golpearla con esa especie de raqueta hasta que la pelota golpeaba la pared y rebotaba y tocaba volver a darle. Teníamos permiso para golpear la pelota contra el muro, así que pese a la lluvia y el césped mojado se lanzó la pelota hasta conseguir golpear el muro (hay un vídeo en la página de Facebook del blog). La cancha para el juego de la pelota es uno de tantos lugares antiguos e interesantes que hay en los jardines del palacio de Portici, gracias a eso pudimos comer a refugio, como llovía y no podíamos tener nuestro picnic bajo las palmeras nos refugiamos para tener el picnic en el antiguo edificio que servía como zona botánica de la reina.

 
 
 
 
 

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