Matanzas
Visita: Noviembre 2019
Mis imágenes: Cuba - cuaderno fotográfico
Información para viajar: Natural Cuba Travel
El tour lo contratamos con Natural Cuba Travel por internet, y si me habéis leído antes sabréis que estamos muy contentas con el resultado, fue la mejor opción, aunque hay que reconocer que no hay muchos tours a Matanzas que incluyan todo lo que queríamos ver. Salimos de La Habana en coche clásico en dirección al puente de Bacunayagua. Aquí nos encontramos un montón de turistas rusos. El puente mide más de trescientos metros con varios arcos, resulta tan alto que desde el mirador junto al inicio del puente es imposible conseguir ver donde acaban los pilares del puente, que está a unos cien metros sobre el nivel del mar. Desde aquí se pueden ver varias aves volar y sobre todo el exuberante Valle del Yumurí que resulta impresionante visto desde el puente, una vez cruzas el puente, al otro lado del valle puedes ver la desembocadura de un río y un poco más lejos el mar. Sin duda es una obra maestra de ingeniería en Cuba y el valle que lo rodea le da el toque necesario para convertirse en una atracción turística. La guía nos preguntó por qué Matanzas cuando hacía mucho tiempo que no recibía esa petición, le contamos sobre nuestro itinerario y que en la guía que tenía salía Matanzas (el castillo, las cuevas, el museo farmacéuticos) y por eso busqué un tour que llevara todo lo que queríamos ver. Que no sea el sitio más visitado no significa mucho (teniendo en cuenta que en España se vende mucho Varadero y La Habana cuando en Cuba hay mucho más). Seguimos el camino a Matanzas, y como curiosidad, de camino hay una casa en lo alto de una montaña con vistas al valle y el mar que dice el conductor que pertenece a Silvio Rodriguez. Desde aquí vamos directas el castillo de San Severino en la ciudad de Matanzas, conocida como "la Atenas de Cuba" porque durante el siglo XIX sus habitantes tenían fama de cultos. El Castillo de San Severino, la única obra arquitectónica que se conserva de los inicios de la ciudad, es en parte zona militar, por lo que tuvimos que dar la vuelta para entrar por el otro lado. La guía nos preguntó si queríamos entrar dentro y por el precio sin dudarlo dije que sí porque tenía interés en ver su diseño. En realidad es una típica construcción militar renacentista, que recuerda la concebida en Europa en siglos pasados. Su diseño es un cuadrado, compuesto diagonalmente en sus vértices por cuatro baluartes con forma de trapecios y una vista a la alargada bahía de Matanzas. Desgraciadamente en su interior han creado el Museo de la Ruta del Esclavo, sitio de recuerdo sobre los millones de negros africanos traídos a la fuerza, durante la colonia española, para enriquecerse. No es que tenga nada contra la explicación pero la guía del castillo se alargó mucho y explicó demasiado sobre la ruta de los esclavos y las exposiciones modernas y africanas traídas al castillo y basadas en la esclavitud de los africanos por los españoles y su religión, y en cambio apenas dedico tiempo para disfrutar del castillo, su arquitectura o su historia. Si llego a saberlo no entro al castillo, porque no solo me interesa saber sobre los esclavos de Matanzas, también me interesa el castillo fortaleza (razón por la que quise entrar). No hubo forma de conseguir que se callara y yo no hacía más que mirar el reloj porque llevábamos una hora y no nos iba a dar tiempo a ver el resto de lugares del tour. La última sala que nos mostró fue la Sala de los Orishas, donde se puede conocer sobre la diversidad de las religiones de origen africano y como se reconvirtieron al catolicismo para engañar a los españoles. Allí se ven varias esculturas a escala natural de sus diversos dioses (todos son familia), tapices que muestran cómo se manifestaban ante sus creyentes y tambores batá, utilizados en ceremonias y rituales. Hay cosas muy interesantes en la exposición, y aprender mucho de la cultura actual cubana y su religión, pero han de aprender a distribuir la información. Salimos corriendo del castillo y ya en el coche la guía nos comentó que no nos iba a dar tiempo a ver todo y que si ella tenía que elegir, mejor dejar fuera la subida a la ermita e ir primero a las cuevas de Bellamar, nosotros le dijimos que ella sabía más y que si recomendaba una cosa sobre la otra nos parecía bien. Efectivamente luego nos dimos cuenta que habría sido una verdadera lástima haberse perdido las cuevas que tienen una entrada aparte: Cuevas de Bellamar, Cueva de Saturno y Mar Caribe. Tras visitar las cuevas y el Mar Caribe (paramos minimamente en una playa) fuimos de camino a Matanzas y tras ver la hermosa y larga bahía nos paramos en la plaza de la Vigía, una de las principales de Matanzas y el lugar donde se fundó la ciudad. Su nombre proviene de un antiguo fuerte, derribado en el año 1850, y que estaba situado muy cerca de allí para proteger la zona de ataques de piratas. En esta plaza se sitúan algunos de los edificios más importantes de la población. Por un lado está el Teatro Sauto, uno de los mejores del país y que cuenta con una inmejorable acústica, la mansión donde se sitúa Ediciones Vigía y el Cuartel de bomberos, el Palacio de Junco y el antiguo edificio de la aduana. Es la cuna del Danzón, el baile nacional de Cuba, y se la conoce con distintos nombres como "La Atenas de Cuba", "La Venecia cubana" o “La ciudad de los puentes”. Todas ellas se crean debido a sus ríos, sus innumerables puentes (veintidós actualmente) y a la cultura inicial de su población, de ahí que se conserven grandes y hermosos palacios, teatros, editoriales que otras ciudades no tenían. En esta plaza también se encuentra el Cuartel de los bomberos de Enrique Estrada que fue inaugurado en 1900 para albergar el cuerpo de bomberos de la ciudad, uno de los más galardonados y prestigiosos del municipio. El local estaba provisto de las últimas tecnologías de la época y contaba con varias estaciones telefónicas de avisos, carros de auxilio y diferentes fuentes distribuidas por la ciudad. Actualmente en el interior se conservan algunas joyas como la bomba "Matanzas", la primera que funcionó en la región y que fue adquirida en Nueva York en el año 1864. El sitio estaba casi cerrado pero pudimos entrever varios coches. De aquí nos acercamos a uno de sus famosos puentes y luego continuamos hasta la Calle 83, una de las arterias principales de Matanzas que lleva a la Plaza de la Libertad. Justo en el centro se encuentra el Monumento a José Martí y a los pies del mismo podemos ver una escultura que está rompiendo unas cadenas. Aquí es donde podemos visitar el Museo Farmacéutico situado en una antigua botica. La entrada incluye una guía que explica detalladamente cada sala. En la visita estuvimos solo nosotras dos y nuestra guía. La farmacia fue inaugurada en el año 1882 gracias a las aportaciones del médico francés Ernest Triolet y el cubano Juan Fermín Figueroa, estuvo en funcionamiento hasta el año 1964, fecha en la que se convirtió en museo y conserva todos los muebles, decoración y artilugios originales. El museo consta de varias salas; la botica, la rebotica, la tienda, dos almacenes, el laboratorio y el patio. Empezamos la visita por la tienda que aún conserva todas las estanterías y vidrieras originales, allí pudimos ver una buena colección de medicamentos antiguos y botes de porcelana donde antiguamente se guardaban productos para elaborar las medicinas, destacan también dos grandes recipientes que cuentan con aproximadamente 100 años que se llaman el ojo del boticario porque el cristal de la botella permite al boticario ver toda la farmacia. Pasamos a la segunda sala, la rebotica, donde destaca una enorme mesa diseñada por el doctor Triolet, en ella se dispensaba antiguamente los medicamentos. Hoy en día podemos ver algunos artilugios que utilizaban para elaborar pastillas, supositorios y grageas, varios morteros y prensas. También tienen un antiguo teléfono, el libro de recetas abierto sobre la fecha del día de hoy pero de otro año. Seguimos la visita en los almacenes donde podemos encontrar antiguas jeringuillas, aparatos ginecológicos que parecen sacados de una película de terror, botellas, botes, máquinas y una de las mayores colecciones de libros farmacéuticos y recetarios con prescripciones antiguas de varios médicos de la ciudad. El laboratorio es otro de los lugares curiosos del museo, en él destaca una antigua nevera y una caja fuerte donde se guardaban medicamentos. Varias ollas, vasijas, cazuelas y fogones completan la sala. Para terminar la visita la guía nos subió a la primera planta donde se encontraba la vivienda del doctor Triolet, hoy en día se utiliza como tienda de arte y junto a las escaleras se puede ver la antigua bicicleta con la que se hacia el reparto de medicamentos. Una visita altamente recomendable si os gustan los lugares con historia donde se guardan muchísimos objetos muy buen cuidados que ya querrían varios museos. De aquí la guía nos preguntó qué queríamos hacer porque ya sabéis que una vez se hace de noche a los cubanos no les gusta estar en la carretera, así que por nuestra parte podíamos volver, el conductor también quiso así que volvimos a la La Habana. Nos dejamos el subir a la Ermita de Monserrat y contemplar desde allí las vistas de la ciudad. Aquí la sociedad catalana de Matanzas inauguró esta ermita intentando imitar la original de Barcelona, A su alrededor cuatro figuras representan las cuatro provincias catalanas. Teniendo en cuenta esto no entiendo porque se toman tan a pecho lo del esclavismo de los españoles si la gran mayoría de los esclavistas de Cuba eran catalanes. Desde lo alto de este mirador se divisa por un lado la bahía de Matanzas y hacia el otro el Valle del Yumurí. La vista de la bahía la disfrutamos subiendo a las cuevas de Bellamar así que cuando tuvimos que decir qué sacrificábamos del viaje, sin duda fue la subida a la ermita, sobre todo después de haber entrado a las cuevas. Por supuesto, si la guía del castillo no se hubiera enrollado tanto nos habría dado tiempo a todo, pero nos daba cosa cortarla y decirle “miré la visita de quince minutos nos ha llevado más de una hora ¿sabe que no vivimos aquí?”, en fin, la educación nos permitía cortarla por lo que nos quedamos sin mirador de la ermita. Pero pudimos ve todo lo demás y nos gustó cada una de las cosas, por lo que fue una excursión muy satisfactoria.
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