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Diario 2015: Belgica - Brujas - dia 6

De Gante cogimos el tren a Brujas con la comida comprada para poder comer mientras hacíamos el trayecto. No había nadie en el tren pero es que paraba en un montón de pueblecitos. No nos importó mucho porque llegábamos más o menos a la misma hora que el tren directo solo que teníamos más sitio para escoger sentarnos y comer que en la estación de tren de Gante. La tarde que dedicamos a ver Brujas podría haber visto Amberes y así cumplir con mi itinerario planeado, pero mi amiga no había estado nunca en Bélgica y como todo el mundo va a: Bruselas, Gantes, Brujas, no sé quería perder Brujas. Aunque luego reconocería ante las típicas preguntas de ¿a qué te ha gustado mucho Brujas? Que le gustó mucho más la visita a Ostende. Y es que a la hora de viajar todo depende de los gustos de las personas. 

 

 
 

En mis viajes he viajado sola o acompañada y quitando las tres amigas con las que sé que puedo viajar, con el resto prefiero viajar sola. No empecé viajando sola por decisión propia sino porque nadie me podía acompañar en esos tiempos, pero ahora cuando hago un viaje sola sí es porque quiero. Disfruto igual y depende de la compañía, hasta más. Con tantos viajes ya sé con quién puedo viajar y con quién no (y no es por hacer honor al dicho de “mejor solo que mal acompañado” pero un viaje con gente que no tiene los mismos intereses que tú a la hora de viajar, puede ser un auténtico suplicio, y dejar un mal recuerdo a todos). 

 
 

Siguiendo con el viaje a Brujas, tuvimos un “pequeño” altercado con el de los tickets de la estación, el hombre tenía buena voluntad pero se enfadó mucho cuando no le dijimos de primeras nuestra edad pero, que aunque no lo aparentáramos, no teníamos edad para un descuento en los tickets. Saliendo de la estación y siguiendo el canal (se puede hacer por el parquecillo pero por mi alergia lo dejamos de lado) se llega al Begijnhof, y aquí ya se entra dentro de los que es el centro histórico y turístico de Brujas. Todo el camino va a estar rodeado de canales, cisnes, coches de caballos, muchos turistas y preciosas casitas. A medida que iba guiando a mi amiga por los rincones típicos de la ciudad (es lo que tiene ya haber estado, aunque fuera varios años atrás), podía observar cómo nada había cambiado. Las personas sí, la forma de vestir, pero los rincones de mi memoria seguían igual, y mirando luego las fotografías, hasta los monumentos seguían igual.

 
 
 

Tuvimos la suerte de que tras la comida salió el sol, por lo que pasear por Brujas fue mucho más agradable que por Gantes. A parte de ver los lugares típicos rodeados de turistas, también compramos chocolate, típico también, y nos dejamos el paseo, también típico, por barco por los canales. No lo he hecho todavía pero con los puentes y callecitas junto a los canales tampoco es algo tan imprescindible como pueden ser en Venecia, donde las calles en tierra son un auténtico laberinto y muchas no te dejan ver nada. La pena, por mi amiga, es que la plaza del ayuntamiento estaba rodeada por una carpa y grúas, por lo que la vista de la Grote Mark era incompleta, y difícil disfrutar de los edificios que la rodean. 

 
 
 

Acabamos de verlo todo a tiempo para volver a Bruselas a preparar el equipaje para salir a las 4.40 de la mañana destino el aeropuerto. Nuevamente al facturar mi maleta grande – por el bonete de primavera de 1814- nos ofrecieron facturar gratis el equipaje de mano, y es que nuevamente el vuelo a Zaragoza -con ryanair- iba lleno (aunque los aeropuertos estén alejados de las ciudades es una maravilla no tener que desplazarse hasta Madrid o Barcelona).

 

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