Y al día siguiente volvimos a madrugar. Este día me levanté cansada y decidí no vestir el otro traje que llevaba, y fue un acierto porque al final del día llovió y nos mojamos así que la cosa fue bien. Estábamos entre ir a Waterloo y ver el museo de Wellington o empezar e ir al museo de Napoleón, aprovechar y ver el campamento napoleónico y luego ir al museo de Wellington. Al final lo hicimos así.
Llegamos de nuevo en tren de Bruselas a Braine-l'Alleud, de aquí cogimos la lanzadera que nos dejó en el monte del león y con unos poco nos quedamos esperando al 365 que es el autobús que nos acercaría (gratis por ser la recreación) al museo del antiguo cuartel general de Napoleón, y por tanto al campamento de Napoleón. Fuimos de las primeras en entrar al museo, y aun así enseguida se llenó de gente. Este museo es pequeñito, al igual que el de Wellington, pero es porque son sus cuarteles generales de la época y no museos creados expresamente para ello. El museo es interesante pero no tan espectacular como el del memorial. Tras salir del museo recorrimos el campamento de Napoleón y aunque aprecia que iban a hacer algo decidimos marcharnos para coger el 365 y llegar al museo de Wellington, este ya sí en la ciudad de Waterloo. Al ser sábado los horarios de los autobuses era bastante malo, y aún tuvimos la suerte que el conductor de una lanzadera nos llevó hasta la parada del W que pasa con más asiduidad.
Así que tras una larga espera (tenía más frecuencia pero no dejaba de ser sábado) conseguimos coger el bus y llegar al cuartel general de Wellington donde nos esperaba una inmensa cola. He de decir que tanto el viernes como el sábado no paramos de oír español, tanto de espectadores como de recreadores. Al final decidimos volver andando desde el museo de Wellington al campo de batalla porque las filas para coger el bus de regreso eran kilométricas. En el camino nos paramos en una parada del bus W porque al poco venía uno no muy lleno y lo cogimos para llegar al Monte del león. Desde aquí fuimos andando hasta el campamento aliado con el propósito de ver la granja museo de Hougumont pero la fila era larguísima y desistimos de seguir con las esperas, con el bus y el museo de Wellington habíamos tenido suficiente.
Lo bueno es que la granja (como veréis en las fotos) se ve muy bien por fuera, incluso los memoriales, por lo que solo nos quedó ver el museo del interior. En otro viaje, cuando no sea el bicentenario, ya nos acercaremos (ahora que ya sabemos cómo funcionan los horarios de autobús). De vuelta de nuestro intento fallido de ver el museo (la granja si la vimos) nos encontramos con Luis Sorando Muzas, el presidente de los Voluntarios de Aragón, otro zaragozano muy majo, y ya le dije que le echaba en falta dado que pese a haber más de 65.000 personas no había tenido problema en encontrarme con todos los pocos conocidos que tengo en el ámbito de la recreación. Tras hacer unas pardas en el campamento aliado para cotillear sombreros de época, comprar guantes, chocolate de bombas de Waterloo, etc. nos dirigimos hacia la puerta que ya nos conocíamos para comer y coger sitio para la batalla, que os cuento en la entrada de la "Recreación de la batalla de Waterloo".
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