Atrás dejamos la Canadá inglesa y nos adentramos en el estado de Quebec y la Canadá francesa, ya en la estación de servicio donde paramos un rato (dado que teníamos un largo recorrido desde Ottawa hasta Quebec) ya hablaban francés. La bandera del estado cambio de tener la bandera inglesa en una esquina a tener la flor de lis en cuatro cuadrados. Eso sí, seguían siendo mega amables sujetando las puerta y ofreciendo a ayudarte o hacer fotos sin ni siquiera pedirlo. Llegamos a Quebec como siempre hacia las tres de la tarde, perfecta hora española para comer, cruzando una de las puertas de la ciudad (no recuerdo el nombre pero es la que da acceso a la ciudadela) comimos en uno de esos restaurantes de la zona, tanto el restaurante como la zona nos recordó a Saint Malo (Francia).
Comimos y, aprovechando que aún nos quedaba algo de tiempo libre hasta la visita panorámica, salimos del restaurante dejando atrás el calor del fuego (si, un fuego de verdad con su chimenea, afortunadamente para nosotras porque aquí arriba ya hacía más frio) recorrimos la calle llena de casitas muy al estilo inglés como en Saint Malo, y que nos llevaron hasta la puerta junto a la ciudadela, donde había un carro de caballos para los turistas. También se conservaba por esta zona algo de la muralla, el tema de la muralla es que la ciudad quería destruirla y en cambio lo que hicieron fue acortarla, una pena, pero en este caso mejor el remedio que la enfermedad pues derribar completamente las murallas hubiera roto parte de la historia y encanto de la ciudad, que más tarde fue declarada patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
El tiempo libre era muy corto y tuvimos que volver sobre nuestros pasos para montar en el autobús y hacer la visita panorámica que gastaría todas nuestras horas de luz solar dentro del bus. Bajamos por la calle todo recto hasta llegar a la plaza de armas, ahí se encuentra un museo y el hotel castillo, saliendo de la plaza de armas pasamos por la iglesia de notre damme y las tiendas de souvenirs como la tienda de navidad, abierta todo el año, pasamos por la plaza de youville (aunque no entendimos eso al guía y cuando luego intentamos volver nos costó localizarla en el plano) donde hay otra puerta, la pista de patinaje y, oh sorpresa, nieve que quedaba de la primera nevada caída hacia unos días atrás. Pasamos por la puerta y fuimos hasta el parlamento, y de ahí volvimos a cruzar la puerta de la ciudadela para entrar en la ciudad antigua y amuralla de Quebec y acabar bajando por la cuesta de Abraham, y ver la zona del puerto viejo y el barrio de petit champlain.
Ahí hicimos una breve parada para poder ver todas las tiendas de souvenirs en las casitas bajo la plaza de armas, en lo alto el castillo y también vimos la plaza del rey Luis XIV, con un busto del mismo presidiéndola, y así se pasó el tiempo, con apenas un breve vistazo a la zona tuvimos que volver al autobús (no conseguimos averiguar cómo hacer que el semáforo se pusiera verde, y es que en vez de un botón era un lector, había que pasar la mano por arriba (quien lo hubiera imaginado) y tras subir al autobús cruzamos el río y desde el puerto nuevo tuvimos una vista completa de la ciudad (el skyline de la misma) y nos hicimos una fotografía de grupo antes de subir de nuevo al autobús e ir a nuestros hoteles.
Cuando llegamos al hotel ya era de noche (aunque no llegarían ni a las ocho de la tarde) y el de la recepción debía ser algo tonto porque además de no saludar se confundió y a la pareja de Linares les dio una habitación que ya estaba ocupada, y como son estos andaluces que nos reímos un montón mientras los otros nos miraban como diciendo, ¿Qué pasa aquí? Que además creo que nos entendían porque nos hablaban en francés y ya se sabe que el francés y el español se parece en ocasiones. Como nuestro hotel estaba en las afueras de la ciudad nos acercamos a un subway para la cena y nos fuimos pronto a dormir.
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