Mérida se llama la ciudad blanca, aunque no sabría decir por qué dado que no es como en Oxaca que sí la piedra es de color verde o la rosada Mitla. Y reconozco que no fue la ciudad que más me llamó la atención, tal vez me esperaba algo más de ella porque realmente no le encontré ningún encanto. En mi recorrido inicial había programado visitar Celestun, que es una laguna y parque natural cerca de Mérida, pero como llegamos por la tarde, apenas horas antes del anochecer, no nos dio tiempo. Así que ya van dos los lugares que se quedaron en la lista de pendientes: Bonapark y Celestum. El recorrido con guía de la ciudad fue en autobús y en cuanto llegamos al hotel (donde había un belén en la plaza central del hotel, un árbol de navidad y soldaditos de plomo adornando el hotel) salimos para ver la ciudad antes de que anocheciera.
El hotel se encontraba en el paseo Montejo, una larga avenida con varias mansiones de la época de la Colonia y del Porfiriato como la Quinta Montes Molina, las Casas Gemelas, la Casa Molina Duarte, etc., y diversas figuras históricas adornando el paseo como la estatua de Justo Sierra y el Monumento a la Patria, muy al estilo del paseo de la república de México D.F. .En este paseo se pueden encontrar los asientos enfrentados, que son bancos individuales para que dos personas se sienten una de cara al otro, ideal para las parejas. Del hotel a la ciudad pasamos por una plaza con una iglesia estilo ermita con palmeras alrededor que fue lo más bonito que vi de la ciudad, aunque no me sé el nombre. Luego pasamos otra iglesia con una especie de fiesta o comedor de recaudación, y enfrente una plaza con más adornos navideños. Y cuando llegamos a la altura de la Universidad nos encontramos con un hombre muy simpático que era profesor de maya en la universidad y que nos estuvo contando varias cosas interesantes.
Tras despedirnos del profesor de maya nuestro camino nos llevó hasta la plaza Grande, rodeada del palacio del gobierno y la catedral de san Idelfonso. La catedral y la plaza la vimos de día desde el autobús porque cuando llegamos a pie ya era de noche, y la verdad es que estaba tan poco iluminado y me llamaba tan poco la atención, que nos fuimos a cenar a un restaurante con un bonito patio interior. Y luego fuimos de compras, antes de volver al hotel por el paseo de Montejo, donde algunas de sus mansiones tenían soldaditos de plomo o luces en sus decoraciones, y por tanto era la zona más iluminada de la ciudad, porque el resto de la ciudad es bastante oscura. Para no irnos a dormir con mal sabor de boca hicimos uso de la piscina del hotel, y como era de noche solo estábamos nosotras tres en el agua y un chico en el gimnasio.
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