Después de otra noche en La Habana marchamos a otra excursión de un día. Esta se suele hacer desde Varadero porque la zona está más cerca, pero como no nos va el tema de los animales marinos preferimos extender las noches en La Habana frente a Varadero. El recorrido resulta muy parecido después de tanto movernos por Cuba, nuestra parada es en Finca Campesina, desde España llevábamos la duda de qué sería eso, y salimos por fin de dudas. No es ninguna parada especial pero rellena el tiempo de trayecto. Al parecer Finca Fiesta Campesina es una parada casi obligatoria a la entrada de la Ciénaga de Zapata, porque se ubica en la intersección entre la carretera que conduce a la ciénaga y la autopista nacional. Está recreado allí el aire del campo, de forma que puedes ver varias especies propias de la flora, fauna y aparejos del campo de una finca cubana antigua.
Nosotras teníamos un coctel incluido pero solo nos ofrecían piña colada y en Trinidad descubrí que no me gustaba, en cambio nos dedicamos a recorrer todo el complejo, viendo los bueyes, los pavos reales, y demás animales, lo más curioso es que la mayoría estaban sueltos pero las palomas las tenían encerradas en una jaula. Aquí más bien es al revés, las palomas son libres y no hay forma de quitártelas de encima, pero el resto de aves que había por ahí, se hubieran escapado. Desde aquí vimos de nuevo (camino a Cienfuegos la vimos y nos lo explicó el guía) la chimenea de la Central Australia, una antigua fábrica de azúcar desde donde Fidel Castro dirigió el ataque a Playa Girón y Playa Larga. Pasamos de largo y continuamos hacia la Ciénaga de Zapata, un humedal varios kilómetros de extensión que se sitúa en la península que lleva el mismo nombre.
La entrada a la Reserva de la Biosfera Ciénaga de Zapata tiene un Centro Ecológico dedicado a la atención de visitantes y otro Centro dedicado a la investigación de la fauna del lugar. Como turistas nosotros veremos la zona abierta a los visitantes, ubicado en Boca de Guamá. Guamá es una instalación creada en los años sesenta a la orilla de la Laguna del Tesoro. Esta es una de las primeras paradas de muchos visitantes, donde se encuentra un punto de información, varios restaurantes y atracciones diversas. Todo está construido sobre pilotes, son como pequeñas islas encima de la laguna. Desde aquí se accede al paseo en lancha por la Laguna del Tesoro. Como solo éramos dos y había muchísimo turismo (alemán y ruso) tuvimos que esperar cerca de las lanchas para ver si había algún grupo con hueco para que entraran dos personas más. Si no lo conseguíamos hasta la una y media de la tarde ya no teníamos opción y para entonces se nos hacía muy tarde teniendo en cuenta que las excursiones en coche intentan terminar antes de que se haga de noche en la carretera. Afortunadamente había un grupo de alemanes que no llenaban dos lanchas, y conseguimos subirnos las dos y nuestro guía para ir desde ahí hasta la réplica de la aldea Taina.
La lancha pasa a gran velocidad por los manglares hasta llegar a la laguna, cuya agua es lisa como un espejo y del color del cielo, en la ida estaba nublado así que era de un tono gris y a la vuelta tuvimos sol por lo que era el espejo de los arboles y el cielo azul. solo se rompía su efecto espejo al pasar la lancha por ella. Atravesando la laguna se llega hasta la réplica de una aldea taína llamada Guamá, el nombre de un guerrero taíno que se enfrentó a los conquistadores españoles. Este complejo está compuesto por cabañas sustentadas sobre pilotes y conectadas por pasarelas, repartidas entre varias pequeñas islas de la laguna. Allí también se encuentra la reproducción de una aldea Taína, con cabañas indias y varias esculturas modernas que representan a indios realizando tareas tradicionales. Todos los guías que tuvimos nos comentaron que cuando llegaron los conquistadores españoles acabaron con los indígenas de Cuba, pero para haber desaparecido parece que si guardan los nombres y tareas que tenía esta tribu. No estamos muy seguras si de verdad esta tribu fue la única con la que acabaron los españoles, dado que todas las demás de Sudamérica sobrevivieron aunque fuera mezclándose.
Además de las esculturas y las cabañas, hay un camino que cruza el gran "caney", una especie de cabaña de guano que constituía el centro habitacional de los taínos. Aquí vivía el gran cacique, el jefe de la tribu y a su alrededor se disponían las cabañas de otras personalidades importantes de la comunidad, como el "behíque", brujo o sanador espiritual, y los principales cazadores de la aldea. Y cuando entramos en la cabaña (porque el camino la atraviesa), nos “obligaron” a pasar por un proceso de purificación para luego pedir propina, por supuesto ya que nos obligaron no dimos nada, las cosas no se hacen así. A mi amiga el lugar le pareció muy artificial (dado que es una réplica sin ningún valor arqueológico) pero a mí me gustó mucho el paisaje del lugar: la imagen de las islas sobre la laguna, los manglares, las flores y las aves que te podías encontrar.
Como decía, lo mejor de la visita a la aldea Taína es el paisaje, aunque un apagado por el cielo gris era muy bonito, con verdes brillantes y donde pudimos ver un pájaro carpintero (lo asusto mi amiga). Cuando regresamos de la aldea el sol consiguió aparecer entre las nubes y durante el paseo pude ver varias aves en su habitat natural; cormoranes, garzas, pelícanos, buitres... cuando a la ida había sido imposible ver más allá de los manglares. El guía nos comentó que a la laguna se le llama Laguna del tesoro por una leyenda que dice que algunos piratas que pasaban por Cuba, en la época colonial, escondían allí sus tesoros. Otra teoría dice que el nombre se debe a que los aborígenes, en el momento en que sintieron amenazadas sus riquezas por los conquistadores, decidieron arrojarlas a la laguna, porque amaban mucho su tierra. Una vez llegamos de regreso al centro de visitantes fuimos a ver el criadero de cocodrilos, fundado para proteger a estos animales, algunas de cuyas especies están en vías de extinción. Al ser la zona más cenagosa del país, uno de los reptiles que más se ha reproducido y permanecido en la ciénaga es el cocodrilo pero entrando se pueden ver también las tortugas, las jicoteas o jutías y el manjuarí; una especie en peligro de extinción y considerado un fósil viviente porque es un animal prácticamente prehistórico.
En el lugar se pueden ver a los cocodrilos en grupos, desde los más pequeños hasta ejemplares adultos de enorme tamaño. La verdad es que resulta curioso contemplarles, tan quietos como si estuviesen muertos (y ya podemos decirle a la otra amiga que los cocodrilos que vimos en el cañón del Sumidero de México no estaban disecados, sino que lo parecen cuando se quedan quietos con la boca abierta). Los cocodrilos abren sus bocas para nivelar la temperatura de su cuerpo, algunos con las bocas abiertas mostrando sus temibles dientes. Aquí habitan dos especies, el llamado americano o caimán y el cocodrilo cubano que es más pequeño y de agua dulce. Y cuando terminamos de quedar embelesadas con los cocodrilos como si no hubiéramos visto nunca uno nos acercamos a comer al restaurante de Boca de Guamá, un menú donde se podía elegir pescado frente al pollo, pero como no sabía que pescado era volví a mi amigo el pollo (ya nos dijo la guía de topes de Collantes que ellos, los cubanos, no variaban mucho en su comida). Normalmente después se visita la cueva de los peces, pero nosotras no lo hicimos, hay que tener en cuenta que el lugar, aunque como un cenote en los que ya estuvimos en México, está lleno de peces, esponjas y demás animales marinos con los que no nos gusta nadar. Sin duda a este viaje le falta la playa y el mar, pero es que el tema de los animales marinos de cerca no nos atrae mucho. Así que después de comer volvimos de regreso a la Habana.
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