Marchamos destino Toronto con escala en Londres, pero solo porque era más barato, dado que es el peor destino para hacer transbordo. Como de costumbre en Londres había filas interminables y después de la anécdota de las tres Marias en el control de pasaportes (después de Perú ya le habíamos cogido el truco – dado que las tres tenemos nuestro primer nombre María, lo que les resulta muy curioso a todos), nos dirigimos al control de seguridad. En Madrid una de mis amigas y yo habíamos pitado al pasar el control, así que supusimos que aquí pasaría lo mismo, por lo que pasamos primero, pero resultó que la última, que no había pitado en Madrid, fue la que pitó en Londres. Mientras la registraban me acerqué a las pantallas de los vuelos y vi que en el nuestro ponía closing gates, y aun había que llegar al ascensor para coger el tren para llegar a la terminal donde estaba la puerta. Nada más salir del tren echamos a correr, delante de nosotras una pareja salió de los vagones anteriores del tren corriendo y nos adelantaron en las escaleras mecánicas, tras subir corriendo las larguísimas escaleras aún teníamos camino que recorrer porque, para hacerlo más gracioso la puerta justo era la última de la terminal. No sé si es que nos engañaron o corrimos mucho pero aun faltaron diez minutos desde que entramos al avión hasta que este salió, aunque diez minutos no es mucho, igual si no hubiéramos corrido habría sido peor.
El aeropuerto de Toronto está lejos de la ciudad, o eso me pareció mientras íbamos llegando en el coche, y lo primero que pensé al entrar en la ciudad en coche es que Toronto se parecía a Filadelfia, o por lo menos la entrada a la ciudad desde el aeropuerto lo hacía. Nada más dejarnos en el hotel nos cubrimos de varias capas de ropa y salimos a ver la ciudad. El hotel no estaba muy lejos del puerto y por tanto de la torre CN y demás lugares que visitar, salimos con prisas para aprovechar la ultima hora de luz del día (eran las cuatro de la tarde y a las cinco anochece), y después de andar una media hora, ver que se hacía de noche y que el puerto no aparecía por ningún lado, me acerque a la casa de los masones y busque alguna calle en el plano, me costó localizarlas pero al final las encontré, en dirección contraria al puerto, en la zona de la universidad, así que tuvimos que desandar lo andado y para cuando llegamos al hotel ya era de noche. Ese es nuestro maravillo sentido de la orientación. Si solo hay dos opciones en línea recta cogeremos siempre la errónea. El problema de viajar en esas fechas es que hay muy pocas horas de luz solar, porque aunque anochece sobre las cinco de la tarde, no amanece antes como pasa en algunos países de Asia. Así que entre el tema de la luz y nuestro sentido de la orientación al final vimos Toronto de noche.
Nos acercamos al ayuntamiento viejo y nuevo, aunque cuando vimos la plaza y los edificios no sabíamos que eran los ayuntamientos, simplemente íbamos camino a la torre CN y lo encontramos en nuestro camino y nos gustó, así que nos paramos a hacer fotos y debatir que sería. Muchos de los edificios que encontrábamos los llamábamos el estadio de beisbol, hasta que por fin dimos con el verdadero estadio, lo que pasa es que los edificios en Toronto son muy modernos y así es complicado adivinar que son si no lo sabes de antemano, y menos aún de noche. Finalmente, dejando atrás los ayuntamientos y tras ver pasar el tranvía y pisar las hojas caídas de los árboles de un parque cerrado nos fuimos acercando a la torre CN. La entrada para subir hasta arriba del todo es algo cara, pero vale la pena el gasto. Hay varias paradas, subir hasta arriba del todo es lo más caro pero también lo más recomendable. La primera parada, la del restaurante, no tiene mala vista, aunque se refleja la luz de dentro. Luego hay otro ascensor que lleva arriba del todo, hasta la antena, que como decía hay que pagar más pero las vistas son espectaculares. Arriba del todo solo estábamos nosotras tres, y la iluminación es la de la torre, cuando se vuelve rosa, se ilumina de rosa, cuando se apaga, estas a oscuras, cuando está iluminado de azul, estas todo azul. Así que si es cierto que se refleja el rojo o el azul pero cuando se apagan las luces ya no hay reflejos en los cristales y la vista es más amplia que desde la planta del restaurante.
La visión de Toronto de noche desde la torre CN es impresionante, y da la impresión de no terminar nunca. A nuestros pies se encuentra, por fin, el estadio de béisbol, cerrado por el mal tiempo, así no había forma de distinguir que era un estadio de béisbol, y los puertos del lago con los barcos iluminados, así como los rascacielos. La siguiente parada al bajar en el ascensor es una planta con un mirador exterior, pero tiene todo rejas y entre el frío y las rejas lo que hicimos fue entrar y salir, sin mirar más, dado que las vistas no se podían comparar. También en esta planta están los suelos de cristal, aunque no dan ninguna impresión ni vistas interesantes. El ascensor que sube y baja de la torre también tiene el suelo de cristal pero como solo se ve el suelo, no es interesante. Tras dejar la torre CN nos fuimos a cenar
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