Al día siguiente tuvimos una excursión de medio día por la costa de beaupre, mont morency y la isla de Orleans, y por la tarde en vez de comer con el resto del grupo en el hotel Chateau, nos dispusimos a recorrer la ciudad de Quebec. No quería que nos pasara como en Ottawa así que aprovechamos las pocas horas de luz solar para ver la ciudad. Cumplimos con nuestro recorrido y también disfrutamos de la ciudad de noche, muy bonita con las luces nocturnas y navideñas pero eran solo las seis de la tarde y parecían las dos de la madrugada. Pero empecemos por el principio, el guía nos dejó en la plaza de armas junto al hotel castillo, dado que el resto del grupo iba a comer ahí, así que nosotras empezamos la visita en el mirador junto al castillo, desde ahí arriba se ve todo Quebec, como los ferrys van de un lado al otro del rio, los puentes y todo con bastante claridad porque aunque el día amaneció nublado el fuerte y helador viento dejaba bastante claridad.
Recorrimos el paseo, vacío a esas horas, para ver el hotel castillo, realmente es un edificio muy bonito aunque no sea antigua, cerca del hotel, pro e paseo se llegan a los cañones y al fuerte- ciudadela de Quebec, desde aquí se llega fácilmente a las llanuras de Abraham donde en septiembre de 1.759, se enfrentaron los franceses contra la armada inglesa y fue un momento decisivo para la historia de Canadá.. Pero pasear por la ciudadela en un día como ese era muy incómodo, así que tras jugar un poco con los cañones regresamos por el mismo camino andado hasta llegar a la plaza de armas y darle un giro completo.
Pasando por el museo llegamos a la iglesia de Notre Damme, una de las más antiguas del continente americano. Ha sido restaurada varias veces por sufrir incendios y la ira de los británicos durante su asedio a la ciudad. La catedral actual mantiene el estilo original, de aquí marchamos hacia la la plaza d'Youville. El palacio Montcalm, situado a un lado de la plaza, es uno de los lugares más importantes de conciertos, tanto de música clásica, jazz como contemporánea. Al otro lado está el Capitole, lugar multi-usos , una de las puertas de la ciudad , y la pista de patinaje, que estaba llena de gente patinando, ahí, tras la puerta estaba la nieve con la que jugamos de tal manera que un canadiense se paró y pregunto si no había nieve en nuestra casa, le comentamos que sí, pero que no muy cerca, y cuando le dijimos que éramos de España él nos comentó que en unas semanas se iba a Barcelona y que tal tiempo hacía. En se momento en Quebec estábamos a 3 grados y en Zaragoza mi madre me había dicho que estaban a 21, así que imaginaos mi respuesta.
Dejando atrás la pista de patinaje, con gran envidia dado que ninguna de las tres sabe patinar, seguimos la muralla que nos llevo a otra puerta, a casitas encantadoras y finalmente salimos de la ciudad vieja amurallada para acercarnos al parlamento. De aquí bajamos hasta la calle de Petit Champlain y que hay que recorrer sí o sí en la visita a la ciudad. Parte del lugar donde se encuentra la escalera que lleva a la parte alta de la ciudad (y del funicular) y llega hasta el Boulevard Champlain. Merece la pena ver sus galerías de arte, ojear las tiendas de recuerdos. Se conserva como siglos atrás y tiene un gran encanto pero hoy en día está repleta de pequeñas tiendas de artesanía con productos enfocados al turista y llenos de adornos navideños.
Al lado tenemos la plaza con una iglesia de la que no averiguamos su historia aunque había un grupo de estudiantes junto a ella en, concretamente, un circulo en el empedrado del suelo que estaba conectado a la iglesia como en un dibujo. En el centro de la plaza rodeado de curiosas casitas estaba el busto del rey Luis XIV, callejeando por esta zona bajamos hasta el puerto viejo no sin antes disfrutar de las casitas que me recordaron a la zona de la Bretaña francesa, hay que tener en consideración que aquí son más franceses que ingleses y que cuando era una colonia francesa el rey Luis XIV envió a todas las huérfanas de 14 años en adelante para que si querían fundaran una familia con los hombres de Quebec, si no deseaban casarse podían volver a Paris, todo el pasaje de ida y vuelta lo pagaba el rey, así que a esas mujeres se las llamaba las hijas del rey y la ciudad recuerda la historia de cómo evolucionó. Dejamos a tras los cañones del viejo puerto y la vista del hotel castillo y las murallas de la ciudad y seguimos callejeando hasta la Place Royale donde hay un gran mural , en el lado de una casa, en el que se representan muchos personajes históricos de Quebec, situados en las ventanas, puentes y elementos de una "supuesta" calle de Quebec. Frente a él hay un panel en el que los podemos identificar a todos.
Nos debatimos si tomar algo en una cafetería pero nos decantamos por hacer compras. Como pudimos comprobar el mejor lugar donde comprar souvenirs es Quebec, en ningún otro lugar antes o después encontramos cosas tan interesantes y bonitas. Ya de noche subimos en el funicular a la parte de arriba de la ciudad, la zona tras las murallas para visitar la tienda de navidad, hacer unas cuantas fotos nocturnas y visto que ya eran cerca de las seis de la tarde y las tiendas cerraban y solo estábamos nosotras y una pareja pro la calle (parecían las dos de la madrugada en vez de las seis de la tarde, que depresivo) tomamos un taxi (la mejor opción y bastante barato) para volver al hotel. Si en Perú la gente conocía más Extremadura (de donde son mis amigas) que Zaragoza, en Quebec y Montreal mas bien fue al revés y lo que conocían era Zaragoza (el taxis mismo, por ejemplo). Puede que parezca que regresamos muy pronto al hotel pero cada vez hacía mas frío y por lo que hablamos al día siguiente con el resto del grupo, la ciudad no es como Dublin, aunque se haga de noche y haga frío la gente no se reúne en un pub a beber sin conocimiento.
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