De Oaxaca lo más interesante es el centro pues las calles adyacentes, entre la mala iluminación y las aceras levantadas no es muy resaltable. Tomando el antiguo acueducto (que ahora ha sido reutilizado como muro de casas y comercios) se puede llegar al centro de la ciudad. Antes de llegar a la catedral pasamos por varias casas de una planta, ventanas enrejadas y muros coloridos. La visita guiada comenzó en caminando hasta el antiguo convento de Santo Domingo y su iglesia. En los muros del convento se puede ver el color verde la piedra. A Oaxaca la llaman la ciudad verde y es por el tono verde de las piedras con las que se construyeron los edificios de la ciudad. La verdad es que es un precioso tono verde claro que se muestra en todos los edificios antiguos de la ciudad.
Visitamos la iglesia, de forma gratuita, pero el convento es ahora un museo de las culturas, hemeroteca y jardín etnobotánico, por lo que hay que pagar entrada. La iglesia está decorada en barroco por lo que hay figuras y adornos del suelo al techo, y blanco y dorados y otros colores, aunque lo más llamativo es el árbol de la entrada con figuras de los santos en las ramas. En la plaza del convento había mucha gente, paseando, vendiendo, comiendo, es una zona amplia con mucha vida y con un jardín de cactus. De aquí nos acercamos al Andador Macedonio Alcalá, una amplia avenida llena de librerías, restaurante, cafés. Por el camino encontramos que la ciudad está construida con amplias avenidas de piedra donde todo parece haber quedado intacto con el paso del tiempo.
Llegamos al Zócalo, donde hay varios edificios antiguos con portales llenos de restaurantes, y en el centro de la plaza un quiosco de música. El zócalo estaba lleno de gente, era algo agobiante, pero había sombra pro los grandes árboles, y el sol daba calor. Por supuesto encontramos a los típicos vendedores de salados, y dulces como el algodón de azúcar. Ya saben los que han leído todos mis viajes que en algún viaje siempre acabo comiendo algo de algodón de azúcar, por ahora llevaba varias ciudades donde lo había visto pero no lo había comido. Y pese al barullo de gente no vimos ninguna manifestación, ni a la policía.
A un lado del Zócalo está la catedral, tampoco nada resaltable de su interior, aunque su fachada principal está decorada con muchas figuras en tono rojizo. A otro lado del Zócalo está el mercado Benito Juárez donde se vende de todo y donde, entre el barullo de la gente, pudimos ver los chapulines colorados (grillos rojos) y las bolsas de gusanos para comer. A lo más que llegamos fue a probar el cacao, con el resto de alimentos no nos atrevimos, no somos viajeras gastronómicas. Dejando el mercado y el zócalo caminamos pro las avenidas de la ciudad hasta el convento de San Agustín para ver el museo. En el museo nos pasamos unas cuantas horas porque es muy completo por dentro, pero por fuera recorrer el antiguo monasterio y sus increíbles vistas también es muy interesante.
El museo está al lado del jardín, pero por mi alergia no entramos, aunque desde el monasterio se podían ver los cactus y las flores, creando postales de colores desde las ventanas de piedra del templo. En el interior del museo pudimos ver el cráneo enjoyado encontrado en la tumba 7 de Monte Alban y otras piezas de valor de la zona arqueológica. Así casi se nos hizo de noche y ya regresamos a nuestro hotel, algo alejado del centro pero es muy fácil moverse por Oaxaca, porque es muy cuadriculada.
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