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Diario 2019: Cuba - La Habana: Las fortalezas y El Capitolio - día 11

El día que teníamos libre era el día que volvíamos a España, pero nuestro vuelo salía a las diez de la noche así que teníamos tiempo suficiente para aburrirnos. Lo primero que teníamos programado era una visita guiada al interior del Capitolio Nacional. La entrada está resguardada por seis gigantescas columnas dóricas en lo alto de una escalinata. A ambos lados de lo más alto de la escalera se muestran esculturas de bronce, una masculina y otra femenina, obra del italiano Angelo Zanelli. En el interior del capitolio, en una de sus salas, se ven las obras de prueba regaladas por el gobierno italiano expuestas junto con un vídeo de cómo se diseñó la obra arquitectónica. Arriba de las escaleras, las puertas de entrada están diseñadas con imágenes de la historia de Cuba: desde el asalto a los indios por parte de los españoles hasta la última construcción del edificio. A las diez abrieron las puertas y comenzamos la visita que se dividió en grupos, a nosotras nos tocó con un grupo francés. Lo primero que ves cuando se abren las puertas del Capitolio es la alta escultura cubierta de oro en el interior del Capitolio. Las escultura es más impresionante que las brillantes láminas de oro rusos que adornan la cúpula. Esta escultura central que tiene la forma de la diosa Atenea es la Estatua de la República, una gigantesca mujer de 14,60 metros de altura y más de 30 toneladas, que simboliza la virtud tutelar del pueblo y el trabajo. Bajo la bóveda y frente a la escultura se ubica la réplica del Diamante del Capitolio, que perteneció al último zar ruso y marca el kilómetro cero de las carreteras cubanas. Nos comentó el guía que el diamante está maldito y que ha ido creando leyenda desde la familia del último zar ruso hasta el último ladrón que la robó del mismo capitolio. 

 
 
 
 
 

Aquí marchamos por el Salón de los Pasos Perdidos, llamado así por su excepcional acústica, donde el guía nos habla del salón y el edificio del Capitolio, de los escudos y detalles que adornan el lugar, donde se resalta la Republica cubana y donde presume de haber tenido el tren antes que en España, lo que es un error, porque cuando Cuba tuvo tren Cuba no era un país propio sino que era parte del país España. Mi amiga dice que luego rectificó diciendo que lo tuvieron antes que la metrópoli, no sé si será verdad. Del salón seguimos caminando por el lugar con el guía viendo diferentes salones interesantes como el Salón Baire, que fuera sala de conferencias y protocolo de la Cámara de representantes; el Salón Bolívar, que conserva su mobiliario original con espejos venecianos y que tienen un estilo recordando la época de Napoleón, el Salón Baraguá, de estilo neoclásico, que fue utilizado como zona de trabajo para las secretarías de la Cámara de Representantes, y el Salón Martí, con un hermoso cromatismo y de estilo del renacimiento italiano, la cual sirve como antesala de la biblioteca. También vistamos la sala del hemiciclo, con la madera original de las mesas y que hoy funciona como sede institucional de la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral). Y la vajilla decorada del gobierno. Los salones y la decoración recuerdan a los palacios de los zares en San Petersburgo. Una vez terminada la visita, que apenas dura una hora, nos acercamos al barrio chino, que se encuentra al lado del capitolio. No lo recorrimos sino que apenas llegamos a la calle con su puerta principal. Esto es porque he visto bastante de China y de Cuba como para no interesarme recorrerlo así que llegamos a estar en la puerta y un poquito más allá. Nuestro guía en Trinidad era chino cubano y según nos dijo actualmente quedan pocos ciudadanos chinos de los muchos que ocuparon esta zona, este barrio llego a ser el segundo más importante del mundo después del de San Francisco. Se conserva la puerta de entrada y alguna calle. Aquí cerca hay un parque con la plaza de la India Habana y un árbol sagrado, esos árboles son muy parecidos a los baobab que hay en África, por esos los esclavos africanos que fueron llevados a Cuba los consideraban sagrados y entre su religión y la cristiana se creó la Santería. Muchos de estos árboles están rodeados de rejas para evitar que se toquen. 

 
 
 
 
 

Tras esperar un rato sentadas en el parque (yo ignorando a todo cubano que se acercaba) nos acercamos a encontrarnos con la guía del tour de Matanzas, el mismo día habíamos contratado un tour a medida: visitar las cuatro fortalezas de La Habana. No había ruta 3 de bus turístico y no sabemos regatear taxis, así que mejor ir con guía al otro lado de la bahía, sin contar con que nos explica más cosas y nos da múltiples opciones, son muy recomendables sus tours (Natural Cuba Travel). Como decía nos reunimos con ella y nos dio dos opciones para llegar a la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Una: en barca que usan los cubanos, dos: regateando un taxi (lo haría ella), ella nos recomendaba la uno por tener una experiencia distinta en La Habana. Tomamos la opción una, que igual podríamos haber hecho por libre pero puedo decir que solo vi a una pareja de turistas en la barca. Así que nos acercamos a pie desde el Capitolio a la terminal desde donde salen las barcas, que con esto de los 500 años está toda nueva y moderna. Como habíamos tomado muchas veces la calle O’Really y Obispo la guía decidió bajar hasta la bahía través de otras calles para que viéramos la Habana profunda y tuviéramos otras experiencias en La Habana (su recomendación del lugar donde tomar daiquiris de fruta más grandes y a mejor precio que en la Floridita fue muy buena así que lo que ella sugiriera nos parecía bien). Tras verlas mí amiga y yo tuvimos más claro que nunca que nos sería muy difícil visitar la India algún día. 

 
 
 
 
 

La terminal de donde salen las barcas está al lado del museo de Habana Club (ron de Cuba) y la iglesia ortodoxa rusa de La Habana (con su oro en las cupular, ya sabemos que estos rusos en Cuba no escatiman en oro). La guía preguntó cuánto tardaban en salir las barcas, hay dos barcas que desembarcan en zonas distintas, así que es mejor no equivocarse y coger la correcta. El precio para los cubanos es 1 cup, para los turistas es 1 cuc pero como íbamos con ella, ella pagó 3 cup y entramos en la barca sin problemas. La barca va muy despacio cruzando la bahía lo que es aceptable teniendo en cuenta que se va de pie y no tiene muchos de los laterales cerrados, así que si fuera rápido sería posible que acaecieran múltiples caídas al agua de la bahía. Llegamos al otro lado de la bahía, donde tras desembarcar empezamos a subir la colina hasta el mirador del Cristo donde giramos a la izquierda para seguir subiendo y subiendo hasta la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, lo que tiene el haber subido por ese camino son las increíbles vistas que se van descubriendo de la bahía de La Habana. Entramos a la fortaleza de San Carlos de la Cabaña donde estábamos casi prácticamente solo pues los tour son al visitan y el bus turístico que lleva hasta aquí (la ruta 3) no funcionaba. 

 
 
 
 
 
 

El lugar es inmenso y muy bien conservado y tiene unas vistas increíbles de la bahía de La Habana, la Habana Vieja y el Capitolio. Después de recorrerlo todo nos dirigimos andando hasta la fortaleza de los Tres Reyes del Morro, al lado, donde había un par de turistas mas más, pero como en la otra fortaleza éramos muy poco en un lugar tan grande. Aquí se puede ver bien la batería que tiene construida para evitar el acceso a la bahía de la ciudad así como el faro, que hoy en día está cerrado y no permiten subir. La guía nos comentó que los tours nocturnos que salen a las seis incluyen la vista del anochecer desde ahí, que estando en la misma la punta tiene una vista completa de La Habana y su largo malecón. Una vez salimos la guía nos dio tres opciones para regresar al otro lado. Uno: coger un taxi. Dos: volver andando hasta el Cristo y coger la barca (decididamente no porque ente visita y visita la zona de las barcas estaba en la otra punta, bastante lejos. Tres: Hacer autostop hasta que un autobús nos para y pudiéramos cruzar el túnel subterráneo que atraviesa la bahía de la habana (construido en los años 50). Cogimos la opción dos porque ya estábamos cansadas y quedaban dos sitios más que visitar por dentro. Cogimos un taxi que era un coche ruso antiguo (no todos son americanos de los años 50, también hay mucho coche antiguo de la URSS y que tienen un aspecto muy cuadriculado). Una vez al otro lado de la bahía visitamos el castillo de las tres puntas y su giraldilla, que por dentro es mucho más pequeño de lo que esperábamos y lo que tiene es un museo con los resto de los encontrado en los pecios hundidos a lo largo de Cuba. Y tras salir de aquí, en vez de ir a la otra fortaleza preferimos ver el palacio de la capitanía general porque un amigo recreador me habló de sus uniformes y banderas expuestos (y además también tenían armas, carruajes y mobiliario). 

 
 
 
 
 
 
 

Nuevamente conseguí ver más de lo que hubiéramos visto por nuestra cuenta porque la guía sabía que había ido por tema de banderas y uniformes, y ella sabía que había más que solo los cuatro que habíamos visto, así que estuvo preguntando y preguntando hasta que descubrimos dos salas con banderas y uniformes, ambas salas estaban cerradas y sin ningún cartel, por lo que la gente no se dedicaba a abrir las puertas que estaban cerradas. la razón de ello es que los uniformes y banderas españolas estaban en salas normales mientras que los uniformes y banderas cubanas estaban en las salas climatizadas y por eso la puerta se mantenía cerrada, tanto que excepto nosotras y un turista chino que nos vio entrar y se "colo" dentro no creo que mucha más gente abriera una puerta cerrada sin letrero. Nuevamente la guía excedió las expectativas (si lo comparamos con todos los demás guías cubanos que tuvimos durante todo el recorrido). Aquí se terminó nuestro recorrido particular, hecho a medida para nosotras por Natural Cuba Travel y pasamos por el Museo Armería 9 de Abril, en la calle Mercaderes donde puedes ver las armas utilizadas en la revolución cubana, hasta llegar a la plaza Vieja donde nos tomamos otro daiquiri de frutas hasta que se hizo de noche y volvimos al hotel. El taxista vino a recogernos una hora antes de lo previsto y cuando fuimos a cambiar los euros en todos los sitios nos dijeron que tenía que ser en el aeropuerto, así que afortunadamente llegamos al aeropuerto con tiempo para hacer una hora y media de fila hasta conseguir cambiar los CUC por euros, y en mi caso hasta dólares tuve que aceptar porque no tenían billetes de cinco y apenas de diez euros.

 
 
 
 
 
 
 

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