El segundo día salí temprano para hacer cola y tomar las entradas (gratuitas para ciudadanos de la unión europea) al Parlamento. Es algo difícil entrar y está muy controlado y vigilado pero vale la pena porque es una autentica joya. La visita guiada de una hora se pasa volando entre salas majestuosas. Al elegir Budapest como mi siguiente destino fue atreves de unas fotos del interior del Parlamento, pero la realidad supera las imágenes. Después cruzando la plaza donde se conserva un monumento de la época comunista en su lugar (y rodeado de edificios de estilo comunista) se llega a la catedral de San Esteban, que también visite por dentro de forma gratuita, ya que lo que cuesta es subir arriba. Pero para las vistas ya tenemos los montes de Buda.
En todas y cada una de las plazas por donde pasamos se encontraba un árbol de navidad y un belén, muchos árboles y belenes decoraban la ciudad, cosa que me pareció curiosa. Luego visitamos la opera, por fuera no vale mucho la pena y es más pequeña que la de Viena, pero por dentro es mucho más bonita, tan detallado, decorada y preciosa. Recuerdo que tuvimos que verla varios grupos porque durante mi visita a Budapest la ciudad estaba llena de españoles e italianos, los únicos que teníamos "puente" vacacional en esas fechas.
Desde la opera fuimos a ver la Gran Sinagoga, la sinagoga más grande Europa, estaba cerrada pero por fuera uno ya puede ver lo grande que es y majestuosa, la comparan mucho con las catedrales católicas. El patio estaba iluminado en parte y se podía ver el monumento al Holocausto, que es como una especie de sauce llorón. Y de ahí al Café Nueva York a tomar un chocolate caliente dentro de un café decorado como un palacio. Después una visita al metro, a las estaciones más antiguas, al mercadillo navideño, y al tranvía navideño que recorre la orilla del Danubio y nos llevaba de ahí al hotel, disfrutando de las vistas.
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