De Lituania fuimos a Estonia por las orillas del mar, ahí todo son pinos, casitas de madera, mar y más pinos. Tallin es la capital con más encanto de los Países Bálticos, aunque tampoco su casco antiguo es muy grande pero si muy bien conservado. La muralla que lo rodea, con sus torreones de tejado rojo, parece sacada de un cuento y en todas las callejuelas puedes pasear como si estuvieras en el pasado, los carros de dulces con vendedores medievales también quedan bien. Dentro de la ciudad vieja hay montones de restaurantes y terrazas para tomar unas cervezas, y queso, especialmente en la plaza del Ayuntamiento, en un rincón de la plaza está la farmacia más antigua.
La mejor forma de recorrer la ciudad es perderse por las callejuelas sin rumbo fijo porque cada esquina es encantadora. Las calles cercanas a Raekoja Plats están repletas de turistas, pero caminando y caminando siempre se llega a calles más solitarias, "la pata corta" y "la pata ancha" que está bien bajarlas pero subir esas cuestas empedradas resulta agotador, la ciudad tiene tres miradores, y cada uno da una vista diferente de la ciudad, el puerto, y las torres de las iglesias y del ayuntamiento. Arriba están los restos del castillo de Tallin, la iglesia de la Cúpula y la ortodoxa Catedral Alexander Nevski.
En la pata larga hay una cuesta llena de pintores callejeros que exponen sus obras en las murallas y andado por esa calle uno puede encontrar un callejón, como tantos otros encantadores, y este además tiene los restos de una iglesia de los dominicos. Fuera del casco antiguo, Tallin cuenta con su centro urbano con centros comerciales y edificios de oficinas de cristal, y el campo de las canciones, desde lo alto se ve el puerto y los ferry y dicen que ahí los estonios cantando consiguieron su independencia de Rusia. Se puede recorrer el paseo marítimo de Pirita Tee, que discurre a lo largo de la playa de Tallin dejando al fondo los campanarios de la ciudad antigua, aunque se notan los desagües y tuberías que contaminan la playa y el mar, tomando ese camino se puede llegar a la compañía de catamaranes que van a Helsinki en hora y media, es más pequeño pero más rápido para ir a Finlandia, ahí pudimos encontrar una cantidad inmensa de bebidas alcohólicas y comprobé lo que me había dicho un compañero de trabajo, que los finlandeses van a Tallin para comprar alcohol que es más barato.
El parque Kadriorg es un lugar ideal. Se puede llegar en tranvía desde la ciudad vieja y luego perderse entre sus árboles, también junto al mar hay un parque con casas típicas estonias, todas de madera, como las rusas. Los estonios son muy guapos, todos altos rubios, ojos claros, pero son más secos y desagradables que ninguno. Al menos el hotel tenía una sala privada para Internet, donde hice uso de la compra del billete del catamarán, porque no sabe desde España si al final lo iba a hacer, pero esa es otra historia.
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