De Rundale llegamos a Riga, me aloje en un hotel al otro lado del río, por lo que las torres de la ciudad saluda al anochecer y al amanecer, sobre el río. Aunque cruzarlo de noche resulta bastante frío, además estaban de obras lo que dificultaba la tarea. Visito primero el mercado, que se encuentra en antiguos almacenes de dirigibles, por el camino hay n edificio que ya vi en Polonia y Rusia, heredado de la época soviética. Riga ya me gusta más, el casco histórico pese a ser un clima y un cielo gris resulta más colorido. También tienen muchas iglesias pero muchas casitas y palacios. Callejuelas estrechas y rincones encantadores.
Sobre todo hay que saber mirar al cielo pues en los tejados de los edificios se pueden encontrar gatos de figura paseando (ya comente en Francia que no sería el primer gato de figura en tejado que encontraría) y niños con libros estudiando, y demás figuras. Si uno se cansa de mirar arriba puede pasear por la plaza del ayuntamiento que resulta también un edificio rojo precioso, la Casa de las Cabezas Negras y la iglesia de San Pedro desde cuyo campanario se obtiene la mejor panorámica de la ciudad. Si pasear por las callejuelas del casco histórico resulta encantador pese al frío invernal del otoño (en verano presiento que las Repúblicas bálticas serán más bonitas), un barrio algo más alejado del centro también nos supone mirar hacia arriba, pues en pocos metros hay una gran cantidad de edificios de Art Nouveau, sus rostros y figuras resultan fascinantes. También destaca el Monumento a la Libertad, símbolo de la independencia letona.
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