Hay excursiones que permiten pasar el día en una casa de las islas del algo Titicaca, pero para eso necesitamos un día mas y lo cierto es que para ver todo lo que tiene Perú se necesitan muchos más días de los que tomamos, y eso que decidimos no visitar la zona de la selva y en cambio visitar Trujillo y sus huacas y cultura moche, también muy interesante y menos visitada turísticamente. Así que como no teníamos más días después de las islas de Uros tomamos el barco para dirigirnos hacia la isla Taquile, aquí son varias horas de cruzar el lago y ver agua y solo agua, así que acabamos echando unas buenas siestas. Llegamos y hay dos zonas por las que subir al pueblo. La isla de Taquile es grande, es una isla creada por la naturaleza y no creada artificialmente por el hombre como eran las islas de Uros.
El pueblo está en lo alto del a montaña y nos llevan hacia el embarcadero por donde la subida es menos costosa. El caso es que aunque sea menos costosa la subida no deja de ser subida y el calor abrasador hace de las suyas mientras caminamos con la respiración sofocada bajo el sol hacia las lejanas casas en lo alto de la cima. Poco arboles había para dar sombra y se demuestra lo poco que estamos acostumbrados a la altura cuando los habitantes de la isla cargados hasta arriba suben más rápido la cuesta que todos los turistas del barco. Se me olvidó mencionar que nada más entrar en la isla hay un cartel en varios idiomas con las reglas de la isla, no tirar basura, no hacer fotografías a los nativos sin su permiso, etc. Por supuesto excepto a los niños al resto de los habitantes a los que hicieras fotos había que pagarles, ahí va una de las fuentes de riqueza de la isla.
Nosotros llegamos a la vez que los maestros. La isla también tiene escuela pero los maestros van y vienen de Puno así que no todos los días tienen clase. Las niñas distinguen en que curso están por el color de la falda que llevan: roja, verde, amarilla. Los niños llevan unos gorros cosidos por ellos mismo, ya que son los hombres los que cosen. En lo alto del pueblo pudimos ver junto a uno de los arcos a un hombre mayor cosiendo. Como decía ascendemos hacia el centro de la isla (unos 30-45 minutos de recorrido) donde está el poblado principal. Se entra a la plaza por un arco. Hay un campanario muy antiguo, gallinas, casitas en calles estrechas y cuestas... Desde aquí arriba, se ve un paisaje espectacular: al fondo, en el horizonte, la cordillera Real en Bolivia, aunque eso decía el guía yo no llegue a vislumbrarla.
Comimos al lado de la iglesia con las fabulosas vistas de frente. Que sin duda, junto con las ropas que llevan en Taquile es lo más resaltable, dado que la isla no tiene mucho más. Empezamos a descender por calles muy típicas y atravesamos por dos arcos de piedra con vistas excelentes hacia el lago. Hay un descenso de 530 escalones por eso no se toma este camino para subir, porque es mejor bajar escaleras que subirlas.
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