Al día siguiente de llegar a Trujillo comenzamos nuestro circuito, la primera parada sería las Huacas del sol y a Luna, un poco en la afueras de la ciudad, de camino hasta allí, observando el paisaje me recordó mucho a Egipto, por el desierto que nos rodeaba con pequeños vergeles junto a los canales de agua, las casas a mitad de construir, lo que rompía el paisaje con mis recuerdo eran los mototaxis, tan comunes por todo el Perú, estos moto taxis son motocicletas cerradas con un asiento trasero amplio que sirven de taxis y también hacen recurridos turísticos.
Desde lo alto de la Huaca de la Luna se puede ver toda la zona, como un campo de verdor se rodea de casas mientras que alrededor, como si fuera un oasis, todo se cubre de tierra y arena. Todo el aspecto de un desierto, aunque todo el camino hasta el complejo arqueológico de las huacas está rodeado por canales de agua de origen el río Moche. La Huaca del Sol solo pudimos verla por fuera, una pirámide incompleta que muestra solo su fachada escalonada, sin que puedan distinguirse todas las figuras y pinturas que después de ver la Huaca de la Luna supimos que hay en su interior.
La Huaca del Sol funcionó como el centro político – administrativo y la Huaca de la Luna, como centro ceremonial. Entre ambas, se ubica la Zona Urbana. Pero lo único que se puede visitar es el museo y la Huaca de la Luna. Lo primero que hicimos fue acercarnos al museo, resulta un edificio muy moderno en medio del desierto árido que es la zona, rodeado de un jardín de cactus, planta muy adecuada a ese ambiente, y lo primero que vemos al entrar al museo son dos figuras de unos perros típicos peruanos, que tienen una temperatura corporal de unos cuarenta grados y que están todos pelados, nos dijeron que cada museo debe tener dos de esos perros, es una raza protegida, y por eso hay dos en figuras porque al parecer cuando se hizo el museo este no tenia perros de esa raza. Los pobres perros los vimos en otras huacas y siempre me parecen, por su aspecto, que están enfermos.
Dentro del museo hay una variedad de cerámica de la cultura moche, los moche eran anteriores a los incas y por tanto no tan conocidos, casi todos los que viajan a Perú van con la idea de los incas y su cultura, y ciertamente el recorrido de la zona norte no es muy habitual en los circuitos turísticos que se venden por España. Tras visitar el Museo Casinelli en Trujillo y todas sus esculturas ciertamente los moche eran mejores en ese arte que los incas, los rostros de la cerámica moche tenían un detallismo muy realista, y muy expresivos en emociones y gestos. El museo no tiene más que ofrecer y de ahí fuimos a entrar a la Huaca de la Luna, subimos hasta la entrada lateral, estas huacas se sitúan apoyadas en una montaña, que son los “apus” o dioses protectores. Hace un fuerte aire ahí arriba pero tienen capas de paja protectora que hace barrera para el aire, para que la huaca no sufra, dado que el material de su construcción nos son piedras como los templos incas.
Cuando uno entra al recinto cerrado de la huaca, donde están las habitaciones puede encontrar varias paredes superpuestas entre sí, y habitaciones con grabados dibujados, en muchos de los relieves y pinturas murales se ve al dios degollador de los moche con diferentes expresiones (enfadado, mas compasivo, más joven, más viejo, etc.) como decía los moche fueron muy buenos detallando las expresiones de los rostros. Los dibujos de las paredes son geométricos, con escenas rituales y “dioses” relevantes. La huaca de la Luna consta de seis edificios superpuestos, cada uno de ellos completamente decorado, construido y utilizado en distintas épocas. Cuando uno ve la zona posterior de la huaca puede comprobar lo inmensa que resulta, los relieves de los muros, los colores y como en la parte de atrás hay otro muro decorado, y detrás de ese hay otro muro, como si fuera una muñeca rusa. Como siempre en estos viajes me resulta sorprendente imaginar como ha podido aguantar todo ello en pie hasta nuestros días.
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