El helicóptero nos ha dejado en el aeropuerto de Narsarsuaq donde nos esperan Ricardo y Miguel para llevarnos hacia el final del pueblo donde se encuentra un albergue danés donde uno puede ducharse y donde recolocamos las mochilas para el camino al campamento. Eso sí, cuando se va a entrar a las casas hay que quitarse las botas. Lo había leído antes hacer el viaje y cuando estuve ahí me recordó a cuando en Japón en los templos había que quitarse los zapatos y en Corea en los restaurantes también había que hacerlo. La diferencia es que ahí eran más limpios y nadie te daba gritos. Lo comento porque estando en el albergue de Narsarsuaq escuché a uno pegarle unos cuantos gritos en inglés a alguien que había andado dos pasos de más con las botas puestas, me pareció algo exagerado, sobre todo porque no es que el suelo por el que estaba andando estuviera limpio dado que era la zona de entrada y no estaba muy limpia. Mientras nos aseamos y preparamos todo los mosquitos, bastantes grandes, comienzan a atacar, que incluso atraviesan la ropa. En cuanto estamos preparados comenzamos el camino hacia el Valle de las Mil Flores.
El camino hasta el valle de Mil Flores comienza en la carretera de Narsarsuaq, a travesando la carretera no hay mucho paisaje interesante que ver, descampado y alguna casita suelta por ahí, aunque con la montaña alrededor y el riesgo de desprendimiento, el lugar no es muy recomendable para construirse una casa. Por el camino se puede ver el antiguo hospital militar de Narsarsuaq, bueno, en realidad lo que se puede ver es la forma donde estuvo el hospital marcada con piedras y la chimenea, que es lo único que queda en pie del hospital; una chimenea de piedra. El motivo es que los norteamericanos cuando abandonaron Groenlandia, donde tenían base militar durante la guerra mundial desmantelaron todo el hospital pieza por pieza dejando solo en pie la chimenea. Los mal pensados dicen que es porque durante la guerra ahí hacían experimentos médicos que no les interesa que se descubran. Sea cierto o no el caso es que de repente en medio del descampado de hierbas (en Groenlandia no hay árboles) ves la chimenea ahí sola. El camino no se vuelve más interesante cuando el asfalto acaba y comienza un camino de piedra, entre la senda vemos una moto de nieve tirada al lado del camino, Miguel, el guía, nos comenta que seguramente en invierno a alguien se le estropeo y la dejo hasta ahí hasta el siguiente vez que fuera y pudiera arreglarla. En Groenlandia no hay básicamente robos, los guías nos contaron que una vez dejaron unas bolsas olvidadas en la puerta del aeropuerto y dos meses después cuando regresaron seguían ahí.
Después de un rato caminando por fin se ve el valle, bajo nuestros pies hay un descampado tono de color rojizo y sepia y un rio de color blanquecino rodeado de una montaña, ese es el Valle de las Mil Flores. Al fondo, donde se ve una cascada de agua caer desde lo alto de la montaña es donde está nuestro campamento (aunque yo, desde esta distancia no consigo verlo). Bajamos y nos vamos acercando, a travesando los riachuelos, al campamento, a nuestro paso aparecen cientos de flores, la mayoría de color violeta. Miguel nos explica que el Valle se llama de las Mil Flores porque hay dos tipos de flores típicas de Groenlandia, una es muy común verla por Groenlandia y la otra no tanto, y que en este valle es el lugar donde se puede encontrar a las dos flores juntas. El campamento ya está montado así que solo tenemos que dejar las mochilas e ir a recoger agua fresca al río para cocinar y beber. Como hace sol los mosquitos están bastante pesados así que nos ponemos las mosquiteras y vamos en busca de agua. Lo cierto es que agua hay por todas partes pero aprovechando la cascada que tenemos cerca buscamos uno de los riachuelos que genera más corriente para coger el agua. Una vez regresamos decidimos caminar hacia el otro lado del valle hacia donde el río se hace más grande y blanquecino, al fondo se ve el final de un glaciar, así que intentamos acércanos lo máximo posible. Al día siguiente veríamos que ese inicio de glaciar, que hace que el agua del río esté toda blanquecina, es el Kiagtuut, que comienza algo más alejado y cuya lengua de hielo alcanza el comienzo del valle donde desprende hielo derretido a sus aguas. Como lo que desprende es hielo derretido y no icebergs, se dice que es un glaciar muerto.
Como en Julio hay unas veinte horas de luz solar en Groenlandia, nos aburrimos un poco hasta que el día acaba, así que decidimos ir hacia el otro lado, por la maleza y alrededor de los riachuelos de la cascada para buscar leña seca y hacer una hoguera. La hoguera se hace pero pasamos un tiempo mirándola apagada, puede que sean las nueve de la noche pero el sol todavía luce con algo de intensidad y se hace raro lo de la hoguera. Al final cenamos y después de cenar encendemos la hoguera, todavía es de día, solo he visto uno de los dos atardeceres del día, así que la intensidad de la luz es más baja pero no es noche, así que la hoguera se hace rara, pero al menos calienta. Ahí, en medio del valle (y eso que estamos refugiados al lado de la montaña) hace bastante frio. Finalmente nos vamos a dormir dado que según las previsiones meteorológicas mañana se prevén lluvias sobre la una de la tarde, y con más intensidad sobre las seis, así que en vez de pasar dos noches en el campamento, nos levantaremos pronto, lo recogeremos todo, y nos marcharemos lo antes posible para que la lluvia no nos pille de camino de vuelta del Glaciar, y dormiremos en otro lugar.
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