Al día siguiente salimos muy pronto porque increíblemente no llovía, y también para aprovechar y ser las primeras de la fila para entrar al palacio de Topkapi. Había que elegir uno de los dos lugares principales donde hacer fila para entrar, el palacio de Topkapi o la basílica de Santa Sofía (la mezquita azul no entraba en mi lista de prioridades). Al final decidí empezar en el palacio porque verlo lleno de gente no es lo mismo, a decir verdad me gustó mucho más que la otra vez porque pudimos ver el harem (la entrada se paga aparte de la entrada al palacio pero merece mucho la pena el gasto) y lo vimos casi en solitario. El harem conserva las pinturas, azulejos y muebles del palacio y te da una visión diferente al resto del palacio, que aunque conserva alguna sala en su mayoría es un museo de reliquias, que no deja de ser interesante el museo (pero yo ya lo había vito) y hay una masa de gente que tardas horas para poder ver las salas. Pero les metí prisa a mis amigas dado que en el harem tardamos más de una hora de visita si queríamos ver todo lo programado (en invierno abren a las nueve y cierran a las cinco) teníamos que aligerar, pero el museo se puede ver con más rapidez que el harem.
Desde el palacio vale la pena la vista de la torre Galata al otro lado del Bósforo, tanto la primera como esta segunda vez me gusta más esa vista que la del crucero. Tras el palacio de topkapi fuimos a hacer fila a Santa Sofía, la fila avanzó rápida y en seguida entramos a la basílica, que aunque tenía mucha gente se podía estar sin problema. Esta vez disfrute más del lugar, y además vi cosas nuevas. Ahora estaba lleno de andamios, y la primera vez estaba más vacía, pero también es cierto que ahora estaba más restaurada y la vista de las pinturas era mucho mejor. Por ejemplo, cuando fui yo los cuatro ángeles del techo tenían la cara tapada (de cuando el edificio se convirtió en mezquita) pero ahora habían restaurado una esquina que cuando fui yo la primera vez estaba muy estropeada y manchada y ahora se veía la cara del ángel. También pude leer sin problema de gente que estuviera apoyada las runas de la escritura vikinga en la barandilla de mármol de la basílica, así como hacer poca fila para girar el dedo gordo de la mano en una columna, se hace para pedir que se cumpla un deseo pero no se sabe cuándo o como empezó esa tradición. Si, esta vez Santa Sofía, pese a los andamios, estaba más bonita que la última vez.
Tras salir de santa Sofía comimos en la plaza un bocadillo que nos habíamos preparado en el desayuno y compramos unas castañas asadas. Y tras ello nos fuimos a la mezquita, que justo cerraba para la oración, por lo que volvimos sobre nuestros pasos y nos dirigimos a la cisterna basílica, por la hora igual podía acabar cerrando la mezquita y no verla pero como les dije a mis amigas, valía mas la pena ver la cisterna que la mezquita. Así que dejamos la mezquita, con el riesgo de no poder verla cuando abrieran de nuevo, y nos fuimos a hacer fila a la cisterna. Hay muchas filas y gente pero afortunadamente esta fue rápida y en veinte minutos pudimos entrar. Ahora está prohibido hacer fotos desde las escaleras, supongo que ha debido haber algún accidente porque la primera vez que estuve yo hice desde las escaleras. Aquí no ha cambiado nada, sigue siendo tan bonita como la primera vez. Sigue estando las diversas columnas y los peces en el agua. Sigue goteando el techo y sigue habiendo fila para hacerse fotos con las cabezas de Medusa que sirven de base en dos columnas. Maravillosos los reflejos de luz que crean las columnas iluminadas de la cisterna.
Y tras salir de la cisterna aún nos dio tiempo de hacer una larga fila y espera tediosa para entrar a la mequita azul y verla antes de que cerraran. No me sorprende pero fue el lugar en el que menos tiempo estuvimos. Pasamos más tiempo en la fila que tiempo dentro de la mezquita. Pero como sobre gusto no hay nada escrito puede que a otros les guste muchísimo, para mi está bien pero no es lo mejor que tenga Estambul. Tras salir de la mezquita eran las cinco de la tarde y ya anochecía, nos dirigimos hacia el bazar de las especias porque mi amiga quería comprar una lámpara (y se metió conmigo cuando le dije que la primera vez mi hermana y yo compramos lámparas de souvenir en Estambul). El caso es que fuimos sin plano y sin preguntar, resultado, dimos un señor rodeo por todo Estambul porque en vez de ir por el centro lo que hicimos fue dar todo un rodeo por el mar, claro, el palacio de Topkapi es muy grande y está rodeado de muralla, y esa muralla tuvimos que recorrerla. Lo bueno es que vimos anocheces sobre el Bósforo, y como los ciudadanos de Estambul pasaban mirando el mar, pescando y tomando algo junto al malecón.
Así pasamos junto a la estación de tren del Orient Express y por fin llegamos a la mezquita nueva, frente a la torre de Galata iluminada al otro lado. Y ahí al lado el bazar de las especias. Tras la compra volver a nuestro hotel andando nos supuso, ya que íbamos sin plano y sin preguntar, seguir las indicaciones para los coches que ponían gran bazar (todo subida) e ir andando solas de noche hasta que llegamos al bazar, a poco de que cerrará. Y de ahí ya sabíamos acercarnos hasta nuestro hotel. Había aún un par de lugares por ver en Estambul, pero nada que estuviera en la lista de imprescindibles y como en todo el día solo habíamos parado una media hora para comer el bocadillo “traído de casa” no nos movimos mucho más esa noche. Al día siguiente ya salíamos por la mañana destino Madrid.
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