El día amanece soleado, las montañas se reflejan en el agua tranquila del lago, eso es positivo porque hoy tenemos planeado el vuelo en helicóptero y con mal tiempo el vuelo no sale. Aún así, para que la pequeña neblina que hay por encima de los picos desaparezca Ricardo, el guía, programa el vuelo en helicóptero para las 10 de la mañana, que luego se retrasa porque los pilotos que hacen estos vuelos también hacen otros trabajos, hay que tener en cuenta que el transporte en Groenlandia consiste principalmente en barcos, lanchas y helicópteros. Así que, ya que hemos madrugado, pero tenemos tiempo, ganduleamos un poco, miramos los mapas de Groenlandia, hablamos, vemos coser a Jorginne el pantalón de Miguel, el guía, y preparamos las mochilas. Debido al tiempo, hoy hace sol pero en unos días predicen fuertes vientos y lluvia, Ricardo y Miguel, los guias, deciden adelantar el campamento. Porque pasar la noche en un campamento con viento fuerte y lluvia no es muy apetecible, así que en vez de ir a Igaliku esta noche iremos al Valle de las Mil Flores. Finalmente llega la hora, Ricardo nos avisa de que el helicóptero va a aterrizar en la tierra (sin pista de aterrizaje) justo al lado de la casa y que agarremos todo lo susceptible de salir volando. Entonces lo vemos, ya se acerca el helicóptero (es uno pequeño para nosotros cuatro, a veces cuando los grupos son más grandes, va un helicóptero de los que tienen de servicio de autobús con azafata incluida, pero nosotros solo tendremos al piloto).
Jorginne se acerca a la casa con algo naranja en la mano y hace señales al helicóptero para indicarle la zona donde aterrizar. El piloto es nuevo en este viaje, nunca había hecho esta ruta turística y vemos que no sabemos muy bien en qué lado de la casa aterrizar, más que nada porque nos tiene a los seis mirando de derecha a izquierda intentando adivinar dónde va a aterrizar. Nos agarrarnos bien la ropa y anclamos los pies al suelo porque es cierto que con la fuerza de las hélices el helicóptero genera un fuerte viento que puede hacer volar todo lo que no esté bien sujeto. Cuando el piloto del helicóptero baja me dan un par de codazos para que me fije que el piloto. Nos hacemos varias fotografías con el piloto y luego subimos al helicóptero para comenzar el vuelo. Al piloto se le ve con ganas de hablar pero como no hablamos muy fluidamente en inglés nos dedicamos a mirar por las ventanillas y exclamar ante la belleza del paisaje. Comienza el recorrido sobre las montañas, los lagos con los icebergs, el azul del agua y el blanco y verde de los icebergs brillan con fuerza desde arriba, confundiendo los colores. Así tomamos camino hacia el glaciar Eqaluritsist Las mejores vistas, las más impresionantes, las que parece que estás dentro de un documental o en una película son aquellas que se obtienen desde el helicóptero y desde el barco. En este caso todavía no habíamos tomado un barco con buen tiempo pero afortunadamente si tomamos el helicóptero con sol, lo que nos permitió disfrutar de los vívidos colores del paisaje a nuestros pies.
El agua de color azul verdoso está cada vez mas cubierta de trozos de hielo blanco y así, poco a poco entre las montañas, aparece una gran lengua de hielo que es el glaciar Eqaluritsist. Mientras nos acercamos al glaciar, podemos ver como caen trozos de hielo del glaciar al gua y resulta impresionante la facilidad con la que caen, como si fuera helado derretido en un día de verano, aunque son masas gigantescas de hielo que luego se convierten en los icebergs de figuras caprichosas. El piloto aterriza el helicóptero junto a la montaña al lado del glaciar y nos da media hora para acercarnos y hacernos fotos. Como hace sol y pese a estar al lado del glaciar los mosquitos atacan con fuerza así que tenemos que colocarnos la mosquitera de cara, que en julio en Groenlandia es algo indispensable para viajar. Sin aventurarnos demasiado al borde, para no caer sobre el hielo, vamos observando desde diversos ángulos la inmensidad del glaciar Eqaluritsist. No se consigue ver el origen del glaciar, hielo y más hielo con formas caprichosas se extiende desde donde alcanza la vista hasta casi nuestros pies donde el glaciar forma nubes blancas con tonos negros y azules que de lejos se pueden confundir con las olas del mar o con las nubes del cielo. Esperamos con ansia ver otro trozo de hielo caer sobre el agua, ver como salpican las blancas aguas los golpes de hielo, que parecen a lo lejos como suave nata y en cambio son piezas duras. Aprovechando los últimos minutos pedimos al piloto que esta paseando para matar el tiempo, que nos haga a todos juntos una fotografía, y cuando se acerca los mosquitos (que deben estar acostumbrados al frío) le atacan así que le prestamos una mosquitera de cara para que pueda enfocar bien la fotografía.
Luego, el piloto nos acerca con el helicóptero a las paredes del glaciar, para ver de cerca esos muros de hielo blanco que caen al mar blanquecino, y a petición de un compañero de viaje el piloto sobrevuela por encima del glaciar, para ver de cerca las curiosas formas que el hielo blanco y azul toma en el techo del glaciar. Y una vez visto el glaciar por todos los lados el helicóptero nos lleva hacia Narsarsuaq, nuestro centro de operaciones. Al llegar a Narsarsuaq el piloto no aterriza sobre la pista sino sobre unos tablones de madera, y más perfecto no podría ser el aterrizaje, lo ha clavado, pero ya nos dijo Ricardo que los pilotos de Groenlandia eran de los mejores del mundo. Al bajar del helicóptero mi compañera de viaje le planta dos besos, y lo arreglamos entre risas con la frase “tipical spanish”, ya que el pobre piloto que se ha quedado todo sorprendido.
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