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Diario 2012: El Sur de Groenlandia : Igaliku (Gardar) - dia 7

En Igaliku amaneció con más viento que el anterior. Las olas se alzaban algunos metros sobre el mar debido a la fuerza del viento. El holandés errantes, alias “el colmenero”, tenía que partir ese día en barca a otra población pero debido al viento ninguna barca o lancha iba a salir ese día. Incluso el aeropuerto de Narsarsuaq estaba cerrado y ningún avión de Copenhague y Reijkiavik que tenía que llegar y salir de Groenlandia lo hizo. Así que en Narsarsuaq estaban peor, puesto que la gente que se iba ese día no podía salir y tenían que encontrar alojamiento una noche más. Al “colmenero” lo llamé “El holandés errante” porque hasta que el resto se levantó (como hacia tan mal día nadie madrugó) me entere que había visitado más de 120 países. Decía que trabajaba mucho y que luego iba a Japón en barco, pasaba tres semanas ahí y luego iba en barco a Corea, pasaba tres semanas ahí, y luego cogía un barco a China, en fin, que viajaba por todo el mundo. Al final, una vez levantado todo el grupo y debido a la intensidad del viento y a que la gente parecía querer un día relajado, no hicimos el nuevo treking, pero a eso del mediodía, aunque todavía hacía fuerte viento salimos por el pueblo.

 
 

Igaliku fue el primer arzobispado en Groenlandia Después de la introducción del cristianismo en la isla, hubo tantos seguidores que en el año 1124 se nombró obispo a un joven cura. El impresionante obispado se estableció en esta aldea, entonces llamada Gardar. El obispo pasó a ser el mayor propietario de tierras, y seguramente fue este Obispo Arnald el que se encargó de establecer 2 conventos en el Sur de Groenlandia, uno para curas y el otro para monjas. Era la mayor iglesia de la edad media que había en la isla, hoy sólo queda la parte superior de la Catedral de Gardar y los fundamentos de la granja. Todavía no han reconstruido totalmente los edificios, las ruinas de la catedral y la granja del obispo se han reformado en los últimos años y representan la época vikinga en Groenlandia. Las ruinas de Gardar están bastante desprotegidas, y con el fuerte viento no había nadie por el pueblo más que nosotros. Las puertas de la catedral y la granja de las ruinas son bastantes bajas, por lo que o los vikingos se agachaban mucho o eran bajitos. En la tumba donde encontraron al obispo de Gardar hay un lapida de mármol rosado con la figura del báculo de oro con el que encontraron al obispo.

 
 
 

De las ruinas de Gardar nos acercamos a la iglesia del pueblo, los groenlandeses son luteranos, la iglesia estaba abierta pero vacía. Por dentro la iglesia está muy cuidada, las paredes pintadas de color azul, y en cada rincón de la pared un barquito, un retrato, la pizarra con los salmos del día, el piano, sus biblias. En el mismo lugar donde está la iglesia hay una sala museo con fotografías antiguas de Igaliku: de cuando desenterraron los restos vikingos del lugar, del equipo de fútbol, de la visita de alguien famoso…lo cierto es que una vez más se demuestra que en Groenlandia no hay robos, todo estaba abierto y sin un alma a la vista. De la iglesia nos acercamos a los túmulos de piedras donde había una serie de enterramientos, se podían ver en algunos casos los cráneos entre las rocas. No llegué a enterarme muy bien el por qué de esos enterramientos ahí y de esa forma.

 
 

El aire seguía soplando fuerte y en Igaliku, pueblo de unos 40 habitantes, no había mucho más que hacer así que nos acercamos a la casa comunal. Como en todos los lugares de Groenlandia nos quitamos las botas en la entrada y pudimos ver que tienen duchas, baños, lavadora, secadora, teléfono y una sala común con un montón de cosas, y una vez más, todo el mundo pueda entrar y nadie roba nada. Nosotros estuvimos ahí solos y a mí me sorprendió ve que estaban tan libres de delincuencia. Supongo que es algo del pueblo inuit, nos explicaron que los inuits consideraban al mejor cazador no el que más cazaba sino el que mejor repartía la caza entre todo el pueblo. Están acostumbrados a compartir.

 
 
 

No había cobertura a todas horas, no había internet, no había medico, no había barcos, no había televisión no había radio…y con el mal tiempo que a veces nos impedía dar dos pasos fuera del albergue el día se hizo muy largo. Al final el aburrimiento hizo mella en nosotros y todos caímos en una siesta, los guías en el sofá, el resto en la cama. Yo resistí un rato hasta que me aburrí de verlos a todos dormir y ver por la ventana que no había nadie fuera (el agua seguí elevándose varios metros sobre el mar debido al viento – seguía soplando fuerte-), así que me fui yo también a la cama. Cuando desperté vi que hacia sol, lo que implicaba que la tormenta estaba mejorando, salí con rapidez y vi que ya no soplaba un aire tan intenso así que me escape para caminar por Igaliku y verlo a la luz brillantes del sol.

 
 
 

Igaliku es una de las aldeas más bonitas que vi en Groenlandia, con coloridas casitas de rojos, verdes y azules diseminadas entre verdes praderas. Al otro lado de la aldea se yergue la montaña Illerfissalik y su cima nevada apuntando al cielo. El mar entre las altas montañas ya estaba tranquilo y el prado despedía un intenso olor a manzanilla (que no me gusta nada). Parada en un camino a mitad entre dos casas (las casas las pueden construir donde quieran y están bastante separadas entre sí) pude comprobar el famoso silencio de Groenlandia, excepto algo de viento que todavía soplaba no se oía nada, ni personas, ni motores, ni animales, ningún ruido, ni siquiera el agua, solo silencio y alguna vez algo de viento soplando. El que no haya árboles en toda Groenlandia ayuda a que no se escuchen ni se vean pájaros, y si bien un poco más arriba en la montaña se pueden encontrar ovejas, porque Igaliku es un pueblo ganadero, lo cierto es que los animales son pocos y muy silenciosos. Es como estar solo en el mundo, rodeado de colores.

 
 
 

Ricardo nos dio dos horas diferentes para elegir cuando nos iba a recoger el barco, y como nos gustaba más Igaliku que Narsarsuaq decidimos coger el barco de por la tarde y pasar parte de la mañana en Igaliku. Como el viento ya se había parado nos acercamos al puerto para pescar un rato mientras disfrutábamos del paisaje (aquí pesqué mi primera trucha, la primera de mi vida, aunque los compañeros decían que pescaba con el tambor al revés, una como no entiende de pesca lo mismo me da). Aunque no pescamos todo el tiempo, de vez en cuando nos sentábamos a disfrutar del paisaje y el silencio.

 

 

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